No llevaba ni cinco
minutos tumbado en su lecho, cuando una sirvienta llegó para avisarle que Ghat,
otro de los granjeros, acababa de llegar con su grupo. Su granja era la más
lejana a Yhakka y había llegado el primero, curioso. Alvaras se levantó y descendió
al gran salón para recibir al granjero.
Ghat era un hombre
fornido, de unos cuarenta años, de ojos oscuros y grandes. No solía visitarlo
más que lo estrictamente necesario, ya que tenía un carácter huraño. Estaba
viudo y carecía de hijos. Otro dato curioso es que tenía demasiadas sirvientas,
aunque según los rumores nunca eran pocas para el trabajo que había en su
hacienda.
- - Mi therk.- saludó Ghat, según Alvaras
entró en el salón.- Me he movilizado según tu guerrero nos ha traído el aviso.
No he dejado nada que les pueda servir a esos cerdos cuervos negros.
- - Da gusto ver que hay hombres que saben
acudir velozmente, y eso que son los más lejanos.- Alvaras esperaba que
adulando a Ghat se hiciera más llevadero su presencia en Yhakka.
- - Pero aun así tu orden me ha obligado a
dejar muchas de mis ocupaciones paradas, ¿cuánto tiempo tendré que estar aquí?-
terció Ghat, a lo que Alvaras ya estaba preparado.
- - Piensa que te podría haber pasado lo mismo
que le ha ocurrido a Fhad, así que ve en esta estancia un periodo de
vacaciones.- intentó bromear Alvaras.- De todas formas si tienes algún problema
serio con tu granja, se lo puedes comunicar a Alvark, que estará dispuesto a
brindarte toda su ayuda.
Ghat sacudió la mano,
dándole a entender a Alvaras que no hacía falta llegar a ello. La forma de
proceder de su padre era demasiado conocida entre los granjeros y resto de
habitantes de la región. Era expeditivo hasta la médula, los que hacía que
todos acabasen hartos de los procedimientos de manual de Alvark.
- - Te veré luego durante la cena, Ghat.- se
despidió Alvaras con ganas de regresar a su lecho, cuando se dio cuenta de que
aún vestía con su cota de malla.
Alvaras le hizo un gesto
a uno de sus siervos para que le siguiera y se dirigió a la armería. El acceso
a esa parte de la casona estaba muy concurrido en ese momento. Vio que su padre
estaba almacenando los suministros que había traído Ghat, con una parsimonia y
una meticulosidad maniaca. Jhan estaba ayudando a Alvark, armado con un libro,
una pluma y un sello. Había que dejar claro cuáles de las provisiones eran suyas
y cuáles de Ghat, ya que el viejo granjero podría cuando abandonase Yhakka
asegurar que había traído más de lo que realmente hizo.
El siervo se encargó de
ayudar a Alvaras a deshacerse de la cota de malla y cambiarlo todo por un
atuendo de cuero más ligero. Luego despidió al siervo, habló un poco con su
padre y se retiró a sus aposentos. No esperaba dormirse, pero lo hizo. No
despertó hasta que la tarde estaba bien avanzada.
Cuando regresó al salón
se lo encontró más lleno y más animado que nunca. Ya habían llegado los dos
últimos granjeros que faltaban. Estos eran menos numerosos que el grupo de
Ghat, ya que sus granjas eran considerablemente más pequeñas. Uno de ellos era
un hombre joven, de unos veinticinco años, casado y con dos hijos, Elvin se
llamaba. Por lo que Alvaras sabía había heredado la hacienda de su padre, quien
las había obtenido tras comprarlas al tharn. Esta era una forma muy habitual
para que un hombre libre consiguiera tierras. Un granjero moría sin
descendencia y las tierras regresaban al tharn que podía entregarlas a un buen
súbdito o venderlas por una buena cantidad de plata.
El último de los granjeros era una viuda
sin hijos, Ishla, de unos cuarenta años y se llevaba a matar con Ghat. No había
mes que no tuviera que mediar con ellos por algún problema de lindes o de
animales extraviados. El problema entre ellos venía de antes de que Alvaras
llegará como nuevo therk. Por lo visto el viejo Ghat llevaba tiempo rondando a
la viuda, que aún estaba en edad casadera, pero esta le rechazaba una y otra
vez. Así que el rencoroso Ghat no hacía otra cosa que fastidiar a la viuda, en
un afán casi único.
Tanto Elvin como Ishla se acercaron y le
dieron las gracias por el aviso, si pensaban parecido a Ghat no lo demostraron.
Los tres comentaron el triste sino de Fhad, que era un buen hombre y casi el
pilar entre los granjeros, aunque Ghat nunca lo hubiera admitido, ya que de
cara al público solía decir todo lo contrario a lo que pensaba Fhad.
En los hogares, Thale al mando de todas
las cocineras que tenían y reforzadas por las de los granjeros, se afanaban por
preparar una buena cena, ya que aunque la situación era preocupante, Alvaras
tenía a tres hombres libres y los tenía que agasajar como la tradición debía.
Alvark había ordenado a los cazadores a que se encargarán de traer algo de
ciervo y jabalí. Por si acaso habían ido acompañados de un par de guerreros,
pero no había ocurrido nada raro. Habían tenido bastante suerte, se habían
hecho con un par de ciervos de tamaño medio y cuatro jabalíes de buen tamaño.
Tendrían un buen banquete. Además, por si acaso habían revisado las trampas y
se habían traído varias liebres de las montañas, de un pelaje blanco puro.
Estas piezas serían reservadas para el uso del therk y su familia. Las pieles
servirían para guantes o algo por el estilo, mientras que la carne se
prepararía de la forma que más le gustaba a Alvaras, liebres rellenas de miel.
Alvaras salió al patio y se encontró allí
con su padre, que revisaba el equipo de los miembros del thyr que habían
llegado con los granjeros. Todos vestían con ropajes de cuero en la capa más
externa. La interior era de lino y la intermedia de lana, con lo que estaban
perfectamente aislados del frío del invierno y de las noches. En los pies
llevaban unas botas cortas de cuero, junto con unos calcetines gruesos y altos
de lana, que les llegaban prácticamente a la rodilla, colocados sobre el calzón
de cuero. Del cinturón colgaba un pequeño puñal de caza, en la espalda un
carcaj lleno de flechas y en las manos su arco largo. Las cuerdas de los arcos
permanecían quitadas hasta que tuvieran que ser empleados, para no deformar los
tendones.
Cuando Alvark vio que su hijo se acercaba,
ordenó a Pal que se llevase a los arqueros a sus puestos para la guardia
nocturna.
- - ¿Qué tal son los efectivos de Ghat, Elvin
y Ishla?- preguntó Alvaras.
- - Los que acabas de ver son los de Elvin y
Ishla, unos veinte muchachos, bien equipados, listos y despiertos.- informó
Alvark.- Los de Ghat dan pena verlos. Han venido sucios, sin equipación o con
armas defectuosas. Uno llevaba una cuerda que ya no tenía ni una gota de
flexibilidad. Los puñales sin filo o roñosos. Luego hablare con Ghat, pero me
temo que me dará las excusas habituales.
- - Por lo demás, todo en orden.- suspiró
Alvaras, pensando en que tendría que discutir de nuevo con el viejo Ghat.
- - He elegido a Pal para que se encargue de
la guardia nocturna, junto a Heber, Dhara, Kter y una veintena de miembros del
thyr, los más jóvenes y resistentes.- comentó Alvark.- De todas formas no se ha
visto a nadie por las cercanías, he tenido a Fulkho durante toda la tarde dando
vueltas. Alrededor de Yhakka, y hasta el molino.
- - Espero que lo de la granja de Fhad fuera
una cosa aislada, algo que lo van a sentir.- indicó Alvaras.
- - ¿Crees que Jhan no se acobardará por la
presencia de Fhadon en Thepperon?
- - Ya lo he pensado, por ello he pensado que
la muchacha, Shine, estará mejor aquí con Thale.- contestó Alvaras.- Si
realmente la ama como creo, se comportara con valentía ante el tharn, por muy
poderoso que pueda ser Fhadon. De todas formas, Thale necesitará a todas las
siervas para mantener Yhakka de una pieza con tanto invitado. Bueno, tengo que
volver ahí dentro, tengo un banquete que iniciar.
