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domingo, 26 de febrero de 2017

Alvaras (4)



Alvark se encontraba sobre la puerta de entrada de Yhakka cuando Alvaras y su grupo llegaron al poblado. El viejo guerrero miró a su hijo y pudo distinguir su cara de preocupación. Se dirigió hacia la escala y descendió por los escalones hasta llegar al suelo de tierra. Un par de siervos estaban esperando a que se acercaran los caballos para hacerse con sus riendas. Alvaras descabalgó de un salto y se acercó a su padre.


-       Estaban todos muertos, Fhad, su familia y casi todos sus siervos.- dijo Alvaras en voz baja, intentando que los siervos no le escucharan, aunque sus guerreros pronto contarían lo ocurrido.- Han acabado con el ganado y destruido las reservas. He mandado aviso a las otras granjas. Espero que estén preparándose para trasladarse a aquí.


Alvark le siguió los pasos hasta que ambos llegaron a la plaza central. Los guerreros que habían acompañado a Alvaras se fueron dispersando hacia sus cabañas. Iban con el rostro serio, con cara de pocos amigos. Los dos siervos supervivientes aparecieron tras el último de los soldados, el chico seguía tirando del carro de mano. Pal iba tras ellos, mirando las escasas posesiones que portaban.


-       Pal, haz que acomoden a la muchacha en la casona, que la traten bien. Llegarán invitados desde las otras granjas, así que prepara sitios para que pernocten.- ordenó Alvaras, tras lo que señaló con el dedo índice a Jhan.- Tú deja el carro de mano y síguenos.


El muchacho soltó los agarres del carro con especial gusto, pero siguió a los dos hombres con especial desgana, por lo que Alvark se detuvo un momento y cuando Jhan estuvo a su lado, le dio un golpe en la nuca y le agarró del brazo, haciéndole andar más rápido.

-       Si el therk te manda que le sigas, tú le obedeces en el acto.- le susurró Alvark a Jhan, esperando que su hijo no se percatara.


Alvaras se dirigió a la cabaña donde se encontraba la forja de Yhakka. Según entraron les golpeó el calor reinante, que constataba con el frescor imperante en el exterior. Dentro de la herrería, encontraron a Thyon, un hombre libre, que se encargaba de crear armas y herramientas para la población. También era el artífice del casco de Alvaras. Thyon tenía cincuenta años, era alto, fuerte, musculoso, con el pelo corto y blanco. Hacía poco que había perdido a su mujer, y desde entonces se le veía apagado. Por ello, Alvaras le había casi obligado a tomar un aprendiz, para que se olvidase de su pérdida.


El aprendiz no estaba en la herrería, pero si el maestro, aunque dormido, junto a una jarra rota de cerveza, ya vacía. Alvaras puso mala cara, pero no dijo nada. El problema de Thyon con la bebida iba a ser algo difícil de arreglar. Por ahora, Thyon hacia su trabajo, pero hasta cuándo.


Alvaras se acercó al cuerpo del herrero y comprobó que estaba profundamente sumergido en el mundo de los sueños. Tomó un taburete vacío que había junto al lugar donde reposaba Thyon, una mesa pequeña. Colocó el asiento ante un silencioso Jhan y le indicó que se sentara.


-       Quiero que le cuentes todo lo que me narraste sobre el ataque de anoche a la granja.- mandó Alvaras.


Jhan miró a los dos guerreros, dudó un momento pero temiendo las malas formas que se gastaban ambos, decidió volver a contar todo. Alvark escuchó en silencio, interiorizando una a una cada palabra de Jhan. Cuando oyó hablar del escudo con la enseña del cuervo negro se puso a la defensiva, hasta el muchacho notó que el soldado viejo no le gustaba la alusión de ese emblema. Al final de la narración de lo que había vivido durante la noche anterior, Jhan se calló y esperó.


-       Si lo que dice es verdad, no me gusta nada la situación.- indicó Alvark.

-       ¿Le crees?- preguntó Alvaras.

-       Puede que sí, pero hay algo en su historia que falla, nos está mintiendo en algo, por lo que todo puede ser una fábula.- sentenció Alvark.

-       ¡Por Ordhin! ¡Yo os estoy diciendo toda la verdad!- bramó Jhan, a lo que Alvaras respondió con un bofetón que hizo girar la cara del muchacho, dejando una marca rojiza en su piel.

-       A ver mierdecilla.- dijo Alvaras mirando a los ojos a Jhan.- Tú sólo puedes hablar cuando nosotros nos refiramos a ti, no cuando tú creas que estás en tu derecho. Espero que esta sea la última vez que te lo tengo que decir. Si vuelves a cometer esta total falta de respeto a tu señor, me encargare que tu castigo sea lo suficientemente doloroso para que no te equivoques sobre tu situación. ¿Te ha quedado claro, siervo?


