Ofthar se acercó a la mesa y tomó su copa de madera.
Pegó un trago largo y eructó al dejar la copa en la mesa. Miró a Mhista y luego
a Maynn.
-
Ayúdala a vestirse, Mhista -ordenó Ofthar, señalando a Maynn,
mientras tomaba una silla-. Vamos Maynn acércate, no tenemos todo el día.
-
Te he traído un nuevo taparrabos, para que puedas tirar el viejo
-anunció Mhista al aproximarse a Maynn, sacando de su zurrón un manojo de telas
limpias-. Cámbiate y te ayudo con el vendaje.
-
Eres un cerdo, cabrón -espetó Maynn, poniéndose de pie, tapándose
con la manta-. Solo quieres verme desnuda.
- ¿Yo?
-se hizo el ofendido Mhista, al tiempo que le tendía las telas a Maynn.
Maynn soltó el agarre que tenía de la manta, para
dejar una mano libre y tomar lo que le ofrecía. Cuando Mhista entregó las
telas, agarró con las dos manos la manta y la levantó hasta que quedó tapando
su cara. La manta no dejaba ver nada de Maynn, ni a Mhista, ni a Ofthar.
-
¿Mejor así? -preguntó burlón Mhista, que Maynn respondió con un
ligero siseo de la lengua.
-
¿Habéis terminado de coquetear? -se escuchó la voz de Ofthar, que
escribía algo en un papel-. Maynn, no te voy a libertar porque sea muy
magnánimo o piadoso. Quiero que lleves un mensaje a tu señor Whaon. Ahora mismo
lo estoy redactando. Es mi primer y único aviso para tu señor. No creo que me
responda, pero ese será su error. Según estés listo te irás. ¿Lo has comprendido,
Maynn?
-
Sí -asintió en voz baja, lo que irritó a Ofthar que chasqueó la
lengua, como queja, por lo que Maynn añadió casi gritando-. Llevaré tu mensaje,
señor Ofthar.
-
Ese es el espíritu, guerrera -indicó Mhista-. ¿Ya has terminado
con el taparrabos?
-
Sí -afirmó Maynn con más fuerza que antes.
-
Bien. Ofthar necesitaré que me ayudes con la manta -comentó
Mhista, mirando a su amigo.
-
¿No puedes tú solo?
- No
querrás que entre Rhennast u otro y me vean convirtiendo a una mujer en
guerrero, ¿verdad?
Ofthar lanzó un exabrupto, levantándose de la silla
tras dejar la pluma en el tintero. Nadie a excepción de ellos dos debía conocer
la verdadera condición de Maynn, pues que una mujer ejerciera de hombre era un
crimen muy importante en su sociedad.
Cuando Ofthar alzó la manta, le pareció ver qué Maynn
estaba ligeramente ruborizada. Sin que se diera cuenta, apareció una ligera
sonrisa en su rostro. Justo en ese momento, los ojos de Maynn estaban
observándole y eran fuertes. Como le molestaban alzó más la manta y dejó de ver
lo que había al otro lado.
Mhista se encargó de rodear el escaso busto de Maynn
con una buena capa de vendas, que se lo oprimieron más contra el cuerpo. Cuando
estuvo a su gusto, comentando que ya parecía todo un muchacho, escuálido y
débil, le quitó la manta a Ofthar de un tirón y le permitió regresar a la mesa,
con sus útiles de escriba. Ofthar regresó a su carta, no sin regañar a Mhista
por sus formas.
Mientras Ofthar siguió redactando, Mhista ayudó a
Maynn con el jubón, los calzones acolchados, la tela sobre los hombros, las
botas y por último la cota de mallas. La propia Maynn se quedó mirándola con
asombro. Era una pieza muy bien elaborada y sin duda cara. Ni su padre había
tenido una así. Habría sido de un tharn o igual uno de los líderes de los
mercenarios. Sobre la mesa había un casco, una espada y un hacha.
-
Elige el arma que más te guste -indicó Ofthar-. Pruébalas si
quieres.
-
¿Por qué me das un arma? -preguntó Maynn, sorprendida, mientras
tomaba el casco, que era algo mejor que el que había usado anteriormente, pero
no de tan buen gusto como la cota de mallas.
-
Donde se ha visto un guerrero que vaya o venga de la guerra sin su
arma -se burló Ofthar-. No sé lo que prefieres, por eso he traído las dos. No
conozco tu forma de luchar, guerrero.
-
Podría coger una de ellas y matarte aquí mismo -murmuró Maynn.
- Podrías,
sí -afirmó Ofthar-. Puedes intentarlo, pero dudo que lo hagas, es mejor que
lleves mi carta y listo.
Ofthar señaló el pliego en el que seguía escribiendo
algo. Maynn miró las armas y tomó el hacha. La sacudió en el aire y miró a
Ofthar, pero el hombre tenía razón. Podía atacarle, incluso herirle, pero no
matarle y de intentarlo, ella sería la que moriría y encima en la ignominia. No
es de un buen guerrero devolver el buen hacer con maleficencia, ese hombre,
Ofthar le daba la libertad, solo por llevar un mensaje a su señor Whaon. Colgó
el mango del hacha de su cinturón y esperó a que Ofthar terminase.
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