Ofthar estaba esperando al frente de sus hombres,
junto a Rhime y Rhennast, cuando vio como desde la puerta del Orgha se hacían
señales con unas antorchas.
-
¡Mhista lo ha conseguido! -gritó Ofthar señalando la puerta-. Las
puertas son nuestras. ¡Avanzamos! ¡Por Ordhin! A la batalla.
- ¡Por
Ordhin! ¡Por Ofthar el grande! ¡Por la victoria! -bramó con su vozarrón
Rhennast, para que todos los soldados cercanos se llenaran de valor.
Los tharn y los therk pasaron la orden de avance y el
ejército se puso en marcha. Avanzaban protegiéndose con los escudos, por si
algún arquero enemigo aún se mantenía en las empalizadas cercanas a las
puertas, pero no les cayó encima ni una sola flecha. Desde su posición, sobre
el caballo, Ofthar observaba como la columna de Elthyn se movía hacia la puerta
del sur. Supuso que Rheynnal hacía lo propio hacia la de los pantanos, pero
esta quedaba oculta por la propia muralla de Isma, por lo que no lo podía
comprobar. Ofthar desenvainó su espada y lanzó un nuevo grito de victoria, lo
que hizo que los guerreros avanzasen más rápido.
Tras el grupo de guerreros, caminaba el thyr de
siervos. Sus therk habían recibido las órdenes de tomar las empalizadas y desde
allí eliminar a todo guerrero enemigo que detectasen. Si no localizaban a
ninguno, su función sería proteger las puertas del enemigo. Aunque tampoco se
esperaba que quedase ninguno una vez que todo el ejército accediese a la ciudad.
Los primeros guerreros cruzaron bajo el arco de la
puerta del Orgha después de una caminata forzada por sus propios deseos de
venganza por la batalla del río y por las tierras devastadas por el enemigo.
Cuando aseguraron la plaza interior de la puerta, donde se encontraban parte de
la caballería de Mhista, cruzó Ofthar con Rhennast y la guardia a caballo.
Rhime se quedaría fuera, para organizar a los siguientes grupos. Ofthar buscó
con la mirada a su amigo, pero no lo encontró. No así, junto a algunos de sus
guerreros vio a un joven, con rasgos parecidos a Elthyn, por lo que espoleó su
caballo y se aproximó a él. A la vez, vio a un capitán de la caballería
acercarse a la posición. Creía recordar su nombre.
-
¿Embhe, dónde está el senescal Mhista? -inquirió Ofthar, que al
ver como se hinchaba el pecho supuso que había dado con el nombre.
-
Ha tomado la mitad de los hombres y se ha dirigido a tomar el
castillo de la ciudad, aprovechando el caos y la sorpresa -informó Embhe.
-
Bien, Embhe, asume el mando del resto de la caballería. Que monten
y sácalos de la ciudad. Patrulla la muralla, podrían intentar huir enemigos por
alguna puerta -indicó Ofthar, que dejó de mirar a Embhe cuando este se marchó a
la carrera y posó sus ojos en el joven-. ¿Eres tú a quien tengo que agradecer que
la guarnición enemiga esté sumida en el caos?
-
Me llamo Elther, hijo de Eltheen, mi señor -se presentó el joven.
-
Eso no responde a mi pregunta -se quejó Ofthar. Levantó la mano
antes de que Elther fuera a protestar-. Entiendo que eres sobrino del tharn Elthero
y primo del tharn Elthyn. Por tanto aliado nuestro.
-
Sí lo soy, mi señor -asintió Elther, que añadió con cara seria-.
Parece que el tío Elthsin ha fallecido. ¡Qué Ordhin lo cuide en su reino!
Cuando se ha dado aviso de que llegaba vuestro ejército y os dividíais para
sitiar la ciudad, nos hemos puesto en marcha. Habíamos preparado tres zonas,
edificios abandonados, pequeñas manzanas. Sus dueños o están muertos o lo
estarán pronto. Los hemos incendiado. Cuando la guarnición enemiga se ha
dividido para apagarlos, hemos atacado a los que quedaban en las puertas y las
hemos abierto. Gracias a vuestra rápida reacción, dudo que el enemigo se haya
percatado de que vuestro ejército ha entrado en Isma.
-
¿Dónde está Whaon? -preguntó Ofthar.
-
En el castillo -respondió Elther.
- ¡A mí!
¡A mí! ¡Al castillo! -gritó Ofthar, espoleando su caballo.
Rhennast y la guardia salieron detrás de Ofthar,
seguidos por un nutrido de guerreros a pie. Elther estaba cansado, pero siguió
a los hombres de Ofthar, junto con un buen número de sus adeptos. Era hora de
enfrentarse a aquel que le había sido tan nefasto para su familia. La venganza
era un impulsor para el guerrero y este joven quería la revancha.
Rhime se quedó mirando como el grupo se marchaba. Le
hubiera gustado ir con ellos, combatir mano a mano con Ofthar, como en los
viejos tiempos, pero ahora su misión era introducir al máximo número de
guerreros en la ciudad, antes de que el enemigo se diera cuenta de lo que
pasaba y se revolviera. Ellos creían que su enemigo era poco numeroso, pero se
podían equivocar.
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