Jhan miró a Alvaras primero, luego pasó al rostro serio de Alvark, estuvo tentado de resistir sus miradas, pero algo de sentido común y ganas de supervivencia aún le quedaban. Bajó la vista al suelo y asintió con la cabeza.


-       Has dicho llamarte Jhan, que el hermano de Fhad te envió al servicio del granjero porque ya no le servías en Thepperon.- rememoró Alvark, haciendo memoria sobre el mercader Fhadon, lo que sabía sobre él y sus gustos.- No tienes el aspecto de un peón de carga del almacén. Tampoco tienes el aspecto de un guerrero, pero sí el de un asesino. Tu historia sobre cómo llegaste a la granja no se sostiene. Y si no me creo eso, tampoco me puedo llegar a creer lo ocurrido en la granja.

-       Esperaba que Shine te convenciera a contarnos la verdad mientras viajabais con mis guerreros hasta Yhakka.- suspiró Alvaras.- Pero sigues con tus cuentos. Si no me cuentas la verdad por las buenas, te la sacaré por las malas. Quítate la ropa.


Jhan levantó la vista y se quedó en silencio, sin hacer nada.


-       No te atrevas a desobedecerme muchacho.- advirtió Alvaras, tensando los músculos.- Quítate la ropa, o te la quito yo.


Alvark estaba buscando un trozo de soga entre las cuerdas de Thyon, por si había que inmovilizar al muchacho, pero al final Jhan obedeció. Desanudó los cordones del jubón de cuero, así como los de la cintura de los calzones. Las dos piezas cayeron al suelo junto al taburete. Bajo ellas llevaba un taparrabos de tela blanca y una camisola interior de lana, prendas habituales entre los hombres del sur, para resistir a los inviernos. Prendas de cuero para el exterior, mientras que debajo llevaban tela, lana o fieltro.


Alvaras y Alvark observaban con detenimiento los surcos que cruzaban su espalda de costado a costado. Alvark puso los dedos sobre las cicatrices, el cuerpo de Jhan se agitó por el contacto. Se podían distinguir que había de varios castigos diferentes.


-       ¿A qué se debieron estos azotes, Jhan?- preguntó Alvaras, ya seguro que casi toda la historia del muchacho era mentira. El muchacho seguía silencioso.

-       Igual una cuerda le vuelva a abrir la boca.- dijo Alvark, moviendo el trozo de soga por el aire, simulando que era un látigo.


Los ojos de Jhan empezaron a llenarse de lágrimas y se rindió, pues temía al dolor que provocaba una cuerda en su espalda. Ya la había sufrido y no quería volver a repetirlo.


-       No se me envió desde Thepperon por algo que yo hubiera hecho, pero lo que pasa es que el señor Fhadon no podía permitir que la verdad se supiera.- habló entre dientes Jhan.- Yo era hijo del siervo administrador de Fhadon. El trabajo de mi padre estaba bien reconocido por Fhadon. Así que yo desde pequeño se me permitió relacionarme con los hijos de Fhadon, algo que nunca me importo, pero que a la larga se convirtió en mi peor problema. Fhadon me instruyó para que cuando mi padre ya no pudiera seguir haciendo su cometido de administrador, me encargará de esa función. En la instrucción también asistían los dos hijos menores de Fhadon, Fhedel y la pequeña Fhain. Fhedel era de mi edad y Fhain cinco años más joven. Hará dos años, mi padre falleció y Fhadon me puso al frente del almacén. Yo había aprendido todo de mi padre, por lo que pronto mi trabajo complació a Fhadon.

-       Pero si todo era tan bueno, ¿por qué tienes esas marcas?- interrumpió Alvark.- Mejor que te dejes de sutilezas y vayas directamente al grano, muchacho.

-       El gran problema es que Fhain se enamoró de mi.- soltó Jhan.

-       ¡Por Ordhin!- blasfemó Alvark.


Sin duda ese era un gran problema, es verdad que en ocasiones una dama libre podía relacionarse con un siervo, pero solo cuando esta se convertía en viuda. Una joven soltera sería casada con su padre con quien él deseara y raro es que pudiera elegir a alguien por amor. El caso de un hombre libre era totalmente diferente, como Alvark podía reconocer.


-       Y supongo que a Fhadon no le hizo demasiada gracia que su pequeña se enamorara de un siervo.- se rio Alvark.- La verdad es que si me hubiera pasado a mí, la habría molido a palos. Pero yo solo tuve un hijo. Menos preocupaciones.

-       Fhadon sólo tenía palabras bonitas para su niña.- espetó con odio Jhan, que se preparó para un golpe que no llegó.- Según una sierva le refirió el suceso, me llamó aparte, me azotó sin piedad y me dijo que este iba a ser su único aviso. Que no me acercará a su niña, que no intentará seducirla o que si no le hacía caso lo iba a lamentar con creces. Lo peor de todo es que no quiso escucharme, no quería oír que yo hacía tiempo que ni me acercaba a Fhain, solo se quedó satisfecho cuando mi sangre relucía en las heridas de mi espalda.

-       ¿Y fue ahí cuando decidió que era hora de que cambiaras de aires?- preguntó Alvaras.

-       Eso, mi señor, hubiera sido lo idóneo, pero Fhadon no quería perder a su administrador.- prosiguió Jhan con su historia.- No, no podía perderme, yo que le mantenía al día libros y albaranes. Si yo no estuviera ahí, lo más seguro es que tuviera que hacerlo él, y me da que se ha vuelto un hombre demasiado importante para rodearse de esclavos. Así, que seguí en mis funciones y puse todo mi espíritu en no encontrarme con Fhain. Pero una noche ocurrió lo peor, ella me puso una trampa, hizo que su criada más leal me llamará para una cosa de logística doméstica y cuando yo esperaba en una estancia, ella hizo acto de presencia, se me lanzó encima, yo intenté rechazarla, pero su locura era poderosa. Lo que no sabía la pobre, y a fin de cuentas yo tampoco es que su padre le había puesto un escolta en las sombras. Antes de que yo pudiera soltarme de sus caricias, apareció su padre, con el odio en sus ojos, rodeado de siervos, que me sacaron de allí a empellones, me llevaron a uno de los sótanos, me quitaron la ropa y con varas de avellano me apalearon sin piedad durante toda la noche. Con los primeros rayos de luz, apareció Fhadon, irascible, me acusó de intentar yacer con su hija, de seducirla con falsas palabras, me golpeó, me pisoteó, me azotó sobre las antiguas heridas, y cuando estaba que no me podía levantar del suelo se meó encima de mis llagas en un intento de que se volvieran purulentas. Supongo que hubiera muerto en ese húmedo cuarto si Fhedel y su madre no se hubieran apiadado de mí. Fue el propio Fhedel quien me sacó de Thepperon y me llevó a la granja de su tío Fhad.

-       ¿Fhedel sabía la verdad sobre las acciones por las que te habían castigado?- inquirió Alvaras.

-       Creo que en el fondo tanto él, como su madre conocían la verdad que Fhadon intentaba esconder.- reconoció Jhan.- A Fhad solo le contó que prescindían de mí porque me había intentado escapar. Algo para contentar a Fhad y que no hiciera demasiadas preguntas. Me advirtió que recibiría el mismo castigo si intentaba huir y me pillaban, pero que lo más seguro es que la tierra inhóspita que rodeaba la granja acabase antes conmigo que ellos encontrarme.

-       Fhad era un hombre bueno y justo.- sentenció Alvark.- Supongo que no quería líos con su hermano.

-       Esta verdad es más creíble, Jhan.- afirmó Alvaras.- El resto de tu historia, lo que ocurrió anoche lo sigues manteniendo, ahora que sabemos tu pasado.


Jhan asintió con la cabeza y se secó las lágrimas que le resbalaban por las mejillas.


-       Yo ya no veo más mentira en sus palabras.- advirtió Alvark, que había mantenido su mirada fija en los ojos del muchacho.

-       En ese caso, Jhan, vístete y dirígete a la casona. Allí estará Shine.- ordenó Alvaras.- Pero ten seguro que pronto necesitare tu memoria. Ahora vete.


Los dos hombres esperaron en silencio. Jhan se vistió rápido, hizo una reverencia y se marchó de allí.


-       Si son los cuervos negros quien han atacado la granja de Fhad, debo ir a informar al tharn, habrá que hacer una batida de castigo.- indicó Alvaras.

-       Pero hacía décadas que se habían vuelto pacíficos.- se lamentó Alvark.- De todas formas este nunca ha sido su método. Ellos atacaban aldeas, granjas, robaban alimentos, útiles, armas o algo de plata, secuestraban rara vez, y se volvían a sus territorios del sur. Nunca masacraban. Al final ese tipo de actos solo trae odio. Y guerra, algo a lo que no están preparados los cuervos negros.

-       En ese caso, ¿quién está detrás de este ataque?- dijo Alvaras.- De todas formas esto es algo que debe saber el tharn y él debe decidir cuál será nuestro camino. He pensado marcharme mañana, me llevaré a cuatro guardias y a los dos supervivientes, ya que son los únicos testigos. Te dejaré al resto de los hombres y al thyr. Dudo mucho que los cuervos puedan asaltar nuestra empalizada. ¿Qué te parece?

-       Que tú eres el therk y que si ya has tenido tiempo para pensarlo está bien. La verdad es que yo hubiera hecho lo mismo.- asintió Alvark.- La verdad es que solo tenemos diez guerreros, un número insuficiente para una posible horda de cuervos. Con Yhakka no se van atrever, pero las granjas quien sabe, has hecho bien ordenando que las evacuen. ¿A qué guerreros te llevaras?

-       A Obbort, a Himey, a Dkal y a Ohel.- contestó Alvaras.

-       Buena elección, sin familia en Yhakka no tendrán miedo a abandonar el poblado.- comentó Alvark.- Y así yo tengo a los más veteranos.

-       Voy a hablar con Thale y con Pal, para preparar todo para mañana, ¿vienes?

-       No, me voy a quedar aquí un momento.- negó Alvark, que se despidió de su hijo.


Según Alvaras se marchó, se dejó caer sobre el taburete donde habían hecho sentarse a Jhan. No se podía creer que los cuervos negros hubieran vuelto y además de forma tan sangrienta.


Los cuervos negros eran un clan antiguo, de los tiempos anteriores al primer señor de las cascadas, no el actual y su padre. Herederos de las ancestrales tradiciones de los clanes guerreros. Moraban en las tierras casi yermas del sur, donde ya la agricultura no podía obtener nada de la tierra, donde el trigo de las nieves era raro. Este clan viajaba por los bosques nevados, recolectando, cazando y en casos comerciando con los mercaderes del clan del hielo. Era un pueblo errante, como lo fueron todos los clanes, antes de que se asentaran y formaran aldeas, poblados, y ciudades. Aún se regían por el consejo formado por los ancianos y el druida. Hacia ya tres décadas que habían decidido perderse en sus dominios y rara vez aparecían ante el resto de los mortales. Lo que Alvark no entendía porque habían decidido reaparecer y de forma tan sangrienta, cuando la paz que el consejo de ancianos firmó era para evitar que un inmenso ejército, todos los clanes acudirían con el señor de las cascadas dirigiendolos para ayudar al señor de los hielos, destruirían a los cuervos negros. Su druida había vaticinado eso hace treinta años.


Alvark decidió que era una buena idea quedarse un rato más allí, para meditar sobre el asunto y así saber cómo ayudar a su hijo.




Alvaras había conseguido comer algo de cerdo curado y una especie de sopa que le había traído Thale. Mientras este comía, le iba contando cuál había sido el triste fin de Fhad y el resto de los habitantes de la granja. También le hizo saber cuál había sido su primera decisión y lo que se esperaba de ella. Tenía que encargarse de preparar acomodo para los granjeros, sus siervos, su ganado y todo lo que trajeran con ellos. Alvaras no había terminado de comer cuando Thale se fue en busca de Pal para preparar todo. Shine se fue tras Thale según esta la llamó, dejando a Jhan en un banco. Alvaras le vio y le hizo un gesto para que se acercara.


-       Mañana partiré a Thepperon, tú y Shine nos acompañareis a mí y cuatro de mis hombres.- informó Alvaras al muchacho según este se paró frente de él.- Necesito que le contéis vuestra historia al tharn.


Alvaras notó la mueca de temor del muchacho, por lo que añadió.


-       Muerto Fhad, sus siervos pasan a mi propiedad, así que si Fhadon quiere resolver alguna afrenta pasada contigo se las tendrá que ver conmigo. Cuando todo esto acabe puede que me venga bien un administrador en Yhakka, y a mi esposa siempre le vienen bien un par de manos más en los lares y en las habitaciones.


En el rostro de Jhan apareció un leve sonrisa, que se replicó en el rostro de Alvaras. Le hizo un gesto para que regresara a su mesa. Alvaras se dedicó a terminar su almuerzo pues supuso que pronto empezaría una tarde de locos.

lunes, 20 de febrero de 2017

Alvaras (3)


Alvaras y sus hombres llegaron a la encrucijada y tomaron el camino de las granjas. Al poco se separaron del principal tomando un desvío. La nueva senda era más angosta pero con espacio suficiente para un carro pequeño tirado por un par de mulas. Iban al trote, en parte porque Alvaras quería ver qué era lo que ocurría, pero también porque era precavido.

Cuando los primeros muros bajos de piedra empezaron a asomar de la nieve, descubrieron los primeros flecos de los que había pasado. Al otro lado de los muros podían ver los cuerpos semienterrados por nieve roja, del ganado de la granja. Eran en su mayoría ovejas. Los hombres murmuraban y perjuraban, pero ni Alvaras podía creer que alguien o algún animal hubieran acabado con todas las ovejas.

Entonces el camino se abrió para entrar en el patio delantero de la granja. Lo que vieron allí les dejo mudos. La granja, como la mayoría en esa región estaba formada por varios edificios. Cuando se llegaba a una, se hacía por el patio frontal y se llegaba a la casa principal, que era como la casa de Alvaras en Yhakka, de dos alturas, pero con la diferencia de que parte de la primera planta estaba destinada a establo del ganado de la granja. A este espacio para los animales se accedía por la parte trasera. La otra parte de la primera planta era el comedor general. El segundo piso estaba destinado a los dormitorios del granjero y su familia, así como la de todos sus criados. Las construcciones aledañas a la casona, eran almacenes de producción. Hay guardaban el trigo y la harina, la leña, tendrían una pequeña forja, un horno, y otros elementos para hacerlos independientes de Yhakka durante el mayor tiempo posible.

En el patio central había más cuerpos, tanto de animales domésticos como de los pobladores de la granja. Alvaras descabalgo y se acercó al cuerpo de un hombre, vestido con ropas de cuero, no eran gran cosa, pero le hacían ser diferente al resto. El cuerpo estaba boca abajo, aunque no le costó mucho darle la vuelta. Era el granjero Fhad, los ojos estaban aún abiertos y en su mano mantenía asido el mango de un hacha corta.

-       Qué Ordhin te esté agasajando en el gran banquete.- susurró Alvaras, que le cerró los ojos a Fhad. Pudo observar los dos fragmentos de astas aún clavados en su pecho. Además ya había visto la herida que cruzaba la espalda del hombre, cortando cuero y carne.- ¡Descabalgad y buscad supervivientes!

Los guerreros acataron rápidamente la orden de su señor, ataron los caballos en el patio frontal y se dispersaron por la hacienda. La columna de humo que les había llevado hasta allí se debía a que los almacenes de comida y forraje habían sido pastos de las llamas, lo cual no habría sido muy difícil, pues estaban llenos de paja y harina, listos para el consumo de este invierno que ya se acercaba.

Alvaras recolocó los brazos de Fhad para que descansaran sobre su abdomen pero sin arrebatarle el arma. Al final Fhad había sido un guerrero de su tharn, que cuando perdió una mano en una lucha fronteriza, su señor le dio a elegir, una granja o una pensión. Fhad eligió la granja. Alvaras no le había conocido como guardia en Thepperon, pero su padre sí, y había hablado muy bien de él. Este invierno iba a cumplir los sesenta años, que para un guerrero era algo francamente raro.

Alvaras al igual que sus hombres comenzó a revisar la casona. Tanto en el gran salón como en las habitaciones superiores solo encontró muertos. Había hombres, mujeres, y niños, todos asesinados como si fueran animales. No había habido compasión, y eso era de lo más raro, pues los siervos eran un producto caro. Los incursores que habían perpetrado esto, y solo podían ser eso en estos tiempos de paz, habían destruido las reservas de los almacenes, habían matado al ganado y a los criados. No podían estar buscando oro o plata, eso en una granja no existía, y menos en una tan pobre como las que pertenecían a Yhakka. La única riqueza eran los criados.

Estaba mal pensar así, pero los criados en la sociedad de los clanes eran el mayor signo de riqueza de un hombre libre. Al final eran estos los que hacían todas las labores, ningún hombre libre podría hacer todo lo que hacían ellos. Desde la labor más insignificante a la más laboriosa. También por ello, exceptuando casos raros, los criados eran tratados como miembros de una familia. Es verdad que se les trataba desde un puesto superior, pero a la larga eran recompensados. Uno de esos casos, era el cadáver de Shink, un hombre de unos cuarenta años, que había nacido siervo, que moriría siervo, pero que había ejercido de capataz de Fhad, un jefe de siervos, respetado por Fhad y por sus compañeros. Los hijos de Shink sin duda jugaron con los de Fhad cuando fueron jóvenes y alguno de ellos aprendería de su padre para sucederle como capataz del siguiente dueño de la granja, un vástago de Fhad.

Y aquí estaba lo raro de matar a los siervos, se los podrían haber llevado, para venderlos en otro territorio, en otro señorío. Para cuando sus nuevos dueños se enterarán que fueron sustraídos, habría pasado mucho tiempo y lo más seguro es que nadie los reclamara. Los incursores habrían ganado bastante oro y plata. Pero estos los habían matado y eso no era normal.

Alvaras regresó al patio, pensando que habría que empezar a preparar madera. Habría que levantar las suficientes piras para todos los habitantes de la granja, así como para los animales. No podía dejar que se pudrieran en los campos, pues lo más seguro que en esa zona no saliera bien el cultivo el año próximo.

-       Mi señor, mi señor.- escuchó Alvaras a su espalda, mientras él permanecía quieto mirando el relieve con la apariencia de unas astas de alce en la parte central del dintel de entrada.- Hemos encontrado a dos supervivientes.

Alvaras se dio la vuelta y pudo observar que eran Obbort, Himey y Dkal, que se acercaban con dos jóvenes, un muchacho que tendría entre dieciocho y veinte años y una chica de unos quince años. A la chica la reconoció al momento era hija del capataz, pero no se acordaba de su nombre. La cara del muchacho no le decía nada, por lo que se puso a la defensiva.

-       ¿Quiénes sois? ¿Sabéis quién ha hecho esto?- preguntó Alvaras con un tono autoritario.

-       Yo me llamo Jhan y ella es Shine la hija del capataz.- el chico fue el primero en responder.- Ambos trabajamos en la granja. Ayer por la noche llegaron unos hombres, una docena, parecían guerreros. Por un momento parecían que sólo querían pernoctar, el señor Fhad los recibió con alabanzas, pero cuando iban a entrar en la casona, su líder desenvainó y atacó al señor por la espalda. En ese momento el resto de sus hombres comenzaron a asesinar al resto de habitantes.

-       ¿Pero vosotros estáis vivos, no?

-       Lo estamos porque no nos encontrábamos en el patio cuando empezó todo, sino en uno de los campos.- contestó Jhan, sin mostrar ni un solo ápice de respeto, ni de miedo.

Alvaras le dio un bofetón, pues no se le podía hablar así a un therk. La muchacha se agarró al chico. Alvaras comprendió porque estaban en los campos cuando ya era de noche. Pero decidió sonsacarles más.

-       Muchacho que sea la última vez que te diriges a mí en esos términos, recuerda que yo soy el therk de este territorio.- le regañó Alvaras.- A ti, Shine te recuerdo, pero a ti Jhan no te he visto en mi vida. ¿Cómo puedo creer en lo que me dices? Podrías ser el asesino de todos y me quieres engatusar con tus mentiras. Cuéntame la verdad.

-       Yo no he hecho esto, no levantaría mi mano contra el señor Fhad.- dijo Jhan con vehemencia.- El señor Fhad me trajo hace poco, yo pertenecía a la casa de su hermano Fhadon, que tiene negocios en Thepperon. El señor Fhadon creía que ya no le era útil allí y que estaría mejor con su hermano.

-       ¿Cuál era tu labor en casa de Fhadon? ¿Y aquí?

-       En Thepperon me encargaba de llevar mercancías de un lado a otro.- se apresuró a contestar Jhan.- Aquí el señor Fhad me indicó que debía aprender a ser pastor. Pero que estuviera listo para ayudar al resto en otras labores.

-       Déjame ver tus manos.- le ordenó Alvaras a lo que el chico tardó en acatar, pero lo hizo previendo otro golpe por parte de Alvaras.

Las manos del muchacho carecían de cayos o cualquier otra marca de un trabajo duro cargando con mercancías, con pesados baúles o aparatosas cajas. Tampoco tenía una musculatura evidente, lo que hacía que su supuesto trabajo como peon de carga se viniese abajo. Por qué mentía sobre su pasado en la casa de Fhadon le estaba empezando a poner nervioso a Alvaras. El problema estaba en que las manos del muchacho tampoco eran las de un guerrero y aún menos las de un asesino. No tenía marcas de trabajo duro, pero el caso es que también carecía de las habituales al manejar armas. Ese Jhan era todo un misterio. Si no quería hablar por las buenas, lo tendría que hacer por las malas.

-       Bien, has sido trasladado, por ahora lo dejaremos ahí.- indicó Alvaras soltando las manos de Jhan.- Estabais en los campos cuando llegaron los atacantes. ¿Qué hicisteis exactamente?

-       Estábamos en un lugar algo alejados, así que nos acercamos para ver qué ocurría.- explicó Jhan, que seguía llevando la voz cantante.- Shine quería volver, pues si se quedaban por la noche, ella tendría que ayudar, pues es parte de las criadas domésticas, ayuda a la cocinera.- No conseguimos acercarnos lo suficiente para escuchar lo que el líder de los asaltantes decía, pero Fhad parecía conocerle. Cuando la cosa se puso mal, decidí que lo mejor era alejarse. Arrastre a Shine y la lleve a un escondrijo que hay en uno de los prados. Conozco de su existencia porque Shine me había hablado de él, que si allí se escondían sus hermanos y los hijos del señor Fhad cuando eran niños.

-       Buen escondrijo tiene que ser si no os encontraron.- comentó Alvaras.- Entiendo que Shine se escondiera, pero tú, no deberías haber defendido a tu señor.

