Les llevó un rato, pero al final, dieron
con el bolsillo secreto donde Terbus llevaba su anillo. Era una pieza diferente
a la de Oltar. Eran dos serpientes enroscadas una en la otra, pero en
posiciones contrarias, con lo que las dos cabezas se miraban una a otra. En los
ojos habían engarzado dos pequeñísimas esmeraldas. Fhin se puso el anillo en
otro de los dedos y se dirigieron hacia la guarida de Phorto, esperando que el
antiguo líder de los Carneros no hubiese sufrido un golpe de ambición.
La base de los Carneros era un antiguo
edificio de tres plantas, cuya base eran unos inmensos sillares de piedra
blanca, lo que daba a entender que en otra época fue una casa de alguien
importante. Pero ahora, tras la creación de los barrios externos, La Cresta se
había convertido en algo muy diferente. Bien lo sabían todos sus pobladores.
Para acceder a la casa, había que subir
una pequeña escalinata y pasar una puerta. Está no cuadraba demasiado con el
resto del conjunto arquitectónico. Era nueva, muy cuidada y como supuso Fhin,
más gruesa de lo normal. Sin duda, Phorto se había hecho con un buen elemento
para defender su guarida. Cualquier clan rival que intentara actuar contra
ellos, se debería emplear a fondo para acceder allí. Además, las pocas ventanas
que no habían sido tapiadas en la planta baja, habían sido reforzadas con rejas
de hierro. Pero esa precaución era habitual en cualquier edificio del barrio.
Junto a la puerta, un mocetón les
observaba acercarse. A Fhin no le parecía que fuera uno de los que habían
acompañado a Phorto a la reunión fallida. Con lo que se preparó para alguna
palabra malsonante.
- Soy Jockhel -se presentó Fhin, al tiempo
que mostraba sus anillos.
- Adelante, mi señor -dijo el mocetón, al
tiempo que miraba asombrado los anillos de Fhin y golpeaba la puerta con la
mano derecha.
El puño del hombre sonó con fuerza y al
poco la puerta, con el grosor que había vislumbrado Fhin, se abrió hacia
adentro. Fhin, Bheldur y Usbhalo cruzaron el umbral y avanzaron un poco. Por
dentro de abría un pequeño hall, con puertas a ambos lados y un arco frente a
ellos. La puerta fue cerrada por un segundo muchacho que murmuró la palabra
“líder” cuando miró a Fhin y agachó la cabeza. Luego les señaló que siguieran
por el arco.
Tras el arco, recorrieron un pasillo no
muy largo, con faroles y cuadros añejos como única decoración. Al final de este
había otro arco abierto. Más allá se veía luz, que les cegaba, debido a la poca
que había en el pasillo. Tras pasar bajo el arco, llegaron a un patio central.
Estaba formado por dos partes. La primera era un pasillo formado por una
columnata que cubría toda la cara externa del pasillo, adosado a la pared de la
casa. Fhin miró hacia arriba y vio que el techo estaba formado por arcos que se
cruzaban unos con otros. Allí donde varios se cruzaban habían colocado un disco
de piedra con grabados de animales fantásticos o inventados. La segunda parte
era el patio propiamente dicho, al otro lado de las columnas. Había un pequeño
jardín y lo que parecía un pozo en el centro. Era allí donde le esperaba
Phorto.
El antiguo líder de los Carneros, estaba
de pie y jugaba con algo entre las manos. El objeto brillaba con la luz de los
faroles que iluminaban el jardín. Había más miembros del clan rodeando el
jardín. Fhin sabía que todas las miradas estaban puestas en él y sus amigos,
pero eso no le amedrentó. Cruzó el espacio que le separaba con Phorto. Por un
momento ambos se miraron y Fhin levantó la mano en la que llevaba los dos
anillos. Los hombres ahí reunidos, tanto jóvenes como mayores observaron los
dos anillos, lo que indicaba que Fhin era el líder de los Serpientes y de los
Nutrias. Uno a uno de los presentes, fueron agachando la cabeza en señal de
respeto.
Fhin alargó la mano, con la palma hacia
arriba, ante Phorto. No dijo nada y sabía que no necesitaba hacerlo. Phorto
dejó el objeto con el que había estado jugueteando sobre la palma de Fhin. Al
retirar su mano Phorto, Fhin vio un collar, formado por una cadena de oro con
un colgante formado por un disco circular de oro con una gema redonda, un rubí,
donde se había grabado la cabeza de un carnero. Fhin se lo puso con toda la
formalidad que pudo representar.
- ¡Larga vida al líder! -aclamó Phorto-.
¡Larga vida a Jockhel!
Todos los Carneros, junto a Bheldur y
Usbhalo, repitieron la fórmula. Fhin se limitó a sonreír, tras lo que abrazó a
Phorto, como señal de que el viejo líder estaba de acuerdo al traspaso de
poder. Y por su parte, el nuevo líder le reconocía como un lugarteniente. Los
Carneros no pudieron evitar mostrar su entusiasmo dando vivas a Jockhel y
Phorto por igual.