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domingo, 26 de febrero de 2017

Alvaras (4)



Alvark se encontraba sobre la puerta de entrada de Yhakka cuando Alvaras y su grupo llegaron al poblado. El viejo guerrero miró a su hijo y pudo distinguir su cara de preocupación. Se dirigió hacia la escala y descendió por los escalones hasta llegar al suelo de tierra. Un par de siervos estaban esperando a que se acercaran los caballos para hacerse con sus riendas. Alvaras descabalgó de un salto y se acercó a su padre.


-       Estaban todos muertos, Fhad, su familia y casi todos sus siervos.- dijo Alvaras en voz baja, intentando que los siervos no le escucharan, aunque sus guerreros pronto contarían lo ocurrido.- Han acabado con el ganado y destruido las reservas. He mandado aviso a las otras granjas. Espero que estén preparándose para trasladarse a aquí.


Alvark le siguió los pasos hasta que ambos llegaron a la plaza central. Los guerreros que habían acompañado a Alvaras se fueron dispersando hacia sus cabañas. Iban con el rostro serio, con cara de pocos amigos. Los dos siervos supervivientes aparecieron tras el último de los soldados, el chico seguía tirando del carro de mano. Pal iba tras ellos, mirando las escasas posesiones que portaban.


-       Pal, haz que acomoden a la muchacha en la casona, que la traten bien. Llegarán invitados desde las otras granjas, así que prepara sitios para que pernocten.- ordenó Alvaras, tras lo que señaló con el dedo índice a Jhan.- Tú deja el carro de mano y síguenos.


El muchacho soltó los agarres del carro con especial gusto, pero siguió a los dos hombres con especial desgana, por lo que Alvark se detuvo un momento y cuando Jhan estuvo a su lado, le dio un golpe en la nuca y le agarró del brazo, haciéndole andar más rápido.

-       Si el therk te manda que le sigas, tú le obedeces en el acto.- le susurró Alvark a Jhan, esperando que su hijo no se percatara.


Alvaras se dirigió a la cabaña donde se encontraba la forja de Yhakka. Según entraron les golpeó el calor reinante, que constataba con el frescor imperante en el exterior. Dentro de la herrería, encontraron a Thyon, un hombre libre, que se encargaba de crear armas y herramientas para la población. También era el artífice del casco de Alvaras. Thyon tenía cincuenta años, era alto, fuerte, musculoso, con el pelo corto y blanco. Hacía poco que había perdido a su mujer, y desde entonces se le veía apagado. Por ello, Alvaras le había casi obligado a tomar un aprendiz, para que se olvidase de su pérdida.


El aprendiz no estaba en la herrería, pero si el maestro, aunque dormido, junto a una jarra rota de cerveza, ya vacía. Alvaras puso mala cara, pero no dijo nada. El problema de Thyon con la bebida iba a ser algo difícil de arreglar. Por ahora, Thyon hacia su trabajo, pero hasta cuándo.


Alvaras se acercó al cuerpo del herrero y comprobó que estaba profundamente sumergido en el mundo de los sueños. Tomó un taburete vacío que había junto al lugar donde reposaba Thyon, una mesa pequeña. Colocó el asiento ante un silencioso Jhan y le indicó que se sentara.


-       Quiero que le cuentes todo lo que me narraste sobre el ataque de anoche a la granja.- mandó Alvaras.


Jhan miró a los dos guerreros, dudó un momento pero temiendo las malas formas que se gastaban ambos, decidió volver a contar todo. Alvark escuchó en silencio, interiorizando una a una cada palabra de Jhan. Cuando oyó hablar del escudo con la enseña del cuervo negro se puso a la defensiva, hasta el muchacho notó que el soldado viejo no le gustaba la alusión de ese emblema. Al final de la narración de lo que había vivido durante la noche anterior, Jhan se calló y esperó.


-       Si lo que dice es verdad, no me gusta nada la situación.- indicó Alvark.

-       ¿Le crees?- preguntó Alvaras.

-       Puede que sí, pero hay algo en su historia que falla, nos está mintiendo en algo, por lo que todo puede ser una fábula.- sentenció Alvark.

-       ¡Por Ordhin! ¡Yo os estoy diciendo toda la verdad!- bramó Jhan, a lo que Alvaras respondió con un bofetón que hizo girar la cara del muchacho, dejando una marca rojiza en su piel.