-       Recordad, mi señor, que yo soy un simple esclavo, no un guerrero como los que asaltaron la granja.- El tono de Jhan volvía a ser sarcástico, algo que a Alvaras no se le pasaba por alto.- Podría haberme lanzado como un loco con mi pequeño cuchillo sobre uno de los asaltantes. La corta hoja habría rebotado en la pesada cota de mallas que vestían por debajo de los petos de cuero o las pieles de lobo. Luego el guerrero se habría dado la vuelta y me habría rebanado el pescuezo. Y ahora no tendríais ningún superviviente.

-       La tendría a ella.- señaló Alvaras, consciente de lo mal que le caía el muchacho.

-       ¿Cree en verdad que al quedarse sola habría escapado del acero asesino?- Alvaras se quedó mirando a Shine y lanzó una blasfemia, el muchacho había puesto el dedo en la llaga.

Jhan tenía mucho de verdad en su razonamiento. Shine, al verse sola habría salido de su escondrijo antes de tiempo, la habrían encontrado y la habrían matado. Lo que no podía saber es si habría sufrido la violación de rigor o solo la habrían degollado como al resto de mujeres. Shine no era guapa, estaba rellena, pero era joven y una mujer, así que era raro que los atacantes no se hubieran divertido antes. Pero lo raro era que estos no habían ejercido ese derecho ilegal la noche anterior. Había revisado un par de cuerpos de sirvientas y no había juego sucio.

-       ¿Puedes contarme algo más de los atacantes?

-       Me fije en un par que se adentraron en los campos para matar al ganado.- respondió Jhan.- Uno de ellos llevaba un escudo, con la imagen de un cuervo negro. No sé de quién es esa enseña.

-       ¿Estás seguro que era un cuervo negro?

-       Sí, mi señor.- asintió Jhan.

Jhan igual no sabía quién eran los cuervos negros, pero él sí había oído historias de ellos. Es verdad que llevaban ya mucho tiempo en paz con ese grupo, y era una verdadera lástima que hubieran vuelto a las andadas. Lo raro es que tampoco en sus viejas andanzas habían perpetrado una matanza parecida. Todo era extraño, pero si los cuervos negros estaban involucrados, su tharn debía decidir lo que hacer de ahora en adelante.

Uno de sus guerreros, Fulkho, que junto a Par, era como un sargento y uno de los más mayores se acercó a donde se encontraban.

-       No hay más supervivientes, mi señor.

-       Bien Fulkho, debemos honrar a los muertos, buscad toda la madera que Fhad hubiera preparado, si falta id a los bosques cercanos y talad lo necesario. Este muchacho os ayudará en la encomienda.- Alvaras señaló con el dedo a Jhan, y Fulkho lo miró con desprecio.- Parece que estaba habituado al trabajo duro de peón de carga, así que no tendrá problemas en ir y venir con troncos.

La cara de Jhan se volvió más blanquecina, pero no abrió su boca para decir algo.

-       Necesitaremos la suficiente para la familia, para los sirvientes y para el ganado. Divide a los hombres para ambas tareas.- prosiguió Alvaras.- Unos para la madera y otros para traer los cuerpos. Las piras las erigiremos en este patio. Podéis poneros a ello. Shine, ven un momento conmigo.

La muchacha obedeció al momento, soltó el brazo de Jhan, al que se había agarrado con fuerza y siguió a Alvaras a unos pasos de distancia, como las normas exigían. Obbort se alejó de allí, junto a sus compañeros y tirando de Jhan, que no parecía nada contento. Alvaras se sonrió, esperaba que ese castigo ablandara la lengua del muchacho, pues cuando regresarán a Yhakka tendría que decirle toda la verdad y explicarse por sus mentiras.

-       ¿Todo lo que ha dicho Jhan, es verdad?- le preguntó Alvaras a Shine con un tono más suave.

-       Sí, mi señor.

-       ¿Por qué estabais alejados de la casona cuando el cielo ya era negro? ¿Quería que te escaparas con él?

-       No, no, mi señor.- negó Shine firme pero algo intranquila ante la mirada de Alvaras.- Yo no me pensaba escapar con él. Solo quería que mi padre aceptase a unirme con él.

-       ¿Pero él si pensaba en escaparse, no?

Shine se mantuvo en silencio.

-       Sabes bien que debes responderme cuando te hago una pregunta, o tú también quieres recibir una bofetada por ser irrespetuosa con tu señor.- le recordó Alvaras, a lo cual la cara de Shine puso una mueca de terror.- Muerto tu señor, ahora pasáis a ser de mi posesión. Yo no soy malo, pero si te niegas a obedecer a tu señor lo vas a sentir.

-       No estoy segura del todo, pero creo que sí.- respondió rápidamente Shine, temiendo una azotaina.

