Alvark se encontraba
sobre la puerta de entrada de Yhakka cuando Alvaras y su grupo llegaron al
poblado. El viejo guerrero miró a su hijo y pudo distinguir su cara de
preocupación. Se dirigió hacia la escala y descendió por los escalones hasta
llegar al suelo de tierra. Un par de siervos estaban esperando a que se
acercaran los caballos para hacerse con sus riendas. Alvaras descabalgó de un
salto y se acercó a su padre.
-
Estaban todos muertos, Fhad, su familia y casi todos sus siervos.- dijo
Alvaras en voz baja, intentando que los siervos no le escucharan, aunque sus
guerreros pronto contarían lo ocurrido.- Han acabado con el ganado y destruido
las reservas. He mandado aviso a las otras granjas. Espero que estén
preparándose para trasladarse a aquí.
Alvark le siguió los
pasos hasta que ambos llegaron a la plaza central. Los guerreros que habían
acompañado a Alvaras se fueron dispersando hacia sus cabañas. Iban con el
rostro serio, con cara de pocos amigos. Los dos siervos supervivientes
aparecieron tras el último de los soldados, el chico seguía tirando del carro
de mano. Pal iba tras ellos, mirando las escasas posesiones que portaban.
-
Pal, haz que acomoden a la muchacha en la casona, que la traten bien.
Llegarán invitados desde las otras granjas, así que prepara sitios para que
pernocten.- ordenó Alvaras, tras lo que señaló con el dedo índice a Jhan.- Tú
deja el carro de mano y síguenos.
El muchacho soltó los
agarres del carro con especial gusto, pero siguió a los dos hombres con
especial desgana, por lo que Alvark se detuvo un momento y cuando Jhan estuvo a
su lado, le dio un golpe en la nuca y le agarró del brazo, haciéndole andar más
rápido.
-
Si el therk te manda que le sigas, tú le obedeces en el acto.- le susurró
Alvark a Jhan, esperando que su hijo no se percatara.
Alvaras se dirigió a la
cabaña donde se encontraba la forja de Yhakka. Según entraron les golpeó el
calor reinante, que constataba con el frescor imperante en el exterior. Dentro
de la herrería, encontraron a Thyon, un hombre libre, que se encargaba de crear
armas y herramientas para la población. También era el artífice del casco de
Alvaras. Thyon tenía cincuenta años, era alto, fuerte, musculoso, con el pelo corto
y blanco. Hacía poco que había perdido a su mujer, y desde entonces se le veía
apagado. Por ello, Alvaras le había casi obligado a tomar un aprendiz, para que
se olvidase de su pérdida.
El aprendiz no estaba en
la herrería, pero si el maestro, aunque dormido, junto a una jarra rota de
cerveza, ya vacía. Alvaras puso mala cara, pero no dijo nada. El problema de
Thyon con la bebida iba a ser algo difícil de arreglar. Por ahora, Thyon hacia
su trabajo, pero hasta cuándo.
Alvaras se acercó al
cuerpo del herrero y comprobó que estaba profundamente sumergido en el mundo de
los sueños. Tomó un taburete vacío que había junto al lugar donde reposaba
Thyon, una mesa pequeña. Colocó el asiento ante un silencioso Jhan y le indicó
que se sentara.
-
Quiero que le cuentes todo lo que me narraste sobre el ataque de anoche a
la granja.- mandó Alvaras.
Jhan miró a los dos
guerreros, dudó un momento pero temiendo las malas formas que se gastaban
ambos, decidió volver a contar todo. Alvark escuchó en silencio, interiorizando
una a una cada palabra de Jhan. Cuando oyó hablar del escudo con la enseña del
cuervo negro se puso a la defensiva, hasta el muchacho notó que el soldado
viejo no le gustaba la alusión de ese emblema. Al final de la narración de lo
que había vivido durante la noche anterior, Jhan se calló y esperó.
-
Si lo que dice es verdad, no me gusta nada la situación.- indicó Alvark.
-
¿Le crees?- preguntó Alvaras.
-
Puede que sí, pero hay algo en su historia que falla, nos está mintiendo en
algo, por lo que todo puede ser una fábula.- sentenció Alvark.
-
¡Por Ordhin! ¡Yo os estoy diciendo toda la verdad!- bramó Jhan, a lo que
Alvaras respondió con un bofetón que hizo girar la cara del muchacho, dejando
una marca rojiza en su piel.
