Seguidores

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Unión (50)


Los insultos se sucedían y a cada paso, los dos muros se acercaban. Solo de vez en cuando se escuchaba el alarido de alguien al ser alcanzado por una flecha. A Oloplha esas flechas eran lo que más le irritaban, pues no podía evitarlas y estaban provocando un goteo de heridos y muertos entre sus filas. Sus hombres no habían podido alcanzar a los de los parapetos laterales, aunque él había ordenado acallarlos. Las defensas habían repelido a los hombres que había enviado. Para colmo, se encontraban los arqueros situados frente a él, que eran más numerosos y tan letales. Pero ya no podía hacer nada por ello, excepto rezar por que su labor no provocara demasiadas pérdidas.

Ninguno de los dos muros era consciente de la situación del exterior de la rampa, de donde llegaba el sonido de los cuernos y el clamor de los defensores que se habían percatado de la llegada de refuerzos en gran número. Ofthar y Oloplha sólo tenían ojos el uno para el otro.

Los muros estaban a punto de chocar, cuando una flecha certera alcanzó al guerrero que avanzaba codo con codo con Oloplha. El guerrero cayó hacia delante, dejando un hueco, por donde entraron nuevas flechas, y tras de ellas la figura de un guerrero muy grande. Orot, que había sido informado durante la noche anterior de lo que Ofthar esperaba de él, actuó de ariete. Según se colocó en el hueco, le metió un codazo a Oloplha, que pillado por sorpresa se trastabilló hacia su derecha, chocando con su compañero. A la vez que hacia eso, Orot alzó su pesada hacha, que había ido al ras del suelo. El acero desgarró todo lo que encontró a su paso, la pierna de guerrero de la primera fila y el costado de otro de la segunda fila. Y cuando alcanzó su máxima altura, cayó con gran fuerza sobre el guerrero de la segunda fila que iba tras Oloplha. El casco se abrió, junto con el cráneo del guerrero. Entonces dio una patada para soltar su hacha y lanzar el cuerpo contra los soldados de la tercera fila. Los guerreros se abrieron de forma involuntaria, con la vista fija en Orot.

Mhista y el resto se aprovecharon de los huecos abiertos por los guerreros enemigos, para entrar con sus armas. Daban tajos a diestra y siniestra. Las dos primeras filas del muro rival se deshicieron a causa de la fiereza de los hombres de Ofthar que reconstruyeron su muro antes de que los esclavos se recuperaran de la sorpresa. Esta vez Ofthar no se unió a ellos, pues se había quedado frente a Oloplha, el cual se había quedado tras el nuevo muro que Mhista dirigía, rodeado de los cuerpos de sus hombres.

   -   Ya me tienes frente a frente Oloplha hijo de Olphato, señor de las brumas negras -le dijo Ofthar, con respeto, algo que chocó con las formas de las veces anteriores.
   -   Voy a arrancarte esa sonrisa ladina de tu rostro, guerrero sin nombre -espetó Oloplha, algo confundido.
   -   Me llamo Ofthar, hijo de Ofhar, del señorío de los ríos -se presentó Ofthar-. Mereces saber quién te enviará al infierno, seguidor de Bheler.

Por un momento Oloplha observó al joven pero lanzó un gritó y atacó. Su arma describió un arco por encima de su cabeza y chocó contra el escudo de Ofthar. Era un golpe con fuerza, pero carente de ningún tipo de modo de combate. Ofthar le permitió que atacase varias veces, mientras él se limitaba a defenderse. De esa forma estudiaba a su oponente. Sería problemático si uno de esos ataques le daba de lleno, pero creía ser capaz de esquivarle. También de esa forma, hacía creer que él era peor en el combate que su oponente. Pero pronto las cosas cambiarían, pues veía que la respiración de Oloplha se volvía más lenta. Cuando creyó que ya había jugado demasiado con el líder enemigo, comenzó a atacar. Iba lanzando tajos con su espada. Los golpes eran esquivados por Oloplha pero cada vez de forma más lenta, hasta que vio que mantener su escudo sería demasiado costoso para él y lo dejó caer. Ofthar lo tiró también, aunque eso era arriesgado. Las dos armas iban chocando una con otra en cada lance y era un combate interesante. Rhime lo observaba con dedicación, mientras mantenía una flecha por si Oloplha intentaba alguna perrería.

Pero como todos los combates donde uno de los combatientes es diferente al otro, Oloplha cayó en una finta de Ofthar y por ello dejó su flanco listo para recibir un tajo por parte de la espada del joven. El acero cortó la cota de malla como si fuera mantequilla y se internó en la carne. La sangre brotó con fuerza y Oloplha agarró la herida con la mano libre, pero siguió apuntando su arma contra Ofthar. Lanzó un par de ataques, pero se veía claro que ya no se podía mover como antes, que la herida le dificultaba el combate. Ofthar no lo dudó y comenzó una serie de embestidas, que solo hicieron que su rival parase los golpes a la vez que reculaba. En la última de ellas, Oloplha tropezó con el cuerpo de uno de sus hombres y se cayó de costado, perdiendo el arma y quedando a merced de Ofthar.

   -   Parece que has sido más hábil que yo -musitó Oloplha, entre gestos de dolor, al ponerse de rodillas. La punta de la espada de Ofthar se situó sobre el hombro de Oloplha.
   -   Ha sido un honor luchar contra ti, pero como con tu hija, no puedo apiadarme -le dijo Ofthar. Al decir lo de la hija Oloplha puso un gesto de odio-. Ayer te mentí, pues quería que vinieras a por mí. Tu hija, Olppa hizo cosas horribles en mi señorío, pero no fue castigada ni violada, me lo invente. Pero si la ajusticie, como a todos los de tu culto que iban con ella. Pronto te reunirás con ella, si es que vosotros creéis en algo como eso.
   -   Gracias -murmuró Oloplha, que cerró los ojos.

Ofthar le pasó la punta de la espada por el cuello, abriendo una herida por la que salía sangre a borbotones. El cuerpo se cayó hacia delante y Oloplha no hizo nada para evitar desangrarse. Ofthar le hizo un gesto a Rhime que lanzó una lanza al suelo. Ofthar envainó su espada y buscó un hacha. Cercenó la cabeza de Oloplha de un solo tajo y tomó la lanza. Clavó la cabeza en la punta de la lanza y la elevó a los cielos.

   -   ¡Oloplha, hijo de Olphato, ha muerto! -gritó con fuerza Ofthar-. ¡La victoria es nuestra! ¡Por Ordhin!

Los seguidores de Oloplha al ver su cabeza en la lanza vieron que ya no había nada que hacer y empezaron a huir, en desbandada. Los arqueros se cebaron en ellos, pero sabían que no tenían a ningún lugar que ir, pues las tropas de Naynho ya habían entrado en la ciudad y no tendrían piedad por ni uno solo de ellos. Huían de las flechas para caer en las hachas y las espadas de los refuerzos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario