Al principio Lhianne se había resistido, pero al final
había permitido hacer a Alvho. Aunque su mente no quería los halagos del
hombre, su cuerpo no la respondía. No se interpuso y se dejó quitar la ropa.
Alvho era muchas cosas y entre tantas un amante consumado, gracias a que lo
practicaba mucho. Las caricias de ese hombre hicieron que las pocas defensas
que aún podía mantener se derrumbaran y se dejó llevar por lo que Alvho le dio.
Hacía mucho que un hombre había sido tan apasionado con ella, sin que le
importaran las cicatrices de su espalda que a la mayoría solían echar para
atrás.
Ni Lhianne ni Alvho fueron conscientes del rato que
estuvieron disfrutando del uno del otro, pero cuando ambos estuvieron
satisfechos, quedaron el uno junto al otro, tumbados de espaldas, sobre el
jergón.
-
Te había echado tanto de menos -consiguió decir Lhianne, entre
jadeos.
Alvho no supo qué decir como contestación, pues sabía
que cualquier cosa podía ser malinterpretada por Lhianne. La muchacha se giró
sobre el jergón, para mirar el rostro de Alvho.
-
Supongo que en el fondo de mi corazón no quiero responsabilizarte
de lo que mi tharn me hizo -suspiró Lhianne-. Al fin y al cabo tú nunca
estuviste enamorado de mí, ni me prometiste nada. Era tonta e inocente. Debía
haber sido más leal con mi señor. Pero me deje llevar por el primer sujeto que
me habló.
-
No sé qué decir a ello, Lhianne -musitó Alvho.
- Lo
mejor es que no digas nada -indicó Lhianne-. Para qué romper el momento. Ya no
soy la niña tonta de antes. Ahora disfrutaré el momento, mientras estemos aquí.
Si te marchas, ya no me importará, porque yo también te he utilizado. Ese es el
espíritu, ¿no?
Alvho la miró a los ojos y nunca los había visto tan
vivos. Sin duda esta vez Lhianne no se iba a dejar usar por él, lo que en
verdad le parecía bien. No sería su fuente de información y la verdad no le
importaba. Pero había algo que quería comprobar.
-
Lhianne, tengo una pregunta que me da vueltas en la cabeza -dijo
Alvho-. ¿Qué sentimientos tienes por tu antiguo señor, el tharn?
-
Mentiría si te digo que ya no pienso en él -contestó Lhianne, con
el rostro ligeramente crispado, al escuchar a Alvho mencionar a su antiguo
dueño-. Sé que debía ser castigada, pues cause que mi señor cayera en
desgracia, pero nunca debería haberme castigado como lo hizo. Ahora soy una mujer
libre, el viejo Shelvo me liberó y me ha adoptado. Algún día me haré con esta
posada. Pero hay días que maldigo a mi antiguo señor, sobre todo los días de
tormenta, que notó en mi espalda mucho antes de que empiecen.
-
Tu señor no cayó en desgracia, sino que él mismo la cosechó
-afirmó Alvho-. Me contrataron para descubrir el engaño que había urdido
mientras fue líder del gremio de mercaderes. Se había lucrado más de lo debido
y se había unido a una facción contraria a su señor. La información que obtuve
de su despacho, propició que el señor le destituyese de líder del gremio. Esperaba
que de esa forma aprendiese una importante lección.
-
¿Y lo hizo? -inquirió Lhianne, interesada por lo que decía Alvho.
- Más
bien no -negó Alvho-. Por lo que me entere meses después, tu señor no se quedó
quieto. Había caído en desgracia y quería recuperar su status, así como
vengarse de los que me habían contratado. Sus acciones fueron muy toscas y erró
del todo. Fue detenido por orden del señor, declarado traidor al señorío y ejecutado.
Supongo que ya sabes lo que ocurre con los siervos de un traidor.
Alvho no tuvo que escuchar la respuesta de Lhianne al
respecto, su rostro se había vuelto blanco. Sabía lo que había ocurrido. Los
siervos de un hombre libre declarado traidor, seguían sus mismos pasos hacia el
cadalso, ya que llevaban la misma mancha que su señor y rara vez serían
comprados por nadie. Lo más justo era ejecutarlos para librarlos de una muerte
agónica por hambre y sed.
No hay comentarios:
Publicar un comentario