Rhennast había permanecido impasible cuando los dos
guerreros habían informado a Ofthar que no sabían nada de Mhista, aunque sí que
habían conocido una joven sierva en uno de los dormitorios del edificio que les
había indicado que era propiedad de Mhista. Los guerreros le habían dado las
indicaciones para llegar a ese dormitorio en cuestión, después de que Ofthar
impidiera que los dos guerreros guiaran a su señor y al jefe de su guardia
hasta la estancia del primer piso. Ofthar señaló que prefería que se quedasen
en su puesto, impidiendo que nadie entrase allí sin su permiso directo.
Los dos hombres subieron por las escaleras silencioso,
incluso, Ofthar se movía con cuidado, como si quisiese pillar a algún ladrón.
Llegaron al cuarto que tenía la puerta cerrada. Ofthar le hizo un gesto para
que no hiciera Rhennast sonido alguno. Puso su mano en el pomo de la puerta y
lo giró con mucho cuidado. Apenas se escuchó el sonido de la cerradura
abriéndose. La puerta se abatió hacia el interior, que estaba ligeramente iluminado
por una serie de velas. Ofthar entró primero, seguido por Rhennast.
Ofthar se detuvo en silencio a mitad de la habitación
y se giró hacia la derecha. Rhennast hizo lo mismo. Frente a ellos había una
cama, de sábanas blanquecinas, sobre la cual una pareja mantenía relaciones
íntimas. Para Ofthar no había dudas de quienes eran. Rhennast pudo distinguir
el torso de Mhista, situado sobre la mujer. Su parte inferior se levantaba y se
dejaba caer sobre el cuerpo de la mujer, que lanzaba un gemido alargado y
siseante. Mhista seguía una cadencia rítmica de movimientos de su cadera,
soltando unos ligeros resoplidos.
Rhennast puso más atención en lo que veía de la mujer.
Le sorprendió ver cicatrices más o menos recientes en sus brazos y el pelo era
inusualmente corto para una mujer, joven o no. Estaba entregada a los placeres
que le daba Mhista y a acariciar su espalda, que no parecía notar a los que
acababan de llegar. Por el suelo, alrededor de la cama estaban las prendas y la
armadura de Mhista, pero también las de otro guerrero. No pudo quedarse
sorprendido al ver una cota de malla que había visto llevar a un joven guerrero
enemigo hacía unas semanas cuando le escoltó fuera del campamento. Ahora
entendía porque solo podía venir él con Ofthar.
-
¡Te vas a follar con el enemigo en plena batalla! -rompió el
silencio Ofthar-. ¿Te parece lugar y sitio para ello, maldito bastardo?
La pareja se detuvo y Mhista se giró, para ver los
ojos llenos de ira de su amigo y los sorprendidos de Rhennast. La mujer se
ocultó tras el cuerpo de Mhista, mientras sus ojos pasaban del rostro de Ofthar
a buscar su arma. Rhennast vio el rostro de la mujer, lleno de cicatrices, los
pechos casi inexistentes y las marcas de su espalda. Ya no sabía qué pensar de
todo esto, pero sin duda su señor se lo explicaría en algún momento.
-
Te he preguntado algo y espero que me respondas, maldito imbécil
-espetó Ofthar, al ver que Mhista le mantenía la mirada, pero parecía la de un
niño-. no podías esperar a que la ciudad y Whaon estuviera apresado para meter
su miembro en el coño de una mujer. Y no hay siervas o mujeres jóvenes para
elegir, ¿verdad? No, tú tienes que elegir a está en cuestión. Maldita sea.
-
Me he enamorado -murmuró lo suficientemente alto Mhista.
-
¡¿Qué te has enamorado?! -bramó Ofthar, sin creérselo-. ¡No puedes
haberte enamorado, por el gran Ordhin! No sabes lo que es eso, ¡Mierda! Solo
querías joder con ella, vale, eso lo puedo comprender. Quédatela si eso es tu
parecer. Pero no podías esperar, no hasta que me hubieras informado. Yo pensando,
¿dónde está mi senescal? Nadie parecía saberlo. ¿Y dónde está? ¿Dónde me lo
encuentro? ¡Retozando como un animal en celo!
-
Yo…, yo… -intentó decir Mhista.
-
Tú, tú, y siempre tú -prosiguió Ofthar-. Vamos a ver lo que sabes.
¿Hemos tomado Isma? ¿Hemos acabado con nuestro enemigo? ¿Hemos matado a Whaon?
-al nombrar al señor de los pantanos, Maynn dio un respingo-. Sí, la ciudad es
nuestra y Whaon no tiene ejército, pero a él no lo encontramos. Se ha escondido
en algún lugar y no damos con él. Pero eso tú lo sabías, ¿no?
- No
está en Isma -intervino Maynn, con una voz más clara que Mhista.
Rhennast y Ofthar miraron a la mujer. Mhista se volvió
sorprendido también.
-
Cuando atacasteis el castillo, uno de los vuestros se acercó a
Whaon tras matar a los que llegaron con él -informó Maynn-. Le preguntó que le
daría Whaon si le sacaba vivo de Isma. Whaon dijo que le haría tharn y este
aceptó. En ese momento, Mhista y sus hombres llegaron, comenzando la batalla.
Yo me iba a ir con mi señor, pero el combate me separó de él. Luego le perdí de
vista.
-
¿Uno de los nuestros? -repitió Ofthar, interesado por esa
información-. ¿Sabrías describirlo?
-
No hace falta, dirigía el ataque del puente del amanecer -indicó
Maynn.
-
¡Velery! -gritó Ofthar-. ¡Maldito hijo de Bheler! Cuando pille a
ese maldito miserable -pero en es momento reparó en Mhista y Maynn, suspirando
añadió-. Mhista estas libre de obligaciones por esta noche. Yace con ella todo
lo que quieras. Pero mañana quiero que aparezcas por el salón del trono, con él
encadenado. ¿Lo has entendido, Mhista? Si desaparece, no tendré más remedio que
castigarte con severidad y si ella vuelve a caer en mis manos, la entregaré a
los druidas para que se encarguen de ella.
-
Mañana estaré encadenado ante ti, señor de los Prados -fue Maynn la
que habló pues Mhista parecía no querer responder.
- Que
así sea, Maynn, Mhista -se despidió Ofthar-. Vámonos Rhennast.
Rhennast salió por delante de su señor y cerró la
puerta de la habitación. Por el rabillo del ojo vio las lágrimas en los ojos de
Mhista y Maynn que lo besaba para aliviar la carga. Por un momento pensó que
esa mujer podría ser mejor que cualquier hombre, pero eso era una herejía y la
deshecho de su mente.
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