Cuando llegaron a su cuartel, los sargentos Fhahl y
Shiahl les esperaban en el despacho de Beldek. Tenían con ellos el libro que
habían encontrado en la celda de Bhilsso. Lo habían depositado sobre la mesa
del coronel y estaba abierto.
-
Le han arrancado varias páginas, mi coronel -indicó Shiahl,
señalando el volumen con el dedo.
- Veamos
lo que falta -dijo Beldek, acercándose al libro.
Durante un rato Beldek estuvo observando el libro, con
una especial dedicación. Los dos sargentos se habían situado a un lado del
despacho, silenciosos, esperando a que su jefe les indicase lo que pensaba del
libro y cuales iban a ser sus siguientes pasos. Ahlssei, se dejó caer en una de
las sillas frente al despacho. Beldek, tras estar unos minutos de pie ante su
mesa, tomó el libro y la rodeó hasta su sillón, donde se sentó sin cuidado. El
tiempo pasaba y no parecía que Beldek pareciese darse cuenta. pero al final
cerró el libro con un golpe, dejándolo sobre la mesa.
-
Es un libro muy completo, un buen catálogo de religiones antiguas
o olvidadas -dijo por fin Beldek-. El escritor resumió los ritos de cada
religión, muchas de ellas destruidas por el imperio, pero también las hay de
otros reinos y regiones, más lejanas. Aparte de la descripción escrita hay
dibujos del rito en sí. Faltan los de los dos primeros asesinatos, y los de
otras dos religiones. Así que se están planeadas más muertes. Debemos dar con
Bhilsso lo antes posible. Eso sí, no hay ninguna mención a la muerte del
maestro Farhyen. Lo cual indica que no usaron una forma de matar de las que hay
en este libro.
-
Puede ser que no fueran a acabar con él, pero la investigación les
obligó a eliminarle -indicó Shiahl, sabiendo que a su jefe podría sentarle mal
esa posibilidad.
-
Seguramente eso es lo que pasó, sargento, bien visto -asintió
Beldek, sin mostrar pena o dolor en su rostro-. Me temo que el maestro Farhyen
se convirtió en un cabo suelto que había que resolver. Pero llegaron tarde,
pues nos pasó la información de quien pidió el libro, un posible cómplice de
Bhilsso. Todo gracias al buen hacer del sargento Fhahl.
-
Aunque tal vez sea Bhilsso el cómplice, ¿no? -inquirió Ahlssei.
-
Es una posibilidad -afirmó Beldek, rascándose la barbilla-. La
verdad es que desde el minuto uno me ha parecido que Bhilsso no tenía la
suficiente para presencia para ser el cerebro que está detrás de todo esto.
-
¿Podría ser ese cerebro el conde Yhurino? -preguntó Ahlssei.
-
Tampoco le veo a él como un genio criminal capaz de llevar a cabo
la conjura -negó Beldek-. Yhurino es muy capaz de montar gresca, enervar a las
masas y lanzar mierda contra los que mandan en la ciudad. Pero no creo que sea
capaz de jugarse su seguridad y su oro por conseguir que un sacerdote
sustituyese a otro. La cárcel o el cadalso no creo que sea algo que le interese
demasiado. Pero una cosa sí que es cierta, Yhurino debe conocer a alguien que
sí es cómplice o que está metido hasta dentro en el asunto. Y esa información
es la que quiero.
-
Pero supongo que no será fácil que nos la dé abiertamente,
¿verdad? -añadió Ahlssei.
- Has
dado en el clavo. Yhurino no nos ayudará si piensa que de esa forma él puede
sumir más en el caos a sus enemigos políticos y por ello, habrá que abordarle
con cuidado -comentó Beldek-. Una de las primeras cosas que debemos cambiar es
su uniforme. Shiahl hazte con un uniforme de capitán de la milicia, o mejor, el
de un edecán. El capitán Ahlssei no debe aparecer en la fiesta como un oficial
de la guardia del emperador. podría hacer recelar más al conde. Los soldados de
la milicia son mejores engaños. De esa forma nos hablará con condescendencia y
se irá de la lengua, con un poco de suerte. Shiahl, ve a por el uniforme, por
favor.
El sargento se marchó y Beldek comenzó a explicar a
grandes rasgos cómo iban a actuar en la fiesta. Además le indicó a Fhahl que
debía llevar una copia del retrato que había obtenido del sacerdote que había
tomado el libro de las religiones y llevárselo al padre Ghahl. Con un poco de
suerte le podría reconocer y si no era así, tal vez podría darles alguna
indicación que les sirviera de algo. Shiahl les acompañaría como líder de la
escolta y su misión era hablar con los criados del conde, que podrían dar más
información que el propio noble. Beldek decidió que llevase otra copia del
retrato del cura misterioso. Tras esta fiesta, Beldek esperaba salir con
información relevante de quién estaba detrás de los asesinatos y con un poco de
suerte detener a alguien.
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