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miércoles, 30 de mayo de 2018

Lágrimas de hollín (16)


Algunas de las cuerdas que pasaban junto a la estatua eran gruesas e iban de un lado a otro de la plaza, donde estaban bien aseguradas a las paredes, junto a los balcones corridos. Bheldur observó los balcones y reparó que no había ninguna forma de subir desde la calle a estos. En ese momento se dio cuenta de por dónde quería salir Fhin. Era un plan simple y efectivo, incluso reparó en que cuerda elegirían.

-       ¿Tan simple? -preguntó Bheldur.
-       En muchas ocasiones lo más simple es lo más óptimo, Bheldur -dejó caer Fhin-. De todas formas, para que este plan tenga efecto, tendrás que ceder algo tuyo.
-       Lo que sea -dijo muy seguro Bheldur.
-       Ya veremos -musitó Fhin, acercándose a su oído.


Fhin le narró todo el plan a Bheldur, la parte que había adivinado ya y lo que tenía en la mente. Bheldur asentía cada poco tiempo. Poco a poco iba descubriendo que el joven era un gran estratega. Ya no tenía dudas en jurarle lealtad, pues tenía una de las mentes más preclara que había conocido nunca. Lo que Fhin le pidió que se deshiciera no le pareció ilógico y lo aceptó desde el primer momento. Cuando Fhin terminó de dictar el plan, Bheldur asintió y se preparó para llevarlo a cabo.

No tenían mucho tiempo, sobre todo una vez que pusieran en marcha su plan. Ya veía a los cazadores, inquietos. Fhin sabía que se podía haber ido de allí y dejar a Bheldur que se las arreglase. Pero algo en su interior le llamaba a ayudarlo. No sabía si era porque era alguien honorable, como había dicho Bheldur o simplemente porque no era capaz de dejarle ahí tirado. Cuando regresase con Fibius le preguntaría por ello al viejo herrero. Sí que tenía algo muy claro, que el tiempo de permanecer parado había terminado. Cogió impulso y empezó a escalar por la estatua. Como ya había previsto, nada se movió por la zona de los arcos. Era hora de que las cosas se pusieran movidas. Le hizo un gesto a Bheldur, que permanecía mirándole desde abajo.

De un salto, Bheldur se encaramó al lomo del animal. Para su sorpresa, el bronce de la estatua presentaba muchas oquedades, como si alguien lo hubiera golpeado a propósito. Por un momento pensó que Fhin le había llevado hasta allí porque tenía una forma secreta de salir de la ratonera. La genialidad que veía en el joven, le iba gustando cada vez más. Estaba ya casi seguro que si se convertía en un compañero leal de Fhin, ambos prosperarían de alguna forma o por lo menos sobrevivirían.

Como había previsto Fhin, los cazadores se movieron al ver que su presa hacía algo raro, como era buscar una nueva salida. Bheldur pudo ver con incredulidad que las advertencias de Fhin eran ciertas. Esos hombres, los que había llamado cazadores, eran en verdad asesinos, hombres que no se limitarían con robarle, que preferían matarle primero y luego llevarse las bolsas manchadas de sangre. Los cazadores iban a paso lento, como estudiando cómo alcanzarle. Fhin le había indicado que ese era el momento clave, si esperaba más, su plan se vendría abajo. Buscó una de las bolsas que le había arrebatado a uno de los matones de Vheriuss, la abrió, se acercó a la parte más cercana a la zona de la arcada, metió la mano y sacó un buen puñado de monedas. Las lanzó al aire. Una lluvia de oro y plata relucieron mientras caían sobre las losas del suelo. Como una nube de polvo, los niños salieron a la carrera de sus escondites, arrollando a la mayoría de los cazadores, que se vieron sorprendidos. Las monedas del suelo fueron disputadas por los niños, pues solo los más fuertes se llevarían el premio. Pero Fhin esperaba esa lucha, un tumulto que rodeó a los asesinos y los impidió moverse.

Fhin primero y Bheldur después se encaramaron en la estatua y agarraron con fuerza una de las cuerdas gruesas. La escapatoria estaba tras un tramo de cuerda y los dos reptaron por la soga. Fhin fue el primero que llegó a la balconada y ayudó a Bheldur a alcanzar la seguridad que daba estar un piso por encima de sus perseguidores.

-       Bueno ya hemos conseguido librarnos de los cazadores -indicó Bheldur ufano, señalando a los hombres con cara de pocos amigos que miraban hacia el balcón. Alguno incluso se había acercado a la estatua, evaluando la posibilidad de seguirlos.
-       Reírse de ellos no es lo más indicado, vamos -dijo Fhin, dándole unas palmadas en el hombro.

Fhin se dirigió hacia una escalera, que ascendía por la fachada, hacia el techo del edificio. Bheldur ya suponía que esa era la salida que Fhin tenía prevista. Una vez que subieron, se marcharon cruzando de casa en casa por los tejados. Recorrieron una buena distancia, hasta que llegaron hasta una nueva escalera, que les llevaría de nuevo a la calle. Fhin estaba seguro que los cazadores ya se habrían dispersado, pero habría que bajar con cuidado. Y lo primero que Bheldur debía hacer era esconder sus ganancias, para evitar llamar la atención.