Llevaban ya varias horas avanzando a paso
rápido. No iban corriendo, pero tampoco lentos. Yholet les seguía bien el
ritmo, incluso le parecía que podía ser más veloz. Pero Kounia se negaba a ir
más rápido. Se había fijado que la mujer estaba tensa. Observando cada cambio
en el terreno. Claramente buscaba algo, pero Yholet no sabía que era. Se
detuvieron varias veces para tomar agua o algo más sólido. Pero Yholet no pudo
descubrir lo que motivaba a Kounia hasta que cruzaron una nueva extensión de
selva. Llegado cierto momento, fueron escuchando un rumor. Era un sonido
fuerte, que se iba convirtiendo cada vez en más poderoso. Cuando dejaron atrás
los últimos árboles, lo que quedaba de la vegetación, los ojos de Yholet se
quedaron anonadados por el espectáculo.
Ante ellos se abría una garganta, una
rotura en el terreno. Pero ese no era el causante del clamor. A la izquierda,
se veían las montañas y con ellas una espectacular catarata en semicírculo. El
agua que llegaba por un río muy ancho se precipitaba hacia el interior de la
tierra, para luego seguir su camino por la garganta. Pero además de ese hermoso
paisaje, ante ellos, siguiendo el camino hacia el borde de la garganta, nacía
un puente. Hecho con madera e inmensas cuerdas. Era ancho, y parecía que
podrían cruzar varios carros a la vez, si fuera necesario. Era un puente
colgante, mantenido por los inmensos tirantes de cuerda, anclados en inmensas
estructuras de piedra, que aunque parecían naturales, Yholet estuvo seguro que
no lo eran. Yholet se preguntó si esa construcción era obra de los grakan o de
los que vivieron primero.
Pero el puente no era lo único que se
podía observar, al otro lado, sobre una colina no muy alta, una ciudad, o por
lo menos así se podía entender, ya que poseía murallas, aunque fueran acúmulos
de tierra sobre las que habían levantado empalizadas de troncos. Las casas de
dentro serían chozas, pero seguro que las había en gran número.
- Bienvenido a la capital de los grakan, la
ciudad sagrada de Fethneral -anunció Kounia dando una palmada a Yholer. Tras lo
que hizo un gesto para proseguir su camino.
Yholet deletreó el nombre de la ciudad,
para acordarse bien del nombre, mientras se ponía en movimiento. No les llevó
mucho llegar hasta el puente. Para sorpresa de Yholet, era muy estable y eso
que era colgante. Apenas se balanceó a su paso. Al otro lado había como una
vieja construcción, rodeada por una empalizada de madera, adosada a unos de los
pesos. En la empalizada había una puerta, estrecha, desde donde les observaban
varios grakan, que salieron cuando Kounia y su grupo terminaron de pasar el
puente.
- Soy Kounia, hija de Asdruro de la región
de las Charcas -se presentó Kounia y uno de los grakan asintió con la cabeza-.
Dirijo a estos guerreros que escoltan al sureño. Ha sido requerido por el gran
Consejo y en Concilio de los chamanes.
- ¿Dónde está Lystok, el bravo? -preguntó
otro de los grakan, que salió por la puerta.
- Muerto, su maldición pudo con él -murmuró
Kounia, como intentando que no sufriera algún mal por hablar de ello-. Nos
cruzamos con ultharns.
- ¡Eso es imposible! -exclamó el grakan, que
a Yholet le parecía el jefe del puesto.
Kounia hizo un gesto y los miembros de su
escolta que llevaban colgadas las garras de sus cinturones dieron unos pasos
hacia delante. El grakan observó los premios y palideció, o por lo menos Yholet
supuso que era eso lo que le había pasado, pues la piel negra del grakan no
daba señales de esa situación.
- ¡Seguid vuestro camino, Kounia, de la
región de las charcas! -ordenó el grakan-. Los ancianos y los jefes os esperan.
- Tened cuidado -dijo Kounia antes de volver
a ponerse en marcha-. La hembra líder huyó.
El grakan lanzó un gruñido por la boca y
se volvió al interior de la empalizada. Yholet y el resto se fueron alejando,
en dirección a la ciudad. En cierto momento, a Yholet le pareció escuchar unos
tambores y que los tirantes del gran puente se movían. Yholet no lo pudo
apreciar bien por la distancia y que la luz empezaba a menguar, pero el puente
estaba siendo recogido, para impedir que una bestia demoníaca que buscaba venganza.
Antes de que los últimos rayos de luz
empezasen a desaparecer, para dar pie a una nueva noche, la extraña partida
cruzaba las puertas de entrada de la ciudad. A Yholet no le pasó desapercibido
que había muchos guerreros, incluso habían aparecido una especie de banderas de
algún color en las torres que jalonaban las empalizadas. Al mirar hacia el
puesto que había junto al puente le pareció distinguir que algo ondeaba en su
parte más alta. Lo cual quería decir que esa bandera había provocado lo que ahora
se encontraban en la ciudad. Unos guerreros rodearon al grupo y todos empezaron
a recorrer la ciudad, subiendo hacia la cima de la colina.
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