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domingo, 23 de febrero de 2020

Ascenso (15)

Maynn había permanecido en silencio mientras hablaban, pero cuando se marchó Rhennast, se burló de su sino.

-       Vaya, no esperaba que tanto regalo que me has hecho estuviera envenenado. Ahora la cota de malla oprime más que antes.
-       Bueno es la contrapartida de los dones, Maynn -aludió Ofthar encogiéndose de hombros-. Prefiero mandarte a ti de vuelta con tu señor con mi mensaje que enviar a uno de los míos a su posible muerte. Si Ordhin te sonríe como hasta ahora, sobrevivirás. Si no es así, yo no seré responsable de ello, será deseo del gran Ordhin el que vayas a su lado.
-       Sin duda tus palabras son simples y llenas de sentido -murmuró Maynn. 
-    Bueno siempre te quedan dos opciones, te quitas todo el equipo y regresas con tus antiguos compañeros. Cuando te vendan se descubrirá tu secreto y morirás por sacrílega -comentó Ofthar-. O puedes irte y no cumplir mi cometido, desaparecer en las sombras, no llevar mi mensaje. Pero esto conlleva que incumples con tus responsabilidades, ofendes a tu clan y no podrás regresar a casa con la cabeza alta, pues o te darán por muerta o por cobarde. Siempre se puede elegir, en cada momento.

Maynn iba a responder pero Rhennast regresó, con un zurrón lleno. Ofthar tomó el estuche de madera y se lo tendió a Maynn que lo miró con asco, pero tras unos segundos, lo tomó con cuidado, como si fuera a pasarle algún mal. Entonces se acercó a Rhennast, metió en estuche en el zurrón, que le arrebató al guardia y se lo colgó del hombro.

-       Rhennast, acompaña a Maynn hasta el caballo y luego hasta fuera del campamento -ordenó Ofthar-. Ahora dejadme todos, debo meditar sobre nuestros planes para mañana. Debo decidir cosas. Nos vemos por la noche. 
-    Ya has oído, Maynn, sígueme -le dijo Rhennast dando un codazo al joven guerrero.

Rhennast fue el primero en salir de la tienda, seguido por Maynn y tras ella, Mhista. Ofthar se dejó caer en una de las sillas, cansado de tantos problemas, tomando la copa, dispuesto a llenarla de nuevo, mirando los planos de la campaña. Mhista acercó su boca al oído de Maynn, justo cuando estaba a punto de cruzar los pliegues de la tienda. Le murmuró algo que nadie a excepción de Maynn fue capaz de escuchar, pero gracias al casco nadie pudo ver su reacción.

Fuera de la tienda, un siervo mantenía sosegado un caballo pequeño, agarrado por las riendas. La montura no parecía de gran porte, ni espléndida. Había vivido demasiado y estaba en los huesos. Maynn no comprendía que fuerzas le mantenían en pie. De uno de los costados colgaba un escudo, redondo, de madera, con láminas de hierro reforzando el borde. No estaba pintado ni lucía ningún símbolo. Era el escudo de algún hombre libre que no pertenecía a clan o familia, como ella.

El siervo le lanzó las riendas, que Maynn tomó en el aire. Colgó el zurrón de la silla y miró a su alrededor. Había un buen número de guerreros que la miraban con cierta envidia. Sin duda, pensaban lo que Rhennast le había avisado a Ofthar. Pero al ver que el líder de la guardia le daba instrucciones al joven guerrero, estos prefirieron volver a sus quehaceres.

-       Sígueme, muchacho y no sueltes al jamelgo, porque si lo dejas escapar no te vamos a dar otro -advirtió Rhennast, poniéndose a andar-. No te quedes rezagado ni te pierdas. 
-    Sigo tus pasos, anciano -espetó Maynn, con atrevimiento.

Rhennast observó a Maynn por unos segundos y lanzó una carcajada, mientras pensaba en lo que había hecho a Ofthar elegir a tan curioso mensajero. Maynn siguió al gran guerrero, tirando del caballo, que no parecía muy deseoso de moverse.

Entre las tiendas, unos ojos observaban a Maynn con poco disimulo y bastante enfado. Aunque poco le importaba quien era Maynn pues su único interés en él era debido a la cota de malla que vestía con tanta elegancia. Pues Velery seguía pensando que debía ser suya y no de ese guerrero de corta edad, de hechuras enfermizas que caminaba tras los pasos del gran escolta de Ofthar. No sólo había quedado como un cobarde ante los guerreros en su encontronazo con Mhista, sino que el jovenzuelo de Ofthar le había hecho de menos, no le reconocía su derecho como líder de su clan y como señor de los prados. Pero aún quedaba mucha guerra y Ofthar tendría que retractarse por sus engaños y palabras falsas. Y en algún momento, encontraría al guerrero por el campamento y se haría con su premio, aunque el muchacho debiera morir. Con esas ideas en su mente, perdió de vista a Rhennast y Maynn, lo que le provocó otro enfado y se dirigió hacia donde creía que se habían ido los dos hombres, pero ya había perdido su rastro, pues erróneamente creyó que ambos se introducían en el campamento, cuando era al revés.  

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