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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Lágrimas de hollín (45)


Fhin tardó un buen rato en contarles lo que había pasado esa noche. Gholma y Fibius se mantuvieron en silencio, atónitos por cada palabra que salía de la boca del muchacho. Cuando terminó de hablar, solo Fibius fue capaz de hacer preguntas. Fhin les reveló el tiempo que llevaba urdiendo su plan, como tuvo a Bheldur recabando información, como se había unido a los Nutrias, para ganarse la confianza de Oltar, sin dejar ver a nadie lo que había tras su rostro. Pero no solo a eso respondió. Fibius fue sacando uno a uno los planes que había orquestado para el futuro.

   -   Todo está pensado con mucha lógica -dijo Fibius, tras analizar las ideas que iba plasmando Fhin.
   -   A la mierda tu lógica -espetó Gholma, mirando a Fibius-. No tendrías que haberle enseñado esas ideas mentales. Al final nos ha salido peor que su padre.
   -   Si no se las hubiera enseñado yo, los habría aprendido solo, amigo -indicó Fibius, sacudiendo la cabeza-. Preferí hacerlo yo. Pero te equivocas en una cosa. Fhin tiene los pies en la tierra. Su padre iba detrás de planes grandiosos, elevados, ligados al honor. Él busca un poder terrenal, peligroso pero aceptable. No va intentar rebelarse contra el imperio, sino hacerse señor de los bajos fondos. Este barrio no molesta al imperio, porque poco le importa.
   -   Pero es un camino difícil -murmuró Gholma, airado.
   -   Supongo que Fhin ya ha valorado eso, amigo -afirmó Fibius-. Pero la cuestión principal es que puesto tenemos nosotros en este plan.
   -   No espero que participéis si no queréis -señaló Fhin-. Como ya ha dicho Gholma, este camino será duro. No me gustaría que sufrierais por ello. Por ahora, con Phorto y los Carneros tengo soldados suficientes. Lo mejor es que os queréis al margen.

Gholma se levantó gruñendo, se dirigió a la puerta y la cruzó. Se escuchó un “quita” áspero y no regresó.

   -   Ya volverá cuando haya meditado todo y decida darte una respuesta -afirmó Fibius-. Es demasiado para él. Gholma hubiera querido que te convirtieras en un hombre honrado. Lejos de las locuras de tu padre. Pero supongo que la sangre es la sangre. Bueno supongo que querrás dormir un rato. Podéis tú y Usbhalo ir a la casa.
   -   Gracias -murmuró Fhin, con una ligera sonrisa.

El muchacho salió del taller, dejando a Fibius sentado y pensando en todo. Fuera le hizo un gesto a Usbhalo para que le siguiera. Se dirigieron a la casa y entraron. Fhin sabía que Fibius rara vez cerraba con llave. Por un lado, porque cerrar las puertas era un reclamo para los ladrones en este barrio y por otro, ya que nadie le robaría a él, un hombre que hablaba con un dios. La gente era muy supersticiosa cuando quería. En el interior, subieron al primer piso y guío a Usbhalo hasta un cuarto de invitados, una habitación con un lecho modesto y confortable, que solía usar Gholma cuando venía de visita. Por su parte, Fhin fue directo a la que había sido su alcoba durante mucho tiempo.

Al contrario que en el cuarto de invitados, su alcoba tenía luz. Fibius había preparado una lámpara de aceite, que seguía encendida. Fhin se sonrió. El viejo habría supuesto que al final se pasaría por allí, desde el mismo momento que Gholma había aparecido enfadado porque había dejado su trabajo en el almacén. Fhin no se maravilló mucho, ya que conocía demasiado bien la forma de actuar de su antiguo profesor.

Durante un rato se quedó sentado sobre la cama, pensando en lo que había hecho y recordando los pasos que debía hacer a partir de ese punto. Pero los ojos le empezaron a pesar, por lo que se tumbó en el lecho y se dejó llevar por el sueño y el cansancio.


Fhin abrió los ojos y descubrió que estaba a oscuras. La lámpara o se había agotado o ya no estaba allí. Al moverse, se dio cuenta que tenía una manta por encima de su cuerpo. La retiró y se puso de pie. Se dirigió a la puerta, que sabía dónde estaba perfectamente, aún por la falta de luz, ya que esa habitación no tenía ventanas. Tanto tiempo en esa casa, la conocía como si fuera una extensión más de él mismo. Abrió la puerta y salió al pasillo. En una mesita había un farol pequeño, que tomó con la mano.