-       A ver mierdecilla.- dijo Alvaras mirando a los ojos a Jhan.- Tú sólo puedes hablar cuando nosotros nos refiramos a ti, no cuando tú creas que estás en tu derecho. Espero que esta sea la última vez que te lo tengo que decir. Si vuelves a cometer esta total falta de respeto a tu señor, me encargare que tu castigo sea lo suficientemente doloroso para que no te equivoques sobre tu situación. ¿Te ha quedado claro, siervo?


Jhan miró a Alvaras primero, luego pasó al rostro serio de Alvark, estuvo tentado de resistir sus miradas, pero algo de sentido común y ganas de supervivencia aún le quedaban. Bajó la vista al suelo y asintió con la cabeza.


-       Has dicho llamarte Jhan, que el hermano de Fhad te envió al servicio del granjero porque ya no le servías en Thepperon.- rememoró Alvark, haciendo memoria sobre el mercader Fhadon, lo que sabía sobre él y sus gustos.- No tienes el aspecto de un peón de carga del almacén. Tampoco tienes el aspecto de un guerrero, pero sí el de un asesino. Tu historia sobre cómo llegaste a la granja no se sostiene. Y si no me creo eso, tampoco me puedo llegar a creer lo ocurrido en la granja.

-       Esperaba que Shine te convenciera a contarnos la verdad mientras viajabais con mis guerreros hasta Yhakka.- suspiró Alvaras.- Pero sigues con tus cuentos. Si no me cuentas la verdad por las buenas, te la sacaré por las malas. Quítate la ropa.


Jhan levantó la vista y se quedó en silencio, sin hacer nada.


-       No te atrevas a desobedecerme muchacho.- advirtió Alvaras, tensando los músculos.- Quítate la ropa, o te la quito yo.


Alvark estaba buscando un trozo de soga entre las cuerdas de Thyon, por si había que inmovilizar al muchacho, pero al final Jhan obedeció. Desanudó los cordones del jubón de cuero, así como los de la cintura de los calzones. Las dos piezas cayeron al suelo junto al taburete. Bajo ellas llevaba un taparrabos de tela blanca y una camisola interior de lana, prendas habituales entre los hombres del sur, para resistir a los inviernos. Prendas de cuero para el exterior, mientras que debajo llevaban tela, lana o fieltro.


Alvaras y Alvark observaban con detenimiento los surcos que cruzaban su espalda de costado a costado. Alvark puso los dedos sobre las cicatrices, el cuerpo de Jhan se agitó por el contacto. Se podían distinguir que había de varios castigos diferentes.


-       ¿A qué se debieron estos azotes, Jhan?- preguntó Alvaras, ya seguro que casi toda la historia del muchacho era mentira. El muchacho seguía silencioso.

-       Igual una cuerda le vuelva a abrir la boca.- dijo Alvark, moviendo el trozo de soga por el aire, simulando que era un látigo.


Los ojos de Jhan empezaron a llenarse de lágrimas y se rindió, pues temía al dolor que provocaba una cuerda en su espalda. Ya la había sufrido y no quería volver a repetirlo.


-       No se me envió desde Thepperon por algo que yo hubiera hecho, pero lo que pasa es que el señor Fhadon no podía permitir que la verdad se supiera.- habló entre dientes Jhan.- Yo era hijo del siervo administrador de Fhadon. El trabajo de mi padre estaba bien reconocido por Fhadon. Así que yo desde pequeño se me permitió relacionarme con los hijos de Fhadon, algo que nunca me importo, pero que a la larga se convirtió en mi peor problema. Fhadon me instruyó para que cuando mi padre ya no pudiera seguir haciendo su cometido de administrador, me encargará de esa función. En la instrucción también asistían los dos hijos menores de Fhadon, Fhedel y la pequeña Fhain. Fhedel era de mi edad y Fhain cinco años más joven. Hará dos años, mi padre falleció y Fhadon me puso al frente del almacén. Yo había aprendido todo de mi padre, por lo que pronto mi trabajo complació a Fhadon.

-       Pero si todo era tan bueno, ¿por qué tienes esas marcas?- interrumpió Alvark.- Mejor que te dejes de sutilezas y vayas directamente al grano, muchacho.

-       El gran problema es que Fhain se enamoró de mi.- soltó Jhan.

-       ¡Por Ordhin!- blasfemó Alvark.


Sin duda ese era un gran problema, es verdad que en ocasiones una dama libre podía relacionarse con un siervo, pero solo cuando esta se convertía en viuda. Una joven soltera sería casada con su padre con quien él deseara y raro es que pudiera elegir a alguien por amor. El caso de un hombre libre era totalmente diferente, como Alvark podía reconocer.


-       Y supongo que a Fhadon no le hizo demasiada gracia que su pequeña se enamorara de un siervo.- se rio Alvark.- La verdad es que si me hubiera pasado a mí, la habría molido a palos. Pero yo solo tuve un hijo. Menos preocupaciones.

