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domingo, 2 de abril de 2017

Alvaras (9)



Desde que habían dejado atrás la aldea donde había pernoctado, Alvaras iba algo nervioso y con muchas ganas de llegar a Yhakka. Había echado mucho de menos a Thale y esperaba que aún no hubiera dado a luz. Por alguna razón que no podía explicar quería estar con ella durante el parto. Es verdad que las mujeres no le permitirían entrar a la estancia donde ellas trabajaban para ayudar y atender a su esposa, pero él creía que debía estar cerca. Se lo había preguntado a su padre, que tras sonreír y darle una palmada en la espalda le dijo que él desconocía porque se daba esa situación, pero él había sentido lo mismo cuando esperaba que Fhir diera a luz. Alvaras y Thale habían llegado al acuerdo de que si el recién nacido era un varón, lo llamarían Alverk y si era una niña Alvish. Pero hasta su nacimiento nada podrían hacer.

Alvaras salió de sus pensamientos cuando Ballur puso una mano en su hombro, mientras señalaba hacia el frente. La empalizada de Yhakka ya se distinguía en el horizonte, apareciendo entre la nieve. Estaba tranquila, iluminada por los rayos del sol en ese día tan claro sin nubes.

Seguían acercándose y a Alvaras algo le llamó la atención. Yhakka estaba tranquila, demasiado tranquila. Se fijó en el cielo sobre la empalizada, azul, radiante, limpio, sin humos. Eso era, para la hora que era tenían que verse el humo de los lares de las casas, los hornos de la forja, incluso el hogar donde Uthel preparaba sus ungüentos y fumaba sus hierbas. Entonces se percató en una segunda cosa, las almenas estaban desiertas, así como la torre frontal, no distinguía movimiento, no había ni un solo arquero del thyr. Y las puertas abiertas, de par en par.

   -   ¡A mí! -gritó Alvaras y espoleó su caballo.

Sus cuatro hombres salieron disparados tras él, así como Jhan que había ido pillando el truquillo a esto de cabalgar. Alvaras no pudo escuchar como Ballur ordenaba a Obbur que se quedara al cargo de la columna y que los veinte primeros guerreros le siguieran. Para Alvaras no había otra cosa que hacer que llegar a Yhakka. Su caballo voló sobre el camino y la nieve y recorrió la distancia que le separaba de la población muy rápido. Tuvo que refrenar a la bestia desbocada para no golpearse contra una de las puertas.

Una vez dentro las edificaciones parecían estar bien, pero cuando miró hacia las pasarelas en las almenas pudo ver los cuerpos de los siervos, algunos con sus arcos aun sin las cuerdas, otros con los puñales en las manos. Fue recorriendo lento el camino entre las casas, para llegar al patio central. Cuerpos de mujeres y niños yacían en el suelo, blancos como la nieve que les rodeaba.

El patio central estaba lleno de muertos, alguno de sus guerreros, sus familias, siervos. Alvaras frenó del todo su caballo. Pudo escuchar cómo llegaban sus guerreros y los de Ballur por detrás de estos. No se volvió, sino que avanzó hacía la casona, cuyas puertas principales habían sido desencajadas de sus goznes y las habían cortado por la mitad. Ante el portal abierto había un cuerpo, un guerrero de cota de malla, una armadura que reconoció al momento. se aproximó y vio a su padre, bocarriba, con el cuello separado del tronco unos centímetros, con la sangre reseca y la nieve cubriéndole, los ojos abiertos, los brazos separados y su espada lejos de su mano. No le habían permitido morir como un guerrero, la mayor de las felonías, ahora Alvark debería vagar por las tierras negras de Bheler hasta que alguien de su sangre vengará su muerte acabando con su asesino.

Alvaras se volvió cuando escuchó el alarido de dolor de Jhan, que estaba arrodillado junto el cuerpo de una muchacha, Shine tenía que ser. Jhan lanzaba alaridos, lloraba, mientras estrechaba el cadáver de su amor entre sus brazos. Fue en ese momento que Alvaras se dio cuenta que estaba llorando, no había notado que las cálidas lágrimas le reptaban por la cara desde que había entrado en Yhakka.

