Los días siguientes fueron muy monótonos para Alvho. Por las mañanas se
daba paseos entre la ciudad interior y los barrios. Por la tarde, se dedicaba a
cantar en la taberna, lo que siguió provocando que tuviera más clientes. Por
las noches, cuando era sustituido por las bailarinas, se retiraba a su
habitación con Lhianne, con la que tenía una velada más placentera.
Pero lo que consiguió además fue información. No le preguntó a Lhianne
nada que la pudiera poner en un problema, pero sí pudo hacerse una idea de cómo
andaba el señorío y la ciudad en estos tiempos.
Aunque desde el punto de vista formal el señorío lo manejaba el señor
Dharkme, en realidad, este dependía de sus consejeros y el resto de nobles. Por
lo menos hasta ahora había sido así, pero el señor parecía cada vez más
interesado en retomar sus deberes como líder indiscutible de la región. Los
nobles y asesores cada vez estaban más nerviosos por este cambio, aunque no
habían decidido por qué opción decantarse. Los rumores hablaban de que querían
deponer a Dharkme. Lo más recomendables que su médico personal o el gran druida
afirmasen que estaba demente. De esta forma podría tomar el mando el heredero.
El problema recaía en que el hijo mayor del señor Dharkme, Dhorkke, se
había preparado para asumir más cosas que su padre. Se había criado más con el
hermano de su madre, el tharn Orthay, en la ciudad norteña de Phlakkar, en el
valle minero de Phlassar. Orthay le había enseñado cómo debía ser un señor, que
no se olvidase de sus súbditos.
Algunos nobles pensaban que los dos hijos pequeños del señor Dharkme
eran más interesantes, ya que no parecía que estuvieran tan atentos a los
problemas de la política como su hermano mayor. Estos eran Dhirme y Darjja. Se
los podía ver por el palacio o por los burdeles de mejor reputación de Thymok.
Se decía que realizaban las fiestas más populosas y caras de la región. Dhorkke
había reprendido en público en alguna ocasión a sus hermanos, en las ocasiones
que regresaba del norte. Pero claro, al haber fijado su lugar de residencia en
el valle donde nacía la prosperidad del señorío, hacía que Dhorkke tuviera más
derecho que nadie en ocupar el sitial de su padre, cuando este ya no estuviera,
que sus dos hermanos pequeños. Además estaba casado con una prima del señor de
los ríos, lo que auguraba una futura alianza entre los dos señoríos
fronterizos.
A parte de la situación de la casa gobernante, la ciudad tenía varios
individuos que amasaban un gran poder.
El primero de ellos era en canciller Gherdhan, hijo de Gherma, del clan
Rhamsha. Era el hombre con mayor poder por detrás del propio señor. Se
encargaba de todo lo que el señor no quería llevar él mismo, o sea, toda la
política del señorío. Era un hombre ambicioso y le gustaba la buena vida. Se
decía que había ganado mucho oro, convirtiéndose en alguien al que era mejor no
molestar.
Gherdhan tenía una serie de colaboradores. El más prominente era el gran
druida, Valmmer, que era el guía espiritual del señorío, o por lo menos lo
había sido hasta la actualidad, pero Ulmay le estaba empezando a dejar en
evidencia. Los otros asesores que más estaban preocupados por las enseñanzas de
Ulmay eran el líder de los mercaderes, Olttho y el gran heraldo, Wehyl. Ambos
habían prosperado a la sombra del gran canciller, llenando sus arcones con el
oro de los impuestos que sangraban a las clases bajas.
Olttho era del clan Shannur, por lo que llevaba los negocios y el amor
por el oro en sus venas. El clan era una familia de mercaderes desde tiempos
pasados. Que Olttho hubiera llegado a ser el responsable del comercio del
señorío era lo más importante que había pasado para un clan menor, que ganaba
peso en la sociedad. Se había beneficiado de la falta de interés de Dharkme y
en agraviar a los otros mercaderes, sobre todo a los de las barriadas
exteriores. Si ahora el señor Dharkme empezaba a llevar a cabo sus ideas,
provocaría que menguara lo construido por Olttho. Claramente, para Alvho, este
individuo podría ser uno de sus posibles pagadores.
Por otra parte el gran heraldo, Wehyl, se encargaba de recabar
información sobre lo que ocurría más allá de las fronteras, como en el
interior. Durante años se había ido haciendo más rico usando su poder para
eliminar a oponentes propios o del canciller. Había usado los medios que tenía
a su alcance para dirigir la vida del señorío según los gustos de Gherdhan,
pero en muchas ocasiones por los suyos propios. Se decía que era un mujeriego,
que había cometido muchos adulterios pero que debido a su cercanía con el
canciller y una serie de desapariciones de los maridos ultrajados que
decidieron quejarse, la población miraba hacia otro lado. Además era uno de los
principales colaboradores de los hijos pequeños del señor Dharkme, encargado de
montarles las fiestas. Ulmay le había hecho blanco de muchos de los males que
aseguraba que enturbiaban el señorío y al señor Dharkme. Si era cierto o no,
Alvho dudaba que se fuera a quedar de brazos. Tenía el oro suficiente para
pagar el encargo del gremio y las pretensiones para llevarlo a cabo.
En el caso del gran druida, Valmmer, Ulmay arremetía contra su supuesta
falsedad, que engañaba al señor Dharme y que no era capaz de hablar con el gran
Ordhin, como afirmaba el gran druida. Decía que Valmmer solo contaba lo que al
canciller y al resto de los nobles les venía mejor que escucharan los
creyentes. En este caso, Alvho no tenía muy seguro si el gran druida tenía
tanto dinero o no, pero seguro que también quería librarse de Ulmay.