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miércoles, 7 de noviembre de 2018

Lágrimas de hollín (39)


Oltar dio un brinco cuando le pareció que algo se golpeaba contra la puerta. Le pareció que era un hacha o algo parecido. Volvió a repetirse en golpe. Miró hacia atrás y miró a Jhulius, que permanecía sobre la cama y parecía haber intuido su miedo, ya que parecía aterrado.

   -   ¿Ya están aquí? -preguntó Jhulius señalando la puerta.
   -   Eso no puede ser. Oliphe es un gran guerrero, no puede haber sido ya neutralizado -negó Oltar, intentando no pensar en esa opción, lo que significaba que ya no le quedaban hombres con los que protegerse-. Debe ser otra cosa.
   -   ¡Sal de ahí, sucia rata cobarde! -se escuchó de forma débil al otro lado de la puerta, lo que hacía desmoronarse la teoría de Oltar.
   -   No puede ser, Oliphe no puede haber caído -murmuró Oltar, con cierto miedo, al tiempo que deambulaba por la habitación, mientras escuchaba más golpes en la puerta.
   -   Nos van a matar, no quiero morir -sollozaba Jhulius, presa del miedo.
   -   No va a ocurrir nada de eso, no va a ocurrir, tengo una forma de huir de aquí, no te preocupes -intentó tranquilizar Oltar a Jhulius y fue directo hacia la cortina.

Oltar descorrió la cortina de forma impetuosa y se quedó petrificado. Ante él, de pie, se encontraba Jockhel, con un par de dagas en las manos. Los ojos de Oltar miraban la sonrisa mordaz de Jockhel, mientras su cerebro intentaba asimilar como su enemigo había sabido de ese conducto secreto. Entonces giró ligeramente la cabeza y miró a Jhulius, que había dejado de llorar, y sonreía de pura maldad.

   -   ¡Maldito traidor! -espetó Oltar, encolerizado, pero no por Jockhel, sino por Jhulius que se reía de él.

Ya no pudo hacer nada más, pues Fhin descargó sus dos filos alrededor del cuello de Oltar, cortándolo sin oposición. La sangre salpicó la armadura y la cara de Fhin, que cerró la boca para no tragar la sangre pútrida del jefe de los Nutrias. Oltar cayó de espaldas, lanzando chorros de sangre. Fhin pasó por encima del cuerpo y se aproximó a la puerta. Guardó las dagas una vez que las limpió y golpeó con su puño la puerta. Los golpes desde fuera cesaron de inmediato. Fhin se encargó de retirar los cerrojos y Usbhalo abrió la puerta desde fuera.

   -   Usbhalo, hazte cargo de Oltar y llévalo abajo -ordenó Fhin, dándole una palmada amistosa en el hombro, tras lo que miró a Bheldur-. ¿Qué tal por ahí abajo?
   -   Algunos han aceptado al nuevo líder, otros no -contestó Bheldur-. Es una pena, pero habrá que reclutar nuevos hombres.
   -   Vamos, este lugar me parece nauseabundo -dijo Fhin.
   -   ¿Ese ha hecho bien su papel? -preguntó Bheldur señalando a Jhulius que seguía cómodamente tumbado en la cama.
   -   Es un actor de primera -se burló Fhin-. Se ha ganado con creces su oro. El reparto se hará abajo. Así que mejor que nos sigas, Jhulius.

El primero en abandonar la habitación fue Usbhalo cargando el cuerpo de Oltar, tras él fueron Fhin y Bheldur. Jhulius observó la habitación intentando recordar dónde escondía Oltar cosas de valor. Estuvo hurgando hasta que encontró un cofre. No estaba cerrado y al abrirlo, descubrió tres bolsas. Dentro de cada una había cosas distintas. En la primera había monedas de oro, la segunda tenía pequeños diamantes y la última estaba llena de esmeraldas y rubíes. Las cogió las tres y se las metió entre su ropa, sonriendo por su suerte. Se marchó con su premio, para recibir su pago, pues Jockhel le iba a pagar muy bien por su traición. Las bolsas serían su extra.

Cuando llegó al primer piso, al salón de la taberna vio que Oliphe se encontraba tras la barra, limpiando una copa de madera con uno de sus trapos. Sobre la barra había varias copas más, un par de botellas, cubiertas de polvo, lo que indicaba que las había sacado de la bodega. Una de las cosas que se sabían de Oltar era su amor por el vino, sobre todo por el añejo. Decían que mantenía caldos de las mejores cosechas y algunos traidos desde las regiones más lejanas del imperio. También tenía cerveza pero esa bebida era más mundana.

Para Jhulius fue una sorpresa que Oliphe siguiera vivo, pero no lo dejó ver. Al propio Oliphe sí que se le notó la suya al verle vivo. Ambos se miraron a los ojos, pero no dijeron nada. Ya se encargaría Jockhel de hacer las explicaciones oportunas. Había varios cuerpos diseminados por el suelo. Reconoció al matón que le había lanzado antes, con la cabeza abierta. Jhulius tuvo que aguantarse la arcada que le provocó ver los sesos sanguinolentos del hombre. Al pasar sobre él le escupió, para hacer ver su desprecio sobre el que le había golpeado. A un lado había dos jóvenes, que les reconoció como Nutrias, pero no estaban muertos, lo que indicaba que no solo Oliphe se había unido a Jockhel. Se acercó a la barra y no pudo evitar ver el hacha de Oliphe, con todo el filo ensangrentado.

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