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domingo, 30 de diciembre de 2018

El Conde de Lhimoner (23)


Ahlssei no habló nada con Beldek en su regreso por las calles de la ciudad hasta la ciudadela de Ahlmarion. En el patio de armas del cuartel del prefecto, Beldek ordenó que se presentase Ulbahl con su equipo y un caballo para él. Ahlssei no recordaba ese nombre, pero reconoció a la persona según llegó con un morral abultado colgado del hombro. Era el retratista del prefecto. No podía negar que su última contribución, el retrato de la primera víctima, había sido clave para identificarla. Pero ahora no estaba seguro para que lo necesitaba el prefecto en el gran templo.

Ulbahl se subió como un gamo en el caballo y se dispuso a seguir al prefecto. No preguntó nada ni parecía necesitar hacerlo. Ahlssei notó que era un hombre joven, tal vez veinte o veinticinco años, pero no más. Sin decir nada más, el prefecto se puso en marcha y los dos jóvenes le siguieron. Para no variar, el camino hacia el barrio alto siguió igual de silencioso. Ahlssei temió que el prefecto se hubiera enfadado con él. Supuso que al canciller no le iba gustar ese cambio en la relación entre ambos investigadores, así que pensó que debía arreglar el asunto lo antes posible. O por lo menos antes de que se enterara el canciller. Pero mientras pensaba en su plan de acción, los tres jinetes llegaron hasta la entrada del recinto del gran templo, para asombro de Ahlssei.

   -   Prefecto, creo que debería… -empezó a disculparse Ahlssei.
   -   No estoy molesto con usted, capitán -le cortó Beldek con una sonrisa-. Como ya se habrá dado cuenta soy un hombre muy reservado y no suelo trabajar con un compañero de igual nivel. Siento que no estoy tomándole muy en serio. Estoy seguro que el canciller nos ha asignado por varios motivos. Por un lado, al ser una petición de investigación al emperador, es necesario que haya un investigador de la guardia imperial. Pero creo que la principal de Thimort es que quiere que aprenda de mí, porque en el futuro quiere que dirija alguna sección especial en la corte.
   -   Ya me avisó que era un hombre muy listo -se limitó a decir Ahlssei.
   -   Con mi trabajo eso es esencial, capitán -añadió Beldek-. Pero volviendo a lo que investigamos, quiero que Ulbahl se encargue de retratar varias cosas, pero principalmente al sacerdote que sirve al sumo sacerdote. Ulbahl lo tendrá que hacer de tapadillo, pues si se entera el sumo sacerdote se puede montar una gorda. A él le diremos que quiero un dibujo del lugar del crimen.
   -   ¿El tal Bhilsso de Uahl? -dijo Ahlssei asombrado, pero recuperó la compostura rápidamente-. ¿Cómo sabe que aparecerá por allí?
   -   Parece que sigue mucho al sumo sacerdote, aunque no creo que sea el único secretario que tenga Oljhal -explicó Beldek, pero vio que eso no era suficiente para el capitán-. En nuestro trabajo, Ahlssei, lo más interesante son las corazonadas. Cuando nos marchamos ayer del gran templo, Bhilsso nos observaba con detenimiento. Había algo en su mirada que me dio repelús. No sé explicárselo bien, pero había algo que no estaba bien. Era como si no nos quisiera allí. Y me pregunté el porqué de ello. Después cuando en el burdel y en la biblioteca han hablado de un sacerdote o alguien que se le parecía he ido atando cabos.
   -   Pero hay cientos de sacerdotes en la ciudad e igual no es ni uno de ellos -indicó Ahlssei, un poco sorprendido por la forma de actuar del prefecto.
   -   En ese caso, le eliminaremos cuando la madame y Farhyen no le puedan reconocer, ¿no crees? -añadió Beldek.

Ahlssei se quedó pensativo y acabó por dar la razón al prefecto. Si no era culpable no lo podrían reconocer. Podía ser que a veces el trabajo del prefecto no fuera tan perfecto como se había esperado, pero el fin último era encontrar a criminales. Al fin y al cabo, ellos, los lobos no tenían tanta compasión cuando el emperador les daba una identidad y una orden de desaparición. Tal vez hasta la milicia debía actuar rozando la ilegalidad en ocasiones.

Cuando cruzaron los terrenos de jardines del recinto, y llegaron a la explanada donde estaba la entrada del templo, unos sirvientes se acercaron para hacerse con los caballos. Un guardia se había aproximado también y les miraba fijamente.

   -   Soy el capitán Ahlssei de la guardia imperial y el prefecto de la milicia el conde de Lhimoner -se presentó Ahlssei al guardia-. Hemos venido a realizar una nueva fase de la investigación del asesinato aquí producido. Vamos a realizar unas observaciones en el gran templo, en el altar mayor. También necesitamos preguntar algunas cosas al sumo sacerdote, si tiene a bien atendernos.

El guardia les miró por un momento y se marchó al momento. Prefería llevar el mensaje y que se encargará el sumo sacerdote de los oficiales, que tener que lidiar él con las consecuencias o la ira del capitán. Mejor era darse prisa.

Ahlssei le hizo un gesto al prefecto y los dos hombres, seguidos por el artista se encaminaron hacia el templo, sin esperar la contestación del sumo sacerdote. Mientras andaban, Beldek le iba dando instrucciones a Ulbahl de lo que quería y lo que tenía que hacer. Y en qué forma tenía que hacerlo. El estudioso asentía con la cabeza, pero no abría la boca, lo que empezó a poner nervioso a Ahlssei, llenando su cabeza de preguntas, que ya le haría al prefecto.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Lágrimas de hollín (46)


Los días siguientes se convirtieron en una noria para Fhin y los Carneros. Para la mayoría de los clanes, fue una verdadera conmoción la desaparición de dos clanes grandes, a manos de uno mucho más pequeño. Los líderes mandaron a sus espías a obtener información. No fue difícil detectarlo para Bheldur. Una vez reconocidos, se los conducía hasta lo que Fhin quería que supieran. La mayoría informó que había un nuevo jefe en esa zona del barrio, uno que había eliminado él mismo a Oltar y a Terbus. Los líderes cautos decidieron ponerse a la defensiva, buscando todo lo que pudieran del tal Jockhel. En cambio los más osados, empezaron a prepararse para la guerra. No hubo ninguna sorpresa sobre quiénes se pusieron en una táctica u otra.
Pero ninguno de los clanes vecinos intentó expandir sus fronteras. Phorto había tenido tiempo de consolidar su nuevo territorio y de ampliar sus filas. Los que habían muerto de los Nutrias y los Serpientes habían sido reemplazados y tenía suficientes soldados para garantizar sus propios límites.
Incluso los ciudadanos parecían contentos, ya que la escaramuza que había otorgado el liderazgo a Fhin se había llevado sin daños colaterales, algo muy habitual en el barrio. Nunca había ocurrido una matanza tal sin bajas entre los civiles.
La cosa empezó a cambiar tras la primera semana. Un enviado de uno de los clanes mayores, los Águilas, se presentó en el cuartel de los Carneros, con intención de conversar con Jockhel. Phorto le estuvo haciendo esperar, tal y como le había ordenado Fhin, hasta que tras varias horas de vigilia, sin recibir ni una sola copa de agua, fue llevado ante Fhin. El enviado no fue lo suficiente hábil para evitar que se notase su sorpresa al ver la juventud de Fhin, quien se limitó a sonreír con maleficencia.
-       ¡Saludos, oh gran líder de los Carneros! -empezó a hablar el enviado, haciendo una reverencia-. Mi gran líder, Inghalot te desea lo mejor y espera que goces de gran salud.
-       Es siempre un placer saber que se está en los pensamientos del gran Inghalot -dijo Fhin, agachando ligeramente la cabeza, pero sin levantarse del sillón en el que estaba sentado-. Cuando volváis con vuestro gran líder, deseadle lo mejor de mi parte.
-       Así lo haré, gran Jockhel -afirmó el enviado-. Mi señor me envía, aparte de haceros partícipe de sus buenas nuevas, para haceros una invitación. Los grandes clanes de los Águilas, los Cuervos, los Toros y los Lobos, y alguno de los menores, como los Comadrejas, los Mantis y los Lucios, han decidido realizar una reunión de jefes para dar la bienvenida a vos y estudiar la situación de los Carneros.
Fhin ya había previsto que ocurriese algo como esto. Los líderes cautos querían mantener la delicada paz entre los clanes. Todos sabían las consecuencias de una guerra entre ellos. Pero no había hablado de todos los clanes. Faltaban dos clanes mayores, los Leones y los Osos. Y varios pequeños, los Ciervos, los Caballos y los Gatos. Tendría que hacer una reunión con Phorto, Bheldur y Usbhalo, ya que los Osos era el clan más peligroso en ese momento. Pero no el más peligroso.
-       ¿Y cuando los grandes líderes han decidido está reunión? -inquirió Fhin, haciéndose el interesado.
-       Aún no se han puesto de acuerdo, pero sabiendo que vos quiere reunirse, será más fácil hacerlo -contestó el enviado-. Con vuestra respuesta positiva, se os enviará una invitación.
-       En ese caso y como soy yo quien ha provocado esta situación, quiero que le llevéis la siguiente propuesta a vuestro gran señor -indicó Fhin, ante la sorpresa del enviado-. Creo que el mejor lugar para reunirnos es un lugar neutral para todos los clanes. La plaza de la fuente de los peces es un gran lugar.
No solo el enviado se quedó con cara de sorpresa, sino que a Bheldur y a Phorto les pasó lo mismo.
-       Pero esa plaza queda dentro de vuestro territorio -musitó el enviado.
-       Qué mejor ejemplo de mi interés por la paz entre los clanes que permitir que otros líderes crucen mi territorio sin sufrir insulto o daño alguno.
-       ¡Eh, sí! -consiguió decir el enviado-. Le llevaré vuestro mensaje a mi señor. Pronto recibiréis noticias nuestras, gran señor.
-       ¡Phorto! Haz que una escolta armada le proteja hasta abandonar nuestro territorio -ordenó Fhin-. No queremos que nadie le tome por lo que no es y no se diga que los mensajeros de otros clanes no son respetados. Luego, Phorto ven a verme.
El enviado hizo una especie de reverencia, muy elaborado y a todas luces llena de falsedad. Phorto se marchó con él, como había ordenado Fhin.

