Algunas
de las cuerdas que pasaban junto a la estatua eran gruesas e iban de un lado a
otro de la plaza, donde estaban bien aseguradas a las paredes, junto a los
balcones corridos. Bheldur observó los balcones y reparó que no había ninguna
forma de subir desde la calle a estos. En ese momento se dio cuenta de por
dónde quería salir Fhin. Era un plan simple y efectivo, incluso reparó en que
cuerda elegirían.
-
¿Tan simple? -preguntó Bheldur.
-
En muchas ocasiones lo más simple es lo más óptimo, Bheldur -dejó
caer Fhin-. De todas formas, para que este plan tenga efecto, tendrás que ceder
algo tuyo.
-
Lo que sea -dijo muy seguro Bheldur.
-
Ya veremos -musitó Fhin, acercándose a su oído.
Fhin le
narró todo el plan a Bheldur, la parte que había adivinado ya y lo que tenía en
la mente. Bheldur asentía cada poco tiempo. Poco a poco iba descubriendo que el
joven era un gran estratega. Ya no tenía dudas en jurarle lealtad, pues tenía
una de las mentes más preclara que había conocido nunca. Lo que Fhin le pidió
que se deshiciera no le pareció ilógico y lo aceptó desde el primer momento.
Cuando Fhin terminó de dictar el plan, Bheldur asintió y se preparó para
llevarlo a cabo.
No tenían
mucho tiempo, sobre todo una vez que pusieran en marcha su plan. Ya veía a los
cazadores, inquietos. Fhin sabía que se podía haber ido de allí y dejar a
Bheldur que se las arreglase. Pero algo en su interior le llamaba a ayudarlo.
No sabía si era porque era alguien honorable, como había dicho Bheldur o
simplemente porque no era capaz de dejarle ahí tirado. Cuando regresase con
Fibius le preguntaría por ello al viejo herrero. Sí que tenía algo muy claro,
que el tiempo de permanecer parado había terminado. Cogió impulso y empezó a
escalar por la estatua. Como ya había previsto, nada se movió por la zona de
los arcos. Era hora de que las cosas se pusieran movidas. Le hizo un gesto a
Bheldur, que permanecía mirándole desde abajo.
De un
salto, Bheldur se encaramó al lomo del animal. Para su sorpresa, el bronce de
la estatua presentaba muchas oquedades, como si alguien lo hubiera golpeado a
propósito. Por un momento pensó que Fhin le había llevado hasta allí porque
tenía una forma secreta de salir de la ratonera. La genialidad que veía en el
joven, le iba gustando cada vez más. Estaba ya casi seguro que si se convertía
en un compañero leal de Fhin, ambos prosperarían de alguna forma o por lo menos
sobrevivirían.
Como
había previsto Fhin, los cazadores se movieron al ver que su presa hacía algo
raro, como era buscar una nueva salida. Bheldur pudo ver con incredulidad que
las advertencias de Fhin eran ciertas. Esos hombres, los que había llamado
cazadores, eran en verdad asesinos, hombres que no se limitarían con robarle,
que preferían matarle primero y luego llevarse las bolsas manchadas de sangre.
Los cazadores iban a paso lento, como estudiando cómo alcanzarle. Fhin le había
indicado que ese era el momento clave, si esperaba más, su plan se vendría
abajo. Buscó una de las bolsas que le había arrebatado a uno de los matones de
Vheriuss, la abrió, se acercó a la parte más cercana a la zona de la arcada,
metió la mano y sacó un buen puñado de monedas. Las lanzó al aire. Una lluvia
de oro y plata relucieron mientras caían sobre las losas del suelo. Como una
nube de polvo, los niños salieron a la carrera de sus escondites, arrollando a
la mayoría de los cazadores, que se vieron sorprendidos. Las monedas del suelo
fueron disputadas por los niños, pues solo los más fuertes se llevarían el
premio. Pero Fhin esperaba esa lucha, un tumulto que rodeó a los asesinos y los
impidió moverse.
Fhin
primero y Bheldur después se encaramaron en la estatua y agarraron con fuerza
una de las cuerdas gruesas. La escapatoria estaba tras un tramo de cuerda y los
dos reptaron por la soga. Fhin fue el primero que llegó a la balconada y ayudó
a Bheldur a alcanzar la seguridad que daba estar un piso por encima de sus
perseguidores.
-
Bueno ya hemos conseguido librarnos de los cazadores -indicó
Bheldur ufano, señalando a los hombres con cara de pocos amigos que miraban
hacia el balcón. Alguno incluso se había acercado a la estatua, evaluando la
posibilidad de seguirlos.
-
Reírse de ellos no es lo más indicado, vamos -dijo Fhin, dándole
unas palmadas en el hombro.
Fhin se
dirigió hacia una escalera, que ascendía por la fachada, hacia el techo del
edificio. Bheldur ya suponía que esa era la salida que Fhin tenía prevista. Una
vez que subieron, se marcharon cruzando de casa en casa por los tejados.
Recorrieron una buena distancia, hasta que llegaron hasta una nueva escalera,
que les llevaría de nuevo a la calle. Fhin estaba seguro que los cazadores ya
se habrían dispersado, pero habría que bajar con cuidado. Y lo primero que
Bheldur debía hacer era esconder sus ganancias, para evitar llamar la atención.