Tras la ceremonia de cambio de líder,
Phorto se encargó de mostrar lo que era parte del clan y lo que habían
conseguido con la fallida reunión con los Serpientes y los Nutrias. A su vez,
también les contó cómo los Serpientes que no habían ido a la trampa y habían
sobrevivido, habían aceptado unirse a ellos. Phorto había eliminado a los que
hubieran sido conflictivos a la larga. Sólo había salvado la vida de los que le
habían parecido sinceros o útiles.
Tras ello, Fhin, Bheldur, Usbhalo y Phorto
se habían reunido en privado para desarrollar la estrategia para los próximos
días. Fhin tenía claro que los otros clanes intentarían tomar ventaja tras la
desaparición de dos clanes grandes. Había que controlar las fronteras y evitar
que los vecinos intentasen tomar territorio aledaño. Fhin esperaba que fuera
Phorto quien se encargase de ello, al fin y al cabo, le había nombrado su
senescal. Este puesto era de gran importancia, pues el senescal de un clan se
parecía al de una ciudad. Era la persona que dirigía a los soldados, es decir
los miembros menores de un clan.
Fhin sabía que a Bheldur no le había
gustado la idea de mantener a Phorto, un antiguo líder en un puesto de tanta
responsabilidad, pero Fhin no dio su brazo a torcer. Bheldur había desistido,
pues sabía que si su amigo tenía algo decidido no lo iba a hacer cambiar de
idea. Fhin no le explicó su decisión como era debido, ya que temía que pudiera
sentirse ofendido por hacerle ver su error o falta de visión.
- Bueno, con esto tendremos todo atado -dijo
Fhin-. Dudo que ninguno de los clanes intente algo. Pero si lo hace, Phorto, ya
sabes que hacer.
- No creo que los clanes se muevan, aunque
los Comadrejas o los Osos podrían hacer alguna gracieta -los Comadrejas y los
Osos eran los clanes vecinos en este momento-. Se hará lo que has propuesto,
jef…, esto, Jockhel.
- Gracias, Phorto -agradeció Fhin,
sonriendo-. Ahora tengo que ir a otro lado.
- Pensaba que te quedarías aquí, ahora son
tus dominios -indicó Phorto sorprendido-. ¿Si ocurre algo, como podremos
encontrarte? No es normal que el líder se ausente de su cuartel, a menos que
salga con sus soldados.
- ¿Conoces la plaza de la fuente con las
cabezas de pez? -preguntó Fhin.
- Sí.
- Entonces estaré en la herrería que hay en
esa plaza -añadió Fhin.
- ¿En la casa del sacerdote? No sabía que
conocieras al viejo ermitaño -añadió Phorto, pensativo-. Fibius es un hombre
duro, pero justo. Su residencia siempre ha sido neutral para los clanes. Es
verdad que muchos hemos pasado por allí, pues sus obras son las mejores -Phorto
tocó la empuñadura de su espada-. Pero podría provocarse un problema si un
líder usa esa casa como cuartel.
- Ya lo suponía, Phorto -comentó Fhin-. Pero
mi caso es diferente. Por un lado, el maestro Fibius es como un padre, más bien
el me crío desde que era muy joven y mi madre murió. Por lo visto era camarada
de armas de mi padre. Y por otro lado, Phorto, recuerda como me presenté en la
reunión en la plaza del gran rey olvidado.
Fhin esperó a que Phorto hiciera memoria y
buscase el momento específico del que hablaba. Cuando la cara del hombre se
iluminó, siguió hablando.
- Soy el señor de La Cresta y como tal no tengo
lugar del barrio, por neutral que sea, en el que no puedo residir.
Phorto se le quedó mirando y asintió con
la cabeza, mientras sonreía ligeramente. No podía olvidar que el grado de
ambición de su nuevo líder era muy grande. Sabía que él nunca hubiera deseado
alcanzar ese nivel de deseo. No tenía esa necesidad de ascender en la sociedad.
Por ello tal vez, habría acabado muerto en la falsa reunión de esa noche. Pues
había ido pensando que Terbus y Oltar buscaban un acuerdo negociado, pero las
cosas no iban a ser así, al final.
Fhin y sus dos amigos abandonaron el
cuartel de los Carneros cuando los primeros rayos de luz empezaban a asomar en
el cielo. La noche había pasado y Fhin tomó una bocanada de aire fresco. La
primera fase de su plan había sido un rotundo éxito, pero ahora era cuando
empezaba lo duro. Tenía que mantener la independencia de su clan, ante el resto
y seguir los pasos que llevaba desde hacía mucho tiempo barruntando, para
alcanzar su trono dorado. Aunque ser el líder de La Cresta tampoco se podía ver
cómo algo hermoso.
Aunque ahora tenía otro asunto que tratar,
como se tomarían Fibius y Gholma su golpe de mano.
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