Unión (52, final)


Arnayna acompañó a Usbhale hacia el jardín, donde el anciano guerrero detuvo su andar. Un siervo llegó con un par de sillas. Ambos se sentaron.

   -   ¿Por qué mi padre quiere hablar con Ofthar en privado, tío? -preguntó Arnayna, una vez que el siervo se hubo esfumado.
   -   Por lo visto el señor Nardiok le ha escrito una carta a tu padre -explicó Usbhale-. En ella Nardiok hace una presentación del joven Ofthar, pero por lo que me ha podido hablar, es más que eso, Nardiok le habla de algo que pasará en el futuro, algo que según el pensamiento de Nardiok, le incumbe a tu padre.
   -   ¿Y por eso no puede hablar conmigo delante? -inquirió Arnayna.
   -   Mi querida sobrina, hay cosas que solo las pueden hablar los señores y no pueden oírlas los súbditos -indicó Usbhale, con un carácter paternal.
   -   Pero yo seré la futura señora de las llanuras -se quejó Arnayna.
   -   ¿Sabes quién es Ofthar en realidad, mi querida Arnayna?
   -   El hijo de un clan poderoso, porque su padre es el canciller -respondió Arnayna, muy segura-. Pero cuando elijan a otro, ya no será nadie.
   -   Cuando elijan a otro canciller, lo más seguro es que sea Ofthar u otro Bhalonov -dijo Usbhale-. A día de hoy el clan Bhalonov es el más poderoso del señorío de los ríos y tiene peso en el de los prados y en el nuestro. Es una familia inteligente. Hace casamientos con otros clanes poderosos, intentando mantener una diplomacia entre los señoríos. Actualmente, las fronteras de los ríos está casi pacificada gracias a los Bhalonov. Hace tiempo hable con tu padre y estudiamos el futuro de los Bhalonov. Pronto tendrán el suficiente poder para sustituir a los Irinat al mando del señorío. Y según un rumor, Ofhar mezcló la sangre de los Bhalonov con la de tu abuelo. Ofthar es biznieto de Naradhar III, por parte de madre. Es medio Irnt. Claramente esto es un rumor, ya que aparte de ser un posible señor de las cascadas es el heredero legítimo del señorío de los pantanos. De hacerlo público, llevaría a ambos señoríos a la guerra, pero no parece que ninguno esté muy dispuesto a ello.
   -   Los rumores solo son rumores, mi querido tío -recordó Arnayna, que no quería pensar en las consecuencias de lo conllevaba ser heredero del gran rey-. Pero si el futuro de Ofthar es tan poderoso, porque ha accedido a ser un simple embajador en nuestra corte.
   -   Eso es lo que más me tiene preocupado, pues no sé lo que ha escrito tu primo Nardiok y sin ello, no puedo aventurar nada -admitió Usbhale, aunque la verdad es que sí que tenía algo en mente, pero prefería que fuera Naynho el que se lo propusiera a su hija. Él no iba a hablar de matrimonios con ella-. ¿Qué menú le gustaría a tu padre?

Arnayna sonrió y se olvidó de lo que habían hablado, pues su cabeza empezó a elaborar una lista de platos que le deleitaban a su padre. Mientras la muchacha iba nombrando uno a uno las delicias que podían preparar y que necesitarían, la mente de Usbhale iba por otros derroteros. Había visto una salida a los problemas de los dos señoríos, tanto el de los ríos como el de las llanuras. Por un lado, Ofthar debería casarse con Arnayna, con ello, el señorío de las llanuras afianzaría su poder al unirse con el gran clan. Nadie en las llanuras se opondría a que Ofthar fuera su señor o que se subordinaran a los ríos. A su vez, sus hijos llevarían la sangre de Naradhar a la siguiente generación, entregada por ambos progenitores. Pero su teoría tenía un supuesto más. Nardiok no era tonto y se rumoreaba que podría ser que muriera sin descendencia propia. Solo había una cosa que mantendría el orden, una forma para que el señorío no cayese en el caos de la guerra civil, nombrar a un Bhalonov heredero de Nardiok. Y qué mejor que el único Bhalonov que aportaba un territorio fértil y rico. No solo no habría guerra civil, sino que el señorío se volvería más fuerte. Pero claro, todo eso eran las teorías de un anciano que había visto demasiado. Lo desechó todo de su mente y volvió a la conversación que tenía con su sobrina, pues había un festejo que preparar.