Shennur
observaba como Pherrin, su mejor enemigo desaparecía del tablero de juego de la
corte. Entonces reparó en Mhirin, que seguía tumbada en el suelo, desnuda aún,
doblada sobre sí misma, diciendo algo inaudible y según su experiencia,
posiblemente sin sentido alguno.
-
Su majestad, ¿qué hacemos con ella? -preguntó Shennur, señalando a
Mhirin.
-
¡Castigad a la adúltera! -gritó el sumo sacerdote Atahlon,
mientras sus compañeros sacerdotes la abucheaban.
-
¡Callaos de una maldita vez! -ordenó Bharazar, bastante harto del
sumo sacerdote y su cuadrilla de lameculos-. Shennur, quiero que los médicos de
la corte la examinen.
-
¿Buscando qué? -preguntó Shennur aunque ya lo intuía.
-
Constatarán si la segunda esposa de mi hermano está o no
embarazada como Pherrin y Oklaan aseguraban -indicó Bharazar-. Si está en
estado, será recluida en la zona de mujeres del palacio. Vivirá allí hasta que
nazca la criatura, sea lo que sea. Después se le retirará el bebé que pasará a
un ama de cría. En ese momento se la ajusticiará por su delito de adulterio.
-
La ley de Rhetahl es clara, debe ser ajusticiada inmediatamente,
las criaturas nacidas del pecado no deben existir, están malditas -bramó el
sumo sacerdote Atahlon-. Debéis entregármela, hay que comenzar el rito.
-
¡No! No sumo sacerdote -negó Bharazar-. No me voy a manchar con la
sangre de un inocente. Yo ajusticiaré a Mhirin por su crimen.
-
¿Si no está embarazada, qué haréis? -preguntó Pherahl, más
interesado en su venganza que en la religiosidad del acto.
-
Si los médicos descartan el embarazo, Mhirin será ejecutada
inmediatamente -afirmó Bharazar-. Aunque el método de ejecución me parece desmesurado
en los tiempos que vivimos. Ejecutaré a Mhirin de una forma más sencilla, con
veneno. Al igual que su padre, carecerá de tumba. Sumo sacerdote no ponga esa
cara -Atahlon había abierto la boca, debido a la sorpresa-, tengo pensado
cambiar algunas de las leyes actuales, sobre todo las ligadas a la ley de Rhetahl,
quien ya no debe pesar tanto. Ya lo hablaremos en el consejo.
La forma
de ajusticiamiento que Bharazar tenía pensado para Mhirin no era lo que había
esperado Pherahl, pero la verdad es que opinaba lo mismo sobre la inhumana
forma de ejecución que era mucho más bestia con las mujeres adúlteras que con
los hombres, que solo morían ahorcados. Una reforma del código de leyes era
algo que tal vez ya era hora de realizar. Bharazar le hizo un gesto a Siahl,
tras lo que señaló a Mhirin.
Siahl
hizo un gesto a dos guardias que se acercaron al veterano. Les dio las órdenes
pertinentes. Los dos guardias levantaron a la muchacha y se la llevaron de
allí, por las puertas privadas. Pronto se reuniría con los médicos que tendrían
que dictaminar si iba a morir o vivir durante unos meses más.
Bharazar
estaba aún de pie y decidió añadir algo más.
-
Suele ser algo habitual cuando los emperadores morían jóvenes y
sus esposas eran casaderas, que el nuevo emperador accediese a tomar como
esposa a la primera esposa del difunto emperador -dijo solemne Bharazar-. Por
ello, anunció a la corte aquí presente mi deseo de desposarme con la primera
esposa, Xhini de Ghusse, aquí presente, siempre que ella acepte mi petición.
Shennur,
se dirigió hacia la zona final, donde estaban Xhini y la otra mujer, que ya se
había retirado el velo y no era otra que Jhamir, que le sonreía abiertamente.
-
Primera esposa -saludó Shennur, al tiempo que le presentaba la
mano.
Xhini
devolvió el saludo y reverencia, tomando la mano. De esa forma, Shennur guió a la
mujer hasta la altura del trono donde Bharazar esperaba de pie.
-
Xhini de Ghusse, primera esposa de mi difunto hermano, accedes a
casarte conmigo, para cuidarme hasta el fin de mis días y darme herederos que
puedan mantener la grandeza del imperio -lanzó su petición Bharazar.
-
Accedo a unirme a su excelencia, mi emperador -respondió Xhini, al
tiempo que hacía una reverencia.
Shennur
le pasó la mano de la primera esposa a Bharazar y sonrió.
-
Larga vida al emperador, Bharazar IX y a su esposa Xhini -proclamó
Shennur.
Los
cortesanos lanzaron gritos de júbilo, rogando los mejores deseos para la nueva
pareja imperial. Los guardias hicieron ruido golpeando las astas de las lanzas
contra el suelo. Los criados vitoreaban por el nuevo futuro que se abría ante
todos, una nueva fase de esplendor para el imperio. Unos como Shennur y Pherahl
estaban muy ilusionados, otros como Atahlon más retraídos.
Las
proclamas que llegaban del palacio fueron escuchados por los oídos de Pherrin
que esperaba arrodillado en el centro del patio porticado, mirando hacia las
columnas, con la cabeza sobre un tronco, rodeado de guardias. Notando el
reflejo del sol en la espada curva que Jha’al mantenía en el aire, tomando
fuerza para llevar a cabo la justicia del emperador. El golpe de la espada al chocar
contra el tocón de madera fue amortiguado por los golpes de las lanzas contra
los escudos de los guardias, así, como la cabeza que caía y rodaba por el patio
empedrado o el cuerpo inerte que resbalaba junto al tocón.
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