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domingo, 17 de mayo de 2020

El conde de Lhimoner (50)

Beldek le ofreció una de las sillas del despacho al chambelán, que rehusó al principio, pero cuando Beldek indicó que podrían estar un rato hablando, prefirió sentarse.

-       La persona que recibió de urgencia el conde, ¿sabes quién era? -inició el interrogatorio Beldek.
-       Desconozco su nombre, pero sí que era un informante del conde -contestó el chambelán.
-       ¿Venía mucho de visita? -inquirió Beldek-. ¿Era alguien que pasaba mucho por esta hacienda?
-       Sí, pero en los últimos cuatro meses -asintió el chambelán.
-       ¿Cómo es eso? -intervino Ahlssei.
-       Hace cuatro meses pidió una entrevista con mi señor -explicó el chambelán-. Yo iba a echarlo, pues no me dio buena estrella, pero de alguna forma el conde supo de su presencia. A partir de esa primera cita, venía cada semana, varias veces. Mi señor pasaba buenas horas con él. No sé de qué hablaban, ni nadie de la casa. Al conde le gustaba la intimidad para sus negocios.
-       Y parece que esos negocios le han pasado factura -señaló Ahlssei. El chambelán le miró con cara seria, pero no hizo ninguna alusión a lo que sin duda era una chanza sobre su pobre señor.
-       ¿Si te enseñó un retrato serías capaz de reconocer si es el informante de tu señor? -inquirió Beldek, olvidando las poco acertadas palabras de Ahlssei en ese momento.
-       Sí, coronel, he visto desde demasiado cerca al informante -asintió el chambelán, moviéndose nervioso en la silla.- Sin duda podré reconocerlo en un retrato. 
-    Shiahl, por favor, muéstrale el retrato al chambelán - ordenó Beldek.

Shiahl se aproximó al chambelán y le puso el dibujo que llevaba en el pliego. El chambelán no osó tocar el pliego que le tendía el sargento. Beldek observó cómo los ojos del siervo escrutaban el dibujo con mucha dedicación. Todos los del despacho prefirieron mantenerse en silencio, para que el chambelán pudiese concentrarse al máximo en su cometido.

-       Sin duda es el informante -dijo por fin el chambelán-. Las facciones se parecen mucho, pero lo que me hace identificarle sin duda alguna son sus ojos. Sus ojos siempre me han dado miedo, tienen algo raro en sí. Pero visto lo que le ha hecho a mi señor, son más terribles de lo que pensaba.
-       ¿Recuerda algún dato más que nos pueda servir, amigo? -indicó Ahlssei.
-       No, lo siento -negó el chambelán, sin demostrar que no le caía bien el joven oficial. 
-    Puede marcharse, ya -señaló Beldek, apuntando hacia la salida del despacho.

El chambelán se puso de pie más rápido de lo que Beldek hubiera previsto y se dirigió hacia la puerta. Estaba a punto de cruzar el umbral, cuando se volvió.

-       ¿Cuándo podremos realizar los ritos funerarios del conde? -quiso saber el chambelán, que la ver los rostros inexpresivos de los guardias añadió-. Debo informar a los descendientes del conde, que viven al sur. A su vez, también debo poner en aviso al representante legal del conde. Él se encargará de los ritos funerarios, así que querrá saber cuándo nos devolverán el cuerpo.
-       Tú solo informa que soy yo quien tengo al cuerpo y quien sea su representante se pondrá en contacto conmigo -indicó Beldek-. No es la primera vez que un noble o un rico mercader es asesinado y tenemos que llevarnos su cuerpo. El albacea hablará directamente con nosotros y él te avisará cuando el cuerpo de tu señor regrese. 
-    Gracias -musitó el chambelán antes de marcharse.

El chambelán desapareció al cruzar la puerta. Al poco se escuchó su voz en el pasillo, gritando a los siervos que haraganeaban fuera. Se oyeron el ruido de pasos apresurados que se alejaban de allí. 

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