Por un momento, pensó en ir a ver cómo estaba Usbhalo, pero después lo descartó, pues su amigo había peleado bien y se merecía un descanso. Así que se dirigió hacia la cocina, esperando encontrar algo que tomar, ya que las tripas le rugían con fuerza. Cuando llegó se encontró a Bheldur, Usbhalo, Fibius y Gholma sentados alrededor de la mesa, comiendo y bebiendo. Fhin se dirigió hacia donde estaban y se sentó en el único taburete libre.

   -   Bueno si has elegido esta vida, no me opondré -dijo Gholma, sin mirarle, mientras se servía un trozo de carne humeante.

Fhin se limitó a asentir con la cabeza y se sirvió algo de vino en una copa vacía.

   -   ¿Qué hora es? -preguntó Fhin.
   -   Estamos en el mediodía -respondió Fibius-. Espero que hayas dormido bien. Es lo malo de trasnochar demasiado.

Fhin volvió a asentir con la cabeza, sin hacer mucho caso a la pulla, y siguió cogiendo cosas de la mesa. Se hizo con algo de pan, blando del día, también unas lonchas de jamón curado, y unos cuantos vegetales salteados que había en una fuente de madera.

   -   ¿Cómo has visto el barrio, Bheldur? -preguntó Fhin, entre bocado que daba.
   -   Por ahora las cosas están bien -dijo Bheldur, dejando de comer-. Los clanes estarán recibiendo ahora las noticias de lo de anoche, pero no creo que hagan nada aún. Estarán demasiado sorprendidos o indecisos para decidirse por un plan u otro. Mañana o pasado no sé lo que harán.
   -   Eso nos da un tiempo importante para evitar que ellos intenten algo drástico -indicó Fhin-. En estos días que nos den, debemos dejarnos ver por todo nuestro territorio, así como absorber los rescoldos de los Serpientes y los Nutrias. Necesitamos más soldados para evitar que otros o nuestros vecinos se crean que pueden hacer lo que no es cierto.
   -   Phorto ya se ha puesto manos a la obra -afirmó Bheldur, sonriendo-. Él y nuestros hombres ya se pasean por nuestro territorio. Los ciudadanos ya saben quién es su nuevo señor y cómo has ascendido a tu puesto. Curiosamente por el informe de Phorto, hay muchos jóvenes que se quieren unir a ti. Pero también veteranos que se habían retirado o escondido. Phorto está cribando los mejores.
   -   Me gusta Phorto, ya te dije que reclutar a los Carneros era la opción más óptima -añadió Fhin.
   -   ¡Eh, sí! Nunca me has explicado por qué él, la verdad.
   -   ¡Oh! Bueno, fue una corazonada -contestó Fhin-. Cuando me trajiste la información de los líderes de los clanes, su ficha brillaba sobre la de los otros. Todos los líderes de los que me hablaste, pecaban por ambición o por vicios personales. Ninguno de ellos iba a apearse del poder en el que se habían aupado. ¿Tú crees que Terbus iba a renunciar a su pedestal, al poder de dirigir los destinos de sus subordinados, mientras él se bañaba en riquezas? ¿U Oltar renunciaría a meter jóvenes imberbes en su lecho con la impunidad que le otorgaba su estatus de líder de clan? El resto de los líderes son igual a ellos. No sé iban a bajar de rango, no como Phorto, que no lo ha dudado si con ello salvaba a sus hombres.
   -   ¿Pero cómo sabías que iba a aceptar tu propuesta? -inquirió Bheldur.
   -   Estaba en la información que aportaste -comentó Fhin-. En los últimos meses, Phorto había tenido escaramuzas con los Serpientes. En varias se había retirado aun cuando la batalla estaba casi ganada por ellos. Sólo había una respuesta para esa curiosa actitud. Phorto solo llegaba al final si en esa acción no perdía hombres, pero cuando veía que no había supervivencia de sus hombres, o iba a perder uno solo, se retiraba. No le gusta ni perder hombres, ni jefes que usan a sus soldados como piezas de quita y pon. A mí tampoco, claro.

Bheldur y los otros se quedaron pensativos, valorando lo que había dicho Fhin. Su lógica era simple, pero muy aguda. Mientras Fhin seguía comiendo, ya que no sabía cuándo sería la próxima vez que podría hacerlo.

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