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miércoles, 30 de agosto de 2017

Encuentro (3)



El hombre siguió sin desenvainar, pues aunque no le quitaba ojo al palo puntiagudo, no temía un ataque del muchacho. Además tenía mucho tiempo para reaccionar, ya que el muchacho había aparecido al otro lado del torrente, que aunque no parecía tener profundidad, siempre ralentizaría al joven. El hombre levantó su mano izquierda, enseñando su palma desarmada al muchacho.
-       No quiero pelea contigo, había venido para honrar a la mujer que vivía en esta casa, una muy buena amiga -dijo el hombre.
El muchacho se quedó dónde estaba, como rumiando las palabras del hombre. Por un momento a este le pareció que tal vez el joven o no le entendiera o es que fuera algo retrasado. Pero lo que sí podía distinguir era una buena musculatura a pesar de la apariencia debilucha del muchacho. Si se le entrenaba y se la daba de comer adecuadamente se podría hacer de él un buen guerrero. Pero había algo en su cara que le era familiar. Los ojos de Güit, por lo que podría ser el hijo de su amada. Podría durante todo este tiempo haberle sustituido por algún lugareño u otro hombre. Eso no podía ser, él se había mantenido leal, a pesar de las burlas de sus hombres, de las quejas de su padre, de todo lo que había pasado para poder volver a tenerla entre sus brazos con seguridad.
Entonces el muchacho se movió, de un salto cruzó el riachuelo, casi sin mojarse y avanzó a la carrera contra él, con la vara como si fuera una lanza y el hombre fuera un animal que abatir. El hombre esperó y cuando parecía que ya no había nada que hacer y el muchacho le iba a golpear, se giró veloz, hacia un costado, con lo que la punta de la vara le pasó a escasos centímetros. El giro se mantuvo y cuando el cuerpo del muchacho se puso a su lado descargó un codo. El joven lanzó un gemido y cayó sobre la hojarasca. El hombre se arrodilló sobre él y le quitó la vara de un manotazo. Le inmovilizó a pesar de los movimientos bruscos del joven. El hombre pudo notar los músculos, fuertes y dinámicos, una buena materia prima para modelar. Acercó su cara a una de las orejas del muchacho.
-       Esto era innecesario, muchacho, yo era amigo de tu madre -murmuró el hombre-. Esperaba encontrarla viva. He tardado más de lo que me había propuesto pero había conseguido el mundo que ambos queríamos para criar a nuevos niños. A jóvenes como tú.
El muchacho sólo lanzó un gruñido e intentó librarse del peso que tenía a su espalda.
-       Me podría quitar de tu espalda, pero solo si juras por Ordhin que no te vas a revolver contra mí -prosiguió hablando el hombre-. Quiero una conversación contigo. No he venido a luchar ni te voy a hacer nada malo. Así que jura por el gran Ordhin que no vas a seguir con esta confrontación, que si no te las veras con los dioses por invalidar tu acuerdo con ellos. ¡Júralo!
-       ¡Lo juro! -gritó el muchacho, por primera vez.
El hombre se levantó y le tendió la mano al muchacho para ayudarle, pero este la rechazó, se alzó de un saltó, recuperó su vara, que por un momento apuntó al hombre pero la levantó señalando al cielo. El joven señaló unos tocones madera y el hombre le siguió. Ambos se sentaron.
-       ¿De qué conocías a mi madre? -preguntó el joven con una voz grave, lo que impresionó al hombre, pues no parecía tan mayor.
-       Hablar de esos temas sin saber tu nombre, ni tú el mío, es una muestra de poca cortesía -dijo el hombre, serio-. Yo me llamo Ofhar, hijo de Ofha, del clan…, bueno lo del clan da lo mismo un poco ahora, ¿verdad? Ya llegaremos a ello más tarde. ¿Cómo te llamas?
-       Soy Ofthar, hijo de Güit, desconozco quien era mi padre, nunca lo conocí. Mi madre estaba segura que un día le conocería. Vendría aquí a buscarnos y llevarnos con él -se presentó el joven, hablando con ira-. Pero nadie vino a por nosotros, y mi madre, odiada y despreciada por los de la aldea, fuimos expulsados de nuestra cabaña, acabamos en esta casucha, fría y húmeda. Los inviernos acabaron con ella. Siempre esperando, siempre con una sonrisa cuando recordaba a mi padre.
Ofhar se le quedó observando. Tenía dudas, pero había algo en Ofthar que le sonaba. Ciertos gestos, las facciones, pero podría ser. La edad le hacía coincidir. Pero entonces por qué no se lo había dicho ella, jamás la habría dejado si lo hubiera sabido. Habrían encontrado el modo.
-       ¿Cuántos años tienes, Ofthar? -preguntó Ofhar, con la cabeza llena de pensamientos.
-       Dieciséis, pero casi diecisiete ya -respondió lacónico Ofthar sin saber a qué venía la pregunta de Ofhar.

