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miércoles, 16 de mayo de 2018

Unión (20)


Ofhar al ver llegar a su hijo detuvo su conversación con Iomer. Un buen número de siervos salieron de entre las casas, como impulsados por magia, para hacerse con las monturas, de las que se iban bajando los jóvenes y Uhlok. Ofhar esperó a que se acercara Ofthar y se entrecruzaron los brazos, en señal de saludo.

-       Hacía tiempo que no te veía, tal vez has crecido algo más -indicó sonriente Ofhar-. Haré que preparen un gran banquete por la ocasión. ¿Qué te parecen las obras?
-       Estás levantando una construcción que será la envidia de nuestros vecinos y el temor de nuestros enemigos. El señor Nardiok quedará complacido con tu labor -alabó Ofthar el trabajo de su padre.
-       Será un gran regalo para nuestro señor, pero dudo que sea Nardiok el que more aquí -comentó Ofhar, que vio un brillo en los ojos de su hijo-. Algo te preocupa, ven a mi despacho.
-       Hay una cosa que hablar, pero creo que él debe asistir -Ofther señaló a Iomer, pero no le nombró, temiendo un estallido en Ophanli, que se había acercado con Mhista y Uhlok. Otherk ya se llevaba al resto hacía la zona de guerreros, sabiendo que cuando Ofthar les necesitara les llamaría.
-       ¿Él? -preguntó Ofhar sorprendido, mirando a Iomer, que también se había quedado igual-. Está bien, seguidme.


Los seis hombres, aunque Ophanli parecía más un niño ante tanto guerrero, cruzaron la plaza hacía una casa cuadrangular, que quedaba a un lado de la casa de planta circular. Mientras andaban, Ofhar le iba señalando las construcciones a Ofthar y lo que iban a ser. El edificio de planta cuadrada, de dos alturas iba a ser un edificio burocrático, donde el señor Nardiok tendría la corte, sus despachos, un equipo de escribas y otros tantos funcionarios. También el canciller y el gran general tendrían ahí sus zonas de trabajo. El edificio circular, de dos plantas, pero con una buhardilla bajo el tejado y un sótano, sería el palacio del señor. La planta baja, con un gran comedor y los cuartos de los criados, mientras que la superior para la familia. La buhardilla y el sótano, serían lugares de almacenaje. El resto de edificios que quedaban dentro de la empalizada, eran tres cuarteles para la guardia del señor y sus familias, dos establos, un templo consagrado a Ordhin y unos pequeños jardines compuestos por un par de arboledas minúsculas.

Según cruzaron la puerta del edificio cuadrangular, les alcanzó un ambiente caluroso. Ofhar les contó que el ingeniero del norte les había explicado una forma de aislar bien el interior, con una doble pared con una cámara de aire en medio, llena de paja. De esa forma el calor emitido en las chimeneas se quedaba en el interior o como mucho en la cámara intermedia. Además hacía más rígida la construcción. Ofhar les guió hasta una habitación, de un tamaño medio, cálida, con varios sillones acolchados y estanterías repletas de libros. Allí podrían hablar de lo que fuera. Ofthar se fijó en una mesa, sobre la que había una multitud de papeles y algún mapa, extendidos por la superficie. Ofhar les señaló los asientos y cerró la puerta de la habitación, tras mandar a un siervo a por cerveza y algo de picar.

-       Tú dirás -dijo Ofhar, mientras se dejaba caer sobre uno de los sillones. Ophanli, Mhista, Uhlok e Iomer le imitaron, Ofthar se quedó de pie, agarrando con sus manos el respaldo del sillón.
-       Llevamos los últimos cinco días recorriendo el camino que nos distanciaba de aquí, sin hacer altos en aldea o granja alguna -empezó a decir Ofthar serio-. Solo hicimos noche en la aldea de Ryam, de dónde venimos con noticias preocupantes.

Ofthar empezó a contar todo lo ocurrido en la aldea. Primero presentó a Ophanli, para luego relatar sus sospechas, sus indagaciones y el desenlace acaecido. Iomer, Ofhar y Uhlok escuchaban en silencio. De vez en cuando alguno de ellos cabeceaba asintiendo. Cuando narró lo descubierto sobre Olppa, la bruja, la cara de Iomer se puso blanca, debido a una mezcla de comprensión, temor y sentimiento de culpa. Ofthar descubrió que el viejo mercader en verdad no sabía a quién vendía. Por lo que alguien se la vendió, más bien a los dos siervos, sin decirle cuál era su procedencia. Al terminar, se hizo el silencio, que se rompió por la llegada de varios siervos, con las provisiones pedidas, que dejaron en varias mesitas auxiliares, que ellos mismos trajeron. Tras dejar los artículos, se marcharon. Los seis se mantuvieron en silencio hasta que se les dejaron solos otra vez.

-       Siervos de Bheler en nuestros dominios -dejó caer por fin Ofhar-. Preocupante. Y por lo que veo las historias que cuentan son poca cosa ante la realidad. Niños muertos y consumidos. Esto deberá llegar al señor Nardiok. No podemos permitir este tipo de conductas incivilizadas en el señorío. ¿De dónde provendrían?
-       Yo los compré en Limeck -Iomer se adelantó a Ofthar en la respuesta.
-       ¿Tú? -preguntaron a la vez Ofhar y Ophanli, pero el rostro del joven era terrorífico, incluso se había puesto de pie. Mhista le devolvió al asiento tirando de su brazo.
-       Me los vendió un viejo contacto de Limeck. Debería haber sospechado que había algo raro en todo ello -volvió a hablar Iomer, cabizbajo-. Se estaba deshaciendo de dos siervos jóvenes, bueno sobretodo la chica, por un valor menor al que yo habría supuesto. La verdad es que no habría esperado que él me la jugase de esa forma.
-       ¿Eran más que la chica y el fugado? -quiso saber Ofthar.
-       Le compré diecisiete, en dos tandas -respondió Iomer-. Primero los que ya están muertos y unos meses después el resto. Pero había muchos más. Por alguna razón los estaba casi regalando. Y tenía muchos. La verdad es que iba a comprar una nueva tanda, para traerlos aquí.
-       Iomer, claramente has sido engañado como al resto de los relacionados con el caso -indicó Ofthar-. Pero me gustaría saber el nombre de tu contacto, pues él sí sabía lo que vendía. Me gustaría hablar con él. Podrías acompañar a Uhlok e indicarle a quien y donde has vendido al resto.
-       Claro, claro -asintió Iomer, levantándose del sillón-. Se llama Phelbyn.

Uhlok e Iomer abandonaron la estancia. Ophanli siguió con la mirada al mercader, pero no pudo ponerse en pie, pues Mhista se lo impedía. Cuando la puerta se cerró, dejó de forcejear con el guerrero.

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