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miércoles, 27 de junio de 2018

Lágrimas de hollín (20)


Contar todo lo que había pasado, fue una verdadera liberación para Fhin, pero cuando terminó, se dio cuenta que Gholma, Fibius e incluso Bheldur le miraban atentamente. Por unos momentos, tanto Gholma como Fibius permanecieron serios, pensativos y en silencio. Solamente Bheldur le sonreía abiertamente.

-   Tus acciones podrían pasar por alocadas, pero son más de lo que yo o Fibius podríamos haber vaticinado -por fin Gholma habló, con solemnidad-. Claramente yo te enseñe a luchar y por lo que veo Fibius te ha mostrado el mundo de la lógica y la estrategia militar. Y eso que quedamos en que no te mostraríamos esos campos, pero qué le vamos a hacer, el maestro se pirra por pulir las piedras preciosas. Lo hecho ya no puede cambiarse. Y creo que es mejor así. Veo en ti todas las cualidades de las que era poseedor tu padre. Eso me llena de felicidad, pero en parte me da miedo. No me gustaría que acabaras como él. Llegará un momento que ni el maestro ni yo estemos ya para ayudarte. Deberás crear vínculos con otras personas, gente que deberás elegir tú mismo. La prudencia es algo que debes recordar, los locos son siempre los primeros en morir, pues no piensan con cabeza. Tenlo presente, Fhin.
-   Y el asunto de Vheriuss puede tener muchos finales -añadió Fibius-. Por ahora nadie sabe nada de vuestra implicación y si no vais por ahí pavoneándoos de que le cortasteis el gaznate, esto quedará como una pelea de bandas. Siempre habrá alguna que se atribuya el hecho para ganar puntos o méritos, así como más territorio y eso será su ruina. En La Cresta, los que intentan ascender o sobresalir, son los primeros en ser depurados.


Fhin se limitó a asentir, pero ese día, en su mente nació el germen de una idea, de lo que sería su futuro y de cómo actuaría para cambiar su sino. Pero deberían pasar cosas para que empezase esa idea a correr. Pero lo que sí había ocurrido es que había ganado a su primer adepto, alguien que viajaría con él durante toda su vida.

-   Por otro lado, estaría bien que desaparecieseis del barrio durante un par de días -indicó Fibius-. Gholma, puedes llevártelos tú.
-   No quiero volver con doña Dhisva -se quejó Fhin.
-   No te preocupes, ya no trabajo para doña Dhisva, ni podría, se murió -explicó Gholma, quien no le había informado del cambio de puesto y la defunción de la dueña, porque no creía que le interesase saberlo al muchacho-. Encontró a otro embaucador que le aseguró que le volvería joven. Pagó mucho oro por un bebedizo que resultó ser un veneno. La vieja se desplomó en medio del salón, repleto de clientes. Menuda conmoción. Dhisva había empeñado el burdel por el tratamiento y los acreedores lo han vendido. Las chicas y el resto de los trabajadores nos hemos tenido que buscar la vida. Ahora soy un guardia de seguridad en un almacén de la zona norte, una zona llena de locales de mercaderes. No me será difícil meteros como ayudantes. Le gustan los antiguos soldados o jóvenes prometedores. Tiene su propio cuartel anexo.


Fhin y Bheldur, asintieron y se prepararon para marcharse a su nuevo escondite. Bheldur llevaba casi todo con él y las bolsas con las ganancias se las quedó Fibius, alegando que no quedaría bien que un joven guardia llevase encima más oro que su jefe. Fhin en cambió tenía más cosas, pero solo tomó las indispensables, para unos días o unos meses a lo sumo si el barrio no se pacificaba pronto. No pudo llevar todo lo que hubiera querido, pues tenían el tiempo justo. Pronto cerrarían las puertas de la muralla y no podrían salir del barrio.

Se despidieron de Fibius y se marcharon. Las calles estaban muy desiertas, incluso para las horas que eran. No pudieron evitar ver que había muertos por el suelo. Parecía que las bandas se iban a enfrentar de nuevo, pues alguna ya se había adjudicado la muerte de Vheriuss como suya. Los Serpientes irían por venganza y por territorio. La población normal ya se preparaba para las muertes y las escaramuzas, blindándose en sus casas, tomando más agua y víveres. Serían días crudos para ellos y mortales para otros.

Gholma puso un ritmo rápido, pues quería irse de allí antes de que se hiciera de noche y las puertas se cerraran. Por lo visto, la idea de abandonar el barrio no solo había sido suya. Tuvieron que hacer cola con otros que habían optado por dejar su casa y la violencia atrás. Fueron de los últimos en poder cruzar las puertas, antes de que estas se cerrasen y la milicia de la ciudad, bloquease los accesos al conflictivo barrio. Ya al otro lado, Gholma redujo el paso y los llevó al almacén, donde empezaría una nueva fase de la vida de Fhin.