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domingo, 30 de abril de 2017

Alvaras (14)



Los dos guerreros de la guardia de Davert esperaban al otro lado de la puerta y cuando llegó Orbish, guiando el caballo de Alvaras le hicieron una seña. Orbish les lanzó la cuerda, que uno cogió en el aire. Mantuvo el caballo, mientras el otro empujó a Alvaras que se cayó de lado y chocó contra el suelo. Obbort tomó el pomo de su espada involuntariamente, pero Orbish, le impidió que intentara desenvainar. Eso podría haber sido un error que les matara a todos.

Los dos escoltas levantaron a Alvaras y se lo llevaron a empellones hacia la casa que había cerca de la casona y era la residencia de Davert. No era muy grande, pero tampoco pequeña. Había otros dos hombres en la puerta exterior. Al entrar, se encontró con una sala amplia, donde estaba encendido un lar y había una mesa, con un par de bancos, que en ese momento estaban ocupados por varios guerreros. A parte de la puerta al exterior, había otras dos. En el hueco de una de ellas había un guerrero y pudo ver tras él una serie de catres, por lo que supuso que sería el cuarto de los guardias de Davert. A Alvaras le hicieron cruzar por la otra puerta, que llevó a una segunda habitación, con un fuego, un catre y una mesa pequeña. En una esquina había una armadura colocada en un maniquí de madera. Davert permanecía de pie en el centro de la habitación y señalaba una silla, donde los dos guardias dejaron caer a Alvaras. Uno de los guardias cerró la puerta y se quedó ante ella.

Sivarias descendió de la plataforma seguido por su criado y se acercó a donde se encontraban Orbish y los mercenarios que había traído.

   -   Davert puede que te haya permitido entrar, pero yo no me fio de ti, Orbish -indicó Sivarias-. Te estaré vigilando de cerca, traidor.

Orbish le sonrió pero no le respondió, por lo que el asesor se marchó farfullando hacia una casa pequeña, algo alejada de la casona y de la de Davert y más cerca de las cuadras y la puerta. Ahora ya sabía dónde estaría Sivarias esa noche, ya que raro era verlo en las fiestas de la casona. Les hizo un gesto a sus hombres y se marcharon a llevar a las monturas a las cuadras.

Davert observaba a Alvaras, sentado en la silla, que le miraba serio, pero sin decir palabra alguna.

   -   Tenía unas ganas importantes de conocerte, therk Alvaras, sobre todo por los quebraderos de cabeza que me has causado -dijo Davert, sonriente-. Me has obligado tener que aliarme con esos odiosos de la casa Pharna para conseguir lo que por derecho me pertenece.
   -   ¿Querrás decir que le pertenece a tu hermano mayor? -intervino Alvaras.
   -   ¡Dagalon es un estúpido! - gruñó Davert-. No sabría llevar el territorio sin que algún buen noble le diera su ayuda. No es ni un buen guerrero. Como nos defenderá de los asaltos de los cuervos.
   -   La paz con los cuervos es duradera -indicó Alvaras-. Sus ancianos pasaron de tus palabras.
   -   Pero no sobrevivirán a mi acero -se mofó Davert, al tiempo que le hacía una seña a uno de sus guardias.

El guardia se acercó a Alvaras y le propinó un puñetazo, que siendo cualquier otra persona le había tirado de la silla, pero Alvaras se mantuvo firme y no lo movió. Alvaras escupió y la saliva enrojecida dio en una bota de Davert, quien miró la mancha con mala cara.

   -   Ya sabe tu aliado Sivarias que planeas organizar una guerra a gran escala contra los pacíficos cuervos negros -aventuró a decir Alvaras, a lo que Davert miró con una mezcla de sorpresa y de odio.
   -   Sivarias y la casa Pharna son unos aficionados que no saben cómo es el juego -espetó Davert.
   -   Eso quiere decir que cuando te hagan tharn, lo más seguro es que no les apoyes en su traición. Serás un traidor por partida doble -indagó Alvaras-. Dudo mucho que los Pharna se lo tomen muy bien, la verdad.
   -   ¿Y quién se lo va a decir, tú? -se burló Davert-. Creo que no.

Davert le hizo una nueva seña al guardia, pero esta vez algo distinta. El guerrero empezó a golpear una serie de puñetazos, todos en la cara de Alvaras, quien los recibía sin poder defenderse, ya que seguía con las manos atadas.

miércoles, 26 de abril de 2017

Alvaras (13)



No habían dejado la protección de los árboles cuando empezaron a ver movimiento en la empalizada del campamento. Guerreros armados con lanzas empezaron a aparecer sobre las defensas de la puerta. Unos señalaban hacia los que se acercaban, mientras que otros llamaban a compañeros más allá de la protección de troncos.

