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domingo, 24 de mayo de 2020

El conde de Lhimoner (51)

Beldek se acercó al cuerpo de Yhurino y levantó la sábana. Durante unos segundos estuvo observando el cadáver. Al final dejó caer la sábana. Después comenzó a revisar los documentos y los libros que tenía por encima de la mesa de su despacho. La mayoría de ellos eran libros de contabilidad, alguno con historias novelescas. También se podía leer todo lo referente a las finanzas del conde y los gastos para cada una de sus fiestas. Los estipendios eran considerables, lo que hizo pensar a Beldek que el conde estaba prácticamente arruinado, hasta que halló el libro de ingresos. El conde tenía participaciones en minas y en muchos negocios, aparte de tierras propias en el sur. Sus parientes del sur se iban a enriquecer y mucho, sobre todo si no gastaban como Yhurino.
 
Cuando no le quedó nada por encima de la mesa por revisar, comenzó a investigar el propio mueble. Tardó un poco, pero al final dio con un botón oculto, que abrió un compartimento secreto. Dentro había un par de bolsas de cuero negro y un libro. Beldek le hizo una seña a Ahlssei, que se aproximó a la mesa. Beldek sacó las bolsas, las abrió y escrutaron su interior. En una de ellas había piedras preciosas que sin duda tendrían gran valor. Ahlssei lanzó un silbido al ver las piedras. En la segunda, su único contenido era un colgante con el símbolo de Rhetahl. La cadena era de plata, al igual que el colgante. Parecía viejo, con ronchones de podredumbre por su falta de limpieza. Beldek intentó abrir el libro, pero era uno de esos que tenía un pequeño cerrojo. Necesitaría la llave para abrirlo. Revisó el compartimento y ahí no estaba. Tampoco la había visto al investigar la mesa del despacho.
 
-       Shiahl, puedes registrar el cuerpo o el sillón -pidió Beldek al sargento-. Busco una llave de pequeñas dimensiones.
-       Sí, señor.
-       Este símbolo es el que dijo el padre Ghahl que es casi herético y raro de encontrar, ¿no? -inquirió Ahlssei.
-       Eso me temo -asintió Beldek.
-       ¿No es raro que lo tuviera el conde? -preguntó Ahlssei-. Y encima lo tenía guardado con objetos de gran valor. ¿No entiendo por qué?
-       Mucho me temo que el conde sabía más de lo que el chambelán ha llegado a suponer -indicó Beldek-. El amuleto tiene pinta de antiguo. Tal vez perteneció a un familiar del conde o alguien parecido. Como ya ha comentado el chambelán, el conde tiene parientes. No son directos, ya que él y su esposa no tuvieron hijos, que yo sepa. O tal vez sí, y ya han muerto. El general tal vez lo sepa. De todas formas, estos parientes moran en los territorios rurales del sur. El padre o el abuelo de Yhukino vinieron de allí, creo recordar. Según lo que nos dijo el padre Ghahl, en las zonas rurales aún puede ser que viviesen antiguos sacerdotes que sigan las ideas del sumo sacerdote Jhiven de Orthak. La familia del conde era de zonas rurales y por lo que tengo entendido su esposa era hija de un noble rural. Podría ser que uno de los dos fuera creyente en las ideas del sumo sacerdote caído en desgracia -Beldek miró como el sargento Shiahl se esmeraba en registrar al muerto-. Pero aún es pronto para conjeturar nada, capitán.
-       Sí, sí, claro, coronel -asintió Ahlssei, pensativo. Beldek se sonrió al ver que el capitán estaba muy metido en el caso, elucubrando las posibles hipótesis-. Podría ser que nuestro asesino conociera algo del pasado del conde o su familia. De esa forma pudo acercarse a él. Y conseguir su ayuda.
-       Es una teoría muy interesante -afirmó Beldek, complacido por como Ahlssei estaba actuando. Tal vez en el futuro podría sugerirle para que cambiase de cuerpo. Aunque suponía que ocurriría.
-       Coronel, coronel -llamó Shiahl señalando algo en el cuello del muerto. Beldek y Ahlssei se acercaron-. Parece que tiene una cadena al cuello, con una pequeña llave, señor. También tiene en la parte posterior del cuello una marca como la que tenía el maestro Farhyen. 
-    Voy a coger la cadena .anunció Beldek-. Sois testigos que solo he cambiado eso de la escena.
 
Shiahl y Ahlssei asintieron con la cabeza, mientras Beldek se puso manos a la obra, para quitarle la cadena al muerto. Tuvo que ingeniárselas para hacerlo con el sumo cuidado que requeria manipular el cadáver. Beldek era muy riguroso con sus estudiosos, por lo que él debía predicar con el ejemplo. Pero tras un rato de manipular la cadena, formada por minúsculos eslabones de plata, pudo abrir el enganche y retirar la pieza del cuello. Deslizó la cadena para liberar la llave. La cadena la guardó en una bolsa que le tendió Shiahl, mientras que con la llave abrió el cerrojo protector del libro.
 

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