La luz de la mañana inundó la zona de la
cabaña del carbonero, y Obbort que era quien tenía la última guardia, junto a
Ohel, se fue dedicando a despertar a los compañeros. Mientras los jóvenes se
dedicaron a preparar un desayuno, Orbish se alejó siguiendo las pisadas dejadas
por Alvaras, a quien encontró apoyado en un árbol.
- La venganza no te ayudará con tu perdida
-dijo Orbish-. Ese camino sólo lleva a una mayor oscuridad.
- Ellos eran toda mi vida, Orbish. Sin ellos
ya estoy en la oscuridad -susurró Alvaras, sin volverse-. Ya me da lo mismo lo
que me pase, mientras que el miserable que ha destruido todos mis tesoros pague
por ello. Lo he jurado ante los dioses.
- Si esa es tu postura, yo no voy a poder
cambiarla, pero recuerda mis palabras, no te sentirás mejor por derramar esa
sangre. Tal vez ahora no lo ves, pero llegará el día que lo comprendas -aseguró
Orbish, avanzando hasta ponerse al lado de Alvaras-. Ten.
Orbish le pasó una pequeña hoja, como una
aguja, pero con dos filos. Se notaba que estaba afilada en extremo.
- ¿Qué es esto? -preguntó Alvaras.
- Guárdatela, es tu salvoconducto para
escapar de Davert -explicó Orbish-. Recuerda que te entregaré maniatado y sin
armas. Con este pequeño filo que puedes esconder fácilmente en una manga,
podrás cortar las sogas, con un poco de maña, claro.
- Gracias -dijo Alvaras, guardándose el
pequeño filo.
- No me agradezcas nada ahora, sino esta
noche, cuando nos veamos ante la casona -indicó Orbish-. Si no apareces, me
largare con los chicos, pues supondré que has muerto bajo las botas de Davert.
Creo que ya huelo el desayuno, vamos.
Alvaras le hizo un gesto para que se
marchará, él quería estar solo un poco más. Orbish al regresar se topó con Jhan,
que miraba fijamente a su señor.
- ¿Él nos vengará? -preguntó Jhan
- Lo hará, pero eso traerá consecuencias,
importantes -aseguró Orbish-. Además la oscuridad acabará con él. Tú tienes
toda la vida por delante, no acabes consumido por el pesar como él.
- ¿Saldrá bien lo que vamos a protagonizar
dentro de unas horas?
- Creo que sí, pero recuerda lo que hemos
hablado por la noche, no te separes de mí ni un centímetro y claro está, no
abras tu bocaza para nada, ¿entendido, cagarruta? -le advirtió Orbish-. Vamos a
desayunar algo.
Alvaras tomó algo de lo que sus hombres
habían improvisado, cuando estos ya habían terminado. Cuando hubo terminado, se
subió a su caballo y Orbish le ató las manos entre sí. Le quitó su espada y su
puñal, que colgó de su montura, como si fueran trofeos de caza. Luego enlazó
las riendas con una cuerda, que ató al pomo de su silla.
Los hombres de Alvaras recogieron el
campamento y tras apagar las hogueras se pusieron en camino, lento, pero
seguro. Tenían aún por recorrer una buena distancia. Lo hicieron en silencio,
cada uno rezando a los dioses, al destino o a quien vieran con mejores ojos.
Fue al mediodía cuando llegaron al claro y
vieron el campamento en el centro, en la pequeña colina. Era tal y como lo
había descrito Orbish. Alvaras les hizo detenerse por unos instantes, pero
debían seguir.
- Ordhin está con nosotros, así que
adelante, amigos -dijo solemne Alvaras, a lo que el resto asintió, como
librándose de los nervios o el miedo.
Tengo muchas ganas de ver como terminara esta aventura. Es un placer leer tan buena literatura. Gracias por compartir tu mundo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar