Contar
todo lo que había pasado, fue una verdadera liberación para Fhin, pero cuando
terminó, se dio cuenta que Gholma, Fibius e incluso Bheldur le miraban
atentamente. Por unos momentos, tanto Gholma como Fibius permanecieron serios,
pensativos y en silencio. Solamente Bheldur le sonreía abiertamente.
- Tus acciones podrían pasar por alocadas, pero son más de lo que yo
o Fibius podríamos haber vaticinado -por fin Gholma habló, con solemnidad-.
Claramente yo te enseñe a luchar y por lo que veo Fibius te ha mostrado el
mundo de la lógica y la estrategia militar. Y eso que quedamos en que no te
mostraríamos esos campos, pero qué le vamos a hacer, el maestro se pirra por
pulir las piedras preciosas. Lo hecho ya no puede cambiarse. Y creo que es
mejor así. Veo en ti todas las cualidades de las que era poseedor tu padre. Eso
me llena de felicidad, pero en parte me da miedo. No me gustaría que acabaras
como él. Llegará un momento que ni el maestro ni yo estemos ya para ayudarte.
Deberás crear vínculos con otras personas, gente que deberás elegir tú mismo.
La prudencia es algo que debes recordar, los locos son siempre los primeros en
morir, pues no piensan con cabeza. Tenlo presente, Fhin.
- Y el asunto de Vheriuss puede tener muchos finales -añadió
Fibius-. Por ahora nadie sabe nada de vuestra implicación y si no vais por ahí
pavoneándoos de que le cortasteis el gaznate, esto quedará como una pelea de
bandas. Siempre habrá alguna que se atribuya el hecho para ganar puntos o
méritos, así como más territorio y eso será su ruina. En La Cresta, los que
intentan ascender o sobresalir, son los primeros en ser depurados.
Fhin se
limitó a asentir, pero ese día, en su mente nació el germen de una idea, de lo
que sería su futuro y de cómo actuaría para cambiar su sino. Pero deberían
pasar cosas para que empezase esa idea a correr. Pero lo que sí había ocurrido
es que había ganado a su primer adepto, alguien que viajaría con él durante
toda su vida.
- Por otro lado, estaría bien que desaparecieseis del barrio durante
un par de días -indicó Fibius-. Gholma, puedes llevártelos tú.
- No quiero volver con doña Dhisva -se quejó Fhin.
- No te preocupes, ya no trabajo para doña Dhisva, ni podría, se
murió -explicó Gholma, quien no le había informado del cambio de puesto y la
defunción de la dueña, porque no creía que le interesase saberlo al muchacho-.
Encontró a otro embaucador que le aseguró que le volvería joven. Pagó mucho oro
por un bebedizo que resultó ser un veneno. La vieja se desplomó en medio del
salón, repleto de clientes. Menuda conmoción. Dhisva había empeñado el burdel
por el tratamiento y los acreedores lo han vendido. Las chicas y el resto de
los trabajadores nos hemos tenido que buscar la vida. Ahora soy un guardia de
seguridad en un almacén de la zona norte, una zona llena de locales de
mercaderes. No me será difícil meteros como ayudantes. Le gustan los antiguos
soldados o jóvenes prometedores. Tiene su propio cuartel anexo.
Fhin y
Bheldur, asintieron y se prepararon para marcharse a su nuevo escondite.
Bheldur llevaba casi todo con él y las bolsas con las ganancias se las quedó
Fibius, alegando que no quedaría bien que un joven guardia llevase encima más
oro que su jefe. Fhin en cambió tenía más cosas, pero solo tomó las
indispensables, para unos días o unos meses a lo sumo si el barrio no se
pacificaba pronto. No pudo llevar todo lo que hubiera querido, pues tenían el
tiempo justo. Pronto cerrarían las puertas de la muralla y no podrían salir del
barrio.
Se
despidieron de Fibius y se marcharon. Las calles estaban muy desiertas, incluso
para las horas que eran. No pudieron evitar ver que había muertos por el suelo.
Parecía que las bandas se iban a enfrentar de nuevo, pues alguna ya se había
adjudicado la muerte de Vheriuss como suya. Los Serpientes irían por venganza y
por territorio. La población normal ya se preparaba para las muertes y las
escaramuzas, blindándose en sus casas, tomando más agua y víveres. Serían días
crudos para ellos y mortales para otros.
Gholma
puso un ritmo rápido, pues quería irse de allí antes de que se hiciera de noche
y las puertas se cerraran. Por lo visto, la idea de abandonar el barrio no solo
había sido suya. Tuvieron que hacer cola con otros que habían optado por dejar
su casa y la violencia atrás. Fueron de los últimos en poder cruzar las
puertas, antes de que estas se cerrasen y la milicia de la ciudad, bloquease
los accesos al conflictivo barrio. Ya al otro lado, Gholma redujo el paso y los
llevó al almacén, donde empezaría una nueva fase de la vida de Fhin.