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domingo, 5 de abril de 2020

El conde de Lhimoner (44)

Cuando llegaron a su cuartel, los sargentos Fhahl y Shiahl les esperaban en el despacho de Beldek. Tenían con ellos el libro que habían encontrado en la celda de Bhilsso. Lo habían depositado sobre la mesa del coronel y estaba abierto.

-       Le han arrancado varias páginas, mi coronel -indicó Shiahl, señalando el volumen con el dedo. 
-    Veamos lo que falta -dijo Beldek, acercándose al libro.

Durante un rato Beldek estuvo observando el libro, con una especial dedicación. Los dos sargentos se habían situado a un lado del despacho, silenciosos, esperando a que su jefe les indicase lo que pensaba del libro y cuales iban a ser sus siguientes pasos. Ahlssei, se dejó caer en una de las sillas frente al despacho. Beldek, tras estar unos minutos de pie ante su mesa, tomó el libro y la rodeó hasta su sillón, donde se sentó sin cuidado. El tiempo pasaba y no parecía que Beldek pareciese darse cuenta. pero al final cerró el libro con un golpe, dejándolo sobre la mesa.

-       Es un libro muy completo, un buen catálogo de religiones antiguas o olvidadas -dijo por fin Beldek-. El escritor resumió los ritos de cada religión, muchas de ellas destruidas por el imperio, pero también las hay de otros reinos y regiones, más lejanas. Aparte de la descripción escrita hay dibujos del rito en sí. Faltan los de los dos primeros asesinatos, y los de otras dos religiones. Así que se están planeadas más muertes. Debemos dar con Bhilsso lo antes posible. Eso sí, no hay ninguna mención a la muerte del maestro Farhyen. Lo cual indica que no usaron una forma de matar de las que hay en este libro.
-       Puede ser que no fueran a acabar con él, pero la investigación les obligó a eliminarle -indicó Shiahl, sabiendo que a su jefe podría sentarle mal esa posibilidad.
-       Seguramente eso es lo que pasó, sargento, bien visto -asintió Beldek, sin mostrar pena o dolor en su rostro-. Me temo que el maestro Farhyen se convirtió en un cabo suelto que había que resolver. Pero llegaron tarde, pues nos pasó la información de quien pidió el libro, un posible cómplice de Bhilsso. Todo gracias al buen hacer del sargento Fhahl.
-       Aunque tal vez sea Bhilsso el cómplice, ¿no? -inquirió Ahlssei.
-       Es una posibilidad -afirmó Beldek, rascándose la barbilla-. La verdad es que desde el minuto uno me ha parecido que Bhilsso no tenía la suficiente para presencia para ser el cerebro que está detrás de todo esto.
-       ¿Podría ser ese cerebro el conde Yhurino? -preguntó Ahlssei.
-       Tampoco le veo a él como un genio criminal capaz de llevar a cabo la conjura -negó Beldek-. Yhurino es muy capaz de montar gresca, enervar a las masas y lanzar mierda contra los que mandan en la ciudad. Pero no creo que sea capaz de jugarse su seguridad y su oro por conseguir que un sacerdote sustituyese a otro. La cárcel o el cadalso no creo que sea algo que le interese demasiado. Pero una cosa sí que es cierta, Yhurino debe conocer a alguien que sí es cómplice o que está metido hasta dentro en el asunto. Y esa información es la que quiero.
-       Pero supongo que no será fácil que nos la dé abiertamente, ¿verdad? -añadió Ahlssei. 
-    Has dado en el clavo. Yhurino no nos ayudará si piensa que de esa forma él puede sumir más en el caos a sus enemigos políticos y por ello, habrá que abordarle con cuidado -comentó Beldek-. Una de las primeras cosas que debemos cambiar es su uniforme. Shiahl hazte con un uniforme de capitán de la milicia, o mejor, el de un edecán. El capitán Ahlssei no debe aparecer en la fiesta como un oficial de la guardia del emperador. podría hacer recelar más al conde. Los soldados de la milicia son mejores engaños. De esa forma nos hablará con condescendencia y se irá de la lengua, con un poco de suerte. Shiahl, ve a por el uniforme, por favor.

El sargento se marchó y Beldek comenzó a explicar a grandes rasgos cómo iban a actuar en la fiesta. Además le indicó a Fhahl que debía llevar una copia del retrato que había obtenido del sacerdote que había tomado el libro de las religiones y llevárselo al padre Ghahl. Con un poco de suerte le podría reconocer y si no era así, tal vez podría darles alguna indicación que les sirviera de algo. Shiahl les acompañaría como líder de la escolta y su misión era hablar con los criados del conde, que podrían dar más información que el propio noble. Beldek decidió que llevase otra copia del retrato del cura misterioso. Tras esta fiesta, Beldek esperaba salir con información relevante de quién estaba detrás de los asesinatos y con un poco de suerte detener a alguien. 

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