Fhin tardó un buen rato en contarles lo
que había pasado esa noche. Gholma y Fibius se mantuvieron en silencio,
atónitos por cada palabra que salía de la boca del muchacho. Cuando terminó de
hablar, solo Fibius fue capaz de hacer preguntas. Fhin les reveló el tiempo que
llevaba urdiendo su plan, como tuvo a Bheldur recabando información, como se
había unido a los Nutrias, para ganarse la confianza de Oltar, sin dejar ver a
nadie lo que había tras su rostro. Pero no solo a eso respondió. Fibius fue
sacando uno a uno los planes que había orquestado para el futuro.
- Todo está pensado con mucha lógica -dijo
Fibius, tras analizar las ideas que iba plasmando Fhin.
- A la mierda tu lógica -espetó Gholma,
mirando a Fibius-. No tendrías que haberle enseñado esas ideas mentales. Al
final nos ha salido peor que su padre.
- Si no se las hubiera enseñado yo, los
habría aprendido solo, amigo -indicó Fibius, sacudiendo la cabeza-. Preferí
hacerlo yo. Pero te equivocas en una cosa. Fhin tiene los pies en la tierra. Su
padre iba detrás de planes grandiosos, elevados, ligados al honor. Él busca un
poder terrenal, peligroso pero aceptable. No va intentar rebelarse contra el
imperio, sino hacerse señor de los bajos fondos. Este barrio no molesta al
imperio, porque poco le importa.
- Pero es un camino difícil -murmuró Gholma,
airado.
- Supongo que Fhin ya ha valorado eso, amigo
-afirmó Fibius-. Pero la cuestión principal es que puesto tenemos nosotros en
este plan.
- No espero que participéis si no queréis
-señaló Fhin-. Como ya ha dicho Gholma, este camino será duro. No me gustaría
que sufrierais por ello. Por ahora, con Phorto y los Carneros tengo soldados
suficientes. Lo mejor es que os queréis al margen.
Gholma se levantó gruñendo, se dirigió a
la puerta y la cruzó. Se escuchó un “quita” áspero y no regresó.
- Ya volverá cuando haya meditado todo y
decida darte una respuesta -afirmó Fibius-. Es demasiado para él. Gholma
hubiera querido que te convirtieras en un hombre honrado. Lejos de las locuras
de tu padre. Pero supongo que la sangre es la sangre. Bueno supongo que querrás
dormir un rato. Podéis tú y Usbhalo ir a la casa.
- Gracias -murmuró Fhin, con una ligera
sonrisa.
El muchacho salió del taller, dejando a
Fibius sentado y pensando en todo. Fuera le hizo un gesto a Usbhalo para que le
siguiera. Se dirigieron a la casa y entraron. Fhin sabía que Fibius rara vez
cerraba con llave. Por un lado, porque cerrar las puertas era un reclamo para
los ladrones en este barrio y por otro, ya que nadie le robaría a él, un hombre
que hablaba con un dios. La gente era muy supersticiosa cuando quería. En el
interior, subieron al primer piso y guío a Usbhalo hasta un cuarto de
invitados, una habitación con un lecho modesto y confortable, que solía usar
Gholma cuando venía de visita. Por su parte, Fhin fue directo a la que había
sido su alcoba durante mucho tiempo.
Al contrario que en el cuarto de
invitados, su alcoba tenía luz. Fibius había preparado una lámpara de aceite,
que seguía encendida. Fhin se sonrió. El viejo habría supuesto que al final se
pasaría por allí, desde el mismo momento que Gholma había aparecido enfadado
porque había dejado su trabajo en el almacén. Fhin no se maravilló mucho, ya
que conocía demasiado bien la forma de actuar de su antiguo profesor.
Durante un rato se quedó sentado sobre la
cama, pensando en lo que había hecho y recordando los pasos que debía hacer a
partir de ese punto. Pero los ojos le empezaron a pesar, por lo que se tumbó en
el lecho y se dejó llevar por el sueño y el cansancio.
Fhin abrió los ojos y descubrió que estaba
a oscuras. La lámpara o se había agotado o ya no estaba allí. Al moverse, se
dio cuenta que tenía una manta por encima de su cuerpo. La retiró y se puso de
pie. Se dirigió a la puerta, que sabía dónde estaba perfectamente, aún por la falta
de luz, ya que esa habitación no tenía ventanas. Tanto tiempo en esa casa, la
conocía como si fuera una extensión más de él mismo. Abrió la puerta y salió al
pasillo. En una mesita había un farol pequeño, que tomó con la mano.