-
A ver mierdecilla.- dijo Alvaras mirando a los ojos a Jhan.- Tú sólo puedes
hablar cuando nosotros nos refiramos a ti, no cuando tú creas que estás en tu
derecho. Espero que esta sea la última vez que te lo tengo que decir. Si
vuelves a cometer esta total falta de respeto a tu señor, me encargare que tu
castigo sea lo suficientemente doloroso para que no te equivoques sobre tu
situación. ¿Te ha quedado claro, siervo?
Jhan miró a Alvaras
primero, luego pasó al rostro serio de Alvark, estuvo tentado de resistir sus
miradas, pero algo de sentido común y ganas de supervivencia aún le quedaban.
Bajó la vista al suelo y asintió con la cabeza.
-
Has dicho llamarte Jhan, que el hermano de Fhad te envió al servicio del
granjero porque ya no le servías en Thepperon.- rememoró Alvark, haciendo
memoria sobre el mercader Fhadon, lo que sabía sobre él y sus gustos.- No
tienes el aspecto de un peón de carga del almacén. Tampoco tienes el aspecto de
un guerrero, pero sí el de un asesino. Tu historia sobre cómo llegaste a la
granja no se sostiene. Y si no me creo eso, tampoco me puedo llegar a creer lo
ocurrido en la granja.
-
Esperaba que Shine te convenciera a contarnos la verdad mientras viajabais
con mis guerreros hasta Yhakka.- suspiró Alvaras.- Pero sigues con tus cuentos.
Si no me cuentas la verdad por las buenas, te la sacaré por las malas. Quítate
la ropa.
Jhan levantó la vista y
se quedó en silencio, sin hacer nada.
-
No te atrevas a desobedecerme muchacho.- advirtió Alvaras, tensando los
músculos.- Quítate la ropa, o te la quito yo.
Alvark estaba buscando un
trozo de soga entre las cuerdas de Thyon, por si había que inmovilizar al
muchacho, pero al final Jhan obedeció. Desanudó los cordones del jubón de
cuero, así como los de la cintura de los calzones. Las dos piezas cayeron al
suelo junto al taburete. Bajo ellas llevaba un taparrabos de tela blanca y una
camisola interior de lana, prendas habituales entre los hombres del sur, para
resistir a los inviernos. Prendas de cuero para el exterior, mientras que
debajo llevaban tela, lana o fieltro.
Alvaras y Alvark
observaban con detenimiento los surcos que cruzaban su espalda de costado a
costado. Alvark puso los dedos sobre las cicatrices, el cuerpo de Jhan se agitó
por el contacto. Se podían distinguir que había de varios castigos diferentes.
-
¿A qué se debieron estos azotes, Jhan?- preguntó Alvaras, ya seguro que
casi toda la historia del muchacho era mentira. El muchacho seguía silencioso.
-
Igual una cuerda le vuelva a abrir la boca.- dijo Alvark, moviendo el trozo
de soga por el aire, simulando que era un látigo.
Los ojos de Jhan
empezaron a llenarse de lágrimas y se rindió, pues temía al dolor que provocaba
una cuerda en su espalda. Ya la había sufrido y no quería volver a repetirlo.
-
No se me envió desde Thepperon por algo que yo hubiera hecho, pero lo que
pasa es que el señor Fhadon no podía permitir que la verdad se supiera.- habló
entre dientes Jhan.- Yo era hijo del siervo administrador de Fhadon. El trabajo
de mi padre estaba bien reconocido por Fhadon. Así que yo desde pequeño se me
permitió relacionarme con los hijos de Fhadon, algo que nunca me importo, pero
que a la larga se convirtió en mi peor problema. Fhadon me instruyó para que
cuando mi padre ya no pudiera seguir haciendo su cometido de administrador, me
encargará de esa función. En la instrucción también asistían los dos hijos
menores de Fhadon, Fhedel y la pequeña Fhain. Fhedel era de mi edad y Fhain
cinco años más joven. Hará dos años, mi padre falleció y Fhadon me puso al
frente del almacén. Yo había aprendido todo de mi padre, por lo que pronto mi
trabajo complació a Fhadon.
-
Pero si todo era tan bueno, ¿por qué tienes esas marcas?- interrumpió
Alvark.- Mejor que te dejes de sutilezas y vayas directamente al grano,
muchacho.
-
El gran problema es que Fhain se enamoró de mi.- soltó Jhan.
-
¡Por Ordhin!- blasfemó Alvark.
Sin duda ese era un gran
problema, es verdad que en ocasiones una dama libre podía relacionarse con un
siervo, pero solo cuando esta se convertía en viuda. Una joven soltera sería
casada con su padre con quien él deseara y raro es que pudiera elegir a alguien
por amor. El caso de un hombre libre era totalmente diferente, como Alvark podía
reconocer.
