Seguidores

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Lágrimas de hollín (41)


El estupor había aparecido en los ojos de Oliphe y Jhulius por igual. Mientras que el tabernero solo sentía sorpresa, Jhulius también tenía una mezcla de miedo, dolor, ira y total incomprensión. La hoja había atravesado la mano y se había clavado en la madera. Solo el roce con el metal le dolía demasiado.

   -   ¿Por qué? -consiguió decir Jhulius entre espasmos de dolor y lágrimas.
   -   Jhulius, no eres el único que sabe ser un actor -indicó Fhin-. Yo también me informo de la gente. Sabía cómo habías caído en las manos de Oltar y los Nutrias. Sabía que eras un ladrón. Y sabes lo peor de un ladrón, que nunca queda satisfecho con lo que roba. Además tu avaricia era memorable. Todos y cada uno de los Nutrias, desde que llegué me advirtieron de que tuviera cuidado contigo. Y no lo hacían porque fueras la concubina de Oltar, sino por tus malas artes. No te creas, me dedique a hablar con los pobladores del territorio y no estaban muy contentos con tus robos. No estoy a favor de molestar a los ciudadanos humildes del barrio. Oltar debería haberte ejecutado pero sus vicios podían con él y gracias a ellos le han llevado a la tumba.
   -   No lo entiendo -dijo Jhulius.
   -   ¡Oh, vamos! Como alguien de tu supuesto intelecto falla en lo obvio -se burló Fhin-. Es muy sencillo, no podía dejar que te fueras por ahí, listo para traicionarme por más oro. Los otros clanes aún no saben lo que pasa aquí y tardarán un par de días en hacerlo. Pero si te hubiera dejado irte, cuanto oro habrías sacado por tal información. La verdad es que no puedo creer que me tomaras por un hombre tan tonto.
   -   Yo no iba a hacer nada de eso -negó Jhulius, pero casi no se le escuchó pues su voz parecía un hilillo-. Yo no te he hecho nada, te he sido leal…
   -   ¡Cállate! -le cortó Fhin-. ¿No me has robado aprovechándote de mi buena fe? ¿No has tomado las tres bolsas del cofre en el cuarto de Oltar? Bheldur saca las pruebas.

Jhulius se quedó mudo. No sabía cómo se había enterado Jockhel de lo que había tomado en la alcoba de Oltar. Estaba seguro de que nadie le había visto. Bheldur empezó a palpar el cuerpo de Jhulius. Rápidamente fue dando con cada una de las bolsas. Pero para obtenerlas no se anduvo con contemplaciones. Uso un puñal para abrirse paso entre las vestiduras de Jhulius. Hizo todos los jirones que necesitó hasta tener las tres bolsas sobre la barra de madera. Ante la incredulidad de Oliphe. Jhulius lloraba y pedía clemencia.

   -   Yo pensaba que te había pagado lo suficiente, pero no siempre es así, no para ti -dijo Fhin-. Lo que había aquí era mío desde el mismo momento que mate a Oltar, pues me convertí en el señor de los Nutrias, aunque ya queden pocos. ¿No es así, Oliphe?

El tabernero asintió con la cabeza. En su fuero interno le estaba gustando la forma de proceder de Jockhel, pues él en ningún momento se fiaba demasiado de Jhulius. Nunca le había gustado nada.

   -   Jhulius, entenderás que debo hacer justicia, por una parte ante el pueblo que está bajo mi protección y también dar un aviso a aquellos que me sirven -prosiguió Fhin-. No puedo dejar impune este robo. Si no cualquiera podría ocurrírsele hacer lo mismo. No creas que es algo personal.
   -   Por favor… por favor… por favoggg… -las palabras de Jhulius se perdieron en el silencio.

Bheldur le había clavado su estoque desde la espalda, atravesándole el corazón. Jhulius se quedó un poco de pie, pero cuando Bheldur retiró su arma, las piernas flaquearon. Los ojos se pusieron en blanco y se quedó colgando de la barra, ya que tenía la mano clavada por la daga. Fhin la retiró y el cuerpo cayó al suelo en forma de ovillo.

   -   Es una pena que el chico no se quedara con lo que le ofrecimos -murmuró Bheldur, que se había agachado y limpiaba su estoque con las ropas de Jhulius-. ¿Cómo sabías que iba a intentar robar algo?
   -   Oliphe lo ha dicho, era un avaricioso -indicó Fhin-. Si le pones un cofre, lo abrirá, importándole poco las consecuencias. Al ver las bolsas, ya no había vuelta atrás. La verdad es que me hubiera llevado una sorpresa si no hubiera robado nada. Pero la gente no sabe cambiar o le da pereza. Oltar no quería cambiar, hubiera huido, pero con su vicio. Terbus hubiera seguido envolviéndose de hombres que usaría hasta las últimas consecuencias. Pero yo no soy así. Si debo dar ejemplo con mis actos, no lo dudaré. Si no hago lo mismo que mis subordinados, ninguno me seguirá.
   -   Puede ser -asintió Bheldur, pensando en las palabras de Fhin.
   -   Oliphe, siento dejarte tanto que limpiar -dijo Fhin-. Pero no creo que tengas problemas en deshacerte de los muertos. Ahora debo encargarme de un asunto. Debo mover mis tropas, para que ningún otro clan se pase de listo. Hay que hablar con Phorto. En un futuro, Phorto será quien se ponga en contacto contigo o tal vez algún subordinado. Si tienes algún problema, búscale.
   -   Como deseéis, mi señor -afirmó Oliphe-. Y no os preocupéis por los muertos. Pero antes de iros, esperad.

Oliphe se movió y salió de detrás de la barra. Se acercó al cadáver de Oltar y buscó algo en los bolsillos del gabán. Al volver junto a Fhin le mostró un anillo. Era una pieza única. Era de oro con una gema en la que habían grabado una nutria.

   -   Todos los jefes de clan tienen una joya con el dibujo de su animal -dijo Oliphe-. Este es el de Oltar. Ahora eres tú el dueño del territorio de los Nutrias y por ello deberás llevarlo encima.

Fhin tomó el anillo y se lo puso en un dedo. Tras lo que se despidió de Oliphe y se marchó seguido de Bheldur y Usbhalo. Tendrían que retornar a la plaza, pues quería recuperar la joya de Terbus.

No hay comentarios:

Publicar un comentario