Por un momento, pensó en ir a ver cómo
estaba Usbhalo, pero después lo descartó, pues su amigo había peleado bien y se
merecía un descanso. Así que se dirigió hacia la cocina, esperando encontrar
algo que tomar, ya que las tripas le rugían con fuerza. Cuando llegó se
encontró a Bheldur, Usbhalo, Fibius y Gholma sentados alrededor de la mesa,
comiendo y bebiendo. Fhin se dirigió hacia donde estaban y se sentó en el único
taburete libre.
- Bueno si has elegido esta vida, no me
opondré -dijo Gholma, sin mirarle, mientras se servía un trozo de carne
humeante.
Fhin se limitó a asentir con la cabeza y
se sirvió algo de vino en una copa vacía.
- ¿Qué hora es? -preguntó Fhin.
- Estamos en el mediodía -respondió Fibius-.
Espero que hayas dormido bien. Es lo malo de trasnochar demasiado.
Fhin volvió a asentir con la cabeza, sin
hacer mucho caso a la pulla, y siguió cogiendo cosas de la mesa. Se hizo con
algo de pan, blando del día, también unas lonchas de jamón curado, y unos
cuantos vegetales salteados que había en una fuente de madera.
- ¿Cómo has visto el barrio, Bheldur?
-preguntó Fhin, entre bocado que daba.
- Por ahora las cosas están bien -dijo
Bheldur, dejando de comer-. Los clanes estarán recibiendo ahora las noticias de
lo de anoche, pero no creo que hagan nada aún. Estarán demasiado sorprendidos o
indecisos para decidirse por un plan u otro. Mañana o pasado no sé lo que
harán.
- Eso nos da un tiempo importante para
evitar que ellos intenten algo drástico -indicó Fhin-. En estos días que nos
den, debemos dejarnos ver por todo nuestro territorio, así como absorber los
rescoldos de los Serpientes y los Nutrias. Necesitamos más soldados para evitar
que otros o nuestros vecinos se crean que pueden hacer lo que no es cierto.
- Phorto ya se ha puesto manos a la obra
-afirmó Bheldur, sonriendo-. Él y nuestros hombres ya se pasean por nuestro
territorio. Los ciudadanos ya saben quién es su nuevo señor y cómo has
ascendido a tu puesto. Curiosamente por el informe de Phorto, hay muchos
jóvenes que se quieren unir a ti. Pero también veteranos que se habían retirado
o escondido. Phorto está cribando los mejores.
- Me gusta Phorto, ya te dije que reclutar a
los Carneros era la opción más óptima -añadió Fhin.
- ¡Eh, sí! Nunca me has explicado por qué
él, la verdad.
- ¡Oh! Bueno, fue una corazonada -contestó
Fhin-. Cuando me trajiste la información de los líderes de los clanes, su ficha
brillaba sobre la de los otros. Todos los líderes de los que me hablaste,
pecaban por ambición o por vicios personales. Ninguno de ellos iba a apearse
del poder en el que se habían aupado. ¿Tú crees que Terbus iba a renunciar a su
pedestal, al poder de dirigir los destinos de sus subordinados, mientras él se
bañaba en riquezas? ¿U Oltar renunciaría a meter jóvenes imberbes en su lecho
con la impunidad que le otorgaba su estatus de líder de clan? El resto de los
líderes son igual a ellos. No sé iban a bajar de rango, no como Phorto, que no
lo ha dudado si con ello salvaba a sus hombres.
- ¿Pero cómo sabías que iba a aceptar tu
propuesta? -inquirió Bheldur.
- Estaba en la información que aportaste
-comentó Fhin-. En los últimos meses, Phorto había tenido escaramuzas con los
Serpientes. En varias se había retirado aun cuando la batalla estaba casi
ganada por ellos. Sólo había una respuesta para esa curiosa actitud. Phorto
solo llegaba al final si en esa acción no perdía hombres, pero cuando veía que
no había supervivencia de sus hombres, o iba a perder uno solo, se retiraba. No
le gusta ni perder hombres, ni jefes que usan a sus soldados como piezas de
quita y pon. A mí tampoco, claro.
Bheldur y los otros se quedaron
pensativos, valorando lo que había dicho Fhin. Su lógica era simple, pero muy
aguda. Mientras Fhin seguía comiendo, ya que no sabía cuándo sería la próxima
vez que podría hacerlo.
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