-
Y supongo que a Fhadon no le hizo demasiada gracia que su pequeña se
enamorara de un siervo.- se rio Alvark.- La verdad es que si me hubiera pasado
a mí, la habría molido a palos. Pero yo solo tuve un hijo. Menos
preocupaciones.
-
Fhadon sólo tenía palabras bonitas para su niña.- espetó con odio Jhan, que
se preparó para un golpe que no llegó.- Según una sierva le refirió el suceso,
me llamó aparte, me azotó sin piedad y me dijo que este iba a ser su único
aviso. Que no me acercará a su niña, que no intentará seducirla o que si no le
hacía caso lo iba a lamentar con creces. Lo peor de todo es que no quiso
escucharme, no quería oír que yo hacía tiempo que ni me acercaba a Fhain, solo
se quedó satisfecho cuando mi sangre relucía en las heridas de mi espalda.
-
¿Y fue ahí cuando decidió que era hora de que cambiaras de aires?- preguntó
Alvaras.
-
Eso, mi señor, hubiera sido lo idóneo, pero Fhadon no quería perder a su
administrador.- prosiguió Jhan con su historia.- No, no podía perderme, yo que
le mantenía al día libros y albaranes. Si yo no estuviera ahí, lo más seguro es
que tuviera que hacerlo él, y me da que se ha vuelto un hombre demasiado
importante para rodearse de esclavos. Así, que seguí en mis funciones y puse
todo mi espíritu en no encontrarme con Fhain. Pero una noche ocurrió lo peor,
ella me puso una trampa, hizo que su criada más leal me llamará para una cosa
de logística doméstica y cuando yo esperaba en una estancia, ella hizo acto de
presencia, se me lanzó encima, yo intenté rechazarla, pero su locura era
poderosa. Lo que no sabía la pobre, y a fin de cuentas yo tampoco es que su
padre le había puesto un escolta en las sombras. Antes de que yo pudiera
soltarme de sus caricias, apareció su padre, con el odio en sus ojos, rodeado
de siervos, que me sacaron de allí a empellones, me llevaron a uno de los
sótanos, me quitaron la ropa y con varas de avellano me apalearon sin piedad
durante toda la noche. Con los primeros rayos de luz, apareció Fhadon,
irascible, me acusó de intentar yacer con su hija, de seducirla con falsas
palabras, me golpeó, me pisoteó, me azotó sobre las antiguas heridas, y cuando
estaba que no me podía levantar del suelo se meó encima de mis llagas en un
intento de que se volvieran purulentas. Supongo que hubiera muerto en ese
húmedo cuarto si Fhedel y su madre no se hubieran apiadado de mí. Fue el propio
Fhedel quien me sacó de Thepperon y me llevó a la granja de su tío Fhad.
-
¿Fhedel sabía la verdad sobre las acciones por las que te habían
castigado?- inquirió Alvaras.
-
Creo que en el fondo tanto él, como su madre conocían la verdad que Fhadon
intentaba esconder.- reconoció Jhan.- A Fhad solo le contó que prescindían de
mí porque me había intentado escapar. Algo para contentar a Fhad y que no
hiciera demasiadas preguntas. Me advirtió que recibiría el mismo castigo si
intentaba huir y me pillaban, pero que lo más seguro es que la tierra inhóspita
que rodeaba la granja acabase antes conmigo que ellos encontrarme.
-
Fhad era un hombre bueno y justo.- sentenció Alvark.- Supongo que no quería
líos con su hermano.
-
Esta verdad es más creíble, Jhan.- afirmó Alvaras.- El resto de tu
historia, lo que ocurrió anoche lo sigues manteniendo, ahora que sabemos tu
pasado.
Jhan asintió con la
cabeza y se secó las lágrimas que le resbalaban por las mejillas.
-
Yo ya no veo más mentira en sus palabras.- advirtió Alvark, que había
mantenido su mirada fija en los ojos del muchacho.
-
En ese caso, Jhan, vístete y dirígete a la casona. Allí estará Shine.-
ordenó Alvaras.- Pero ten seguro que pronto necesitare tu memoria. Ahora vete.
Los dos hombres
esperaron en silencio. Jhan se vistió rápido, hizo una reverencia y se marchó
de allí.
-
Si son los cuervos negros quien han atacado la granja de Fhad, debo ir a
informar al tharn, habrá que hacer una batida de castigo.- indicó Alvaras.
-
Pero hacía décadas que se habían vuelto pacíficos.- se lamentó Alvark.- De
todas formas este nunca ha sido su método. Ellos atacaban aldeas, granjas,
robaban alimentos, útiles, armas o algo de plata, secuestraban rara vez, y se
volvían a sus territorios del sur. Nunca masacraban. Al final ese tipo de actos
solo trae odio. Y guerra, algo a lo que no están preparados los cuervos negros.
