La noche había sido largo para todos en la ciudad. Los
guerreros tuvieron que acabar con los últimos mercenarios, que seguían sin
querer rendirse al ejército de la alianza. Pero antes de que las dos lunas
estuvieran en el cielo, el último de ellos cayó bajo las espadas de los
guerreros del señorío. De los cuerpos de estos se recuperaron oro y joyas que
habían robado de alguna parte. Pero por fin los guerreros se fueron a dormir.
Otros, los más descansados, les tocó hacer guardia en las puertas y torres,
mientras las empalizadas las patrullaban lo miembros del thyr. Todos sabían que
con el amanecer, los tharns y los líderes de los clanes de los Ríos, Llanuras y
Prados habían sido llamados para una reunión de urgencia. Había dos cosas que
se debían debatir, cómo debía seguir la campaña y quien sería el nuevo señor de
los Prados.
Ofthar no pudo dormir demasiado bien, en gran parte
por lo que le esperaba al día siguiente y por otro lado por el encaprichamiento
de Mhista por la mujer guerrero. No se podía creer que hubiera deshonrado su
posición por irse a yacer con una mujer que además era un enemigo jurado.
Rhennast había jurado mantener en secreto el asunto y al resto habían dicho que
descansaba por la lucha atroz que había llevado a cabo, como Orot. También que
presentaría un presente acorde con su función como campeón de Ofthar.
Con los primeros rayos del Sol, los gallos empezaron a
despertar a la población de Isma y con ella a los tharn, que fueron marchando
en procesión hacia el castillo. Ofthar se había levantado pronto y ya estaba
sentado en una silla, junto al trono vacío. Los criados habían cambiado la
disposición de los bancos, dividiendo la sala en tres bloques, uno para los
Prados, otro para las Llanuras y el último y central para los Ríos. Rhennast
hizo abrir las puertas cuando Ofthar fue informado que los primeros tharns
llegaban, tras lo que se desplazó hasta una posición junto a su señor.
Rhime, como canciller de los Ríos, recibió a los
principales de los otros señoríos, Rheynnal y Elthyn, a los que indicó como
habían dividido la sala. Los dos parecieron aceptar la colocación y se
encargaron de recibir a sus camaradas. Tras lo que le pareció un periodo largo
a Ofthar, los tharn fueron llenando la sala, hasta que esta estuvo llena y un
murmullo se extendió por su interior.
-
¡Silencio, por favor silencio! -pidió Rhime, alzando la voz.
-
Gracias por venir -indicó Ofthar cuando la mayoría de ellos se
callaron y se le podía oír-. Os he hecho venir hoy aquí, porque Isma ha sido
liberada, el ejército de Whaon ha sido destruido y aunque aún no lo hemos
capturado, ya no tiene nada para perturbar a los Prados. Pero no os preocupéis,
que lo capturare, pues tiene que pagar por sus fechorías.
-
¡Sí, debe pagar! -se escucharon varias voces al fondo de la sala.
-
¡Silencio! -ordenó Rhime de nuevo, con cara de pocos amigos.
-
Pero creo que primero debemos decidir algo más importante
-prosiguió Ofthar, señalando el trono vacío-. El señorío necesita un señor, un
líder que se encargue de proteger a sus súbditos. Por ellos creo que los clanes
del señorío deben elegir a su nuevo señor.
-
El clan Isnark tiene un candidato -dijo Elthyn poniéndose de pie,
mientras los tharn de su clan pateaban el suelo de la sala.
-
En ese caso, tharn Elthyn, tenéis la palabra -indicó Rhime,
mientras Ofthar se sentaba.
- Creo
que muchos de los aquí presentes pensáis lo mismo que lo que yo os voy a
proponer -inició su discurso Elthyn, tenso, pero con fuerza. Ofthar veía lo
mucho que el liderazgo del clan le estaba dando, pronto sería todo un guerrero
y todo un hombre. Había escuchado como se había manejado con los mercenarios
durante el combate nocturno-. Vino cuando más se le necesitaba y no ha pedido
nada para él. Creo que nos protegerá si vuelve a ocurrir algo como ahora.
Soñábamos con ser independientes, pero eran ilusiones de un loco, pues la unión
hace la fuerza. ahora, el clan Isnark se ha dado cuenta. Por ello, invitamos al
señor Ofthar a que se siente en el trono de los Prados, que sea nuestro señor,
él y todos sus hijos. El clan Isnark jura lealtad hasta la muerte para el señor
Ofthar.
Elthyn se sentó en medio de un coro de rumores y la
pateada de su clan, que además coreaba Ofthar con fuerza. Tras ello, el líder
de los Bhalonov se puso de pie y aclamó la decisión de los Isnark, uniéndose en
su juramento de lealtad a Ofthar. Uno tras otros el resto de los clanes menores
se unió a los Bhalonov y los Isnark. Cuando el último de los líderes presentó
su candidato, Ofthar se puso de pie, hizo una reverencia a todos los presentes
y se sentó con lentitud en el trono del señorío.
-
¡Salve al Señor Ofthar, señor de los Ríos, Llanuras y Prados!
-bramó Rhennast, colocándose a la derecha de su señor.
- ¡Larga
vida! -gritaban todos los presentes, tharns, guerreros y criados. Repetían la
frase con vehemencia, mientras pateaban el suelo y los guerreros golpeaban su
escudo.
Ofthar observaba en silencio como todos le vitoreaban.
Todo estaba hecho, pero la congoja le atenazaba su corazón, pues su mejor
amigo, Mhista, con el que había compartido tiempos duros, luchas salvajes y
momentos alegres, no estaba allí para verle en su momento de mayor gloria. Esa
falta le dolía demasiado, sin saber cómo todo había acabado tan mal con él, que
entre otras cosas era su primo.