Jörhk suspiró y se aproximó a la compuerta. El hombre
joven que había dejado en paz al recorrer el pasillo, había salido de la
habitación que ocupaba y ahora estaba parado en la entrada de la habitación del
plinto.
-
Di, vamos a necesitar una salida nueva -indicó Jörhk-. Por donde
hemos entrado ya no va a ser una buena opción.
-
Al final del pasillo hay una compuerta camuflada -dijo Diane, que
intentaba consolar a la shirat, que aunque no había hablado, lloraba con ganas.
El profesor Trebellor también intentaba calmar a la niña shirat, lo que le
hacía parecer una buena persona, pero Jörhlk lo dudaba con creces. Puede ser
que no hiciera lo mismo que los otros clientes, pero mantenía este sucio lugar
con su dinero y su silencio.
- Deja a
la shirat en manos del profesor -se limitó a ordenar Jörhk, que por ahora le
parecía la mejor opción-. Abre esa compuerta falsa, Di. Tengo que hacer una
cosa.
Diane pareció pensarse la orden de Jörhk, pero este no
se quedó a ver lo que hacía. Comenzó a recorrer el pasillo en dirección al
hombre que se mantenía parado en la compuerta de la primera habitación. Jörhk
podía distinguir la pistola en la mano de este y sabía que sería peligroso,
pero lo mejor que podía hacer era incapacitarlo, antes de que llamase la
atención de los matones de fuera. El desconocido solo se había puesto los
pantalones y Jörhk podía distinguir los tatuajes de su espalda. Uno no le gustó
nada, era militar, de un grupo de operaciones especiales. Cuando había
alcanzado la mitad de la distancia que les separaba el hombre joven regresó al
pasillo y miró a Jörhk, que se detuvo de inmediato.
-
¿Quién eres, asesino? -le espetó el desconocido-. ¿Quién te ha
mandado a matar al señor Harald?
-
¿Quién? -se hizo el tonto Jörhk.
- No te
hagas el tonto conmigo, cabrón -bramó el desconocido, mientras levantaba su
arma y apuntaba a Jörhk-. Eres un hombre muerto. ¡Guardias! ¡Guardias!
Jörhk empezó a disparar mientras reculaba por el
pasillo. Vio que el desconocido se escondía dentro del cuarto, para evitar los
disparos del arma de Jörhk, pero seguía llamando a los refuerzos. Sin duda los
gritos y el zumbido de las pistolas llamarían la atención de los matones que
esperaban en la barra. Cuando regreso al final del pasillo, Diane había dado
con el control de la compuerta oculta, pero no parecía saber cómo abrirla.
Jörhk puso su manaza en el hombro de Diane, y la empujó dentro de la habitación
donde esperaban el profesor Trebellor y Shirat, tras lo que le hizo un gesto
hacia el otro lado del pasillo.
-
Necesitaré que hagas fuego de cobertura contra el otro lado -le
indicó Jörhk-. Ese imbécil está haciendo un estruendo y pronto tendremos más invitados
no deseados. Tengo que hackear la consola de la compuerta, por lo que no puedo
defenderos.
-
Vale -asintió con la cabeza Diane.
- Bien,
pero antes prepara a esos dos para que se muevan -ordenó Jörhk-. No se pueden
quedar donde están y con los disparos, esto se va a poner feo. Encárgate.
Diane, asintió varias veces con la cabeza y regresó al
interior de la habitación. Jörhk vio con el rabillo del ojo como Diane hablaba
con el profesor, que tras varias indicaciones pareció entrar en razón. Al
principio no parecía deseoso de acompañarlos, pero cuando le explicó que la
shirat se iba a ir con ellos, el hombre aseguró que iría a donde fuera su
sobrina. Jörhk pensó que cuando le entregará el paquete a los Prowazkii les
informaría del pequeño vicio de su valioso investigador. Si lo que creía que
eran los Prowazkii y cómo actuaban, exprimirían el valor que tenía el
investigador y luego lo entregarían a la justicia o simplemente lo eliminarían
de la ecuación, eran de una moral superior, no verían con buenos ojos al
profesor desde ese momento.
Jörhk sacó un pequeño aparatito de uno de los
bolsillos de sus pantalones y lo colocó sobre la consola de la compuerta. El
aparatito se iluminó y comenzó a funcionar. Era una pieza muy útil para hackear
las consolas y cerraduras. No le había sido barato, pero hacía tiempo que había
amortizado su precio. Pero tardaba un tiempo en hackear la compuerta, así que
tendrían que luchar y pronto llegaron los refuerzos a los que llamaba el
desconocido. Le hizo una seña a Diane, para que se preparase y se agachó. Los
matones entraron de sopetón y Jörhk empezó a disparar. Diane abrió fuego
también, al bulto, disparó dos veces y regresó a esconderse dentro del
dormitorio. Jörhk por su parte, al estar agachado les pilló de sorpresa.
Parecían unos aficionados y a él, un mercenario avezado no le fue difícil
eliminar a uno con los primeros disparos. Los otros y el joven, decidieron que
era más aconsejable la prudencia que la fuerza bruta.
En ese momento la compuerta a sus espaldas se abrió.
Jörhk le hizo una seña a Diane para que moviese al profesor Trebellor y a la
shirat. Esperó a que sus indicaciones con las manos las entendiese la chica y
abrió fuego más repetidamente, aunque tuviera que gastar una célula completa de
munición. Sus tres protegidos cruzaron el espacio entre la habitación y la
compuerta abierta sin que los contrarios les molestasen. El profesor Trebellor
y la shirat desaparecieron en la oscuridad del otro lado de la compuerta,
mientras que Diane se agachó como Jörhk y comenzó a disparar desde su lado,
dando tiempo a Jörhk a recuperar el aparatito que había usado en la compuerta y
a cruzarla.
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