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miércoles, 20 de mayo de 2020

El mercenario (26)

Cuando terminó de soldar, un sudoroso Jörhk descendió por la escala, con cara de satisfacción. Se secó las gotas que tenía por la cara y se acercó a una de las consolas con luces parpadeantes con el aparatito que había usado en las consolas cerradas. Estuvo un buen rato manipulando ambos dispositivos, hasta que una sonrisa invadió todo su rostro.

-       Esta red de túneles nos llevará hasta debajo del edificio donde nos encontramos -anunció Jörhk-. Una vez allí salir del barrio será coser y cantar.
-       ¿Si nos encontramos con alguien? -quiso saber Diane, preocupada por la sencillez que argumentaba el hombre con su rostro contento.
-       No te preocupes, con el lío que hay arriba no creo que las empresas de mantenimiento estén enviando a nadie estos días -sentenció Jörhk, ufano.
-       ¿Y los hombres del club? -inquirió Diane, señalando hacia arriba. 
-    Tanto estos, como los que puedan entrar por su otra base, tendrían que seguirnos por la red laberíntica de túneles de servicio que hay aquí abajo -contestó Jörhk-. Dudo mucho que tengan un plano de estos túneles. Pero aunque lo tengan, deberán dilucidar por dónde nos estamos moviendo. No. Cuando les avisen los de arriba que nos hemos metido aquí abajo, ellos, solamente se quedarán esperando por si nos acercamos al punto donde están. Pero no se van a arriesgar a perder aquí abajo. Prefieren que nos muramos nosotros que ellos. Ale, en marcha.

Diane estuvo a punto de preguntar algo más, pero ante la seguridad de Jörhk decidió dejarlo por ahora. Si él tenía un mapa detallado, mejor les vendría y ahí abajo no tenían que esquivar patrullas del LSH. Jörhk se puso el primero, abriendo la marcha. Empezaron a recorrer un túnel tras otro, girando allí donde lo decidía el aparato que tenía Jörhk en su mano izquierda. En la otra llevaba una pistola, que Diane no sabía porque había desenfundado. Ella llevaba las dos pistolas colgando de los arneses que le había pasado el hombre.

Como todos los túneles eran iguales, Diane pronto empezó a sentirse perdida y con una total falta de la noción del tiempo. El aburrimiento, la falta de charla y la caminata le estaban empezando a pasar factura. Se sentía cada vez más abatida y miraba al suelo constantemente. Tanto fue así que no se percató que el profesor Trebellor, que caminaba delante de ella, se había detenido y chocó contra su espalda.

-       ¿Qué pasa? ¿Nos hemos perdido? Lo sabía -espetó Diane, nerviosa.
-       No, ya hemos llegado a nuestro destino -negó Jörhk, señalando hacia arriba, donde había una nueva compuerta y una escala-. Lo que yo pensaba, nadie siguiéndonos y nadie esperándonos. Voy a comprobar que no hay nadie al otro lado. 
-    Vaya… -susurró Diane sorprendida por que todo había salido tan bien.

Jörhk guardó el aparato que había usado para llegar hasta allí y sacó en su lugar otro cilindro, aunque no parecía el soplete de antes. Subió por la escala y se quedó bajo la compuerta. Entonces encendió el cilindro, colocándolo sobre la superficie interior de la compuerta. Se escuchó un ligero chirrido y cuando quitó el cilindro, allí donde había estado apareció un agujero. Metió un tubito por el agujero, una sonda que empezó a darle datos de lo que había al otro lado.

Era una habitación con muy poca luz, solo las que se encendían y apagaban en las consolas y paneles que cubrían la totalidad de las paredes. También había estanterías con material de mantenimiento y limpieza. Sin duda era el cuarto de mantenimiento o de los técnicos del edificio. Pero en ese momento no había nadie dentro. Así que retiró la sonda y buscó por las paredes del pasadizo el botón interior de apertura de la compuerta. Cuando lo encontró, la sala se iluminó con la luz que provenía de los iluminados túneles.

Jörhk les indicó que empezasen a subir y sus piernas desaparecieron cuando trepó por la escala hasta la habitación. No le costó mucho dar con la consola que encendían las luces. Diane, Trebellor y la shirat llegaron a otra habitación bien iluminada. Cuando todos estuvieron arriba, Jörhk cerró la compuerta con la consola que había junto a él. 

-       Tal vez deberías sellar también esta compuerta, podrían saber que estamos aquí y… -empezó a decir Diane, mirando como la compuerta se cerraba simulando ser una loseta más del suelo.
-       No, si la soldamos sin duda que sabrán que nos hemos escabullido por ella -negó Jörhk-. Estas compuertas deben estar abiertas para que cualquier técnico pueda usarlas. Soldar una sería sospechoso. Lo mejor que podemos hacer es dejarla como esta. Ahora debemos encontrar la forma de llegar a la azotea y…
-       Antes hay que recoger a su hermana -señaló Diane a la shirat-. Son las dos personas que me has prometido llevar contigo…
-       Otra shirat, mierda -le cortó Jörhk, molesto por la nueva noticia-. Tal vez deberías haberme comunicado esa información antes de regresar aquí. No podemos volver por los túneles y la zona estará imposible. ¿Cómo quieres que lleguemos hasta donde está su hermana?
-       Está en un apartamento de este edificio -contestó Diane, con miedo.
-       Bueno eso es otra cosa -aseguró Jörhk bajando el tono de su voz, calmándose-. Solo tenemos que llegar hasta ella. Déjame investigar el edificio. ¿Cuál es su apartamento? 
-    El 50F.

Jörhk empezó a pulsar en la consola, emitiendo pequeños gruñidos cuando iba encontrando lo que quería o lo que no buscaba. Diane le miraba con un una mezcla de asombro y temor. 
 

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