Ofhar al
ver llegar a su hijo detuvo su conversación con Iomer. Un buen número de
siervos salieron de entre las casas, como impulsados por magia, para hacerse
con las monturas, de las que se iban bajando los jóvenes y Uhlok. Ofhar esperó
a que se acercara Ofthar y se entrecruzaron los brazos, en señal de saludo.
-
Hacía tiempo que no te veía, tal vez has crecido algo más -indicó
sonriente Ofhar-. Haré que preparen un gran banquete por la ocasión. ¿Qué te
parecen las obras?
-
Estás levantando una construcción que será la envidia de nuestros
vecinos y el temor de nuestros enemigos. El señor Nardiok quedará complacido
con tu labor -alabó Ofthar el trabajo de su padre.
-
Será un gran regalo para nuestro señor, pero dudo que sea Nardiok
el que more aquí -comentó Ofhar, que vio un brillo en los ojos de su hijo-.
Algo te preocupa, ven a mi despacho.
-
Hay una cosa que hablar, pero creo que él debe asistir -Ofther
señaló a Iomer, pero no le nombró, temiendo un estallido en Ophanli, que se había
acercado con Mhista y Uhlok. Otherk ya se llevaba al resto hacía la zona de
guerreros, sabiendo que cuando Ofthar les necesitara les llamaría.
-
¿Él? -preguntó Ofhar sorprendido, mirando a Iomer, que también se
había quedado igual-. Está bien, seguidme.
Los seis
hombres, aunque Ophanli parecía más un niño ante tanto guerrero, cruzaron la
plaza hacía una casa cuadrangular, que quedaba a un lado de la casa de planta
circular. Mientras andaban, Ofhar le iba señalando las construcciones a Ofthar
y lo que iban a ser. El edificio de planta cuadrada, de dos alturas iba a ser
un edificio burocrático, donde el señor Nardiok tendría la corte, sus
despachos, un equipo de escribas y otros tantos funcionarios. También el
canciller y el gran general tendrían ahí sus zonas de trabajo. El edificio
circular, de dos plantas, pero con una buhardilla bajo el tejado y un sótano,
sería el palacio del señor. La planta baja, con un gran comedor y los cuartos
de los criados, mientras que la superior para la familia. La buhardilla y el
sótano, serían lugares de almacenaje. El resto de edificios que quedaban dentro
de la empalizada, eran tres cuarteles para la guardia del señor y sus familias,
dos establos, un templo consagrado a Ordhin y unos pequeños jardines compuestos
por un par de arboledas minúsculas.
Según
cruzaron la puerta del edificio cuadrangular, les alcanzó un ambiente caluroso.
Ofhar les contó que el ingeniero del norte les había explicado una forma de
aislar bien el interior, con una doble pared con una cámara de aire en medio,
llena de paja. De esa forma el calor emitido en las chimeneas se quedaba en el
interior o como mucho en la cámara intermedia. Además hacía más rígida la
construcción. Ofhar les guió hasta una habitación, de un tamaño medio, cálida,
con varios sillones acolchados y estanterías repletas de libros. Allí podrían
hablar de lo que fuera. Ofthar se fijó en una mesa, sobre la que había una
multitud de papeles y algún mapa, extendidos por la superficie. Ofhar les
señaló los asientos y cerró la puerta de la habitación, tras mandar a un siervo
a por cerveza y algo de picar.
-
Tú dirás -dijo Ofhar, mientras se dejaba caer sobre uno de los
sillones. Ophanli, Mhista, Uhlok e Iomer le imitaron, Ofthar se quedó de pie,
agarrando con sus manos el respaldo del sillón.
-
Llevamos los últimos cinco días recorriendo el camino que nos
distanciaba de aquí, sin hacer altos en aldea o granja alguna -empezó a decir
Ofthar serio-. Solo hicimos noche en la aldea de Ryam, de dónde venimos con
noticias preocupantes.
Ofthar
empezó a contar todo lo ocurrido en la aldea. Primero presentó a Ophanli, para
luego relatar sus sospechas, sus indagaciones y el desenlace acaecido. Iomer,
Ofhar y Uhlok escuchaban en silencio. De vez en cuando alguno de ellos
cabeceaba asintiendo. Cuando narró lo descubierto sobre Olppa, la bruja, la
cara de Iomer se puso blanca, debido a una mezcla de comprensión, temor y
sentimiento de culpa. Ofthar descubrió que el viejo mercader en verdad no sabía
a quién vendía. Por lo que alguien se la vendió, más bien a los dos siervos,
sin decirle cuál era su procedencia. Al terminar, se hizo el silencio, que se
rompió por la llegada de varios siervos, con las provisiones pedidas, que
dejaron en varias mesitas auxiliares, que ellos mismos trajeron. Tras dejar los
artículos, se marcharon. Los seis se mantuvieron en silencio hasta que se les
dejaron solos otra vez.
-
Siervos de Bheler en nuestros dominios -dejó caer por fin Ofhar-.
Preocupante. Y por lo que veo las historias que cuentan son poca cosa ante la
realidad. Niños muertos y consumidos. Esto deberá llegar al señor Nardiok. No
podemos permitir este tipo de conductas incivilizadas en el señorío. ¿De dónde
provendrían?
-
Yo los compré en Limeck -Iomer se adelantó a Ofthar en la
respuesta.
-
¿Tú? -preguntaron a la vez Ofhar y Ophanli, pero el rostro del
joven era terrorífico, incluso se había puesto de pie. Mhista le devolvió al
asiento tirando de su brazo.
-
Me los vendió un viejo contacto de Limeck. Debería haber
sospechado que había algo raro en todo ello -volvió a hablar Iomer, cabizbajo-.
Se estaba deshaciendo de dos siervos jóvenes, bueno sobretodo la chica, por un
valor menor al que yo habría supuesto. La verdad es que no habría esperado que
él me la jugase de esa forma.
-
¿Eran más que la chica y el fugado? -quiso saber Ofthar.
-
Le compré diecisiete, en dos tandas -respondió Iomer-. Primero los
que ya están muertos y unos meses después el resto. Pero había muchos más. Por
alguna razón los estaba casi regalando. Y tenía muchos. La verdad es que iba a
comprar una nueva tanda, para traerlos aquí.
-
Iomer, claramente has sido engañado como al resto de los
relacionados con el caso -indicó Ofthar-. Pero me gustaría saber el nombre de
tu contacto, pues él sí sabía lo que vendía. Me gustaría hablar con él. Podrías
acompañar a Uhlok e indicarle a quien y donde has vendido al resto.
-
Claro, claro -asintió Iomer, levantándose del sillón-. Se llama
Phelbyn.
Uhlok e
Iomer abandonaron la estancia. Ophanli siguió con la mirada al mercader, pero
no pudo ponerse en pie, pues Mhista se lo impedía. Cuando la puerta se cerró,
dejó de forcejear con el guerrero.
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