-       Fhadon sólo tenía palabras bonitas para su niña.- espetó con odio Jhan, que se preparó para un golpe que no llegó.- Según una sierva le refirió el suceso, me llamó aparte, me azotó sin piedad y me dijo que este iba a ser su único aviso. Que no me acercará a su niña, que no intentará seducirla o que si no le hacía caso lo iba a lamentar con creces. Lo peor de todo es que no quiso escucharme, no quería oír que yo hacía tiempo que ni me acercaba a Fhain, solo se quedó satisfecho cuando mi sangre relucía en las heridas de mi espalda.

-       ¿Y fue ahí cuando decidió que era hora de que cambiaras de aires?- preguntó Alvaras.

-       Eso, mi señor, hubiera sido lo idóneo, pero Fhadon no quería perder a su administrador.- prosiguió Jhan con su historia.- No, no podía perderme, yo que le mantenía al día libros y albaranes. Si yo no estuviera ahí, lo más seguro es que tuviera que hacerlo él, y me da que se ha vuelto un hombre demasiado importante para rodearse de esclavos. Así, que seguí en mis funciones y puse todo mi espíritu en no encontrarme con Fhain. Pero una noche ocurrió lo peor, ella me puso una trampa, hizo que su criada más leal me llamará para una cosa de logística doméstica y cuando yo esperaba en una estancia, ella hizo acto de presencia, se me lanzó encima, yo intenté rechazarla, pero su locura era poderosa. Lo que no sabía la pobre, y a fin de cuentas yo tampoco es que su padre le había puesto un escolta en las sombras. Antes de que yo pudiera soltarme de sus caricias, apareció su padre, con el odio en sus ojos, rodeado de siervos, que me sacaron de allí a empellones, me llevaron a uno de los sótanos, me quitaron la ropa y con varas de avellano me apalearon sin piedad durante toda la noche. Con los primeros rayos de luz, apareció Fhadon, irascible, me acusó de intentar yacer con su hija, de seducirla con falsas palabras, me golpeó, me pisoteó, me azotó sobre las antiguas heridas, y cuando estaba que no me podía levantar del suelo se meó encima de mis llagas en un intento de que se volvieran purulentas. Supongo que hubiera muerto en ese húmedo cuarto si Fhedel y su madre no se hubieran apiadado de mí. Fue el propio Fhedel quien me sacó de Thepperon y me llevó a la granja de su tío Fhad.

-       ¿Fhedel sabía la verdad sobre las acciones por las que te habían castigado?- inquirió Alvaras.

-       Creo que en el fondo tanto él, como su madre conocían la verdad que Fhadon intentaba esconder.- reconoció Jhan.- A Fhad solo le contó que prescindían de mí porque me había intentado escapar. Algo para contentar a Fhad y que no hiciera demasiadas preguntas. Me advirtió que recibiría el mismo castigo si intentaba huir y me pillaban, pero que lo más seguro es que la tierra inhóspita que rodeaba la granja acabase antes conmigo que ellos encontrarme.

-       Fhad era un hombre bueno y justo.- sentenció Alvark.- Supongo que no quería líos con su hermano.

-       Esta verdad es más creíble, Jhan.- afirmó Alvaras.- El resto de tu historia, lo que ocurrió anoche lo sigues manteniendo, ahora que sabemos tu pasado.


Jhan asintió con la cabeza y se secó las lágrimas que le resbalaban por las mejillas.


-       Yo ya no veo más mentira en sus palabras.- advirtió Alvark, que había mantenido su mirada fija en los ojos del muchacho.

-       En ese caso, Jhan, vístete y dirígete a la casona. Allí estará Shine.- ordenó Alvaras.- Pero ten seguro que pronto necesitare tu memoria. Ahora vete.


Los dos hombres esperaron en silencio. Jhan se vistió rápido, hizo una reverencia y se marchó de allí.


-       Si son los cuervos negros quien han atacado la granja de Fhad, debo ir a informar al tharn, habrá que hacer una batida de castigo.- indicó Alvaras.

-       Pero hacía décadas que se habían vuelto pacíficos.- se lamentó Alvark.- De todas formas este nunca ha sido su método. Ellos atacaban aldeas, granjas, robaban alimentos, útiles, armas o algo de plata, secuestraban rara vez, y se volvían a sus territorios del sur. Nunca masacraban. Al final ese tipo de actos solo trae odio. Y guerra, algo a lo que no están preparados los cuervos negros.

