Vheriuss
que hasta ese momento había estado mirando al joven arrinconado, se percató de
la presencia de Fhin y le miró directamente.
-
Tú, es mejor que sigas tu camino, este ratoncito y yo tenemos
mucho de lo que hablar -gritó Vheriuss a Fhin.
Fhin se
quedó en su sitio, asimilando las palabras, los tonos y ese mote cariñoso que
el matón siempre ponía a aquellos que consideraba su presa. Vheriuss se quedó
mirando por un rato a Fhin, que seguía en el inicio del callejón, observándolo
todo.
-
Eres tonto, muchacho, mejor que te vayas -le advirtió Vheriuss,
sin perder su sonrisa-. No quieras jugar conmigo. Pues ni me gustan los juegos,
ni los permito.
-
Pues a mí sí me gustan -intervino el joven de la camisa amplia.
-
Tú a callar -ordenó Vheriuss, volviéndose hacia el joven-. Tú ya
has jugado demasiado últimamente. Me has estado hinchando demasiado las narices.
Fhin tomó
el control de la situación y empezó a andar hacia el interior del callejón,
mientras buscaba con la mano uno de sus trozos de metal. Se aprovecharía de las
sombras que parecían mantener el fondo del callejón en penumbra.
-
Vaya, otro ratoncito que se une a la fiesta -se rio Vheriuss, al
ver que Fhin se acercaba a ellos-. Oly, encárgate del recién llegado. Vhion, si
este intenta algo, retuércele un brazo. Vamos a divertirnos un poco.
La mano
de Vheriuss se desplazó hacia la espalda, donde llevaba escondida una espada
corta, listo para actuar cuando Oly cazara al imbécil que había decidido
interrumpir sus negocios. Oly, uno de los dos matones, avanzó al encuentro de
Fhin, sin espada, solo con sus manos desnudas, su única arma. Lo que ninguno se
esperaba es lo que ocurrió. Fhin, empezó a pegar saltitos, mientras avanzaba,
como si preparará para fintar a Oly, por lo que el matón se centró en su cuerpo
y no en las manos. Fhin lanzó uno de los trozos de metal, contra la cara de
Oly, que no se percató del lanzamiento hasta que un rayo perdido de luz hizo
brillar el metal, pero los reflejos no fueron suficientes, y el trozo de metal
se clavó bajo el ojo derecho de Oly, quien lanzó un alarido de dolor, buscando
el trozo de metal con las manos se dejó caer de rodillas.
Mientras
Vheriuss, Vhion y el joven de la camisa observaban como el otro matón caía de
rodillas dando alaridos y lanzando blasfemias, Fhin comenzó a correr en
dirección de Vheriuss, mientras buscaba las empuñaduras de sus dos dagas, entre
los pliegues de su ropa. El joven decidió que era el momento de ayudar al que
se había apiadado de él, si es que era eso lo que pasaba. Se lanzó hacia
delante y chocó contra Vhion, que estaba observando a su compañero Oly. El
gigantón apenas se movió y se fijó en el joven, que le sonreía beatíficamente.
-
No deberías haberte movido, pulga -dijo Vhion, al tiempo que
agarraba un brazo del joven. Dispuesto a retorcérselo.
Aprovechándose
de que el primer matón estaba en el suelo y el segundo se había encelado con el
joven. Fhin tuvo paso libre hasta Vheriuss. Cuando estuvo a la distancia
adecuada sacó sus dos dagas, que describieron dos arcos ascendentes hacia el
cuello del líder, pero chocaron con algo antes de alcanzar la carne. Las dos
dagas habían sido paradas en seco por la espada corta. Fhin y Vheriuss se
miraron a los ojos. Vheriuss notaba la fuerza del atacante, pues tenía que
poner todo de su parte para contrarrestar el lance.
-
¡Vhion! -llamó Vheriuss, esperando que el gigantón viniera a
ayudarle.
El matón
seguía forcejeando con el joven, parecía que no podía hacerle daño. Vhion giró
la cabeza para ver a su jefe. Entonces el joven, sacó una daga escondida en su
ropa y se la clavó bajo la mandíbula del matón, que se quedó rígido, sus ojos
se pusieron blancos, las piernas le fallaron y se desplomó hacia delante. El
joven, si no hubiera sido por sus buenos reflejos, hubiera acabado aplastado
por el hombretón.
Vheriuss,
no podía creerse lo que veía. Sabía que Oly había registrado al joven, como se
le había pasado la daga. Donde la había escondido. Y lo que era peor, cómo las
cosas habían acabado así. Oly lloriqueaba en el suelo, a unos metros, mientras
se dolía de algo en su cara. Vhion, muerto o casi. Y él, se defendía con mucho
esfuerzo. Claramente le habían hecho una celada. Tenía que cambiar las cosas o
su vida corría el peligro de terminar.
-
Vamos, vamos, ratoncitos, parece que os he subestimado -indicó
Vheriuss-. Pero seguro que podemos llegar a un trato. Si lo dejamos aquí, yo me
olvido de lo ocurrido. Digamos que Vhion me mintió porque te tenía envidia,
Bheldur.
-
No lo escuches, amigo -advirtió el joven-. Su lengua está llena de
veneno. Si se va de aquí de una pieza, mañana te perseguirá con cientos.
-
¡Cállate, Bheldur! -gritó Vheriuss-. Soy un líder, un hombre de
palabra. Si digo que no ha pasado nada, no lo ha hecho.
El joven
iba a hablar, pero Fhin retiró una daga, ante la sorpresa de Vheriuss que vio
que su atacante le había hecho creer que le tenía bloqueado, que tenía menos
fuerza de la que realmente tenía, pues no era capaz de mover la otra daga con
su espada. Fhin no dejó reaccionar a su enemigo, cortándole el cuello con el
arma liberada.
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