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miércoles, 9 de mayo de 2018

Lágrimas de hollín (13)


Vheriuss que hasta ese momento había estado mirando al joven arrinconado, se percató de la presencia de Fhin y le miró directamente.

-       Tú, es mejor que sigas tu camino, este ratoncito y yo tenemos mucho de lo que hablar -gritó Vheriuss a Fhin.


Fhin se quedó en su sitio, asimilando las palabras, los tonos y ese mote cariñoso que el matón siempre ponía a aquellos que consideraba su presa. Vheriuss se quedó mirando por un rato a Fhin, que seguía en el inicio del callejón, observándolo todo.

-       Eres tonto, muchacho, mejor que te vayas -le advirtió Vheriuss, sin perder su sonrisa-. No quieras jugar conmigo. Pues ni me gustan los juegos, ni los permito.
-       Pues a mí sí me gustan -intervino el joven de la camisa amplia.
-       Tú a callar -ordenó Vheriuss, volviéndose hacia el joven-. Tú ya has jugado demasiado últimamente. Me has estado hinchando demasiado las narices.


Fhin tomó el control de la situación y empezó a andar hacia el interior del callejón, mientras buscaba con la mano uno de sus trozos de metal. Se aprovecharía de las sombras que parecían mantener el fondo del callejón en penumbra.

-       Vaya, otro ratoncito que se une a la fiesta -se rio Vheriuss, al ver que Fhin se acercaba a ellos-. Oly, encárgate del recién llegado. Vhion, si este intenta algo, retuércele un brazo. Vamos a divertirnos un poco.


La mano de Vheriuss se desplazó hacia la espalda, donde llevaba escondida una espada corta, listo para actuar cuando Oly cazara al imbécil que había decidido interrumpir sus negocios. Oly, uno de los dos matones, avanzó al encuentro de Fhin, sin espada, solo con sus manos desnudas, su única arma. Lo que ninguno se esperaba es lo que ocurrió. Fhin, empezó a pegar saltitos, mientras avanzaba, como si preparará para fintar a Oly, por lo que el matón se centró en su cuerpo y no en las manos. Fhin lanzó uno de los trozos de metal, contra la cara de Oly, que no se percató del lanzamiento hasta que un rayo perdido de luz hizo brillar el metal, pero los reflejos no fueron suficientes, y el trozo de metal se clavó bajo el ojo derecho de Oly, quien lanzó un alarido de dolor, buscando el trozo de metal con las manos se dejó caer de rodillas.

Mientras Vheriuss, Vhion y el joven de la camisa observaban como el otro matón caía de rodillas dando alaridos y lanzando blasfemias, Fhin comenzó a correr en dirección de Vheriuss, mientras buscaba las empuñaduras de sus dos dagas, entre los pliegues de su ropa. El joven decidió que era el momento de ayudar al que se había apiadado de él, si es que era eso lo que pasaba. Se lanzó hacia delante y chocó contra Vhion, que estaba observando a su compañero Oly. El gigantón apenas se movió y se fijó en el joven, que le sonreía beatíficamente.

-       No deberías haberte movido, pulga -dijo Vhion, al tiempo que agarraba un brazo del joven. Dispuesto a retorcérselo.

Aprovechándose de que el primer matón estaba en el suelo y el segundo se había encelado con el joven. Fhin tuvo paso libre hasta Vheriuss. Cuando estuvo a la distancia adecuada sacó sus dos dagas, que describieron dos arcos ascendentes hacia el cuello del líder, pero chocaron con algo antes de alcanzar la carne. Las dos dagas habían sido paradas en seco por la espada corta. Fhin y Vheriuss se miraron a los ojos. Vheriuss notaba la fuerza del atacante, pues tenía que poner todo de su parte para contrarrestar el lance.

-       ¡Vhion! -llamó Vheriuss, esperando que el gigantón viniera a ayudarle.

El matón seguía forcejeando con el joven, parecía que no podía hacerle daño. Vhion giró la cabeza para ver a su jefe. Entonces el joven, sacó una daga escondida en su ropa y se la clavó bajo la mandíbula del matón, que se quedó rígido, sus ojos se pusieron blancos, las piernas le fallaron y se desplomó hacia delante. El joven, si no hubiera sido por sus buenos reflejos, hubiera acabado aplastado por el hombretón.

Vheriuss, no podía creerse lo que veía. Sabía que Oly había registrado al joven, como se le había pasado la daga. Donde la había escondido. Y lo que era peor, cómo las cosas habían acabado así. Oly lloriqueaba en el suelo, a unos metros, mientras se dolía de algo en su cara. Vhion, muerto o casi. Y él, se defendía con mucho esfuerzo. Claramente le habían hecho una celada. Tenía que cambiar las cosas o su vida corría el peligro de terminar.

-       Vamos, vamos, ratoncitos, parece que os he subestimado -indicó Vheriuss-. Pero seguro que podemos llegar a un trato. Si lo dejamos aquí, yo me olvido de lo ocurrido. Digamos que Vhion me mintió porque te tenía envidia, Bheldur.
-       No lo escuches, amigo -advirtió el joven-. Su lengua está llena de veneno. Si se va de aquí de una pieza, mañana te perseguirá con cientos.
-       ¡Cállate, Bheldur! -gritó Vheriuss-. Soy un líder, un hombre de palabra. Si digo que no ha pasado nada, no lo ha hecho.

El joven iba a hablar, pero Fhin retiró una daga, ante la sorpresa de Vheriuss que vio que su atacante le había hecho creer que le tenía bloqueado, que tenía menos fuerza de la que realmente tenía, pues no era capaz de mover la otra daga con su espada. Fhin no dejó reaccionar a su enemigo, cortándole el cuello con el arma liberada.

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