Seguidores

domingo, 19 de abril de 2020

El conde de Lhimoner (46)

La mayoría de los presentes en la fiesta parecieron poco interesados en los recién llegados, aunque algunas caras sí que se volvieron hacia ellos. Algunos rostros eran de mujeres, tanto jóvenes como viejas que les interesaba todo tipo de cotilleo social. Beldek también distinguió un par de rostros conocidos que se volvieron hacia él, por su mutua relación. Le pareció ver al cadí Verek de Ahltumal, un cadí mayor de gran cuerpo y una personalidad meliflua. Era un hombre de moral cambiante, que no dudaba en enviar al cadalso a los criminales pobres, pero casi dejar a los nobles libres. Se encargaba de juzgar según lo llena que estuviera la bolsa del criminal. En más de una ocasión Beldek y el cadí habían tenido diferentes formas de ver la justicia. En el caso de Beldek, en más de una ocasión había criticado en público la forma de actuar del cadí, pero aún seguía en su puesto en el palacio de los cadíes, por lo que alguien le tenía en estima y le protegía.

Otra de las caras que le resultó conocida fue la de Livellyn de Rhatahl, una mujer de unos cuarenta años, aún muy guapa que dirigía el mayor complejo de acompañantes para los nobles y aquellos que podían pagárselo. Beldek estaba seguro que sus acompañantes sufrían malos tratos por parte de ella y sus subordinados, pero las clases nobles y altas la protegían con denuedo, lo que quería decir que tenía que saber secretos de ellos que la mantenían en su casa, con su negocio y apareciendo en fiestas de postín, como si fuera un noble más.

Pero a parte de ellos, había alguien que se había vuelto hacia la puerta, mostrando una sonrisa parecida a las fauces de una bestia. No era otro que el anfitrión, Yhurino de Zornahl. Estaba claro que dentro de poco el conde se acercaría a hablar con Beldek, pero por ahora prefirió que sus pasos le llevasen hacia la zona donde había mesas con delicias tanto secas como dulces. Estaba seguro que el conde habría hecho que de sus cocinas salieran los mejores productos que pudiesen. Y al probar un par, no se había equivocado con su deducción. Tanto Beldek como Ahlssei fueron probando de las bandejas de plata que había depositadas sobre las mesas. 

Hablaron con algunos nobles y comerciantes que se les habían acercado, pero no fue hasta muy avanzada la velada cuando Yhurino se apareció frente a ellos.

-       El gran prefecto de Lhimoner ha venido a mi fiesta -dijo como saludo Yhurino-. Si os podéis relajar aquí es que ya habéis detenido al terrible asesino que está bañando en sangre la ciudad.
-       Conde de Zornahl, creo que como siempre exageráis con respecto a la situación que tenemos en la ciudad -contestó Beldek con voz calmada-. Solo han muerto un par de personas, que dudo que fueran amigos tuyos, más aún no creo que fueran de tu círculo social. 
-       Podría ser, pero eran personas y como tal deberían ser tratadas como nosotros ante la ley -aseguró Yhurino, con una sonrisa malévola.
-       En ese caso, pídele a Verek que presione a la milicia por esas pobres personas a las que hay que obtener justicia -indicó Beldek, sabiendo que el cadí, no movería ni un dedo.
-       He hablado con él, pero tiene mucho que hacer -murmuró Yhurino, que sabía que Beldek le había ganado por ahora, pero pronto se rehízo-. He escuchado que estuviste repartiendo orden en las calles, un orden sangriento. Parece que tu amigo el general os permite apabullar a los pobres ciudadanos con vuestra fuerza. No creo que sea la mejor forma de actuar en estos casos.
-       En casos como estos lo primordial es mantener el orden, conde y en muchas ocasiones la muchedumbre incivilizada debe recibir su castigo por sus acciones -explicó Beldek-. Pero si quieres podemos ser más blandos y permitir que casas como estas sean saqueadas. No creo que los matones que tienes en la entrada aguantasen mucho contra las hordas. Un hombre con tanta riqueza como tú, sería un objetivo muy jugoso para ellos. 
-   Bueno, la paz y el orden siempre es necesario -afirmó Yhurino, cuya sonrisa había desaparecido hacía un buen rato-. Disfrutad de la fiesta y ya hablaremos de nuevo, prefecto.

Beldek le había ganado la partida y sabía que Yhurino le atacaría antes o después. No había conseguido sacarle nada, pero tal vez cuando el conde hubiese bebido más vino de lo aconsejable, podría ser más comunicativo. Por ahora, ambos se dedicarían a disfrutar como se lo había indicado el anfitrión. De esa forma podría decidir cómo le interrogaría más tarde, el propio Yhurino le estaba dando tiempo para preparar su estrategia. En ocasiones Beldek se quedaba asombrado de lo tonta que era la gente que se creía tan lista. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario