La vivienda en la que entraron era una construcción de
tres pisos, era circular, pero en gran parte de su perímetro habían adosado
casuchas o pequeños almacenes, por lo que su forma era irregular. Por dentro
había una laberinto de pasillos y escaleras. Las habitaciones estaban
distribuidas de forma irregular. Las puertas aparecían sin ningún orden o
concierto en las paredes que delimitaban los pasillos. El suelo de la primera
planta era de losas de piedra y ascendían un metro en las paredes, tras lo que
se transformaba en madera. En el techo, enormes vigas de madera oscurecida
mantenían el siguiente piso.
Los escoltas de Tharka habían desaparecido una vez que
ambos habían cruzado el gran portal de acceso. Sin duda el matón no se esperaba
que allí nadie le pusiera atacar, y menos Alvho que iba detrás de él. Se
cruzaron con varios siervos. Todos le hicieron inclinaciones de cabeza,
mostrando su total respeto hacia su persona. También había varios druidas
auxiliares, que casi ignoraron al hombretón al cruzarse con él. Cuando se
aproximaron a una puerta, Tharka se detuvo de improviso.
-
Espera un momento, y quédate callado -ordenó Tharka, mientras
golpeaba la puerta con su mano.
-
¿Qué quieres? -preguntó una voz que Alvho reconoció al momento,
Ireanna, al mismo tiempo que se abrió la puerta y salió la mujer-. ¿Qué hace
aquí este?
-
Él lo ha llamado -respondió Tharka, con voz neutra, pero a Alvho
no se le pasó un ligero deje de malestar. Seguramente no le gustaba que esa
mujer le tratase como un don nadie-. Lo que él manda se hace, ya lo sabes.
-
¿Él lo ha llamado? -repitió Ireanna dudándolo por un segundo, pero
al ver el rostro serio de Tharka se convenció-. Lo que manda se hace.
- En ese
caso acompáñale ante su presencia, Ireanna -ordenó Tharka, como vengándose de
ella.
La mujer puso mala cara por la orden de Tharka, pero
no dijo nada. Alvho desde su posición tomaba nota de todo. Pues en un futuro
podría usar esas desavenencias entre ambas personas para librarse de alguno de
ellos. Todo lo que pudiera usar para llevar a cabo sus planes le venía bien
saber.
-
Ya has oído a Tharka, sígueme Alvho -espetó Ireanna, mientras
Tharka se marchaba por el pasillo.
-
Voy.
-
No sé por qué Ulmay quiere verte, pero no creas que este es tu
momento para acabar con él -dijo Ireanna, con cierto desdén-. Siempre le
tenemos controlado y hay escoltas que no lo parecen.
-
¿Cómo tú? -preguntó Alvho, al cruzar la puerta.
-
Yo solo soy una ayudante del maestro -murmuró Ireanna, simulando
piedad y humildad.
-
Seguramente, aunque las sacerdotisas de Frigha tienen más rango
que una simple ayudante -dejó caer Alvho. Podría haber usado esa información en
cualquier momento. La podría haber usado o no, pero creyó que ese era el mejor
momento para revelar que sabía más de lo que parecía.
-
Veo que te has informado sobre mí -señaló Ireanna, cerrando la
puerta-. Yo lo he intentado, pero parece que nadie en esta ciudad sabe nada de
ti y eso no me gusta. Lo que quiere decir que es mejor no perderte de vista. Si
fueras de Thymok la cosa sería más fácil, tendrías a alguien que te importaba y
no querrías represalias, ¿verdad? Aunque en verdad si tienes a alguien, ¿no?
esa chica que comparte tu lecho.
-
¿Me hablas de la puta? -preguntó Alvho, haciéndose el sorprendido.
-
¡Hum! Yo creo que sí que es algo más que una puta, Alvho
-prosiguió Ireanna-. Según Tharka es más que una profesional y Tharka sabe
mucho de ello. Pero si no eres capaz de reconocerlo es tu problema. De todas
formas, esa chica le cae bien a Tharka, será una de sus agentes, así que no
puedo hacerla nada, por mucho que me interese para controlarte.
-
Todos no podemos hacer todo -indicó Alvho.
- Puede
ser, pero Ulmay te espera, pasa por esas cortinas, ahí te espera. Yo no puedo
pasar -Ireanna se dejó caer sobre un sillón acolchado-. Pero como oiga algo
fuera de lugar, iré a ayudar a Ulmay.
Alvho asintió con la cabeza y se dirigió hacia las
cortinas. La habitación en el lado de Ireanna estaba escasamente iluminada,
mientras que al otro lado, parecía que el mismísimo sol se encontraba allí. Sin
saber lo que le esperaba, cruzó las telas hacia la luz.