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miércoles, 13 de mayo de 2020

El mercenario (25)

Diane, el profesor Trebellor y la shirat miraban a donde Jörhk apuntaba con su dedo índice. Parecía una loseta más del suelo, pero estaba ligeramente elevada, aunque esta diferencia era muy ligera y solo un ojo experto como el de Jörhk se podría haber dado cuenta de lo que era.

-       ¿Una loseta? -preguntó por fin Diane, que no sabía qué quería decir con eso Jörhk. Ella pensaba que el hombretón había perdido la cabeza, al darse cuenta que los iban a destrozar.
-       No, no, una salida, niña -negó Jörhk, riendo-. Eso es un acceso algún tipo de canalización o túnel de aire. Y por tanto nuestra salida. Solo hay que levantarla y largarnos. Ya me parecía que nadie en su sano juicio haría este sótano sin tener una ruta de escape si la bofia se les echaba encima.
-       ¿Y cómo la vas a levantar? -quiso saber Diane, que no quería involucrarse demasiado en la locura de Jörhk.
-       De eso no te preocupes, ya lo tengo controlado -aseguró Jörhk-. Vosotros podéis esperar descansando. Pero no salgáis de esta sala.
-       ¿Esto es una botella de Arkagh? -intervino el profesor Trebellor de improviso, mirando unas botellas octogonales de una estantería-. Son muy raros aquí. 
-    Y muy fuertes para un estómago débil -comentó Jörhk-. Así que a ninguno se le ocurra tomar una gota. No puedo cargar con nadie borracho o inconsciente.

Diane se acercó a Trebellor e impidió que tocase ninguna de las botellas que estaban en las estanterías. El hombre iba nombrando aquellas que sus ojos detectaban. Lo que sí permitió Diane coger fue raciones de comida. Parecía que Trebellor, la shirat e incluso ella tenían hambre. Llevo las raciones elegidas hasta una especie de calentador y las preparó. Mientras los tres mataban su hambre, Jörhk se pasó todo el rato tocando las paredes y el suelo, con un aparato que lanzaba pitidos en la mano izquierda. Hasta que lanzó un sonoro hurra.

Ante el asombro de Diane, la loseta del suelo se abrió, dejando libre un conducto del tamaño de una persona que se hundía en el suelo. Jörhk se acercó y se metió dentro, hasta que su cuerpo desapareció. Durante un rato, Diane se quedó al cargo de todo. De improviso apareció de nuevo la cabeza de Jörhk por la abertura.

-       Es lo que pensaba, un túnel de escape, bien iluminado y parece que se aleja de este edificio. Seguramente nos lleve a un lugar donde el dueño de este sitio pueda salir al exterior, lejos de sus perseguidores. Así que todos para abajo. Vamos, vamos.
-       No me fio -musitó Diane. 
-    Déjate de leches y baja -ordenó Jörhk, con cara de pocos amigos-. Profesor, vengan usted y su sobrinita. Niña si no vienes, te quedas sola.

La mención a quedarse sola fue suficiente para que Diane se guardase su desconfianza en alguna parte de su cuerpo y comenzase a bajar la escala que había por el conducto, hasta el túnel que había hablado Jörhk. El hombre no había mentido. El túnel era alto y ancho, estando bien iluminado, más que la parte de arriba. Cada cierta distancia se podía ver consolas con luces parpadeantes. 

-       Han sido muy ingeniosos -indicó Jörhk, subiendo por la escala hacia el orificio, pero tocó algo antes de alcanzar el hueco y la loseta se cerró en su lugar-. Han enlazado un túnel de telecomunicaciones y mantenimiento del edificio. De esta forma no hay que ir por las cloacas.
-       Van a saber que hemos huido por aquí y nos seguirán -dijo Diane, mirando hacia arriba, al lugar donde debería estar la cabeza de Jörhk.
-       Primero lidiaran un rato intentando abrirla sin conseguirlo -se burló Jörhk, sacando un cilindro de uno de sus bolsillos. la oscuridad se llenó de una luz rojiza-. Échate para atrás, a menos que quieras quemarte, niña.
-       ¿Quemarme? -preguntó Diane sorprendida, pero dio un par de pasos atrás antes de que empezasen a caer virutas incandescentes.
-       Un poco de soldadura casera con este soplete de campaña y no hay compuerta que se pueda abrir -explicó Jörhk mientras iba soldando las junturas de la compuerta-. Solo la podrán abrir usando explosivos y dudo que quieran hacerlo.
-       De todas formas tendremos que ponernos en camino rápidamente -señaló Diane-. Aunque no puedan bajar saben a dónde da su túnel de escape. Si no nos damos prisa estarán esperándonos. 
-    Lo más seguro -asintió Jörhk-. Pero lo que pasa es que no vamos a ir a ese lugar seguro. En otra situación así habría sido, pero dado la naturaleza de este túnel, prefiero seguir otro camino.

Diane iba a protestar, pero decidió que era mejor que el hombre le explicase lo que tenía en mente que ponerse a elucubrar lo que vendría a continuación. Así que se alejó, para poder hablar con su amiga shirat. A Jörhk no le sorprendió que ambas hablasen en shirat, idioma que él no conocía y el profesor Trebellor al parecer tampoco, lo que le mosqueó algo. Como se entendía con su querida sobrina, que no daba muestras de saber el idioma común.
 

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