Las fechas podrían coincidir, pensó Ofhar. Lorhk había decidido jugar con él y el destino nunca dejaba a los hombres moverse con agilidad. Todo estaba previsto antes de que ellos tomaran sus decisiones. Había perdido a Güit, pero tenía a Ofthar, ¿su hijo?

El tesoro de Maichlons (15)



Rubeons se había aproximado a un muchacho de unos doce o trece años, que vestía con una camisola negra y unos calzones cortos grises, ambos remendados. Sobre un pelo negro y corto llevaba un gorro de lana. Los pies estaban protegidos por unas botas altas. Los ojos eran oscuros, como su piel, aunque podría ser que fuera por la suciedad de quien no se lava mucho. La mirada era dura y sin duda era alguien inteligente. De un cinturón colgaba un pequeño cuchillo y una serie de bolsas. De una de ellas sacó un papelito que le entregó a Rubeons. Sin duda el joven era un agente del asesor.
-          ¿Es lo que yo pensaba? -preguntó Rubeons, recogiendo la nota.
-          Sí, mi señor -dijo el muchacho con una voz carente de sentimientos.
-          Vuelve a tu puesto y sigue atento -ordenó Rubeons, mientras guarda la nota y sacaba un par de monedas de plata-. Sigue sirviéndome así, Iorwist, y vas a ser un joven muy rico.
El muchacho sonrió, pero al poco señaló algo detrás de Rubeons.
-          Su acompañante ha empujado al rubio prepotente -avisó Iorwist, mientras Rubeons se daba la vuelta y lanzaba un exabrupto.
-          Vete ya -ordenó Rubeons, sin dejar de mirar a Maichlons.
Iorwist desapareció rápidamente, dejando un espacio vacío, como si nunca hubiera estado ahí.
Shon de Fritzanark se recuperó de la sorpresa del primer momento y se dirigió tras los pasos de Maichlons, con una cara seria, la sonrisa que tenía antes se la había esfumado. El joven rubio puso su mano sobre la hombrera de acero y lanzó una tosecilla.
-          Amigo, creo que no te has dado cuenta de que me has golpeado -dijo Shon de Fritzanark, deteniendo a Maichlons en su avance, lo que hizo que se diera la vuelta despacio.
-          Yo creo que sí, sólo he eliminado a un moscón de mi camino -espetó Maichlons, sin perder una ligera sonrisa, lo que enfadó más al muchacho.
-          ¡No sabes con quien estás hablando, amigo! -gruñó Shon, sin retirar su mano de la hombrera.
-          Pues claro que no lo sé, porque realmente no me importa mucho que sucio coño te ha parido -Maichlons se había decidido por el lenguaje del soldado viejo, para irritar más al niño consentido-. Y si te digo la verdad, me importa un carajo quien sea tu padre, tu madre o el resto de tu familia. Te voy a dar un consejo, para que a partir de este momento no la cagues más, no somos amigos y dudo mucho que vayamos a serlo.
Maichlons retiró la mano de Shon de un golpe de su mano derecha, como si se librara de un vulgar insecto que le estuviera perturbando.
-          No sé quién te crees que eres soldado, pero mejor es que te vuelvas a tu cuartel -le advirtió Shon, mientras comprobaba que los dedos de la mano que había golpeado Maichlons estaban bien-. Te estas metiendo en un cenagal tú solito, si te pasa algo va a ser por la propia cadena de errores que te estás creando. Es mejor que emprendas una retirada técnica, no sea que no puedas volver.
-          Ahora mismo estoy más interesado en un premio mayor -Maichlons señaló a la dama que les observaba. Aunque no era la única, pues se habían convertido en una atracción, en el centro de la plaza.
-          Ella es mía, así que ya puedes buscarte una fulana, que son más dignas de un soldado idiota -dejó caer Shon, sabiendo el efecto que tendría.
-          Acaso quieres morir hoy y aquí mismo -dijo Maichlons, posando su mano sobre la empuñadura de su espada. Los ojos de Shon habían seguido la trayectoria de la mano. Había supuesto que le retaría a un duelo, pero no qué querría hacerlo allí mismo.
-          ¿Qué ocurre aquí? ¿Ya estás buscando gresca, Shon? -dijo una voz profunda a la espalda de Maichlons, que le obligó a volverse.
Dos hombres, vestidos con cota de malla y coraza, con yelmos emplumados, con unas espadas cortas y una especie de porras de madera colgando en los costados de unos calzones oscuros, resguardados bajo cota de malla y unas botas altas.
-          Para nada, capitán Mullens, ya nos íbamos de aquí -contestó Shon, que se acercó a Maichlons y añadió en voz baja-. Te han salvado, pero ya arreglaremos cuentas, soldado.
Shon de Fritzanark regresó junto a sus amigos y se marcharon de allí, internándose en el parque.
-          Bueno, ¿y tú quién eres? -quiso saber el capitán Mullens, con su voz profunda, que no dejaba de observar a Maichlons-. Nadie en esta ciudad suele ir directamente a por ese bastardo, con lo que o eres un suicida o ha llegado otro listo a mi ciudad. Lo cual no me gusta.

