Durante gran parte de la velada, en la fiesta no
ocurrió nada realmente relevante para el caso, pero cuando los invitados
estaban ya muy bebidos o bajo los efectos somnolientos por haber ingerido
demasiada comida, llegó el discurso de Yhurino. Lo que Beldek y Ahlssei
escucharon salir de su boca no fue nada diferente a lo que ya sabían que había
estado lanzando en sus últimas apariciones por la ciudad. Sí que lanzó alguna
mirada de odio contra Beldek, pero no llegó a acusarle de nada, pues había
demasiados testigos que podrían haber corroborado sus palabras en contra del
prefecto. Muchos de los invitados de la fiesta corearon las palabras de Yhurino
y pidieron a coro que se destituyese al sumo sacerdote Oljhal.
Beldek sintió que ya era el momento de interrogar a
Yhurino y cuando este volvió a mezclarse con sus invitados, le hizo una seña a
Ahlssei para que le siguiera y se internó entre las personas que allí estaban.
Se encontraron con Yhurino cerca de una de las puertas laterales que usaban los
siervos para traer más comida y sobretodo bebida.
-
Tenemos que hablar, conde -le dijo Beldek, con la cara seria.
-
¡Uh! El buen prefecto se ha enfadado por mis palabras -se burló
Yhurino, sin fijarse que los invitados que les rodeaba se fueron alejando de
ellos. No querían ser testigos de nada, sobre todo con miembros de la milicia
cerca-. Yo digo lo que quiero en mi casa, prefecto y nadie me dice que me calle.
-
No se preocupe, conde, que lo que quiero es que habléis, todo lo
que queráis, pero conmigo -aseguró Beldek-. Y además quiero que me habléis de
vuestro amigo el sacerdote.
-
¿Mi amigo el sacerdote? -repitió Yhurino, con una cara
sorprendida. Beldek se sonrió, porque había dado en el clavo. Pero el conde
pronto se recompuso-. Yo conozco a muchos sacerdotes, abades, y a sumos
sacerdotes, prefecto, así de quién quiere hablar.
-
Tal vez de Bhilsso de Uahl -dejó caer Beldek.
-
¿Bhilsso de Uahl? No me viene a la cabeza nadie con ese nombre
-indicó Yhurino, simulando que buscaba el nombre en su mente.
-
¿O tal vez deberíamos hablar del sacerdote jefe de Bhilsso?
-inquirió Beldek.
-
¿Quién? -se limitó a decir Yhurino, intentando mantener la calma,
pero Beldek estaba observando cada una de las reacciones del conde y pudo ver
su cara de preocupación o angustia.
-
Vamos, vamos conde dejemos las cosas claras sobre este asunto
-advirtió Beldek, harto del juego del gato y el ratón con el conde-. Me ha
dejado claro que sabe muchas cosas sobre los asesinatos que se han llevado a
cabo en la ciudad. Pero sabe cosas que la milicia no ha hecho públicas, por lo
que me gustaría saber cuáles son sus fuentes y…
-
¿Me está acusando de algo, prefecto? -le cortó Yhurino de
improviso, con la cara enrojecida.
- No,
no, conde, solo quiero que me brinde toda su sabiduría y… -empezó a decir
Beldek pero llegó un siervo que quería hablar con su señor.
Ahlssei y Beldek se separaron un poco de Yhurino y el
siervo le habló al oído. Ninguno de los dos presentes pudo escuchar bien lo que
el criado le decía al conde. Claramente a Beldek le hubiera gustado saber qué
era lo que susurraba el criado, pero sin duda Yhurino los tenía bien instruidos
para evitar que nadie oyese nada que no se debía oír. Al final el siervo se
marchó.
-
Debo tener que marcharme, ha ocurrido un incidente en las cocinas
y debo bajar a impartir mi justicia doméstica -indicó Yhurino.
-
No hemos terminado de hablar conde -advirtió Beldek-. Le
esperaremos aquí hasta que vuelva o después de la fiesta en su despacho.
- Está
bien, está bien -asintió Yhurino, que no intentó ocultar que tenía prisa.
El conde se fue tras el siervo que le esperaba junto a
la puerta lateral, que mantenía medio abierta. Una vez que cruzó Yhurino la
cerró. Beldek quería obtener la verdad esa noche, así que esperaría lo que
hiciese falta. Esta vez el conde revelaría sus fuentes o sería detenido, o eso
es lo que tenía Beldek pensado. Que el conde pasase un par de noches en el
calabozo de su cuartel le haría decir la verdad de una maldita vez.
El resto de los invitados no parecieron percatarse de
que su anfitrión los había dejado, siguieron hablando, riendo, comiendo,
bebiendo y bailando al son de la música que llenaba todo el salón. Beldek y
Ahlssei volvieron a acercarse a las mesas de comida, para esperar cómodamente a
Yhurino.
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