Por fin Ofthar terminó con la última frase de su
ultimátum a Whaon. Acercó un poco de cera de color verdoso a la vela que estaba
usando para iluminar el pliego y provocó que está se volviera un líquido
viscoso, cayendo unas gotas sobre el papel. Rápidamente apretó su anillo sobre
las gotas de cera verde. Cuando la cera volvió a endurecerse enrolló el pliego.
Lo metió en el interior de un estuche cilíndrico. Colocó una tela sobre el
hueco por donde había introducido el pliego y volvió a verter más cera verde,
cubriendo la tela y parte del borde de madera del estuche. En una de las zonas
donde había más cera líquida, apretó de nuevo su anillo, tras lo que se lo
colocó de nuevo en el dedo corazón de su mano derecha.
-
Esto ya está -murmuró para sí mismo Ofthar, que levantó la voz-
¡Haced llamar a Rhennast ahora mismo! ¡Que venga a mi presencia!
-
Estoy aquí mi señor -dijo una voz al otro lado de la tela de su
tienda, al tiempo que aparecía la cabeza del guerrero entre los pliegues de la
entrada.
-
Rhennast, creía haberos dicho que os fuerais a descansar, ¿verdad?
-recordó Ofthar, un poco molesto, pues creía que el líder de su guardia no le
había hecho caso a sus órdenes.
-
Sí mi señor -asintió Rhennast, con cara seria.
-
Y si eso es lo que te ordené, ¿por qué seguías en tu puesto?
- No
estaba en mi puesto, mi señor -negó Rhennast sin perder su cara adusta-. Estaba
fuera, descansando como vos me ordenaste. En ningún momento me indicasteis que
debía volver a mi tienda o ir a beber, o a lo que se os hubiese ocurrido, mi
señor. Por ello, fuera, me he sentado, he pedido algo de comer y cerveza. He
estado disfrutando del descanso que me habéis proporcionado.
Ofthar miró a Rhennast, que mantenía su mirada
inexpresiva. No estaba seguro si el hombretón se burlaba de él o era
simplemente la verdad. En realidad tenía bastante razón en su forma de
proceder, él no le había dicho cómo debía descansar, ni dónde. En la cara de
Mhista en cambio, se había dibujado una sonrisilla de mofa. Maynn también
parecía imperturbable, pues no quería molestar a ninguno de los hombres ahí
presentes. Por lo que Ofthar creía conocer a Rhennast, por los años pasados,
dudaba que se riera de él, aunque tal vez como jefe de la guardia, el señor
Nardiok le había permitido alguna licencia de la que él desconocía.
-
¡Ejem! -tosió Rhennast, aún con la cabeza asomando entre los
pliegues de la tienda-. ¿Queréis que pase o vuelvo a descansar?
-
Sí, sí, pasa, capitán Rhennast -asintió Ofthar, mientras movía la
mano para confirmar esa orden.
-
¿En qué os puedo servir, mi señor?
-
Necesito que le proporcionéis a este hombre, Maynn de Armne un
caballo y un escudo -indicó Ofthar. La mirada de Rhennast se fijó en el
guerrero delgaducho. Ahora tenía mejor aspecto que cuando lo habían traído los
soldados, con una cota de malla oxidada y las manos atadas a la espalda-. Proporciónale
también un zurrón con comida para un par de jornadas.
-
Debo decir mi señor que liberar a un enemigo es una cosa, pero
mandarlo vestido y armado para la guerra es otra -comentó Rhennast, como dando
un consejo a Ofthar-. Los hombres no se lo tomaran bien.
-
No recuerdo que te haya pedido que me aconsejes, Rhennast -dijo
Ofthar, a lo que Rhennast respondió mirando hacia sus pies-. Aunque siempre
está bien que un buen súbdito comenté cómo están los sentimientos de su pueblo.
Así que dime, Rhennast, ¿por qué mis hombres no se lo tomarían bien?
-
Este guerrero ha luchado bien en la batalla, he preguntado por él,
merece que le perdones la vida -inició su explicación Rhennast-. Ha matado y ha
recibido heridas por ello. Solo Ordhin le puede recriminar las almas que ha
enviado a su morada. Los guerreros en la batalla o morimos o vencemos. Tras
ella, no buscamos venganzas en los caídos ni en los apresados. Muchos guerreros
alabarán tu decisión de librarle de una vida de cautiverio. Pero ya no estarán
tan contentos al ver que se marcha con todas tus dádivas. Armado de nuevo para
la guerra. Con esa cota de malla que has obtenido del campo de batalla. Muchos
la han visto y la han codiciado. Más de un tharn y therk ansiaban recibirla. Se
molestarán al ver que se la entregas a un guerrero de nivel tan bajo.
-
Entiendo tus temores y tu proceder -aseguró Ofthar-. Pero no solo
premio a Maynn con la libertad, sino que le encargo que lleve un mensaje por mí
a Whaon. Le mando a él, porque no quiero que me devuelvan la cabeza de un
mensajero de mi propio ejército. No voy a perder más guerreros hábiles. Los
necesito todos para ganar esta guerra. Pero para que Whaon crea que es un
mensajero mío, debe parecerlo. No podía regresar a su lado como un pordiosero.
Si mis tharns no lo comprenden es su problema.
- Entiendo
mi señor -se limitó a decir Rhennast-. Se hará lo que me habéis ordenado.
Rhennast asintió con su cabeza, para dar más peso a
sus palabras y salió de la tienda, a cumplir la voluntad de su señor.
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