Tras dejar su vehículo en el garaje, se dirigió con
paso firme hacia su residencia. Estaba más atento a sus pensamientos que a lo
que tenía a su alrededor, por lo que no se fijó en el joven, el mismo que había
vencido y perdonado por la mañana. Pero esta vez venía acompañado de otros tres
jóvenes, de rasgos tan parecidos al del primero. El cauto tampoco parecía que
hubiese venido esta vez.
-
Hola viejo -espetó el joven, sacando a Jörhk de sus pensamientos,
mientras los otros jóvenes le rodeaban abriéndose en círculo.
-
¿Quieres algo, Arthur? ¿Has visitado el lugar que te dije?
-inquirió Jörhk, aunque intuía lo que iba a pasar.
-
Esta vez he venido acompañado con unos colegas, viejo -dijo
Arthur, lleno de valentía por la presencia de sus amigos, lo que molestó a
Jörhk. Debía haber sido más contundente con él desde el principio. Esta vez ya
vería si se contenía o no-. Si me das todo tu dinero, tal vez me sienta feliz y
no te mando al hospital.
-
Vaya, Arthur, eres todo un payaso -murmuró Jörhk, al tiempo que
metía su mano debajo de la chaqueta, como por la mañana, aunque esta vez no iba
a sacar su pistola.
-
No eres un hombre, solo un pistolero -gruñó Arthur, al tiempo que
sacaba su curioso cuchillo de plasma-. Lucha como un hombre. No eres nada sin
la pistola, ¿verdad?
- Si
eres tan hombre como dices ser, ven, atácame -le retó Jörhk-. Tal vez seas más
rápido en tu ataque que yo desenfundando.
Los otros tres jóvenes sacaron también cuchillos de
plasma. Estos eran más modernos y caros, por lo que se preguntó quién armaba a
esos muchachos. Pero si pensaban que esto iba a poner nervioso a Jörhk, estaban
bastante equivocados. Mantuvo su mano bajo la casaca y espero a ver que hacían.
-
Es hora de ver cuán valiente eres, viejo -espetó Arthur muy seguro
de sí mismo, antes de lanzarse como un loco contra Jörhk con el cuchillo por
delante, para apuñalarle.
Jörhk parecía que se había quedado petrificado. Arthur
asumió que Jörhk se había cagado de miedo y aceleró para consumar su venganza.
Pero en el último momento, Jörhk le esquivó, girando alrededor de él y sacando
la mano de debajo de su chaqueta. Empuñaba un puñal de plasma de grandes
dimensiones, se podría decir que parecía una daga. En realidad era un puñal de
los guardias de asalto del imperio, un trofeo de guerra. Mientras se giraba,
agarró a Arthur de la mano que empuñaba el cuchillo y le seccionó varios dedos.
Este lanzó un alarido, mientras los trozos de tres dedos y el puñal caían al
suelo. Jörhk soltó a Arthur que se tiró al suelo, agarrándose la mano, donde le
quedaban tres muñones en vez de dedos.
-
¿Alguno quiere acabar como él? -señaló a Arthur sentado en el
suelo, mientras miraba a los ojos de los otros tres-. Si no es así, coged a
vuestro amigo y largaos de aquí. Esta baratija me la quedo yo.
Jörhk se agachó con cuidado y sin perder de vista a
los jóvenes, tomó el cuchillo de Arthur. Antes de ponerse de pie se acercó a la
cabeza del joven.
-
Arthur te di una oportunidad y la desaprovechaste. Espero que seas
más cuidadoso en el futuro, chaval -le advirtió-. Si nos volvemos a encontrar,
cambia de dirección, pues no seré tan piadoso si me vuelves a retar. La próxima
vez perderás el corazón sin que te des cuenta. Ahora vete a dolerte en
cualquier cuchitril.
Arthur no le respondió. Solo podía llorar por la
pérdida de las falanges que estaban en el suelo. Un amigo sacó un pañuelo para
recogerlas, cuando Jörhk se hubo alejado de ellos. Claramente no se podrían
recolocar, pues los cuchillos de plasma cortaban y cauterizaban a la vez. Por
lo que no había forma de volver a unir tejidos chamuscados. La ciencia había
evolucionado lo suficiente, al igual que la medicina, para volver a unir
tejido, si este se había separado de forma limpia. La carne se reunía con la
carne. Pero la que estaba quemada no. De todas formas, muchos que perdían
miembros los reemplazaban por prótesis mecánicas, más duraderas que las
biológicas.
Jörhk pensó en cómo podría haberse equivocado por la
mañana. Debería haberle metido un tiro en el cuerpo. Tal vez se estaba haciendo
mayor y por ello había sido tan débil. En otro tiempo lo hubiera matado y listo.
Se alejó de los jóvenes y se marchó en dirección a su
apartamento. Cuando llegó a este, fue directo a la caja fuerte, que abrió y
sacó su contenido, sus ahorros. No eran demasiados, pero era todo lo que tenía.
Dejó el contenido sobre la mesa de la cocina y se fue a su dormitorio. Rellenó
un petate con lo básico y metió el dinero en un bolsillo interior, un bolsillo
secreto que usaba para ello. Tras recoger todo lo que creía que era lo básico
se marchó de allí. Cuando salió de nuevo a la calle y pasó por donde se había
enfrentado a los jóvenes, ya no había nadie por allí, a excepción de los vagabundos
habituales y algún residente que iba a algún bar o burdel.
Los pasos de Jörhk le llevaban también a un burdel,
pero en este caso, era el de su amiga e iba por negocios. O más bien para que
Jane se encargará de sus posesiones en el caso de que su corazonada fuera a
hacerse realidad. En la entrada se encontró de nuevo con el guardia, que le
dejó pasar, como siempre, pero se mofó por lo adicto que se había vuelto al
local. Jörhk le rebatió diciendo que venía únicamente para hacerle salir de su
confortable casamata. Tanto Jörhk como el matón se rieron de sus bromas, al fin
y al cabo se conocían desde hacía ya muchos años y los dos eran veteranos.
Aunque no habían servido ni luchado juntos en la guerra.
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