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miércoles, 22 de abril de 2020

El dilema (21)

Pero Alvho estaba seguro que Tharka quería decirle más cosas que lo que le había hablado hasta ese momento. Esta vez decidió darle cancha al matón y no calentarle demasiado. Era mejor que los otros mostrasen sus cartas y a ver cómo podía llevar la situación a su beneficio.

-       Él quiere verte -dijo por fin Tharka, cuando terminó con su plato, que golpeó para alejarlo de su cuerpo, al tiempo que movía la copa, indicando que estaba vacía.
-       ¿Quién quiere verme? -Alvho se hizo el loco, al tiempo que llenaba la copa de Tharka.
-       Mi amigo ha tenido visiones, y parece que tú estabas en ellas -prosiguió Tharka, sin inmutarse por las formas de Alvho-. Así que como no tienes nada que hacer, has de venir conmigo.
-       Si me invitas de esa forma, no puedo echarme para atrás -indicó Alvho, que ya esperaba con ganas una reunión con el druida.
-       Veo que la almohada te ha ayudado a discernir qué es lo importante -dejó caer Tharka, con una cara neutra, aunque sus ojos tenían un brillo malicioso.
-       Supongo que si me hubiese negado hubieras comenzado a explicar cuáles eran mis opciones -se burló Alvho-. Como me hubieras llevado hasta tu guarida, o lo que le hubiese pasado a mi amiga o...
-    Veo que tienes en cuenta todas las posibilidades -reconoció Tharka-. Aunque yo no le haría nada a Lhianne, es una buena amiga y ya ha pasado demasiado por tu culpa.

Así que Tharka conocía cosas sobre el pasado de Lhianne y por consiguiente el suyo propio. Eso le preocupó algo a Alvho. Estaba seguro que Tharka suponía lo que era él o por lo menos sabía lo que creía Lhianne. Si las cosas no estaban demasiado mal, el matón pensaría que él era un espía, que podía llegar a matar. Pero si llegaban a suponer que era un asesino, las cosas se podrían poner peores, podrían intentar eliminarlo para evitar males mayores.

-       Bueno, pues si ya has terminado de desayunar, es hora de marcharnos, amigo -dijo Tharka mientras se ponía de pie.
-       ¿Ni un último trago? Hoy Selvho se ha equivocado y me ha traído una buena cerveza -habló Alvho en voz más alta de la normal, lo que hizo que el posadero les mirase, poniendo mala cara. Alvho levantó su copa, le señaló a Selvho con ella y apuró su contenido.
-       ¡Cagarruta miserable! -bramó Selvho desde la barra.
-       O vamos -se limitó a decir Alvho mientras se ponía de pie. 
-   ¡Dejadlo los dos! -ordenó Tharka, que no parecía muy contento con el conato de discusión y miró a Alvho con cara de pocos amigos. Este se limitó a sonreír.- Nos vamos ya, Alvho.

Tharka no esperó a que Alvho pudiese replicar y se dirigió hacia la puerta. Alvho le siguió, pero sin perder de vista a los hombres que comenzaron a moverse. Sin duda los escoltas de Tharka eran más de los que en ese momento se pusieron a seguir a su jefe. Los otros permanecerían en el lugar hasta mucho después de que se fueran. Esos eran espías o asesinos como él. Ya los había encontrado antes y lo volvería hacer en cualquier momento, pues al fin y al cabo eran como él.

Cuando salieron a la calle, el frío de la mañana les golpeó con fuerza. Tharka se limitó a dar un respingo, pero Alvho se embozó mejor con su capa de piel. Sin duda el calor residual de los lares de la posada era suficiente para mantener el comedor de la posada. Tharka iba unos pasos por delante y no parecía tener ganas de hablar más tiempo con Alvho. Aunque también podría ser que por la calle, ante los habitantes de su zona no quisiera dar a entender que él era alguien importante o un igual. Las apariencias en público eran muy importantes para los líderes de los clanes y nadie quería romper el statu quo que existía. Si los espías de las otras informaban que Tharka iba hablando con un desconocido en Thymok, los otros jefes podrían pensar que Tharka estaba planeando algo contra ellos o hacerse con más territorio.

Los pasos de Tharka y sus hombres, llevaron a Alvho hasta el mismo punto donde dejó de seguir a Ireanna. Los guardias situados en ambos lados del callejón miraron a Alvho con detenimiento, pero no hicieron nada, iba con Tharka y tenía el paso libre. Para sorpresa de Alvho, tras un pequeño túnel, llegaron a una plaza cuadrada formada por varias casas de diferentes alturas. Vio a hombres y mujeres entrenándose, así como otros que mantenían un perímetro de seguridad. Había estado en muchas bases de criminales y bandas de barriadas, pero nunca había visto a ninguna tan parecida a un ejército.

-       Parece que mis hombres te han impresionado, bardo -musitó Tharka, sin volverse, pero que se había imaginado la cara de Alvho.
-       Puede ser, amigo. 
-   Aquí no podrías entrar de ninguna manera, ni con tus artes especiales -siguió diciendo Tharka-. Tengo a gente tan hábil como tú y estos han enseñado a sus compañeros a cazarles.

Alvho decidió permanecer en silencio, pues no quería ponerse a discutir con Tharka por quien era mejor, si él o sus espías. Era mejor ser cauteloso. De mientras siguió observando todo, por si cualquier detalle le pudiera servir en un futuro, pues lo más seguro es que en algún momento tendría que acceder allí y no como un invitado. 

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