Maichlons observó al capitán y se sonrió, pensando en lo divertido que sería golpear a esos dos juguetes, esos dos hombrecitos vestidos de soldados, pero en verdad no eran más que miembros de la guardia de la ciudad, y por lo que se veía, del grupo que se encargaba de mantener el orden público.

domingo, 27 de agosto de 2017

N. G. de G.: Los Señoríos del Sur (2)



El señorío de los ríos


Este señorío es uno de los más grandes e importantes de los territorios del sur. Se encuentra en la ribera sur del río Nerviuss, separando el Sur, del reino de Tharkanda al otro lado de las aguas. Extendiéndose desde las ciénagas de Bhemar hasta las islas donde está erigida la ciudadela norteña de Yhunddal y los grandes puentes de piedra que las unen con cada ribera, creando un paso para que los mercaderes y los exploradores puedan cruzar las aguas bravas del río Nerviuss.


Al sur de las ciénagas los valles se introducen entre las montañas de la cordillera de Ramshaner, que ya es territorio del señorío de las montañas. Al sur, tras dejar las últimas montañas que giran hacia el oeste, se llega a las praderas verdes, y por tanto a la frontera con el señorío de las praderas. Si viajas al este, siguiendo el camino que llaman real, hay que cruzar el río Yhandu, afluente del Nerviuss, y tras él, a muchas millas, se llegara a los lindes de un gran pantano, que a su vez es la frontera este, entrando en el territorio del señorío de los pantanos.


