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miércoles, 23 de mayo de 2018

Unión (21)


Los intentos de ponerse de pie por parte de Ophanli no pasaron desapercibidos a Ofhar y Ofthar. Sabían que debían quitarle la idea de venganza al joven, pues si de algo era culpable Iomer era de haber caído víctima de la avaricia, pero no era el causante de las muertes, sobre todo la de la madre de Ophanli.

-       Bueno, es un asunto desagradable, pero ha sido una suerte pillarlo a tiempo -habló Ofhar-. Ha sido una suerte o un guiño del destino que tuvierais que parar en Ryam. No quiero pensar si el mal de Bheler se hubiera extendido por el señorío. Ophanli, ahora eres el señor de la aldea y por tanto, es tu responsabilidad salvaguardar a tus siervos. Es verdad que no son hombres libres, pero aun así no son animales. Esto es algo que no debes olvidar. Tu padre dejó de verles cómo eran en realidad por las malas artes de la bruja. Desgraciadamente eres muy joven para las responsabilidades de la aldea.
-       Pero yo he sido preparado para ello… -intentó defenderse Ophanli.
-       Y no lo dudamos, pero ahora si no fuera por Mhista te hubieras lanzado contra el pobre Iomer -indicó Ofhar-. Lo sucedido solo tenía unos culpables y ya han recibido su castigo. Iomer solo es alguien que se fió de un viejo contacto. Phelbyn tiene mucho que contar. Pediré al señor Nardiok que envíe una misiva al señor Naynho y…
-       No va hacer falta, padre -cortó Ofthar-. El señor Nardiok me ha designado embajador del señorío en las llanuras. Llevó una carta de Nardiok para Naynho. También tengo otra para ti -Ofthar rebuscó en el zurrón que había tomado del caballo, cuando se apeó de él, sacando el sobre con el nombre de Ofhar-. Aquí tienes.
-       ¡Hum! supongo que esto facilita las cosas -dijo Ofhar, tomando la carta de la mano de su hijo-. Mhista, por qué no acompañas a Ophanli, creo que en el cuartel hay varios miembros del clan Arnha, seguro que alguno podrá ayudar al joven Ophanli. Por lo menos hasta que el consejo de su clan decida su destino.


Ophanli y Mhista se pusieron de pie, dirigiéndose hacia la puerta.

-       Suerte, joven Ophanli -se despidió Ofhar, cuando el muchacho abandonaba la habitación.


Según la puerta se cerró, Ofhar rasgó el lacre y empezó a leer lo que le había escrito Nardiok. Ofthar se había acercado a una de las mesitas y picoteaba de una fuente de salmón ahumado. Ofhar tuvo que leerse dos veces la carta para entender bien lo que su señor le informaba, después la dobló y la guardó en una de las bolsas que colgaban de su cinturón.

-       ¿Qué es lo que vas a hacer ahora? -preguntó Ofhar a su hijo.
-       Quiero investigar Limeck y a ese tal Phelbyn -respondió Ofthar.
-       Antes de presentarte ante el señor Naynho, entiendo -se limitó a añadir Ofhar.
-       El señor Nardiok quería que diera buena impresión al señor Naynho -explicó Ofthar-. Si investigo el asunto y le llevo pruebas reales al señor Naynho, le haré ver que una alianza entre nosotros sería muy conveniente. Si yo, de forma desinteresada me he encargado de proteger su señorío, que no haremos por ellos si somos aliados. A su vez, si pregunta por mi motivación, no será otra que el deber hacia nuestros ciudadanos, tanto los de nuestro señorío como el suyo.
-       Claramente tu cerebro es mejor que el mío, si sigues así, pronto el señor Nardiok deberá sustituirme por ti, al frente de la cancillería -se burló Ofhar.
-       Tú aun tienes mucho que dar al señor Nardiok, padre -aseguró serio Ofthar.
-       ¿Tú crees? -Ofhar enarcó las cejas-. Bueno tu idea es interesante. Pero recuerda, mejor que encuentres algo verdaderamente preocupante para no enojar al señor Naynho por no presentarte ante él desde el principio. Naynho valora mucho los modales antiguos.
-       ¡Ah! que no se me olvide -intentó cambiar de tema Ofthar-. Tu esposa te echa de menos. Vas a tener que traértela aquí.


Ofhar rompió en carcajadas. Ofthar se unió a él, pero con más prudencia. Ofhar le invitó a su hijo para que le acompañara a las obras. Ofthar aceptó. Ambos, seguidos por Uhlok, Mhista, que había regresado tras dejar a Ophanli con los Arnha e Iomer, descendieron por la colina. Ofhar les enseñó donde iban a ser construidos los edificios civiles, el mercado y los dos templos. Eran dos zonas grandiosas. Luego les llevó hasta donde se encontraría el palacio de su clan. Iomer de vez en cuando intervenía, cuando le nombraba Ofhar, sobre los lujos que iba a proporcionar, desde madera mejor y rara, hasta piedra o mármol.

Ofthar no pudo sino llegar a la conclusión que su padre estaba maravillado con la construcción de la nueva capital. Más tarde, alcanzaron las murallas exteriores. Allí Ofhar les presentó al ingeniero, que aunque era un esclavo, poco lo parecía. Ofhar se había propuesto a tratarlo como un hombre libre. Incluso le había prometido la libertad por el servicio. El constructor era amable, pero claramente no le gustaba ni el clima ni la torpeza de los obreros. Aun así, creía poder levantar unas defensas poderosas en el tiempo que tenía. Ofhar le había presentado un par de siervas para esposa. Ofthar vio que su padre quería que el hombre se quedara en el sur.

Cuando terminaron las visitas a la obra, descubrieron que hacía rato que había pasado del mediodía. Ellos habían tomado un tentempié con los obreros, pero ya era hora de volver colina arriba. Había que preparar cosas para el festín nocturno. Ofhar estaba seguro que su hijo partiría al día siguiente hacia Limeck.

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