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miércoles, 12 de febrero de 2020

El mercenario (12)

Aun los temores de Jörhk, Marcus no le colgó y le dijo que esperase un momento. Por unos segundos su rostro desapareció de la pantalla. Cuando regresó, miraba directamente a Jörhk.

-       ¿La línea es segura? -quiso saber Marcus, lo que le indicó a Jörhk que la cosa era más peliaguda de lo que se podía esperar.
-       Esta línea siempre está con encriptación militar -aseguró Jörhk, aunque era la realidad. La línea de esa terminal de holo-llamadas era segura, ya que solo la usaba en sus negocios.
-       No quiero que nadie escuche esta conversación, Jörhk, el tema del barrio Berlín es muy peligroso, incluso solo mencionándolo por encima -indicó Marcus, algo más calmado-. No sé porque preguntas por ese barrio y la verdad no quiero saberlo. Se ha convertido en un problema entre la milicia y la policía. Los dos cuerpos funcionaban más o menos hermanados, pero ahora no nos podemos ni ver. No ha trascendido, pero cuando la milicia se hizo cargo del bloqueo, no nos trató demasiado bien, se llegó a las manos. así que no veo porque no contarte algo. Pero creo que la milicia ha pinchado nuestros sistemas de comunicación. Claramente, nuestros jefes han ordenado rodear a la milicia y de ese modo parecer que estamos al mando, aunque no sea cierto.
-       ¿Qué unidades de la milicia se han movido? -preguntó Jörhk.
-       Creo que dos regimientos al completo -respondió Marcus. Era una gran cantidad de soldados para un disturbio de ámbito racial, pensó Jörhk, a menos que hubiera algo más por detrás-. Bloquean los accesos por tierra al barrio, así como el espacio aéreo, que ha sido restringido. Ni los vehículos de suministros tienen permiso de paso. Si la situación sigue más, habrá una carestía importante y podría darse problemas de hambre.
-       Los que están detrás de los desórdenes se rendirán sin comida -comentó Jörhk.
-       Lo dudo mucho -negó con la cabeza Marcus-. Reciben alimentos para ellos de forma clandestina y creo que los que se oponen a ellos, también. Incluso es posible que los primeros reciban los suministros por parte de los miembros del LSH de la milicia. No estoy seguro pero algunos aquí lo piensan. Lo que ha provocado una escisión entre nuestros hombres, pues la LSH está hundiendo sus garras aquí también.
-       ¿Cómo aseguran el control aéreo?
-       No lo sé a ciencia cierta, pues no tienen vehículos ni cazas en la zona, lo que sería verdaderamente impensable, pues eso indicaría que la Armada también se está infectando con lo del LSH -murmuró con pena Marcus-. Se acercan malos tiempos, sargento.
-       Podría ser, Marcus, podría ser -asintió Jörhk, que no se quería contagiar del pesimismo de su camarada de armas-. Supongo que no sabes nada más, ¿verdad?
-       Lo siento.
-       En ese caso te dejo por ahora, no quiero que te puedas ganar un nuevo enemigo -dijo Jörhk. 
-   Está bien, pero ten cuidado sargento, yo no podré ayudarte si te enredas con la milicia -le advirtió Marcus, antes de que Jörhk colgase la llamada.

Era una pena que Marcus no supiera más sobre la situación del barrio Berlín, pero aun así le había dado lo suficiente para prepararse. Se puso en pie y se dirigió hacía una compuerta cerrada, contraría a la que había usado para llegar al despacho. En el interior había una gran cantidad de armas, desde fusiles, pistolas y grandes rifles. Tomó lo que iba a necesitar, así como la munición en cantidad para ellos. Lo fue llevando todo a la nave blindada. Tuvo que hacer varios viajes. A parte de las armas y la munición se hizo con botiquines, kits de supervivencia y raciones de campaña. Cuando tuvo todo más o menos organizado, se dio cuenta que aún tenía mucho tiempo. El mejor momento para entrar al barrio debería ser en la siguiente madrugada, para que el camuflaje de su nave fuera indetectable o por lo menos que burlase los sistemas de detección que seguro que la milicia tenía instalados.

Luego dedicó una hora a revisar el vehículo blindado, para comprobar que estaba listo para la acción. No le gustaría que el aparato se estropease cuando estuviese cruzando las líneas de la milicia. Cuando terminó de comprobarlo, tuvo una sensación sombría y regresó a la armería. La vació completamente, llenando el espacio de carga de su lanzadera. Cuando hubo terminado, decidió tomar su vehículo normal, para volver a su piso, ya que quería recuperar un par de cosas de allí. Nunca ignoraba sus corazonadas y esta misión le estaba provocando. Algo le decía que no estaba de más ser precavido. 

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