Lo primero que pidió Ofthar fue una silla para su
amigo. Ordenó que un médico se presentase allí inmediatamente y de paso que
algún criado trajera un barreño de agua. Debían quitarle toda esa armadura
llena de mierda. Los siervos, con caras de asco, pero resignándose, comenzaron
a trabajar con rapidez.
Para cuando el médico llegó, Orot estaba metido en el
barreño, uno casi tan grande como él. La pierna herida estaba fuera del agua,
sostenida por una criada. Otras dos se afanaban por enjabonar el cuerpo del
guerrero, que no parecía cambiar de gesto cada vez que las mujeres, jóvenes
bellas, manoseaban su cuerpo. Los criados se habían encargado de su armadura y
ya la estarían limpiando. Solo tres personas a parte del médico que se había
puesto a observar la herida y los siervos, rodeaban a Orot, Rhime, Rhennast y
Ofthar.
-
¡Por el amor de Ordhin! ¿Dónde coño estabas, Orot? -preguntó al
fin Ofthar, harto de tanto silencio.
-
Matando cabrones, amig…, digo señor -respondió torpemente Orot.
-
¿Dónde está Mhista?
-
Me separé de él cuando llegamos, señor -contestó Orot-. Él se fue
con un grupo al edificio residencial y yo me vine aquí. Pero cuando llegamos nos
encontramos con un buen número de mercenarios. Empecé la lucha, señor. Fue
encarnizada, aunque los muy idiotas estaban bebidos. Perdí a algunos buenos
muchachos -eso explicaba que cuando Ofthar y los suyos llegaron, encontraron a
algunos de los suyos muertos junto al enemigo-. Pero Ordhin estaba con nosotros
y los expulsamos hacía la torre. Allí se nos unieron los hombres de Mhista. Me
pareció verlo luchar con oficial enemigo. Creo que el que dirigía a los
defensores del puente del Orgha. También me pareció ver a Velery, pero todo era
un lío, señor.
-
¿Velery? -interrumpió Ofthar. Por lo que sabía no se había dado
con él aun. Se pensaba que o estaba luchando o muerto-. Ya hablaremos de él en
otro momento. ¿Qué fue de Mhista? ¿Qué fue de Whaon? ¿Qué te pasó a ti?
-
A Mhista ya no le vi más, me pareció que se fue persiguiendo al
oficial, pero no lo sé seguro, señor -prosiguió Orot-. A Whaon no le vi por
ninguna parte. Yo perseguía a varios mercenarios al interior de la torre. Mate
a varios. Pero uno de los últimos que quedaban me hizo el tajo en la pierna.
Luchábamos en el piso inferior, en el cagadero. Entonces noté un golpe en la
nuca, y todo se volvió negro. No se cuánto tiempo pase desmayado, pero al
volver en sí, algo mareado, tropecé y me caí en el interior de la letrina. Me
ha costado salir de ahí dentro.
-
¿Hacia qué dirección se fue Mhista? ¿Se fue solo? -interrogó
Ofthar.
-
Tal vez de regreso al edificio del señor de los Prados -indicó
pensativo Orot-. Creo que no le seguía ningún guerrero, pero si seguía a
varios, a parte del oficial.
-
El oficial -repitió Ofthar, reflexionando sobre eso, no se podía
creer lo que creía que podía estar haciendo Mhista, pero era algo que solo
podía hacer él. Entonces vio al médico y le preguntó-. ¿Cómo está la pierna?
-
No es un corte profundo, lo coseré y quedará como nuevo, señor
-contestó calmado el médico-. Puede que cojee unos días, pero un hombretón como
Orot, se recuperara en nada, señor.
-
Procede -ordenó Ofthar, poniéndose de pie-. Rhime, que le den algo
de comer a Orot, que bien que lo necesita. Que le vistan y que limpien su
armadura con mimo. Rhennast, ven conmigo, tú solo.
-
Pero señor -se quejó Rhennast.
- O
vienes tú solo o no viene nadie conmigo -bramó Ofthar, por lo que nadie volvió
a mencionar ni una palabra sobre ello.
Rhennast caminaba unos pasos por detrás que Ofthar, en
silencio. No estaba seguro que es lo que planeaba Ofthar, pero seguro que tenía
que ver con Mhista. Porque a Ofthar le había afectado tanto oír hablar del
oficial del puente y que Mhista lo persiguiera, no lo entendía Rhennast. Seguro
que quería tomarse la revancha con ese enemigo que había dejado en ridículo a
Ofthar y todo el ejército. O tal vez, sabiendo el buen oponente que había sido,
tal vez quería presentarlo como un presente a Ofthar. Rhennast nunca dudaría de
los dictámenes de su señor, porque nunca eran desacertados, pero en ocasiones
era raro a la hora de proceder o por lo menos alejado de lo habitual.
Cruzaron la plaza de armas que separaba el edificio
del gran salón del que era la residencia del señor. Dos guerreros permanecían
vigilantes en la puerta del edificio. Rhennast había delegado en los therk para
distribuir a los soldados del castillo, por lo que no dudaba que se hubiera
decidido colocar a alguien allí por una buena razón. Tal vez para evitar el
saqueo de la residencia del señor. Aunque no creía que hubiera mucho de valor,
tras el paso de las langostas de Whaon.
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