El territorio actual no es el originario, sino que se debe a la anexión por matrimonio del señorío de las llanuras que separaba el de los ríos original, del de las praderas y tras una guerra, con el de los prados, que se extendía entre el río Yhandu y el señorío de los pantanos.


Debido a su situación, es un señorío muy rico, debido a que allí el invierno es menos implacable y duradero que en otros vecinos del sur. Al estar protegido por las montañas del sur y oeste, así como tener los cursos del Nerviuss y el Yhandu, sus tierras son muy fértiles, por lo que tienden a recoger unas buenas cosechas de cereales, vegetales, y pesca. En las regiones sureñas y cercanas a las montañas, se dedican a la ganadería y a actividades forestales. Tienen algunas minas, pero dependen más de lo que se obtiene en las grandes minas del señorío de las montañas. Aun con toda su riqueza, carecen de grandes ciudades, a excepción de la capital, Bhlonnor, mandada construir por el señor Nardiok, aunque no sería habitada hasta la ascensión de su sucesor.

El señorío originario fue creado por Nardok, cuarto hijo del rey Naradhar III, fundando el clan Irinat. A diferencia de otros clanes, el de Nardok aún ha subsistido, aunque ahora es un grupo de nobles menores, simples tharnes que mantienen unas aldeas y unas cuantas granjas junto a las aguas del río Nerviuss. El señor Nardiok, hijo de Nardok, murió sin descendencia propia, por lo que tras meditarlo en el consejo de su clan, designó al hijo de su mejor amigo y canciller como su heredero.


Tras la muerte de Nardiok, comenzó una época de esplendor y gloria en el señorío, bajo la tutela del clan Bhalonov, que mantuvo el emblema anterior, el gran Orkkon, pero añadieron la silueta de un árbol tras la bestia. El primero de los Bhalonov que fue señor, fue Ofthar, hijo de Ofhar, al que se le dan muchos adjetivos, pero creo que el Justo será el más idóneo en esta descripción. Casado con la heredera del señorío de las llanuras, nieta del rey Naradhar III, anexionó este territorio a su ya aumentado señorío. Las gentes del señorío de los prados le aclamó como su señor, cuando este expulsó a los invasores de los pantanos, tras batallar contra ellos.


A día de hoy, su último descendiente, Osfhart ha sido proclamado como señor de las cascadas, es decir rey de todos los sureños, su hijo Usbbart, es su heredero, mientras su otro hijo, Osbbar heredará el liderato del clan y el cargo de gobernador del señorío a la muerte del canciller Irnash. Su única hija, se encuentra casada con el rey Ivort I de Tharkanda, convertida en la reina Ingert, lo que ha creado una alianza tanto política como militar entre ambos reinos.

La religión mayoritaria del señorío es la tradicional, pero desde la primera alianza entre el rey Shonleck I de Tharkanda y Osfhart, ha comenzado a extenderse la fe en Bhall, el dios único que es adorado por los norteños. Se han levantado algunos monasterios y templos, aunque esta religión solo ha hecho mella en los siervos. Los tharnes y hombres libres siguen rezando a Ordhin y al resto de miembros de su panteón, teniendo algunos propios, como:


Sherin, una semidiosa, que mora en el curso de del Nerviuss, y se la reza para que este nunca se detenga, nunca deje de enviar sus dones con las aguas del río, pero también para que en su cólera no haga salirse el río de su cauce. Se cree que es hija de Ordhin con una mortal, engendrada cuando la mujer se bañaba en el río y por ello Sherin no puede abandonar las aguas del Nerviuss.


Lhima, hija de Frigha y Lorhk, que se hizo pasar por Ordhin mediante engaños, para poseer a la esposa del padre celestial. El resultado de tal acto no debería haber existido, pero Ordhin en su sabiduría y justicia, perdonó al fruto inocente y una desconsolada Frigha le dio el don de la regeneración. Se le reza al final de la primavera, para que los primeros brotes sean lo más espléndidos posibles.



