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domingo, 10 de mayo de 2020

Ascenso (26)

Ofthar permanecía sentado en una silla que habían colocado junto al antiguo trono del señor de los Prados. Podría haberse sentado en el trono, pero no quería adelantar las cosas. Los tharn del señorío debían elegirlo como su señor. Lo mejor era que saliera de ellos. Los clanes Bhalonov y los Isnark eran dos de los que ya le apoyaban sin fisuras y ellos eran los más poderosos del señorío. Las otras casas se plegarían a lo que los otros dos decidieran. Pero en ese momento había otras cosas que dilucidar y la principal es que había pasado con el señor Whaon. Nadie había dado con él, parecía que se había esfumado.

-       ¿Cómo se ha escapado? -preguntó Ofthar hacia los allí congregados-. Las puertas estaban en nuestro poder. No puede haber pasado por ellas. Elthero, ¿en esta ciudad hay algún pasadizo secreto o algo parecido?
-       No, mi señor -negó cariacontecido Elthero, pues él también estaba deseoso de atrapar a Whaon-. He mandado a hombres a rebuscar en todas las casas y graneros de la ciudad. Daremos con él. Si está en la ciudad, pronto caerá en nuestras manos.
-       ¿Y si no está en la ciudad? -inquirió Ofthar, esperando que no fuese así, pero alguien tenía que preguntarlo. Ninguno de los presentes parecía querer responder-. Está bien, que se envíen patrullas de caballería. No deben alejarse más de una jornada de la ciudad. Rhime, encárgate de que los jinetes se pongan en marcha.
-       Sí, mi señor -asintió Rhime, dejando su posición, para transmitir las órdenes, él personalmente.
-       ¿Cómo están las cosas en la ciudad?
-       Aún se combate en algunas zonas, sobre todo mercenarios que se niegan a rendirse -comentó Elthero, como enlace del señorío de los Prados, nombrado así por Elthyn-. Se han hecho prisioneros, un centenar de guerreros de los Pantanos, que han tirado sus armas al verse superados. Su líder, un tal tharn Jernnal quiere hablar contigo, mi señor. A su vez hay casi trescientos siervos de su thyr que se han rendido. Les tenemos a buen recaudo, con tropas del señorío. Los incendios han sido controlados. Nuestros heridos y los suyos ya están siendo tratados, pero de los nuestros hay pocos y de los suyos menos. Nuestros hombres no tenían ganas de herir, sino matar, señor. La población está bien y se ha volcado en ayudar a nuestros hombres, señor.
-       ¿Dónde se encuentra el tharn Elthyn?
-       Está luchando a los mercenarios de Whaon, con su primo, mi señor -informó Elthero, visiblemente nervioso.
-       Elthero, gracias por la información, puedes retirarte para ayudar a tus sobrinos -agradeció Ofthar, que sabía que no sabrían lo que había pasado con Whaon hasta que el último mercenario se hubiera rendido-. Cuando salgas informa a Rhime de lo del tharn de los Pantanos. Por ahora no quiero hablar con él. 
-    Sí, señor.

Elthero se marchó tras hacer una reverencia a Ofthar, que le devolvió el gesto. Varios guerreros se marcharon tras Elthero, dejando en el salón de audiencias y ceremonias a Ofthar, Rhennast y la guardia. Estaban todos los amigos de Ofthar, a excepción de Rhime, Orot y Mhista. Del primero sabía dónde estaba, pero de los otros ni idea y eso le preocupaba, tanto o más que la desaparición de Whaon.

Solo habían pasado un par de horas desde que había mandado a Mhista y Orot con la caballería. Tras que él entrara en la ciudad se había dirigido al castillo. Lo de castillo era una exageración muy ostentosa. El castillo era la empalizada de la loma, en la que se encontraban el templo, las casuchas de los druidas, el edificio con el gran salón en el que se encontraban, otra edificación circular que era la residencia del señor de los Prados, una torre de piedra que servía de atalaya, cuartel y tenía una forja en el bajo, un establo y varios almacenes de alimentos. Cuando él y sus hombres alcanzaron el castillo, solo encontraron hombres muertos, la mayoría de los Pantanos, gran parte de la guardia de Whaon, había jinetes de su ejército heridos y otros manteniendo a algunos prisioneros. Pero no dio ni con Mhista, ni con Orot.

Rhennast se había encargado de poner guerreros manteniendo protegido a su señor, por todo el castillo, mientras que en el gran salón estaba distribuida la guardia personal de Ofthar. Ahora el gran salón actuaba de puesto de mando, como lo hubiera hecho cuando vivía el señor de los Prados. Los enlaces llevan y se marchaban trayendo información que recogía Rhime. Este se la comunicaba a Ofthar si necesitaba de su decisión, sino, el buen Rhime asumía su cargo de canciller. Al fin y al cabo, estaba tan angustiado como Ofthar por la desaparición de sus amigos y camaradas.

De repente un murmullo en la entrada al gran salón, llamó la atención de Ofthar. Por un momento pensó que eran más siervos que traían más cerveza y viandas. Ofthar había bebido un poco, pero tenía el estómago cerrado y no le entraba nada. 

-       ¿Rhennast, qué coño pasa ahora? -espetó Ofthar enfadado, porque nadie le informaba y no conseguía ver lo que pasaba bajo el arco de entrada al gran salón.
-       Es Orot, mi señor. 
-    ¡Orot! ¡Por Ordhin, hazle pasar inmediatamente! -ordenó a gritos Ofthar, visiblemente animado.

El gigantesco y bastante feo, pero leal amigo se acercó. Cojeaba ligeramente y se podía ver un corte en su pierna derecha. Estaba toda la armadura cubierta de sangre y mierda por igual, lanzando un tufo horroroso. Orot miraba a Ofthar, con una mezcla de dolor y animosidad. Ofthar le miraba y no sabía qué decir.
 

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