-
En ese caso, ¿quién está detrás de este ataque?- dijo Alvaras.- De todas
formas esto es algo que debe saber el tharn y él debe decidir cuál será nuestro
camino. He pensado marcharme mañana, me llevaré a cuatro guardias y a los dos
supervivientes, ya que son los únicos testigos. Te dejaré al resto de los
hombres y al thyr. Dudo mucho que los cuervos puedan asaltar nuestra
empalizada. ¿Qué te parece?
-
Que tú eres el therk y que si ya has tenido tiempo para pensarlo está bien.
La verdad es que yo hubiera hecho lo mismo.- asintió Alvark.- La verdad es que
solo tenemos diez guerreros, un número insuficiente para una posible horda de
cuervos. Con Yhakka no se van atrever, pero las granjas quien sabe, has hecho
bien ordenando que las evacuen. ¿A qué guerreros te llevaras?
-
A Obbort, a Himey, a Dkal y a Ohel.- contestó Alvaras.
-
Buena elección, sin familia en Yhakka no tendrán miedo a abandonar el
poblado.- comentó Alvark.- Y así yo tengo a los más veteranos.
-
Voy a hablar con Thale y con Pal, para preparar todo para mañana, ¿vienes?
-
No, me voy a quedar aquí un momento.- negó Alvark, que se despidió de su
hijo.
Según Alvaras se marchó,
se dejó caer sobre el taburete donde habían hecho sentarse a Jhan. No se podía
creer que los cuervos negros hubieran vuelto y además de forma tan sangrienta.
Los cuervos negros eran
un clan antiguo, de los tiempos anteriores al primer señor de las cascadas, no
el actual y su padre. Herederos de las ancestrales tradiciones de los clanes
guerreros. Moraban en las tierras casi yermas del sur, donde ya la agricultura
no podía obtener nada de la tierra, donde el trigo de las nieves era raro. Este
clan viajaba por los bosques nevados, recolectando, cazando y en casos
comerciando con los mercaderes del clan del hielo. Era un pueblo errante, como
lo fueron todos los clanes, antes de que se asentaran y formaran aldeas,
poblados, y ciudades. Aún se regían por el consejo formado por los ancianos y
el druida. Hacia ya tres décadas que habían decidido perderse en sus dominios y
rara vez aparecían ante el resto de los mortales. Lo que Alvark no entendía
porque habían decidido reaparecer y de forma tan sangrienta, cuando la paz que
el consejo de ancianos firmó era para evitar que un inmenso ejército, todos los
clanes acudirían con el señor de las cascadas dirigiendolos para ayudar al
señor de los hielos, destruirían a los cuervos negros. Su druida había
vaticinado eso hace treinta años.
Alvark decidió que era
una buena idea quedarse un rato más allí, para meditar sobre el asunto y así
saber cómo ayudar a su hijo.
Alvaras había conseguido
comer algo de cerdo curado y una especie de sopa que le había traído Thale.
Mientras este comía, le iba contando cuál había sido el triste fin de Fhad y el
resto de los habitantes de la granja. También le hizo saber cuál había sido su
primera decisión y lo que se esperaba de ella. Tenía que encargarse de preparar
acomodo para los granjeros, sus siervos, su ganado y todo lo que trajeran con
ellos. Alvaras no había terminado de comer cuando Thale se fue en busca de Pal
para preparar todo. Shine se fue tras Thale según esta la llamó, dejando a Jhan
en un banco. Alvaras le vio y le hizo un gesto para que se acercara.
-
Mañana partiré a Thepperon, tú y Shine nos acompañareis a mí y cuatro de
mis hombres.- informó Alvaras al muchacho según este se paró frente de él.-
Necesito que le contéis vuestra historia al tharn.
Alvaras notó la mueca de
temor del muchacho, por lo que añadió.
-
Muerto Fhad, sus siervos pasan a mi propiedad, así que si Fhadon quiere
resolver alguna afrenta pasada contigo se las tendrá que ver conmigo. Cuando
todo esto acabe puede que me venga bien un administrador en Yhakka, y a mi
esposa siempre le vienen bien un par de manos más en los lares y en las
habitaciones.
En el rostro de Jhan
apareció un leve sonrisa, que se replicó en el rostro de Alvaras. Le hizo un
gesto para que regresara a su mesa. Alvaras se dedicó a terminar su almuerzo
pues supuso que pronto empezaría una tarde de locos.