Este señorío, al contrario que otros, posee parte de su cultura escrita en pergaminos y otros contenedores, aunque los bardos siguen estando muy apreciados, hasta el punto que a los de mayor renombre se les da el título de “nushbarghi” o heraldo de Barghi. La mayoría de composiciones son gestas de batalla, aunque una de la más repetida es el “cantar de Güit y Ofhar”, en el que se narra una historia de amor sin precedentes.

El juego cortesano (10)



Shennur le pidió a Bharazar que paseara con él por su jardín y de ese modo poder contarle cómo estaban las cosas en la corte.
-       Vuestro hermano está peor que nunca -comenzó a decir Shennur-. La verdad es que nunca fue un gran monarca, pero le permitía a mi tío hacer y deshacer a su gusto. Cuando vuestro padre murió, vuestro hermano no estaba preparado para gobernar. La verdad es que a día de hoy sigue sin estarlo, pero era el hijo de la primera esposa y con eso le valía -eso era un dato muy cierto, pues Bharazar era mayor que su hermano, pero su madre le tuvo primero a él, no como la primera esposa que parió varias chicas antes que Shen’Ahl, pero sin derechos al trono-. Mhaless no podía ir contra la tradición del imperio. Hoy, viéndolo en retrospectiva tal vez deberíamos habérnoslo jugado con una guerra civil poniéndote a ti en el trono del león.
-       ¿Tan mal está la situación?
-       Vuestro hermano no gobierna, lo hacen su canciller y sus asesores -dejó caer Shennur-. Bueno al principio, fue así. Pero el problema radica en que vuestro hermano no tiene seso al elegir a sus asesores, que cambian cada pocos meses, según lo influyentes que sean con él en la corte. Los que más oro le traigan, bellos regalos y le llenen el estómago, más ascenderán en la corte, que se ha llenado de pretenciosos y arrogantes. Y uno de los casos más alarmantes fue lo que tras dos años de reinado, provocó Dhasvi de Ahlkalcel.
-       ¿Dhasvi de Ahlkalcel? -repitió Bharazar, a quien no le sonaba nada ese nombre.
-       Sí, Dhasvi era un noble de una familia venida a menos -contestó Shennur-. Su abuelo había muerto en la batalla de las dunas, junto a tu tío. Su padre, pero no lo supimos hasta mucho más tarde, estuvo implicado en una de las conspiraciones de nobles resentidos por las políticas sociales de tu padre. Para evitar problemas para su familia, se suicidó antes de que alguien pudiera atraparle, y por ello no quedó constancia de su implicación en ninguna parte.
-       Una bonita familia, pero cómo afectó eso al reinado de mi hermano -indicó Bharazar.
-       Por lo que pudimos recabar después de la crisis, Dhasvi se dedicó a gastar toda la fortuna familiar en tener a tu hermano feliz, hasta antes de que tu padre falleciera. Más aún, de alguna manera convenció a tu hermano para que cambiara el nombramiento del nuevo embajador en Stey y se lo dieran a él. En aquel momento tu padre estaba absorto en otros asuntos, por lo que no se dio cuenta del cambio, ni mi tío se percató. Así que Dhasvi consiguió lo que quería -siguió narrando Shennur, haciendo grandes aspavientos con las manos, mientras su rostro se ponía tenso-. Justo cuando se cumplían los dos años de reinado de tu hermano, llegó un mensaje de urgencia, el rey de Tharkanda nos lanzaba un ultimátum, debíamos entregar a Dhasvi o nos declaraban la guerra. Acusaban a Dhasvi de ser el líder de una conspiración que había acabado con el anterior rey, asesinado. Mi tío pidió explicaciones a su hombre en la embajada, que le aseguró que la acusación del monarca sureño era justa. Dhasvi había escapado de sus perseguidores sureños y se había escondido en casa. Mi tío tuvo que poner tras él a los Lobos del Emperador -en ese momento Bharazar sintió un escalofrío, los lobos eran los asesinos personales del monarca, no sabían lo que era la piedad si eras su objetivo-. Al final, dimos con él y se lo enviamos al monarca de Tharkanda como ofrenda de paz.