-       Has dicho que querías convencer a tu padre, ¿se oponía a que te unieras con Jhan?- inquirió Alvaras. Shine, Shink, y Jhan podrían ser siervos, pero eran libres para orquestar sus uniones como gustasen. Rara vez un amo se inmiscuía en esos menesteres, más bien, les daban toda la libertad que podían a sus siervos. Era curioso que ellos, que carecían de libertad para casi todo, podían unirse por amor, cuando sus amos debían acatar las uniones que elegían sus padres. Curiosa ironía.

-       Mi padre no tenía en gran consideración al muchacho, al igual que usted no se creyó su historia al mirarle las manos.- explicó Shine.- Creo que le preguntó al amo Fhad que quería que hiciera con él. No sé qué le contó el amo, pero no retornó muy contento. Mi padre le colocó de ayudante de pastor.

-       ¿Le amas?

-       Sí, mi señor.- asintió Shine.

-       Pues espero que él también, y se decida a ser sincero conmigo la próxima vez que hablemos en Yhakka, pues si se niega tal vez no puedas unirte a él.- le advirtió Alvaras, esperando que después, cuando regresarán juntos le convenciera para que atendiera a razones con su señor.- Ahora lo mejor es que te dediques a buscar piezas de lino para la familia y otros de tela para el resto. Necesitare de tu ayuda para realizar los ritos. Busca también todo el aceite, brea o sebo que encuentres, por favor.

Shine asintió con la cabeza, tras lo que se retiró en busca de lo que había pedido. Los primeros cadáveres comenzaron a llegar. Alvaras los fue preparando para cuando la muchacha llegara con las telas. Los brazos debían estar junto al pecho, las manos en el abdomen. Cuando Shine retornó con las piezas de tela, sábanas de los lechos, manteles de las mesas y otros sin estrenar.

Uno a uno, cada miembro de la familia de Fhad fueron embutidos en una pieza de tela, mientras Alvaras recitaba palabras para ellos y para que los dioses les acogieran en el otro mundo. La mayoría iban dirigidos a Ordhin, pero también a Frigha, a Nhert, dios de la naturaleza, y a Bheler, de los muertos. En el caso de los siervos se actuó igual, pero en cada pieza de tela se puso a varias personas, como en el caso de Shink que se colocó también a su esposa y a su hija más pequeña que tenía solo ocho años. 

Shine ayudó en todo momento a Alvaras en su cometido, pero en sus ojos acuosos se podía ver la tristeza. No emitió ningún sonido y sólo habló cuando Alvaras le preguntaba algo. Por el resto estuvo silenciosa, tanto que si se escuchaban sus sollozos. Era una labor respetuosa la de preparar los muertos para los ritos funerarios.

Los hombres de Alvaras fueron montando las piras, no necesitaban que fueran muy altas para el cometido, pero si espaciosas. Cuando fueron terminando con una, colocaban sobre esta a los destinatarios. Los primeros fueron los señores y después los siervos. Había sido una suerte que Fhad hubiera estado almacenando madera en los últimos días, así no tuvieron que talar demasiado, pero sí lo suficiente para la pira de los animales.

El más suertudo fue Jhan que fue destinado a verter el aceite y la brea sobre los cuerpos y la parte superior de la pira.

Cuando por fin todo estuvo listo, Alvaras realizó el trabajo de la despedida del difunto, algo que normalmente se debería encargar un sacerdote como Uthel, pero al carecer de él, recaía en las manos de Alvaras. Entonó la canción de la marcha, les deseó lo mejor en el otro mundo y que esperaba verles cuando él cruzara las aguas intranquilas que separan este mundo del otro. 

Una a una, Alvaras fue acercando una antorcha que había encendido a cada pira. El fuego, reforzado por el aceite y la brea, se extendió por los cuerpos, elevando importantes llamas rojas, la madera crepitaba y siseaba al estar algo húmeda.

Alvaras esperó un rato, pero cuando las piras ardían con fuerza dio la orden de recoger y marcharse. Shine y Jhan, ayudados por los hombres de Alvaras, rebuscaron en la casona y en los talleres todo lo que pudiera servir, pero no había mucho. Lo que encontraron lo pusieron en un carro de mano, que se encargaría Jhan de hacer de tiro. Alvaras ordenó a tres de sus hombres que fueran a las otras granjas para avisarles de la situación y de su decisión de que se trasladaran a Yhakka con todo lo necesario, animales, comida, útiles, etcétera.

Era mediodía cuando Jhan y Shine que iban al final de la marcha, andando dejaban a su espalda una humareda negra más grande que la que les había alertado. Alvaras tenía que hablar con su padre, pero estaba casi seguro de lo que tenía que hacer.