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domingo, 3 de mayo de 2020

El conde de Lhimoner (48)

Solo cuando los primeros invitados empezaron a marcharse, Beldek se dio cuenta que Yhurino tardaba demasiado en volver de resolver un problema en las cocinas. Llamó a un sirviente y le preguntó por el conde. Este le indicó que había tenido que recibir a un visitante especial y que estaba con él en su despacho. Beldek se enfureció por dentro y obligó al criado a hacer llamar a su señor, pues la milicia quería hablar con él. El criado se marchó y regresó un rato más tarde, indicando que su señor seguía en su despacho y no se le debía importunar.

Beldek lo dejo estar hasta que el último invitado se marchó y el chambelán vino a invitarles a irse, debido a que la fiesta se había terminado.

-       Les anuncio señores que el ágape se ha terminado ya, les acompañaré a la puerta donde les esperará su carruaje -dijo el siervo.
-       Tu señor nos espera para hablar, llévanos con él -ordenó sin contemplaciones Beldek.
-       Pero, pero, ya es muy tarde, mi señor se habrá retirado ya a sus habitaciones privadas y… -respondió el siervo.
-       Sabes perfectamente quien soy, amigo -le cortó Beldek-. Y mi compañero es de la guardia del emperador. Llévanos ante el conde o nos abriremos paso nosotros mismos -para dar más fuerza a su amenaza, puso su mano en el pomo de su sable. Beldek pudo ver la cara de terror del chambelán, aunque dudaba si era por él o por el castigo que recibiría por parte de Yhurino por permitir que le molestasen. 
-    Está bien, síganme -claudicó el siervo.

El chambelán les llevó por la misma puerta por la que se había marchado Yhurino tiempo antes. Les guió por varios pasillos, cruzándose con otros siervos que les miraban con sorpresa. De vez en cuando el chambelán paraba a un compañero y le preguntaba por la localización del conde y la mayoría indicaban que estaba reunido en su despacho. Su guía en cambio parecía cada vez más alarmado. Por lo que Beldek decidió intervenir.

-       ¿Qué es lo que pasa, amigo? ¿Dónde está el conde Yhurino?
-       En su despacho, pero no puede seguir reunido, pues la persona que ha venido a visitarle se ha marchado hace una hora -respondió alarmado el siervo, que apretó el paso-. Yo mismo le he acompañado a la calle.
-       ¿Quién es esa persona? 
-    Creo que alguien con el que mi señor hace negocios o tal vez un informante -dijo de manera esquiva el siervo, por lo que Beldek prefirió dejar ahí. Además llegaron ante la puerta del despacho.

El siervo golpeó la puerta y llamó al conde por su nombre, cada vez con tono más alto. Pero no hubo respuesta alguna del interior. El siervo iba a abrirla, pero Beldek se lo impidió.

-       Déjame a mí, amigo -indicó Beldek, al tiempo que le hacía un gesto a Ahlssei, para que procediera. 
-    No sé si mi señor este a favor de esto -se quejó el siervo, pero Ahlssei ya estaba abriendo la puerta.

Ahlssei fue el primero en entrar, seguido por Beldek y un temeroso siervo. Tras la puerta, había luz, de unas cuantas velas. En las paredes había estanterías llenas de libros y códices. En el centro había una gran mesa, llena de papeles y bolsas de cuero. Pudieron ver al conde sentado en el sillón tras la mesa. No se movía y al acercarse, pudieron ver que tenía la cara llena de sangre. El siervo lanzó un grito de horror al ver la sangre. Ahlssei se acercó al cuerpo y levantó la cabeza agarrándola del pelo. Pudieron comprobar que le habían arrancado los ojos, tenía múltiples cortes por toda la cara y parecía que le habían hecho algo en la boca, pues salía sangre de su interior. El siervo se había caído al suelo al ver el rostro destrozado de su señor.

-       Baja a las caballerizas y haz venir a mis hombres, estarán junto a mi carro -le indicó al siervo, levantándole del suelo-. Busca al sargento Shiahl.
-       ¿Sargento Shiahl? -consiguió articular el siervo. 
-    Eso es, vete -ordenó Beldek.

El siervo echó la última mirada al conde y se marchó de allí. Era mejor así, pues el hombre se hubiera puesto a llorar allí mismo. Si dejaba de ver el rostro de su antiguo señor, podría sentirse mejor y era su principal testigo, pues había visto a la persona que había recibido el conde antes de morir. Estaba casi seguro que la persona que había matado a Yhurino era la misma que estaba matando por su ciudad y que ahora solucionaba los cabos sueltos que le estaban quedando. Aunque también pensaba que esa persona era quien quería destituir al sumo sacerdote y Beldek desconocía porqué. 

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