Cuando terminó de soldar, un sudoroso Jörhk descendió
por la escala, con cara de satisfacción. Se secó las gotas que tenía por la
cara y se acercó a una de las consolas con luces parpadeantes con el aparatito
que había usado en las consolas cerradas. Estuvo un buen rato manipulando ambos
dispositivos, hasta que una sonrisa invadió todo su rostro.
-
Esta red de túneles nos llevará hasta debajo del edificio donde
nos encontramos -anunció Jörhk-. Una vez allí salir del barrio será coser y
cantar.
-
¿Si nos encontramos con alguien? -quiso saber Diane, preocupada
por la sencillez que argumentaba el hombre con su rostro contento.
-
No te preocupes, con el lío que hay arriba no creo que las
empresas de mantenimiento estén enviando a nadie estos días -sentenció Jörhk,
ufano.
-
¿Y los hombres del club? -inquirió Diane, señalando hacia arriba.
- Tanto
estos, como los que puedan entrar por su otra base, tendrían que seguirnos por
la red laberíntica de túneles de servicio que hay aquí abajo -contestó Jörhk-.
Dudo mucho que tengan un plano de estos túneles. Pero aunque lo tengan, deberán
dilucidar por dónde nos estamos moviendo. No. Cuando les avisen los de arriba
que nos hemos metido aquí abajo, ellos, solamente se quedarán esperando por si
nos acercamos al punto donde están. Pero no se van a arriesgar a perder aquí
abajo. Prefieren que nos muramos nosotros que ellos. Ale, en marcha.
Diane estuvo a punto de preguntar algo más, pero ante
la seguridad de Jörhk decidió dejarlo por ahora. Si él tenía un mapa detallado,
mejor les vendría y ahí abajo no tenían que esquivar patrullas del LSH. Jörhk
se puso el primero, abriendo la marcha. Empezaron a recorrer un túnel tras
otro, girando allí donde lo decidía el aparato que tenía Jörhk en su mano
izquierda. En la otra llevaba una pistola, que Diane no sabía porque había
desenfundado. Ella llevaba las dos pistolas colgando de los arneses que le
había pasado el hombre.
Como todos los túneles eran iguales, Diane pronto
empezó a sentirse perdida y con una total falta de la noción del tiempo. El
aburrimiento, la falta de charla y la caminata le estaban empezando a pasar
factura. Se sentía cada vez más abatida y miraba al suelo constantemente. Tanto
fue así que no se percató que el profesor Trebellor, que caminaba delante de
ella, se había detenido y chocó contra su espalda.
-
¿Qué pasa? ¿Nos hemos perdido? Lo sabía -espetó Diane, nerviosa.
-
No, ya hemos llegado a nuestro destino -negó Jörhk, señalando
hacia arriba, donde había una nueva compuerta y una escala-. Lo que yo pensaba,
nadie siguiéndonos y nadie esperándonos. Voy a comprobar que no hay nadie al
otro lado.
- Vaya…
-susurró Diane sorprendida por que todo había salido tan bien.
Jörhk guardó el aparato que había usado para llegar
hasta allí y sacó en su lugar otro cilindro, aunque no parecía el soplete de
antes. Subió por la escala y se quedó bajo la compuerta. Entonces encendió el
cilindro, colocándolo sobre la superficie interior de la compuerta. Se escuchó
un ligero chirrido y cuando quitó el cilindro, allí donde había estado apareció
un agujero. Metió un tubito por el agujero, una sonda que empezó a darle datos
de lo que había al otro lado.
Era una habitación con muy poca luz, solo las que se
encendían y apagaban en las consolas y paneles que cubrían la totalidad de las
paredes. También había estanterías con material de mantenimiento y limpieza.
Sin duda era el cuarto de mantenimiento o de los técnicos del edificio. Pero en
ese momento no había nadie dentro. Así que retiró la sonda y buscó por las
paredes del pasadizo el botón interior de apertura de la compuerta. Cuando lo
encontró, la sala se iluminó con la luz que provenía de los iluminados túneles.
Jörhk les indicó que empezasen a subir y sus piernas
desaparecieron cuando trepó por la escala hasta la habitación. No le costó
mucho dar con la consola que encendían las luces. Diane, Trebellor y la shirat
llegaron a otra habitación bien iluminada. Cuando todos estuvieron arriba, Jörhk
cerró la compuerta con la consola que había junto a él.
-
Tal vez deberías sellar también esta compuerta, podrían saber que
estamos aquí y… -empezó a decir Diane, mirando como la compuerta se cerraba
simulando ser una loseta más del suelo.
-
No, si la soldamos sin duda que sabrán que nos hemos escabullido
por ella -negó Jörhk-. Estas compuertas deben estar abiertas para que cualquier
técnico pueda usarlas. Soldar una sería sospechoso. Lo mejor que podemos hacer
es dejarla como esta. Ahora debemos encontrar la forma de llegar a la azotea y…
-
Antes hay que recoger a su hermana -señaló Diane a la shirat-. Son
las dos personas que me has prometido llevar contigo…
-
Otra shirat, mierda -le cortó Jörhk, molesto por la nueva
noticia-. Tal vez deberías haberme comunicado esa información antes de regresar
aquí. No podemos volver por los túneles y la zona estará imposible. ¿Cómo
quieres que lleguemos hasta donde está su hermana?
-
Está en un apartamento de este edificio -contestó Diane, con miedo.
-
Bueno eso es otra cosa -aseguró Jörhk bajando el tono de su voz, calmándose-.
Solo tenemos que llegar hasta ella. Déjame investigar el edificio. ¿Cuál es su
apartamento?
- El 50F.
Jörhk empezó a pulsar en la consola, emitiendo
pequeños gruñidos cuando iba encontrando lo que quería o lo que no buscaba.
Diane le miraba con un una mezcla de asombro y temor.
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