Los
intentos de ponerse de pie por parte de Ophanli no pasaron desapercibidos a
Ofhar y Ofthar. Sabían que debían quitarle la idea de venganza al joven, pues
si de algo era culpable Iomer era de haber caído víctima de la avaricia, pero
no era el causante de las muertes, sobre todo la de la madre de Ophanli.
-
Bueno, es un asunto desagradable, pero ha sido una suerte pillarlo
a tiempo -habló Ofhar-. Ha sido una suerte o un guiño del destino que tuvierais
que parar en Ryam. No quiero pensar si el mal de Bheler se hubiera extendido
por el señorío. Ophanli, ahora eres el señor de la aldea y por tanto, es tu
responsabilidad salvaguardar a tus siervos. Es verdad que no son hombres
libres, pero aun así no son animales. Esto es algo que no debes olvidar. Tu
padre dejó de verles cómo eran en realidad por las malas artes de la bruja.
Desgraciadamente eres muy joven para las responsabilidades de la aldea.
-
Pero yo he sido preparado para ello… -intentó defenderse Ophanli.
-
Y no lo dudamos, pero ahora si no fuera por Mhista te hubieras
lanzado contra el pobre Iomer -indicó Ofhar-. Lo sucedido solo tenía unos
culpables y ya han recibido su castigo. Iomer solo es alguien que se fió de un
viejo contacto. Phelbyn tiene mucho que contar. Pediré al señor Nardiok que
envíe una misiva al señor Naynho y…
-
No va hacer falta, padre -cortó Ofthar-. El señor Nardiok me ha
designado embajador del señorío en las llanuras. Llevó una carta de Nardiok
para Naynho. También tengo otra para ti -Ofthar rebuscó en el zurrón que había
tomado del caballo, cuando se apeó de él, sacando el sobre con el nombre de
Ofhar-. Aquí tienes.
-
¡Hum! supongo que esto facilita las cosas -dijo Ofhar, tomando la
carta de la mano de su hijo-. Mhista, por qué no acompañas a Ophanli, creo que
en el cuartel hay varios miembros del clan Arnha, seguro que alguno podrá ayudar
al joven Ophanli. Por lo menos hasta que el consejo de su clan decida su
destino.
Ophanli y
Mhista se pusieron de pie, dirigiéndose hacia la puerta.
-
Suerte, joven Ophanli -se despidió Ofhar, cuando el muchacho
abandonaba la habitación.
Según la
puerta se cerró, Ofhar rasgó el lacre y empezó a leer lo que le había escrito
Nardiok. Ofthar se había acercado a una de las mesitas y picoteaba de una
fuente de salmón ahumado. Ofhar tuvo que leerse dos veces la carta para
entender bien lo que su señor le informaba, después la dobló y la guardó en una
de las bolsas que colgaban de su cinturón.
-
¿Qué es lo que vas a hacer ahora? -preguntó Ofhar a su hijo.
-
Quiero investigar Limeck y a ese tal Phelbyn -respondió Ofthar.
-
Antes de presentarte ante el señor Naynho, entiendo -se limitó a
añadir Ofhar.
-
El señor Nardiok quería que diera buena impresión al señor Naynho
-explicó Ofthar-. Si investigo el asunto y le llevo pruebas reales al señor
Naynho, le haré ver que una alianza entre nosotros sería muy conveniente. Si yo,
de forma desinteresada me he encargado de proteger su señorío, que no haremos
por ellos si somos aliados. A su vez, si pregunta por mi motivación, no será
otra que el deber hacia nuestros ciudadanos, tanto los de nuestro señorío como
el suyo.
-
Claramente tu cerebro es mejor que el mío, si sigues así, pronto
el señor Nardiok deberá sustituirme por ti, al frente de la cancillería -se
burló Ofhar.
-
Tú aun tienes mucho que dar al señor Nardiok, padre -aseguró serio
Ofthar.
-
¿Tú crees? -Ofhar enarcó las cejas-. Bueno tu idea es interesante.
Pero recuerda, mejor que encuentres algo verdaderamente preocupante para no
enojar al señor Naynho por no presentarte ante él desde el principio. Naynho
valora mucho los modales antiguos.
-
¡Ah! que no se me olvide -intentó cambiar de tema Ofthar-. Tu
esposa te echa de menos. Vas a tener que traértela aquí.
Ofhar
rompió en carcajadas. Ofthar se unió a él, pero con más prudencia. Ofhar le
invitó a su hijo para que le acompañara a las obras. Ofthar aceptó. Ambos,
seguidos por Uhlok, Mhista, que había regresado tras dejar a Ophanli con los
Arnha e Iomer, descendieron por la colina. Ofhar les enseñó donde iban a ser
construidos los edificios civiles, el mercado y los dos templos. Eran dos zonas
grandiosas. Luego les llevó hasta donde se encontraría el palacio de su clan.
Iomer de vez en cuando intervenía, cuando le nombraba Ofhar, sobre los lujos
que iba a proporcionar, desde madera mejor y rara, hasta piedra o mármol.
Ofthar no
pudo sino llegar a la conclusión que su padre estaba maravillado con la
construcción de la nueva capital. Más tarde, alcanzaron las murallas
exteriores. Allí Ofhar les presentó al ingeniero, que aunque era un esclavo,
poco lo parecía. Ofhar se había propuesto a tratarlo como un hombre libre.
Incluso le había prometido la libertad por el servicio. El constructor era
amable, pero claramente no le gustaba ni el clima ni la torpeza de los obreros.
Aun así, creía poder levantar unas defensas poderosas en el tiempo que tenía.
Ofhar le había presentado un par de siervas para esposa. Ofthar vio que su
padre quería que el hombre se quedara en el sur.
Cuando
terminaron las visitas a la obra, descubrieron que hacía rato que había pasado
del mediodía. Ellos habían tomado un tentempié con los obreros, pero ya era
hora de volver colina arriba. Había que preparar cosas para el festín nocturno.
Ofhar estaba seguro que su hijo partiría al día siguiente hacia Limeck.
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