Di iba delante, pero Jörhk la seguía a pocos pasos.
Estuvieron yendo de un callejón a otro, cruzando galerías y calles desiertas.
De vez en cuando se escondieron de las patrullas del LSH. Por fin, y tras casi
dos horas caminando, Di entró por un callejón, y se paró en una esquina.
-
Esa compuerta -señaló Di, a una puerta en el edificio contrario a
la galería bajo la que se escondía Di.
Jörhk la observó y vio que era la de un local oculto.
Ya había estado antes en otros sitios como esos. En todos los barrios había
lugares clandestinos. Siempre había individuos, por muy desarrollada que fuera
la sociedad, que buscaba lo prohibido. Jörhk observó que había una consola
escondida, lo que indicaba que solo los socios o los que supieran una clave
podrían entrar. Suspiró y se volvió hacia Di.
-
No tengo explosivos para abrir la compuerta, niña -murmuró Jörhk-.
A menos que…
-
Sé lo que hay que decir -le cortó Di-. Y tengo una invitación.
- En ese
caso, tú llamas y yo me encargo de lo demás -dijo Jörhk, mirando a Di-. Supongo
que al cruzar la compuerta habrá un detector de armas y un cuarto de guardia
-Di asintió con la cabeza-. Habrá que hacer que los guardias nos dejen pasar a
su refugio. Sabrías hacerme un croquis de la disposición del garito -Jörhk le
pasó una tablet pequeña, en la que hacía anotaciones cortas, ya que la pantalla
era minúscula, pero la podía llevar consigo.
Di le arrebató la tablet y se puso a hacer trazos. Una
vez terminado, le mostró el resultado a Jörhk. Los trazos eran simples, pero el
boceto muy concreto. Di comenzó a explicarlo. Para llegar al salón principal,
había que recorrer un pasillo, desde la compuerta de entrada. A mitad había una
segunda compuerta, que solo se abría gracias a que los guardias te dieran su
permiso desde su cuarto de seguridad. Por lo que indicó Di, el cuarto era más
como un pequeño bunker. Solo había una pequeña compuerta para acceder a él, una
vez cruzada el sensor de las armas. Las cámaras lo cubrían todo, así que sería
imposible llegar allí sin que les vieran a los dos. Di se quedó un poco
contrariada con la media sonrisa que se dibujó en la cara de Jörhk, al tiempo
que dejaba caer que no iba a ver problema con ello. Di prosiguió la
explicación, tal como le pidió Jörhk. Una vez llegados al salón, debían
cruzarlo y pasar a la zona de las habitaciones. El amigo que venía a buscar
estaría allí, pero no sabía en cuál de ellas. Jörhk se quejó porque no tenían tiempo
para revisar todas las habitaciones, pero no parecía demasiado enfadado por
ello.
Con todo el plan listo, se pusieron en marcha. Di se
acercó a la compuerta y a la consola. Apretó los botones en la secuencia que
sabía y dijo la clave. Por un momento, Jörhk pensó lo peor, que la supuesta
invitación de la chica fuera una mentira, pero la compuerta se abrió. Jörhk le
hizo una seña para que entrara y él la siguió, antes de que se cerrará la
compuerta de nuevo. Di iba unos pasos por delante y Jörhk avanzaba pegado a la
pared de la compuerta del cuarto de seguridad. Cuando cruzaron el sensor,
empezó a sonar la alarma y Jörhk le hizo una seña a Di para que se detuviera
delante de la compuerta del cuarto de seguridad. De improviso se abrió la
compuerta y apareció un hombre en el hueco.
Era un hombre bajo y gordo. Con una cara redonda y
bastante fea, llena de verrugas oscuras y granos purulentos. Solo unos ojos
verdes le daban un toque humano. El hombre llevaba una pistola en la mano
derecha y miró a Di. Primero parecía sorprendido, pero después apareció una
sonrisa amarillenta en su lugar.
-
¿Qué coño le han pasado a las cámaras? ¿Qué diablos está
ocurriendo esta… ¡Pero qué tenemos aquí! -dijo el hombre de la compuerta-. Pero
si la pequeña Diane ha venido de visita. Ven, ven, Horace, es la pequeña Diane.
Cuando el hombre pronunció el nombre de Horace, Jörhk
no pudo evitar ver un espasmo de terror en la cara de Diane, que dio unos pasos
hacia atrás. El hombre salió por el hueco, mirando fijamente a Diane, hasta el
punto que no se fijó en Jörhk que estaba pegado a la pared, con su pistola
apuntando a la cabeza del hombre. Jörhk dio un paso hacia delante y pegó el
cañón de su pistola a la sien del hombre, que se quedó quieto, mientras sus
ojos intentaban ver a Jörhk.
-
No te muevas ni un pelo, amigo -susurró Jörhk, al oído del
hombre-. Dale el juguete a la niña y no intentes nada. Me vas a dejar entrar a
tu nidito de amor, el que compartes con el tal Horace. Vamos, vamos.
El hombre asintió con la cabeza. Entregó su arma, colocándola
sobre las manos de Di, que las tenía con las palmas hacia arriba y rápidamente
le apuntó con ella, lista para atacar al matón. El hombre se giró con cuidado y
regresó por dónde había venido, con Jörhk tras él, apuntando a su cabeza. Le
advirtió que era de gatillo fácil y que si no quería que su cabeza saltase por
los aires, era mejor que fuese lo más tranquilo que pudiese. El matón asintió
con la cabeza, mientras gotas de sudor le corrían por la frente.
Di les seguía, en silencio, con cuidado de no tropezar
o hacer algún tipo de ruido, mientras intentaba mantener la calma, pues sabía
que pronto volvería a ver el rostro de Horace, algo que no le apetecía nada.
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