Ballur y sus hombres estaban llegando y apeándose de sus monturas, presos de la más absoluta sorpresa. Ballur iba dando órdenes para que buscaran posibles supervivientes, pero no creían posible encontrar alguno.

Alvaras intentó cerrar los ojos de su padre, pero no lo consiguió, por lo que los tapó con un trozo de tela que cortó de un trapo que había junto al cuerpo. Se puso de pie y entró a la casona con paso lento por el portal principal. En el salón había varios cadáveres, algunas cocineras. Pudo ver a su madre, degollada, pero sus ojos se posaron en los cuerpos que yacían sobre su mesa, la del señor, en el punto central, ante su sitial. Se acercó despacio, lento, como no queriendo reconocer la verdad. En el centro, el cuerpo de Thale, degollado, con las ropas cortadas, mostrando su desnudez, con su vientre cortado, desde la altura de sus pechos hasta la ingle, abierto por medio de la fuerza, con las costillas rotas, con las vísceras a la vista. A la izquierda de Thale, Alvo, a la derecha, aun unida por el cordón un feto casi desarrollado, una pequeña niña, desnuda, ensangrentada, su pequeña Alvish, muerta. Los tres cadáveres posados en un gran charco de sangre seca.

Alvaras permanecía ahí de pie, mirando a los que más había querido, su pasado y su futuro. Inmóvil, mientras las lágrimas caían sin control sobre el suelo. con los brazos caídos, con la boca abierta intentando gritar, pero sin poderlo.

   -   No sé cómo ha podido pasar esto, mi amig… -las palabras de Ballur se fueron perdiendo cuando este vio la macabra visión que había sobre la mesa del therk.

Ballur dio un paso atrás, casi tropezó con un cadáver, se volvió y salió a la carrera del salón, para poder llegar fuera de la casona donde sus tripas dejaron de contenerse y vomitó. Sus hombres al ver como su señor arrojaba lo que había en su cuerpo, supieron que había algo demasiado tétrico en el interior de la casona. Cuando Ballur consiguió volver a tener el control, regresó al salón, donde pudo ver que Alvaras volvía a moverse.

Alvaras entró en la armería y al poco regresó con un rollo de lona blanca. Lo extendió por encima de una mesa. Se acercó a los cadáveres de su familia. Tomó al feto y lo volvió a acomodar en el espacio que su madre tenía para ella, cerró la tripa de Thale como pudo. Luego cargó con solemnidad el cuerpo y lo colocó sobre la lona blanca. Tras Thale se encargó de Alvo, que lo puso junto a su madre. Les enrolló con cuidado en la tela, preparando la mortaja en la que les llevaría a su pira. Ballur observó como el hombretón preparó en silencio a su esposa y sus hijos para el rito de la despedida. Una vez terminado, hizo el mismo procedimiento para su madre. Una vez que tuvo los bultos listos sobre su mesa, se volvió hacía Ballur.

   -   ¿Habéis encontrado algún superviviente? -preguntó Alvaras, con la cara seria, sin un ápice de alegría.
   -   Mis hombres siguen buscando -se limitó a decir Ballur, pues no encontraba ninguna palabra que pudiera consolar a Alvaras en tan duro momento.
   -   Habrá que preparar las piras para el rito de la despedida -dejó caer Alvaras, como si fuera lo más normal del mundo. Por un momento Ballur creyó que su amigo se había olvidado de lo que acababa de ocurrir-. Hay suficiente lona blanca en el almacén para amortajar a todos los del poblado. Podéis hacerlo aquí.

Alvaras le dio una palmada a Ballur y salió de la casona por las puertas principales. Sus hombres ayudaban a los de Ballur a amontonar los cuerpos, mientras la columna entraba en Yhakka. Alvaras caminaba como un espectro y sin hablar con nadie cruzó el patio y se dirigió a la muralla, donde se quedó mirando hacia el sur, hacia las tierras salvajes de los cuervos negros. Pero cada vez que su mente pedía venganza, una vida de odio y muerte para los cuervos negros, algo le hacía reparar en que se equivocaba. Una corazonada tal vez, o una certeza, una idea proveniente de lo que conocía de su padre.

Yhakka no había caído bajo un asalto, no, porque en ese caso debería haber rastros en las impolutas murallas de un asedio y no lo había. Los enemigos tenían que haber sido invitados a entrar. Pero Alvark no era un iluso, jamás habría dejado entrar a su verdugo, por lo que al igual que en la granja de Fhad, el líder de los cuervos debía ser un viejo conocido o alguien al que no se podía dejar fuera de la empalizada.


Mientras Alvaras permanecía absorto en sus pensamientos y divagaciones, fue Ballur quien se encargó de preparar todo para honrar a los muertos. Lo primero que hizo fue colocar guardias en las puertas y en las torres, así como en la empalizada, pero sin llegar a molestar al therk. Después con el thyr y los hombres que le quedaron empezó a preparar los cuerpos. Unos se encargaron de levantar las piras, individuales o por familias para los hombres libres y una grupal para los siervos. Otros de amortajar y dar un baño de óleo a las lonas.

Ballur se sorprendió que en este ataque no había destruido los suministros almacenados en el piso superior de la casona. El espacio estaba lleno para alimentar a todo Yhakka para el siguiente invierno, que poco a poco se iba acercando. También recibió informes que no habían destruido nada de las forjas, ni de los otros talleres, ni de las casas de los siervos. Los animales de crianza seguían allí, incluso los caballos de los guerreros del therk. Había ocurrido todo lo contrario a lo pasado en la granja de Fhad, excepto con la población.

Ballur al ver que todo estaba listo, decidió que era momento de que fuera a avisar a Alvaras, pues él debía llevar a cabo los rituales a falta del sacerdote del poblado. Pero antes, ordenó a cuatro hombres al mando del sargento Phett que fueran hasta el molino y lo revisaran, ya que podría ser una buena atalaya para expiarlos.

   -   Alvaras, ha llegado la hora, todo está listo -Ballur se había acercado haciendo todo el ruido posible, pero el therk no se había parecido inmutar, al final había tenido que posar su mano derecha en uno de los hombros-. Debemos decir adiós a los muertos.

Alvaras asintió en silencio y empezó a volver, andando por delante de Ballur. En el patio habían colocado las piras. Ante la casona se encontraban la familia del therk y los hombres libres, al otro lado los siervos. Algunos guerreros de Ballur habían formado una guardia de honor en un pequeño hueco libre, mientras que los arqueros sostenían las antorchas.

   -   Alvark y esposa -susurró Ballur ante la primera de las piras centrales.
   -   Padre, y madre, que el gran Ordhin os reciba a uno y otro -bramó con voz potente Alvaras, mientras se quitaba el guantelete de la mano derecha, a lo que desenvainó su cuchillo de caza y se cortó en la palma desprotegida. La sangre empezó a caer en la mortaja del padre-. No descansaré hasta encontrar a tu vil asesino que te niega la partida, padre, un día dejaras las tierras de Bheler.

Ballur hizo un gesto y el siervo dejó caer la antorcha. El fuego se extendió veloz gracias al óleo, haciendo que pronto se convirtiera en una furiosa llamarada. Alvaras dio unos pasos a la derecha, donde reconoció sin problemas la figura de Thale aún tapada por la lona blanca. Volvió a poner la mano sobre la tela y dejó caer unas gotas de sangre.

   -   Mi amor, mi único amor, que Ordhin te acepte, que Frigha te conserve, para el día que nos volvamos a ver, nos fundamos en lo que nadie debió romper nunca -dijo Alvaras solemne-. Y mi Alvo y mi Alvish, quienes eran inocentes de los pecados, que ya no veré crecer, ante ellos también juro que encontraré a su asesino y lo lamentará con creces.

Esta vez fue el propio Alvaras quien prendió fuego la pira, ya que era su deber. Las llamas acogieron rápido los cuerpos de su esposa e hijos.

Mientras su familia se iba consumiendo en el calor, Alvaras tuvo que hablar para cada hombre libre, para Elvin e Ishla, los dos granjeros y sus familias, para Thyon, para sus guerreros fallecidos, They, Heber, Dhara, Kter, Pal, Fulkho y sus familias. Y al final de todos, los siervos, en su pira común. Dijo palabras hermosas, exhortó a los dioses, a los principales y a los menores, como el de la caza, el de la agricultura, el de la pesca, para que cada uno aceptara a los muertos y ninguno tuviera que vagar por las tierras de Bheler.

Pudo ver como Obbort mantenía agarrado con fuerza a Jhan, que parecía querer lanzarse en la pira de los siervos, donde estaría Shine sin duda. Alvaras comprendía su dolor, sabía que su pérdida era parecida a la suya y solo pudo compadecerse de él. Había jurado que cazaría a quien había cometido esta locura, a quien les había llenado de tanto dolor. No sabía cuánto tardaría, pero obtendría su venganza, había derramado su sangre en un contrato con los dioses y con las almas de los muertos. No tendría él paz hasta obtenérsela a los otros.

Pero ahora tenía un problema, no tenía casi pistas para avanzar, excepto los escudos con los cuervos negros. Pero veía un contrasentido a todo lo sucedido y Alvaras estaba cada vez más seguro que nada era lo que parecía. Ahora, tras el ataque a Yhakka empezaba a pensar que los cuervos negros eran un chivo expiatorio creado por otro enemigo, más listo y ladino.

Alvaras le hizo un gesto a Ballur para que le siguiera y los dos hombres se dirigieron hacia la casa de Uthel. La puerta estaba abierta, pero no había nadie en su interior. Alvaras consiguió encender el hogar y acercó un par de taburetes al fuego. Se dejó caer sobre la madera y Ballur le imitó.

   -   Hay algo que falla en todo esto, Ballur -dijo Alvaras-. Creo que alguien juega con nosotros. Esto no lo han podido hacer los cuervos negros.
   -   ¿Por qué crees eso?
   -   Mi padre no le hubiera abierto las puertas a un enemigo así, luchó contra ellos, al igual que tú -explicó Alvaras-. Además hay un dato más que corrobora que los cuervos negros no han sido en sí.
   -   Estás muy seguro, pero no lo estabas tanto hace unos días ante el tharn -espetó Ballur, que pensaba que este cambio se debía al deseo de venganza de Alvaras.
   -   Uthel no estaba entre los muertos -dejó caer Alvaras.
   -   ¿Uthel?
   -   Uthel es el sacerdote de Yhakka y ni está en el poblado ni en las piras -indicó Alvaras, señalando las piras que ardían al otro lado de la ventana de la casa y cuyo fulgor iluminaba el interior-. Es demasiado mayor para salir a buscar hierbas, que se las trae un siervo al que estaba instruyendo y que ahora mismo le devora el fuego. A los cuervos negros no les importan nuestros sacerdotes, ya que se creen ellos bendecidos por los dioses. Mi padre me contó que durante la última guerra contra ellos, mataron a varios sacerdotes a los que acusaban de farsantes.
   -   Me acuerdo de ese suceso, uno de los muertos era un tío mío -rememoró Ballur-. Es verdad que los cuervos negros no aceptan a nuestros sacerdotes. ¿Pero a dónde quieres llegar?
   -   ¿Por qué unos cuervos negros se llevarían a nuestro sacerdote, en vez de matarlo?
   -   Difícil pregunta -afirmó Ballur, pensativo-. No sé cómo responderla. Pero creo que tú ya has llegado a una respuesta, ¿verdad?
   -   ¿Tú matarías a un sacerdote? -preguntó directamente Alvaras, ante lo que Ballur puso una cara de sorpresa, pero que fue relajándose mientras la iba dando vueltas.
   -   Ninguno de nosotros mataría a un sacerdote, ya que eso sería ponernos a los dioses en nuestra contra -comentó Ballur, dándose cuenta a donde quería llegar Alvaras-. Sería un sacrilegio, nos lo han enseñado desde niños, no seríamos capaces.
   -   Puede ser que haya cuervos negros o no en ese grupo que hace los asaltos, pero sí que llevan escudos con el dibujo, con lo que nosotros pensamos en nuestro viejo enemigo sin pensar en otra cosa -explicó Alvaras-. Pero en verdad son traidores o ladrones, que creen en lo mismo que nosotros y su líder es alguien conocido, alguien a quien debes recibir. Fhad lo hizo y mi padre aun estando avisado de cómo actúan, tuvo que abrirles las puertas.
   -   ¿Pero quién? -preguntó con vehemencia Ballur.
   -   Ese es el problema, no lo sé -dijo Alvaras, agachando la cabeza.

Los dos hombres se miraron, pues no sabían cómo seguir. En ese momento escucharon una tosecilla en la puerta de la casona y se volvieron para ver al sargento Phett.

   -   Mis therk, hemos encontrado a alguien en el molino -informó el sargento Phett-. Se ha resistido y le hemos tenido que reducir. Parece un guerrero e iba bien armado.
 
  Phett se hizo a un lado y entraron dos guerreros que sostenían a otro por los brazos. El hombre llevaba una armadura de placas, parecía fuerte, de pelo rubio corto, barba del mismo color, bien cuidada y con trenzas. La cara tenía alguna cicatriz. Ballur hizo un gesto y los hombres le soltaron, por lo que se precipitó contra el suelo. Un tercer guerrero dejó en una esquina, junto a la puerta, un petate, un hacha, un escudo redondo, un par de dagas y un laúd.

2 comentarios:

  1. Ha sido una escena desgarradora y muy triste. Entiendo el estado de Sock en el que Alvaras se encuentra ahora. A veces cuando algo tan horrible sucede. Personas como Alvaras continúan actuando en un estado de trance o ausente donde sus emociones estan en un segundo plano y solo reaccionan a los hechos y tareas para hacer de forma inminente. El caso es que cuando esas tareas terminan y pasa el tiempo esas emociones salen de golpe se liberan y salir del trance puede suceder en cualquier momento y de la forma menos esperada. El que tenga un objetivo de justicia o venganza quiza lo ayude a tener la mente fría. Espero que Alvaras sea capaz de lograr cicatrizar esa herida. Que sea capaz de en algún momento lejano y cuando se recupere de rehacer su vida. Espero que encuentre a alguien a quien amar. Porque creo que la vida sin amor, ya sea amor familiar amistad o enamoramiento, se vuelve vacía y apagada. Grandísimo capítulo. Gracias.

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  2. Ha sido una escena desgarradora y muy triste. Entiendo el estado de Sock en el que Alvaras se encuentra ahora. A veces cuando algo tan horrible sucede. Personas como Alvaras continúan actuando en un estado de trance o ausente donde sus emociones estan en un segundo plano y solo reaccionan a los hechos y tareas para hacer de forma inminente. El caso es que cuando esas tareas terminan y pasa el tiempo esas emociones salen de golpe se liberan y salir del trance puede suceder en cualquier momento y de la forma menos esperada. El que tenga un objetivo de justicia o venganza quiza lo ayude a tener la mente fría. Espero que Alvaras sea capaz de lograr cicatrizar esa herida. Que sea capaz de en algún momento lejano y cuando se recupere de rehacer su vida. Espero que encuentre a alguien a quien amar. Porque creo que la vida sin amor, ya sea amor familiar amistad o enamoramiento, se vuelve vacía y apagada. Grandísimo capítulo. Gracias.

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