Alvaras estudiaba las defensas y sin duda Orbish les había advertido con tino, el campamento aparte de estar levantado sobre un altozano, de la empalizada, estaba rodeada por varias filas de estacas y pinchos. Habrían necesitado un numeroso ejército para abrir una brecha. Además en esa zona no eran muy duchos con las máquinas de asedio que usaban en los reinos más norteños. Como mucho utilizaban arietes, o más bien unos simples troncos.

Un par de hombres se hicieron sitio sobre la puerta y Orbish hizo detener al grupo a una distancia propicia, para poder hablar pero sin que les atacasen, una posición cauta.

-   ¿Pero qué tenemos aquí? -dijo con ironía un hombre de mediana edad, con barba castaña-. ¿Has reconsiderado tu posición, Orbish? Pues debes saber que no puedes regresar así como así, me has costado varios hombres duchos.
   -   Mi señor Sivarias, siempre es un placer hablar con vos -contestó Orbish, como si no hubiera oído las palabras del otro-. Esos hombres eran unos engreídos que se les ocurrió faltar a mis ancestros y como ya sabéis estaba en mi derecho a resarcirme. Mia va a ser la culpa de que se clavaran en mi hacha.
   -   Es verdad, no es bueno meterse con los ancestros de un vulgar asesino, sin honra -se burló Sivarias.
   -   Vos estáis ahí arriba muy bien rodeado de flechas, pero podrías repetirme vuestras palabras aquí abajo, si queréis -Orbish devolvió la afrenta, pero no vio que Sivarias diera muestras de moverse, por lo que añadió-. De todas formas os ofrezco dos obsequios, por los cuales deberíais estar interesado.
   -   ¿Dos obsequios? Bien hablad -ordenó Sivarias pasando la vista de Orbish, al hombre maniatado y a los que cabalgaban tras Orbish.
   -   Por un lado, cuando hubo la pelea, perdisteis un buen guerrero, yo, y tres cagarrutas, ¿no es cierto? -informó Orbish, que dejó tiempo a que Sivarias asintiera con la cabeza-. Ahora me recuperáis a mí y a cinco cagarrutas, por lo que ganáis hombres.
   -   Eso es si yo quisiera hombres, pero la verdad no estoy muy seguro de ello -terció Sivarias, intentando no aparentar que hacía cálculos.
   -   Ya, pero luego está mi segundo regalo, el therk Alvaras de Yhakka -anunció Orbish, tras lo que se pudieron oír murmullos en las defensas.
   -   ¡Alvaras! -se escuchó una voz chillona al otro lado de la defensa.

Al poco llegó un segundo personaje, un hombre joven, sin barba, bien afeitado, con rasgos parecidos al tharn Davalon. Alvaras lo reconoció de inmediato, Davert.

   -   Hazles entrar Sivarias -ordenó Davert, con una mirada irreflexiva.
   -   No creo que sea buena idea, Davert, no me fio de Orbish -receló Sivarias.
   -   Pues yo no, el muy truhan nos ha traído un gran premio y como tal merece retornar a nuestro lado -negó Davert-. Tal vez lo tenía todo preparado. Era una estratagema para cazar a Alvaras.
   -   ¿Pero cómo ha conseguido a esos guerreros? Cuando se fue mató a los que hacían guardia con él -se quejó Sivarias.
   -   No me importa como los haya conseguido, más leales para mi causa -espetó Davert.
   -   No creo que…
   -   Ya basta Sivarias -ordenó Davert airado-. ¿Quién manda aquí?
   -   Vos mi señor -dijo Sivarias haciendo una reverencia, mientras murmuraba lo idiota que era ese muchacho.
   -   En ese caso quiero que llevéis al prisionero a mi residencia y luego preparéis un buen banquete por el retorno de Orbish -anunció Davert en voz alta, para que le oyeran los que le rodeaban-. Que corra la cerveza y la buena carne.
   -   Sois un gran señor, tharn Davert -aduló Orbish, sabiendo por qué pie cojeaba el joven.
   -   Gracias Orbish, pero ya sabéis cómo funcionamos, vos y vuestros reclutas deberéis hacer la guardia nocturna -dijo Davert, sonriendo malévolamente-. Pero vuestros nuevos camaradas disfrutaran por vuestro retorno, Orbish.

Davert desapareció de la plataforma, mientras los guerreros vociferaban su nombre, solo de pensar en la fiesta nocturna. La puerta se empezó a abrir y los que sobraban se fueron marchando. Sivarias se quedó allí, observando cómo Orbish entraba, llevando al therk que tanto obsesionaba al joven tharn. Era la tercera vez que tenía que recular ante las tonterías del muchacho. Tenía órdenes claras del señor de su clan y debía cumplirlas, pero cada vez estaba más seguro que habían hecho mal en asociarse con ese joven demente. Tal vez si acabara con el tal Alvaras se sosegara y entrara en razón.

domingo, 23 de abril de 2017

Alvaras (12)



La luz de la mañana inundó la zona de la cabaña del carbonero, y Obbort que era quien tenía la última guardia, junto a Ohel, se fue dedicando a despertar a los compañeros. Mientras los jóvenes se dedicaron a preparar un desayuno, Orbish se alejó siguiendo las pisadas dejadas por Alvaras, a quien encontró apoyado en un árbol.

   - La venganza no te ayudará con tu perdida -dijo Orbish-. Ese camino sólo lleva a una mayor oscuridad.
   -   Ellos eran toda mi vida, Orbish. Sin ellos ya estoy en la oscuridad -susurró Alvaras, sin volverse-. Ya me da lo mismo lo que me pase, mientras que el miserable que ha destruido todos mis tesoros pague por ello. Lo he jurado ante los dioses.
   -   Si esa es tu postura, yo no voy a poder cambiarla, pero recuerda mis palabras, no te sentirás mejor por derramar esa sangre. Tal vez ahora no lo ves, pero llegará el día que lo comprendas -aseguró Orbish, avanzando hasta ponerse al lado de Alvaras-. Ten.

Orbish le pasó una pequeña hoja, como una aguja, pero con dos filos. Se notaba que estaba afilada en extremo.

   -   ¿Qué es esto? -preguntó Alvaras.
   -   Guárdatela, es tu salvoconducto para escapar de Davert -explicó Orbish-. Recuerda que te entregaré maniatado y sin armas. Con este pequeño filo que puedes esconder fácilmente en una manga, podrás cortar las sogas, con un poco de maña, claro.
   -   Gracias -dijo Alvaras, guardándose el pequeño filo.
   -   No me agradezcas nada ahora, sino esta noche, cuando nos veamos ante la casona -indicó Orbish-. Si no apareces, me largare con los chicos, pues supondré que has muerto bajo las botas de Davert. Creo que ya huelo el desayuno, vamos.

Alvaras le hizo un gesto para que se marchará, él quería estar solo un poco más. Orbish al regresar se topó con Jhan, que miraba fijamente a su señor.

   -   ¿Él nos vengará? -preguntó Jhan
   -   Lo hará, pero eso traerá consecuencias, importantes -aseguró Orbish-. Además la oscuridad acabará con él. Tú tienes toda la vida por delante, no acabes consumido por el pesar como él.
   -   ¿Saldrá bien lo que vamos a protagonizar dentro de unas horas?
   -   Creo que sí, pero recuerda lo que hemos hablado por la noche, no te separes de mí ni un centímetro y claro está, no abras tu bocaza para nada, ¿entendido, cagarruta? -le advirtió Orbish-. Vamos a desayunar algo.

Alvaras tomó algo de lo que sus hombres habían improvisado, cuando estos ya habían terminado. Cuando hubo terminado, se subió a su caballo y Orbish le ató las manos entre sí. Le quitó su espada y su puñal, que colgó de su montura, como si fueran trofeos de caza. Luego enlazó las riendas con una cuerda, que ató al pomo de su silla.

Los hombres de Alvaras recogieron el campamento y tras apagar las hogueras se pusieron en camino, lento, pero seguro. Tenían aún por recorrer una buena distancia. Lo hicieron en silencio, cada uno rezando a los dioses, al destino o a quien vieran con mejores ojos.

Fue al mediodía cuando llegaron al claro y vieron el campamento en el centro, en la pequeña colina. Era tal y como lo había descrito Orbish. Alvaras les hizo detenerse por unos instantes, pero debían seguir.

   -   Ordhin está con nosotros, así que adelante, amigos -dijo solemne Alvaras, a lo que el resto asintió, como librándose de los nervios o el miedo.