-       En ese caso, ¿quién está detrás de este ataque?- dijo Alvaras.- De todas formas esto es algo que debe saber el tharn y él debe decidir cuál será nuestro camino. He pensado marcharme mañana, me llevaré a cuatro guardias y a los dos supervivientes, ya que son los únicos testigos. Te dejaré al resto de los hombres y al thyr. Dudo mucho que los cuervos puedan asaltar nuestra empalizada. ¿Qué te parece?

-       Que tú eres el therk y que si ya has tenido tiempo para pensarlo está bien. La verdad es que yo hubiera hecho lo mismo.- asintió Alvark.- La verdad es que solo tenemos diez guerreros, un número insuficiente para una posible horda de cuervos. Con Yhakka no se van atrever, pero las granjas quien sabe, has hecho bien ordenando que las evacuen. ¿A qué guerreros te llevaras?

-       A Obbort, a Himey, a Dkal y a Ohel.- contestó Alvaras.

-       Buena elección, sin familia en Yhakka no tendrán miedo a abandonar el poblado.- comentó Alvark.- Y así yo tengo a los más veteranos.

-       Voy a hablar con Thale y con Pal, para preparar todo para mañana, ¿vienes?

-       No, me voy a quedar aquí un momento.- negó Alvark, que se despidió de su hijo.


Según Alvaras se marchó, se dejó caer sobre el taburete donde habían hecho sentarse a Jhan. No se podía creer que los cuervos negros hubieran vuelto y además de forma tan sangrienta.


Los cuervos negros eran un clan antiguo, de los tiempos anteriores al primer señor de las cascadas, no el actual y su padre. Herederos de las ancestrales tradiciones de los clanes guerreros. Moraban en las tierras casi yermas del sur, donde ya la agricultura no podía obtener nada de la tierra, donde el trigo de las nieves era raro. Este clan viajaba por los bosques nevados, recolectando, cazando y en casos comerciando con los mercaderes del clan del hielo. Era un pueblo errante, como lo fueron todos los clanes, antes de que se asentaran y formaran aldeas, poblados, y ciudades. Aún se regían por el consejo formado por los ancianos y el druida. Hacia ya tres décadas que habían decidido perderse en sus dominios y rara vez aparecían ante el resto de los mortales. Lo que Alvark no entendía porque habían decidido reaparecer y de forma tan sangrienta, cuando la paz que el consejo de ancianos firmó era para evitar que un inmenso ejército, todos los clanes acudirían con el señor de las cascadas dirigiendolos para ayudar al señor de los hielos, destruirían a los cuervos negros. Su druida había vaticinado eso hace treinta años.


Alvark decidió que era una buena idea quedarse un rato más allí, para meditar sobre el asunto y así saber cómo ayudar a su hijo.




Alvaras había conseguido comer algo de cerdo curado y una especie de sopa que le había traído Thale. Mientras este comía, le iba contando cuál había sido el triste fin de Fhad y el resto de los habitantes de la granja. También le hizo saber cuál había sido su primera decisión y lo que se esperaba de ella. Tenía que encargarse de preparar acomodo para los granjeros, sus siervos, su ganado y todo lo que trajeran con ellos. Alvaras no había terminado de comer cuando Thale se fue en busca de Pal para preparar todo. Shine se fue tras Thale según esta la llamó, dejando a Jhan en un banco. Alvaras le vio y le hizo un gesto para que se acercara.


-       Mañana partiré a Thepperon, tú y Shine nos acompañareis a mí y cuatro de mis hombres.- informó Alvaras al muchacho según este se paró frente de él.- Necesito que le contéis vuestra historia al tharn.


Alvaras notó la mueca de temor del muchacho, por lo que añadió.


-       Muerto Fhad, sus siervos pasan a mi propiedad, así que si Fhadon quiere resolver alguna afrenta pasada contigo se las tendrá que ver conmigo. Cuando todo esto acabe puede que me venga bien un administrador en Yhakka, y a mi esposa siempre le vienen bien un par de manos más en los lares y en las habitaciones.


En el rostro de Jhan apareció un leve sonrisa, que se replicó en el rostro de Alvaras. Le hizo un gesto para que regresara a su mesa. Alvaras se dedicó a terminar su almuerzo pues supuso que pronto empezaría una tarde de locos.

1 comentario:

  1. Buenas Bulceon.

    Aquí Suara Baal paseando por la historia de Alavaras. Si ese secreto ha salido tan fácilmente a la luz no quiero ni imaginar, que oscuras sombras se ciernen sobre estas gentes. Estaré encantada de continuar leyendo.

    Hasta pronto.

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