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miércoles, 2 de mayo de 2018

Unión (18)


Para cuando había pasado una hora de las muertes de Olppa y Ophan, la aldea parecía haber vuelto a una relativa normalidad. Phine, el siervo, había sido autorizado por Ofthar y luego por Ophanli como el nuevo capataz. Y este había sido muy diligente en su nuevo puesto. Había limpiado la plaza central. Los cadáveres de los sectarios habían sido cargados en una carreta y más tarde se los llevarían a algún lugar alejado para enterrarlos. En cambio, para el señor Ophan se había levantado una pira de madera en el centro. Otherk, a falta de sacerdote, se encargaría de oficiar los ritos. El cuerpo de Ophan se había imbuido en lona blanca y nueva, se habían aplicado las resinas aromáticas correspondientes y se había colocado sobre la leña. Se había hecho reunir a los siervos de nuevo y ahora esperaban la llegada de Ophanli, que se preparaba para aparecer luciendo la grandeza del señor de Ryam.

Los compañeros de Ofthar hacían de guardia de honor del cuerpo. Los siervos hablaban entre ellos, creando un ligero murmullo, que se terminó de golpe, lo que indicó que había aparecido Ophanli. Ofthar se volvió hacia la casa principal. El nuevo señor avanzaba con paso firme, a su encuentro.

-       Limeck -fue lo único que dijo Ophanli, al llegar junto a Ofthar, que asintió en silencio.

Ofthar le hizo un gesto a Otherk, que empezó a recitar un salmo. Ophanli y Ofthar se mantuvieron firmes, con la vista hacia la pira. Phine se había acercado en silencio y se había quedado un par de pasos por detrás de Ophanli, como debía hacer el capataz mayor. Pronto Ofthar se hundió en sus pensamientos. Limeck era una población, una pequeña ciudad cercana a las montañas, del señorío de las llanuras. Por lo que sabía, en Limeck había minas, de hierro, de plata y algo de oro. Y eso es lo que le hacía importante al enclave. También estaba rodeada de campos agrícolas y cerca los bosques que se hundían en los valles montañosos. Si los cultistas de Bheler venían de esa ciudad, habría que investigarlo. Le plantearía su duda a su padre, cuando llegaran a Bhlonnor.

Otherk no se alargó mucho con los salmos, pues sabía que su amigo quería irse lo antes posible. Llevó a cabo la ceremonia con lo indispensable y prendió fuego a la pira. Las llamas, gracias a las resinas que impregnaban el cuerpo y la leña, se alzaron rápidas, consumiéndolo todo. Cuando la cosa estaba ya muy adelantada, dispersaron a los siervos, quedándose Ofthar, Ophanli y Phine solos.

-       Nosotros nos pondremos inmediatamente en marcha -indicó Ofthar, mirando al señor y el capataz-. Phine, te encargaras de Ryam hasta el retorno de tu señor. Visto lo rápido que has organizado todo, no creo que haya ningún problema dejando Ryam en tus manos. Tu padre estaría orgulloso de ti.
-       Gracias, señor -se limitó a decir Phine, visiblemente contento con las palabras de Ofthar.
-       En ese caso vuelve a tus labores, que preparen el caballo del señor y los míos -ordenó Ofthar.

Phine asintió con la cabeza y se marchó de allí. Ophanli seguía callado, observando cada poco tiempo la hoguera que reducía el cuerpo abultado de su padre a cenizas.

-       ¿Has dicho Limeck, verdad? -inquirió Ofthar, haciendo volver al pensativo Ophanli.
-       Sí, me ha costado dar con el recibo, pero mi padre no lo había destruido -afirmó Ophanli-. Un mercader, extranjero, un tal Iomet o Ioner, no se lee bien su nombre…
-       ¡Iomer! -cortó Ofthar.
-       ¿Conocéis al mercader? -preguntó Ophanli, sorprendido.
-       Hace muchos años que no le veo, pero parece que sigue en el negocio -asintió Ofthar, evocando recuerdos del pasado-. Solo puedo decir que era duro negociando, nunca pagaba ni una pieza de oro de más ni ganaba una de menos. Es raro que haya estado comerciando con elementos de tan ínfima calidad -Ophanli no se extrañó por usar ese lenguaje con los esclavos, así era la sociedad en la que vivían-. Me hubiera gustado hablar con él.
-       ¡A mi también! -aseguró Ophanli, con una sonrisilla aviesa. Ofthar vio un poco de odio en ella. Sería mejor que él y no Ophanli se encontrara antes con el mercader. El muchacho podría intentar vengarse de Iomer por los malditos esclavos.
-       Bueno, el destino es el destino, no se puede cambiar, solo Ordhin tiene esa prerrogativa -añadió Ofthar-. Cámbiate y prepara tu bolsa de viaje. Y una cosa más, ahora has dejado de ser un niño y eres un señor, de tu cinturón debe caer un arma. Así que pídele a Ogbha que te busque la adecuada para ti. Espero que nos podamos poner en marcha pronto.

Ophanli asintió con la cabeza y se fue con paso rápido hasta donde estaba Ogbha y le dijo algo. El guerrero miró a Ofthar que asintió con la cabeza y dejó su puesto para ayudar a su joven primo. Ofthar sabía que Ogbha haría que todo se llevará con diligencia. Él hizo un gesto a sus compañeros y se dirigió hacia la casona de invitados, para recoger sus cosas.

Como había previsto, en una hora más, mientras un grupo de siervos, bajo la atenta mirada de Phine, recogían las cenizas y el resto de la madera sin quemar, para llevarlas al panteón familiar, el grupo de Ofthar, con él y Ophanli a la cabeza, salía de Ryam, por la puerta, a la que habían retirado la barricada. Les quedaban unas jornadas largas, pues Ofthar había decidido no parar en ninguna aldea más, dormirían al raso o seguirían cabalgando, pero llegar a Bhlonnor era de especial necesidad.

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