-       Una ofrenda sabía, pero no sé si la más acertada, por una vez mi hermano supo resolver la situación -murmuró Bharazar, pero pronto se calló al ver la expresión de Shennur.
-       No, esa no fue idea de tu hermano, sino de mi tío, no podíamos entrar en guerra en ese momento, la muerte de tu padre casi había desembocado en un levantamiento de nobles, unos con tu hermano y otros que te querían a ti -negó Shennur-. No, fue idea de mi tío. Además tu hermano no se creía las acusaciones y seguía emperrado en que su amigo Dhasvi resolvería la situación. Al rey de Tharkanda le enviamos la cabeza de Dhasvi, junto a un nuevo embajador, un aliado de mi tío y mío, aún sigue en Stey. Tu hermano durante varios meses más todavía creía que era Dhasvi, que llevaba muerto mucho, quien había resuelto la crisis. Mi tío siempre le contestaba que sí, que había puesto toda su cabeza en ello -en la cara de Shennur apareció una sonrisa al recordar las palabras de Mhaless sobre el fin de Dhasvi.
-       Menos mal que Mhaless era alguien sabio -elogió Bharazar, intentando asimilar la estupidez de su hermano.
-       Desde entonces, primero mi tío y luego yo, hemos estado manteniendo un control a todo lo que hace, rige y le rodea a tu hermano, pero ni con esas podemos tener a raya todas sus extravagancias y menos ahora con todos los cortesanos nuevos que le rodean -se quejó Shennur-. Es verdad que no suele estar mucho en la corte, se lo pasa mejor cazando, yendo al coliseo, en sus estancias, bebiendo, divirtiéndose en sus bacanales y retozando con sus monteros, sus criados. Pero a aquellos que nombra consejeros, se están volviendo arrogantes y poderosos.
-       Lo que me cuentas es muy preocupante -señaló Bharazar.
-       Pero solo es una parte, la otra es el problema de la descendencia -dejó caer Shennur-. Ya has conocido a Xhini, una chica hermosa, hija de Pherahl de Ghusse, un noble leal a tu padre, pero ahora enfadado y ofendido, con muchos amigos en la aristocracia y en las clases burguesas, que poco a poco no ven con buenos ojos a tu hermano. Su enfado se debe a que su hija, primera esposa de tu hermano, ha sido rechazada por tu hermano por no darle hijo alguno. Shen’Ahl la expulsó del palacio durante una recepción de la corte, lanzó palabras hirientes con el padre delante, que aguantó porque no le quedaba otra, pero se presentó ante mí para lanzar una serie de quejas que claramente por su bien no lleve ante tu hermano. Xhini no podía volver a la casa de su padre, pues al seguir casada, pero repudiada debía estar con su esposo, pero tu hermano no la quiere en el palacio, por ello la tengo yo como invitada y por ello hay tantos guardias, tanto míos como de su padre.
-       Pobre chica -se apenó Bharazar.
-       A Xhini no le pasa nada, es tu hermano -espetó Shennur-. Tuve que enseñar a tu hermano como había que hacer para tener hijos, ya que a tu hermano no le van las mujeres. Con la segunda esposa tampoco está teniendo descendencia, es tu hermano quien no puede tener hijos. El problema de la segunda esposa es que es hija de uno de los nuevos asesores, no me permitió elegirla yo, como debía haber sido.
-       ¿Quién es el heredero a mi hermano? -preguntó Bharazar, aunque ya suponía la respuesta.
-       Tú.
Tras la palabra de Shennur se hizo un silencio, donde los dos hombres se miraron el uno al otro, estudiándose.