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miércoles, 20 de mayo de 2020

El dilema (25)

Ulmay parecía más contento, gracias a la esperanza que había obtenido del acuerdo de Alvho con retrasar su posible defenestración. Pero parecía que gran parte de su alegría era más bien el resultado de la incomodidad de tener que regatear por su propia existencia con el que a todas luces podría ser quien la apagase. Sin duda, pensó Alvho, que era todo un contrasentido. Nunca había llegado a negociar con ninguno de sus presas anteriores cuando y donde les iba a matar. En el fondo, también para él era una ocasión irregular, dado las situaciones habituales ligadas a su profesión de asesino.

-       Creo que estaría bien que te quedases a comer con nosotros aquí -dijo por fin el radiante Ulmay-. Claro está que nadie debe saber la verdad de nuestro trato. Ni Tharka. es un gran defensor pero no lo entendería. Tharka no es un hombre tonto, ni corto de luces, como otros, pero su forma de actuar y ver la vida, le impide diferenciar los matices.
-       ¿Y entonces cómo vas a explicar mi presencia a partir de hoy? -quiso saber Alvho, intrigado por lo que le pasaba por la cabeza a Ulmay y sorprendido por como trataba al hombre que en verdad era su sustento y defensa. Realmente Ulmay valía lo suficiente para que él se ganara la enemistad y la venganza del gremio de asesinos de Thymok, y en el fondo el desprestigio ante el resto de gremios-. Dudo que Ireanna y Tharka se crean cualquier cosa, para ellos soy un vulgar asesino ante la primera y alguien de poca confianza para el segundo.
-       Creo que soy lo suficiente bueno a la hora de elegir mis palabras como para dejar claro que tu presencia aquí es para algo bueno y no para mal -respondió enigmático Ulmay, lo que le indicó a Alvho que la personalidad del heraldo ya estaba transformándose en carismático druida al que todos querían seguir camino al paraíso de Ordhin.
-       Dejo al maestro de la manipulación que me muestre su obra -ironizó Alvho, a lo que Ulmay le lanzó una mirada poco amistosa-. Pero ya puedes ser bueno, no quiero encontrarme el frío acero en una esquina oscura. Si eso ocurre, tú serás el siguiente en caer y esta supuesta fortaleza de Tharka no me parará, eso tenlo por seguro. 
-    No te preocupes, no va a haber juego sucio, tenlo por seguro -matizó Ulmay-. Ven conmigo, vamos a tomar algo.

Ulmay se puso de pie, casi de un salto. Alvho le imitó, pero sin la pirueta que hizo el druida y siguió sus pasos. Salieron de la habitación y recorrieron el pasillo, por donde había llegado Alvho, hasta una de las puertas que había pasado antes. Se encontraron con alguno de los criados que se pusieron blancos al ver a Ulmay, haciendo rápidamente reverencias exageradas. Ulmay las devolvía con una cara neutra y un leve movimiento de cabeza. A los ojos de Alvho, era muy bueno haciéndose pasar por un iluminado que solo parecía concentrarse en lo religioso. Se había perdido un gran actor o un gran heraldo. Le hubiera gustado conocerlo cuando aún era un heraldo.

La estancia a la que le había llevado era como un comedor o una taberna de cierto nivel, no como la de la posada en la que Alvho residía. En una mesa, había una gran garra y tres copas de madera. Una de ellas ya rebosaba cerveza y estaba en la mano de Tharka, que les miraba sonriente.

-       ¿Bueno, cómo ha terminado vuestra conversación? -preguntó Tharka, mirando a los ojos de Alvho.
-       Ha comprendido que la bendición de Ordhin es lo más importante -indicó Ulmay, con su voz engolada, que usaba cuando predicaba las buenaventuras del gran dios-. Alvho caminará nuestro camino para que la verdad y la cordura imperen en Thymok.
-       ¡Hum! -murmuró Tharka, tras lo que dio un sorbo a su copa-. En ese caso, sentaos y disfrutad de la cerveza, uno de los muchos dones que el gran Ordhin tiene a bien otorgarnos -Tharka le guiñó un ojo a Alvho-. Hay muchas cosas de las que debemos hablar, como el asunto de la expedición.
-       ¿La expedición? -inquirió Alvho, pues de eso no había recabado nada, ni en los barrios externos, ni en la ciudad. Parecía que esos hombres se estaban guardando algo importante. Podría ser que se la hubiera jugado el druida.
-       El gran Ordhin me habló y me comunicó que al otro lado del gran río hay una vieja reliquia que debería estar en el templo de Thymok -prosiguió Ulmay-. Empezaré a llamar a voluntarios para cruzar el río y recuperarla. Claramente esto lo tendría que hacer el sumo sacerdote, pero su falta de fe le impide hablar con el gran Ordhin. Pronto tendremos los suficientes hombres para ir a por ella.
-       ¿Queréis cruzar a las llanuras inexploradas con un grupo de adeptos, pero que no serán soldados? -la incredulidad de Alvho era auténtica. No podían estar hablando en serio. Llevarían a un grupo de adeptos a una muerte segura solo para echar al sumo sacerdote. 
-    No te preocupes, el señor Dharkme proporcionará soldados -aseguró Tharka, sonriente.

Alvho observó los ojos de Tharka y luego los de Ulmay. Parecían estar muy seguros de que el señor de Thymok iba a poner soldados para recuperar una reliquia al otro lado del gran río, en las llanuras salvajes.
 

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