Alvho esperó a que la mujer siguiera la conversación,
pero esta parecía permanecer en silencio, mirando a los ojos de Alvho. Al
final, tras unos minutos que parecían horas, la mujer se puso de pie y se
dirigió hacia la puerta. Alvho la siguió con la mirada y cuando esta salió a la
calle, se dispuso a seguirla. Había algo en esa mujer que a Alvho le ponía
nervioso. No estaba seguro del todo, pero tal vez había más en ella de lo que
se podía apreciar.
No tardó en dar con su figura, que se movía con un
ligero contoneo provocativo. Alvho pasó revista a lo que la rodeaba y pronto
dio con lo que buscaba. Un hombre había salido de las sombras y se disponía a
seguir a la mujer. Eso quería decir que no solo él estaba interesado en ella
como enlace para llegar a Ulmay. Los pasos de Alvho estaban más centrados en el
hombre, que no se parecía nada a un posible escolta de Tharka. Estos no
intentarían pasar desapercibidos en su propio territorio.
La mujer andaba con paso rápido y pronto habían
cruzado una buena parte de la barriada. Hasta que esta se introdujo por un
callejón, donde hacían guardia un par de hombres, matones fuertes, pero poco
observadores. Solo les importaba lo obvio, que nadie pasase por el callejón sin
tener autorización. A Alvho le había parecido que los dos hombretones se habían
puesto muy rígidos cuando la mujer pasó ante ellos, a quien ya conocían, pues
no se movieron de sus puestos, ni le pidieron su nombre. Pero los ojos de Alvho
estaban más interesados en el espía, que tras convencerse que la mujer no iba a
volver a salir, se dirigió hacía taberna cercana. Alvho le siguió y entró en lo
que a todas leguas era un tugurio de mala muerte.
La corazonada de Alvho se hizo realidad una vez que
cruzó la puerta. El calor de tres chimeneas le golpeó una vez que atravesó las
jambas. Dentro, una salón pequeño lleno de mesas y muchos parroquianos bebiendo
en una atmósfera cargada y con una iluminación muy deficiente. Lo primero que
hizo Alvho fue cerciorarse de que no había individuos peligrosos y luego buscó
a su presa. El espía se había sentado en una de las pocas mesas libres que
quedaban y esperaba que una de las camareras, una joven tetona se aproximara a
él para darle su comanda. Alvho prefirió cruzar el salón hasta la barra y pedir
una jarra de cerveza y dos copas de madera. Soltó un par de monedas, un poco
más de lo debido, esperando que la bebida fuese lo suficientemente adecuada
para lo que quería hacer, aunque lo más seguro es que recibiera el mismo meado
de gatos que el resto y el tabernero se quedase las monedas, llevado por la
codicia.
Tomó la jarra y las copas de madera y se dirigió a la
mesa donde el espía esperaba inútilmente a que la camarera se acercase.
-
¿Está libre? -preguntó Alvho, al tiempo que dejaba la jarra y las
copas sobre la mesa.
- No
tengo problema con compartir la mesa, amigo -dijo el espía con una voz calmada
y sin perder de vista a la jarra de cerveza y a la copa de más que llevaba
Alvho.
Alvho se sentó y observó al espía. Era más joven que
él, de rostro enjuto, feo. Tenía pecas en bastantes sitios de su cara, lo que
le daba un toque curioso. Los ojos eran verdes y el pelo oscuro, pero no podía
distinguir si negro o castaño. Lo que si podía era interpretar la mirada del
joven, quería cerveza y la jarra de Alvho era de su interés.
Durante un rato, Alvho se dedicó a preparar su
carnada, que el joven estuviese cada vez con más ganas de hablar con él. Se
echó un poco de cerveza en una de las copas con un arte que fue demasiado para
el joven, que tenía envidia de Alvho, pues la camarera, demasiado absorta en
congraciarse con otro de los clientes, pasaba del joven y de otros clientes
poco habituales.
-
Mucha cerveza para un hombre solo -dijo por fin el joven, para
deleite de Alvho, que estaba seguro que el joven iba a darle nueva información.
-
¿Tú crees? -se hizo el tonto Alvho.
-
Claro que sí -aseguró el joven-. Te doy unas monedas y me sirves
un poco, amigo. Tengo dinero, no te preocupes. Me llamo Ijhar.
-
¡Hum! -tosió Alvho, simulando que se lo pensaba-. Vale Ijhar, pásame
un par de cobres y podrás beber cerveza. Me llamo Lertho.
- Claro
que si, Lertho -asintió Ijhar, sacando lo pedido, que era mucho menos que lo
que él había pagado por toda la jarra, de su bolsa, ligeramente abultada.
Alvho le sirvió cerveza en la segunda copa e Ijhar se
la bebió de un solo sorbo. Sin duda el joven espía tenía sed y no lo ocultaba.
Alvho le había dado un nombre falso, por si acaso, pero estaba casi seguro que
ese joven se llamaba Ijhar. No parecía que llevase mucho tiempo en labores de
seguimiento y carecía la experiencia de alguien como Alvho, que jamás habría
caído en una artimaña tan burda y clásica. Se había encontrado a un aficionado
intentando parecer un profesional.
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