Beldek y Ahlssei espolearon sus caballos y
se alejaron del lugar, dejando a Fhahl al cargo de todo. Los dos jinetes
deambularon por una serie de calles, guiados por Beldek, hasta que dejaron la
Sobhora. No siguieron un rumbo por las calles principales, pero tampoco se
metieron por callejones oscuros y estrechos. Ahlssei seguía con cuidado al
prefecto, sin saber exactamente a dónde se dirigían.
Tras un rato, llegaron ante un edificio de
paredes lisas, de varias alturas. El edificio se encontraba ante una pequeña
plaza en cuyo centro se erigía una fuente. Los chorros de agua partían de una
estructura cuadrangular sobre la que se mantenía una estatua de bronce que
representaba a un hombre cargado de libros y códices. Ahlssei notó que había
poca gente en la plaza, la mayoría de paso. Al edificio se accedía por una gran
puerta, tras ascender una escalinata de peldaños anchos. Al comienzo de la
escalinata había postes para atar caballos y una pequeña caseta. Cuando se
aproximaron Beldek y Ahlssei, apareció un hombrecillo, un anciano embutido en una
ropa muy ancha. El anciano saludó afectuosamente al prefecto, que le devolvió
el gesto con la misma cordialidad. Las manos delgadas del anciano se encargaron
de las riendas que le pasaron los dos hombres, tras desmontar. Beldek se lanzó
a ascender por la escalinata, mientras Ahlssei le seguía, un poco desorientado.
- Veo capitán que nunca ha estado en la
biblioteca de la plaza del maestro Orghono -murmuró Beldek-. Este antiguo
palacio fue entregado al estado con la idea que sirviera para algo más que la casa
de un noble. Hace ya mucho un emperador lo donó como biblioteca, usando como
base la propia del palacio. Los nobles y algunos artistas han ido añadiendo
escritos a la colección. Cualquier ciudadano puede venir a sumergirse en el
conocimiento aquí contenido. Yo vengo mucho.
- Tiene razón, no conocía el lugar -admitió
Ahlssei, pasando las puertas y entrando a un hall, donde se había dispuesto un
mostrador, donde varios hombres escribían, mientras no les quitaban ojo.
- El nombre en sí es la biblioteca Obheriana,
pues este era el palacio de los duques de Obher -prosiguió explicando Beldek-.
Pero muchos debido a donde está, la llaman la Orghona.
- Supongo que no me trae aquí por placer,
¿verdad, prefecto? -inquirió Ahlssei.
- No claro que no, sino por información -respondió
Beldek-. Quiero hablar con uno de los bibliotecarios, Farhyen, un hombre muy
interesante, pero que además mantiene un registro de los libros que hay en el
edificio. Quiero saber si hay algún compendio sobre religiones antiguas.
- Entiendo.
Una vez cruzado el hall, pasaron a los
antiguos salones, ahora convertidos en los pasillos de la biblioteca, con las
altas estanterías repletas de sabiduría. De allí fueron directos a las
escaleras que llevaban al piso superior, donde según Beldek había salas menores
divididas en temáticas. En el centro del primer piso había unos pequeños
despachos, para los bibliotecarios. Por el camino se cruzaron con algunos
trabajadores del edificio, pero también con lectores. La mayoría parecían
nobles, aunque había de otros estratos. Las salas pequeñas tenían sobre el
dintel la categoría que guardaban.
- ¿Viene mucho por aquí, prefecto? -quiso
saber Ahlssei.
- No creerá que sé tantas cosas porqué tengo
una memoria prodigiosa, capitán -contestó Ahlssei-. Este lugar es un buen lugar
para aprender cosas. Si tiene tiempo, no dude en venir. Puede que hasta le
ayuden más los bibliotecarios, pues no tienen en buena opinión a los militares.
Ahlssei iba a decir algo, pero llegaron a
su destino. Beldek giró de repente hacia la derecha y entró por un arco que
daba a un estancia donde había varias mesas, puestos de escribanos. Unas
estaban ocupadas y otras en cambio no. Le pareció que Beldek buscaba a alguien,
pero sin encontrarlo. Por ello se acercó a una ocupada al azar y habló con un
hombre joven. Este le indicó que Farhyen se encontraba en la sala de
conocimiento de runas y lenguajes antiguos. Beldek le agradeció la información
y le hizo un gesto para que le siguiera, como si fuera un niño pequeño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario