Los días siguientes se convirtieron en una noria para Fhin y los
Carneros. Para la mayoría de los clanes, fue una verdadera conmoción la
desaparición de dos clanes grandes, a manos de uno mucho más pequeño. Los
líderes mandaron a sus espías a obtener información. No fue difícil detectarlo
para Bheldur. Una vez reconocidos, se los conducía hasta lo que Fhin quería que
supieran. La mayoría informó que había un nuevo jefe en esa zona del barrio,
uno que había eliminado él mismo a Oltar y a Terbus. Los líderes cautos
decidieron ponerse a la defensiva, buscando todo lo que pudieran del tal
Jockhel. En cambio los más osados, empezaron a prepararse para la guerra. No
hubo ninguna sorpresa sobre quiénes se pusieron en una táctica u otra.
Pero ninguno de los clanes vecinos intentó expandir sus fronteras.
Phorto había tenido tiempo de consolidar su nuevo territorio y de ampliar sus
filas. Los que habían muerto de los Nutrias y los Serpientes habían sido
reemplazados y tenía suficientes soldados para garantizar sus propios límites.
Incluso los ciudadanos parecían contentos, ya que la escaramuza
que había otorgado el liderazgo a Fhin se había llevado sin daños colaterales,
algo muy habitual en el barrio. Nunca había ocurrido una matanza tal sin bajas
entre los civiles.
La cosa empezó a cambiar tras la primera semana. Un enviado de uno
de los clanes mayores, los Águilas, se presentó en el cuartel de los Carneros,
con intención de conversar con Jockhel. Phorto le estuvo haciendo esperar, tal
y como le había ordenado Fhin, hasta que tras varias horas de vigilia, sin
recibir ni una sola copa de agua, fue llevado ante Fhin. El enviado no fue lo
suficiente hábil para evitar que se notase su sorpresa al ver la juventud de
Fhin, quien se limitó a sonreír con maleficencia.
-
¡Saludos, oh gran líder de los Carneros! -empezó a hablar el
enviado, haciendo una reverencia-. Mi gran líder, Inghalot te desea lo mejor y
espera que goces de gran salud.
-
Es siempre un placer saber que se está en los pensamientos del
gran Inghalot -dijo Fhin, agachando ligeramente la cabeza, pero sin levantarse
del sillón en el que estaba sentado-. Cuando volváis con vuestro gran líder,
deseadle lo mejor de mi parte.
-
Así lo haré, gran Jockhel -afirmó el enviado-. Mi señor me envía, aparte
de haceros partícipe de sus buenas nuevas, para haceros una invitación. Los
grandes clanes de los Águilas, los Cuervos, los Toros y los Lobos, y alguno de
los menores, como los Comadrejas, los Mantis y los Lucios, han decidido
realizar una reunión de jefes para dar la bienvenida a vos y estudiar la
situación de los Carneros.
Fhin ya había previsto que ocurriese algo como esto. Los líderes
cautos querían mantener la delicada paz entre los clanes. Todos sabían las
consecuencias de una guerra entre ellos. Pero no había hablado de todos los
clanes. Faltaban dos clanes mayores, los Leones y los Osos. Y varios pequeños,
los Ciervos, los Caballos y los Gatos. Tendría que hacer una reunión con
Phorto, Bheldur y Usbhalo, ya que los Osos era el clan más peligroso en ese
momento. Pero no el más peligroso.
-
¿Y cuando los grandes líderes han decidido está reunión? -inquirió
Fhin, haciéndose el interesado.
-
Aún no se han puesto de acuerdo, pero sabiendo que vos quiere
reunirse, será más fácil hacerlo -contestó el enviado-. Con vuestra respuesta
positiva, se os enviará una invitación.
-
En ese caso y como soy yo quien ha provocado esta situación,
quiero que le llevéis la siguiente propuesta a vuestro gran señor -indicó Fhin,
ante la sorpresa del enviado-. Creo que el mejor lugar para reunirnos es un
lugar neutral para todos los clanes. La plaza de la fuente de los peces es un
gran lugar.
No solo el enviado se quedó con cara de sorpresa, sino que a
Bheldur y a Phorto les pasó lo mismo.
-
Pero esa plaza queda dentro de vuestro territorio -musitó el
enviado.
-
Qué mejor ejemplo de mi interés por la paz entre los clanes que
permitir que otros líderes crucen mi territorio sin sufrir insulto o daño
alguno.
-
¡Eh, sí! -consiguió decir el enviado-. Le llevaré vuestro mensaje
a mi señor. Pronto recibiréis noticias nuestras, gran señor.
-
¡Phorto! Haz que una escolta armada le proteja hasta abandonar
nuestro territorio -ordenó Fhin-. No queremos que nadie le tome por lo que no
es y no se diga que los mensajeros de otros clanes no son respetados. Luego,
Phorto ven a verme.
El enviado hizo una especie de reverencia, muy elaborado y a todas
luces llena de falsedad. Phorto se marchó con él, como había ordenado Fhin.
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