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miércoles, 19 de febrero de 2020

El mercenario (13)

Tras dejar su vehículo en el garaje, se dirigió con paso firme hacia su residencia. Estaba más atento a sus pensamientos que a lo que tenía a su alrededor, por lo que no se fijó en el joven, el mismo que había vencido y perdonado por la mañana. Pero esta vez venía acompañado de otros tres jóvenes, de rasgos tan parecidos al del primero. El cauto tampoco parecía que hubiese venido esta vez.

-       Hola viejo -espetó el joven, sacando a Jörhk de sus pensamientos, mientras los otros jóvenes le rodeaban abriéndose en círculo.
-       ¿Quieres algo, Arthur? ¿Has visitado el lugar que te dije? -inquirió Jörhk, aunque intuía lo que iba a pasar.
-       Esta vez he venido acompañado con unos colegas, viejo -dijo Arthur, lleno de valentía por la presencia de sus amigos, lo que molestó a Jörhk. Debía haber sido más contundente con él desde el principio. Esta vez ya vería si se contenía o no-. Si me das todo tu dinero, tal vez me sienta feliz y no te mando al hospital.
-       Vaya, Arthur, eres todo un payaso -murmuró Jörhk, al tiempo que metía su mano debajo de la chaqueta, como por la mañana, aunque esta vez no iba a sacar su pistola.
-       No eres un hombre, solo un pistolero -gruñó Arthur, al tiempo que sacaba su curioso cuchillo de plasma-. Lucha como un hombre. No eres nada sin la pistola, ¿verdad? 
-    Si eres tan hombre como dices ser, ven, atácame -le retó Jörhk-. Tal vez seas más rápido en tu ataque que yo desenfundando.
Los otros tres jóvenes sacaron también cuchillos de plasma. Estos eran más modernos y caros, por lo que se preguntó quién armaba a esos muchachos. Pero si pensaban que esto iba a poner nervioso a Jörhk, estaban bastante equivocados. Mantuvo su mano bajo la casaca y espero a ver que hacían.

-       Es hora de ver cuán valiente eres, viejo -espetó Arthur muy seguro de sí mismo, antes de lanzarse como un loco contra Jörhk con el cuchillo por delante, para apuñalarle.
Jörhk parecía que se había quedado petrificado. Arthur asumió que Jörhk se había cagado de miedo y aceleró para consumar su venganza. Pero en el último momento, Jörhk le esquivó, girando alrededor de él y sacando la mano de debajo de su chaqueta. Empuñaba un puñal de plasma de grandes dimensiones, se podría decir que parecía una daga. En realidad era un puñal de los guardias de asalto del imperio, un trofeo de guerra. Mientras se giraba, agarró a Arthur de la mano que empuñaba el cuchillo y le seccionó varios dedos. Este lanzó un alarido, mientras los trozos de tres dedos y el puñal caían al suelo. Jörhk soltó a Arthur que se tiró al suelo, agarrándose la mano, donde le quedaban tres muñones en vez de dedos.

-       ¿Alguno quiere acabar como él? -señaló a Arthur sentado en el suelo, mientras miraba a los ojos de los otros tres-. Si no es así, coged a vuestro amigo y largaos de aquí. Esta baratija me la quedo yo.

Jörhk se agachó con cuidado y sin perder de vista a los jóvenes, tomó el cuchillo de Arthur. Antes de ponerse de pie se acercó a la cabeza del joven.

-       Arthur te di una oportunidad y la desaprovechaste. Espero que seas más cuidadoso en el futuro, chaval -le advirtió-. Si nos volvemos a encontrar, cambia de dirección, pues no seré tan piadoso si me vuelves a retar. La próxima vez perderás el corazón sin que te des cuenta. Ahora vete a dolerte en cualquier cuchitril.

Arthur no le respondió. Solo podía llorar por la pérdida de las falanges que estaban en el suelo. Un amigo sacó un pañuelo para recogerlas, cuando Jörhk se hubo alejado de ellos. Claramente no se podrían recolocar, pues los cuchillos de plasma cortaban y cauterizaban a la vez. Por lo que no había forma de volver a unir tejidos chamuscados. La ciencia había evolucionado lo suficiente, al igual que la medicina, para volver a unir tejido, si este se había separado de forma limpia. La carne se reunía con la carne. Pero la que estaba quemada no. De todas formas, muchos que perdían miembros los reemplazaban por prótesis mecánicas, más duraderas que las biológicas.

Jörhk pensó en cómo podría haberse equivocado por la mañana. Debería haberle metido un tiro en el cuerpo. Tal vez se estaba haciendo mayor y por ello había sido tan débil. En otro tiempo lo hubiera matado y listo.

Se alejó de los jóvenes y se marchó en dirección a su apartamento. Cuando llegó a este, fue directo a la caja fuerte, que abrió y sacó su contenido, sus ahorros. No eran demasiados, pero era todo lo que tenía. Dejó el contenido sobre la mesa de la cocina y se fue a su dormitorio. Rellenó un petate con lo básico y metió el dinero en un bolsillo interior, un bolsillo secreto que usaba para ello. Tras recoger todo lo que creía que era lo básico se marchó de allí. Cuando salió de nuevo a la calle y pasó por donde se había enfrentado a los jóvenes, ya no había nadie por allí, a excepción de los vagabundos habituales y algún residente que iba a algún bar o burdel.

Los pasos de Jörhk le llevaban también a un burdel, pero en este caso, era el de su amiga e iba por negocios. O más bien para que Jane se encargará de sus posesiones en el caso de que su corazonada fuera a hacerse realidad. En la entrada se encontró de nuevo con el guardia, que le dejó pasar, como siempre, pero se mofó por lo adicto que se había vuelto al local. Jörhk le rebatió diciendo que venía únicamente para hacerle salir de su confortable casamata. Tanto Jörhk como el matón se rieron de sus bromas, al fin y al cabo se conocían desde hacía ya muchos años y los dos eran veteranos. Aunque no habían servido ni luchado juntos en la guerra. 

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