Oltar dio un brinco cuando le pareció que
algo se golpeaba contra la puerta. Le pareció que era un hacha o algo parecido.
Volvió a repetirse en golpe. Miró hacia atrás y miró a Jhulius, que permanecía
sobre la cama y parecía haber intuido su miedo, ya que parecía aterrado.
- ¿Ya están aquí? -preguntó Jhulius
señalando la puerta.
- Eso no puede ser. Oliphe es un gran
guerrero, no puede haber sido ya neutralizado -negó Oltar, intentando no pensar
en esa opción, lo que significaba que ya no le quedaban hombres con los que
protegerse-. Debe ser otra cosa.
- ¡Sal de ahí, sucia rata cobarde! -se
escuchó de forma débil al otro lado de la puerta, lo que hacía desmoronarse la
teoría de Oltar.
- No puede ser, Oliphe no puede haber caído
-murmuró Oltar, con cierto miedo, al tiempo que deambulaba por la habitación,
mientras escuchaba más golpes en la puerta.
- Nos van a matar, no quiero morir
-sollozaba Jhulius, presa del miedo.
- No va a ocurrir nada de eso, no va a
ocurrir, tengo una forma de huir de aquí, no te preocupes -intentó tranquilizar
Oltar a Jhulius y fue directo hacia la cortina.
Oltar descorrió la cortina de forma
impetuosa y se quedó petrificado. Ante él, de pie, se encontraba Jockhel, con
un par de dagas en las manos. Los ojos de Oltar miraban la sonrisa mordaz de
Jockhel, mientras su cerebro intentaba asimilar como su enemigo había sabido de
ese conducto secreto. Entonces giró ligeramente la cabeza y miró a Jhulius, que
había dejado de llorar, y sonreía de pura maldad.
- ¡Maldito traidor! -espetó Oltar,
encolerizado, pero no por Jockhel, sino por Jhulius que se reía de él.
Ya no pudo hacer nada más, pues Fhin
descargó sus dos filos alrededor del cuello de Oltar, cortándolo sin oposición.
La sangre salpicó la armadura y la cara de Fhin, que cerró la boca para no
tragar la sangre pútrida del jefe de los Nutrias. Oltar cayó de espaldas,
lanzando chorros de sangre. Fhin pasó por encima del cuerpo y se aproximó a la
puerta. Guardó las dagas una vez que las limpió y golpeó con su puño la puerta.
Los golpes desde fuera cesaron de inmediato. Fhin se encargó de retirar los
cerrojos y Usbhalo abrió la puerta desde fuera.
- Usbhalo, hazte cargo de Oltar y llévalo
abajo -ordenó Fhin, dándole una palmada amistosa en el hombro, tras lo que miró
a Bheldur-. ¿Qué tal por ahí abajo?
- Algunos han aceptado al nuevo líder, otros
no -contestó Bheldur-. Es una pena, pero habrá que reclutar nuevos hombres.
- Vamos, este lugar me parece nauseabundo
-dijo Fhin.
- ¿Ese ha hecho bien su papel? -preguntó
Bheldur señalando a Jhulius que seguía cómodamente tumbado en la cama.
- Es un actor de primera -se burló Fhin-. Se
ha ganado con creces su oro. El reparto se hará abajo. Así que mejor que nos
sigas, Jhulius.
El primero en abandonar la habitación fue
Usbhalo cargando el cuerpo de Oltar, tras él fueron Fhin y Bheldur. Jhulius
observó la habitación intentando recordar dónde escondía Oltar cosas de valor.
Estuvo hurgando hasta que encontró un cofre. No estaba cerrado y al abrirlo,
descubrió tres bolsas. Dentro de cada una había cosas distintas. En la primera
había monedas de oro, la segunda tenía pequeños diamantes y la última estaba
llena de esmeraldas y rubíes. Las cogió las tres y se las metió entre su ropa,
sonriendo por su suerte. Se marchó con su premio, para recibir su pago, pues
Jockhel le iba a pagar muy bien por su traición. Las bolsas serían su extra.
Cuando llegó al primer piso, al salón de
la taberna vio que Oliphe se encontraba tras la barra, limpiando una copa de
madera con uno de sus trapos. Sobre la barra había varias copas más, un par de
botellas, cubiertas de polvo, lo que indicaba que las había sacado de la
bodega. Una de las cosas que se sabían de Oltar era su amor por el vino, sobre
todo por el añejo. Decían que mantenía caldos de las mejores cosechas y algunos
traidos desde las regiones más lejanas del imperio. También tenía cerveza pero
esa bebida era más mundana.
Para Jhulius fue una sorpresa que Oliphe
siguiera vivo, pero no lo dejó ver. Al propio Oliphe sí que se le notó la suya
al verle vivo. Ambos se miraron a los ojos, pero no dijeron nada. Ya se
encargaría Jockhel de hacer las explicaciones oportunas. Había varios cuerpos
diseminados por el suelo. Reconoció al matón que le había lanzado antes, con la
cabeza abierta. Jhulius tuvo que aguantarse la arcada que le provocó ver los
sesos sanguinolentos del hombre. Al pasar sobre él le escupió, para hacer ver
su desprecio sobre el que le había golpeado. A un lado había dos jóvenes, que
les reconoció como Nutrias, pero no estaban muertos, lo que indicaba que no
solo Oliphe se había unido a Jockhel. Se acercó a la barra y no pudo evitar ver
el hacha de Oliphe, con todo el filo ensangrentado.
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