Alvark asintió con la cabeza y le dio una
palmada en el hombro a su hijo. Ambos se dirigieron hacia la entrada lateral y
pronto llegaron a un caluroso y lleno de vida salón de festejos. Los granjeros
y sus siervos habían ocupado una mesa cada uno. Los hombres libres en la
esquina más cercana a la mesa del therk. Los guerreros y sus familias en otra y
los siervos en las restantes. Thyon y Uthel también tenían una de las esquinas
cercanas a la de Alvaras. Junto a ellos, y aunque era un siervo se encontraba
Jhan. La propia Thale lo había ordenado y las sirvientas le habían colocado
allí, bajo la atenta mirada de los otros siervos, que no sabían quién era el
recién llegado y porque su señora había ordenado que se sentara en lugar tan
prominente. Junto a él solo había otro siervo de alto bordo, el capataz de las
tierras de cultivo de Yhakka, el jefe de los granjeros.
Alvaras se acercó a donde permanecía
sentado Jhan, por su espalda y al llegar le dio un manotazo en la espalda. El
joven, al no ser muy atlético, se dobló sobre sí mismo y si no hubiera sido por
sus reflejos habría golpeado con la cabeza sobre el cuenco que tenía ante él.
- - Uthel, qué te parece el nuevo
administrador con el que me he agenciado.- dijo Alvaras lo suficientemente
alto, para que los siervos más cercanos le escucharan, sobretodo el capataz.- A
partir de ahora cuando quieras que te consiga el licor de bayas “sagrado”,- la
palabra sonó demasiado larga en la boca de Alvaras.- tendrás que conseguir
convencerle.
- - Estoy seguro, mi señor, que con la ayuda
de los dioses, el administrador estará más que dispuesto.- se rio Uthel.
Alvaras se marchó en dirección a su mesa,
pudiendo escuchar como el capataz y el sacerdote empezaron una conversación con
el joven. Si les caía bien a ambos hombres, no tendría ningún problema para que
le aceptaran el resto de los siervos. La población de Yhakka, como todas las de
este territorio eran muy cerradas y les costaba mucho aceptar a los nuevos
esclavos de su señor, sobre todo cuando eran foráneos, como Jhan. Con Shine no
iba a haber problema, pues su familia llevaba mucho en la granja de Fhad y lo
más seguro es que tuviera familia lejana en Yhakka.
Según Alvaras se sentó en su sillón, las
siervas empezaron a llevar fuentes y bandejas humeantes a las mesas. Cargadas
de carne y algunas verduras. Otras iban llenando las copas con enormes jarras
de espumeante cerveza. La comida, sobretodo la proveniente de lo cazado se iba
consumiendo, primero rápido, pero cuanto más lleno iban estando, las piezas se
tomaban más despacio. Lo único que se moderaba en su gasto era la cerveza.
Los guerreros bebían casi sin moderación,
excepto los cuatro que iban a acompañar mañana a Alvaras en su viaje. Más de
uno había recibido una serie de azotes por presentarse resacoso al servicio. El
therk no soportaba ese tipo de actuaciones entre sus hombres. El que tampoco
parecía saber cuál era su posición era Ghat. Podía ser un hombre libre, pero
eso no le daba potestad para comportarse como un loco.
Ghat había bebido como una esponja y a eso
se debía su falta de tacto hacia el anfitrión. Se había puesto a cantar. Al
principio eran baladas a los dioses o a la naturaleza, que a falta de un bardo
como era debido en Yhakka, fueron apreciadas. Pero luego pasó a las subidas de
tono, las que eran habituales en las tabernas de guerreros y gentes de dudosa
reputación, pero no aptas en un salón de festejos. Y parecía que no notaba la
mirada glacial que Alvaras le estaba lanzando. La cosa se fue enconando cuando
el alma del viejo se liberó del poco raciocinio que no había terminado embebido
en cerveza. Cada sirvienta que pasaba cerca del sitio que estaba recibió un
poco de sus atenciones, desde una mirada provocativa a un toque alegre. Sus
sirvientas que ya estaban acostumbradas a sus gracias, no parecieron
preocupadas, pero las de Yhakka no estaban tan felices.
Thale le dio un codazo a su marido, quien
intentaba poner buena cara y mirar hacia otro lado y no ver al granjero con sus
fechorías. Intentó no hacer caso a su esposa y seguir enfrascado en una
conversación con Uthel que le tenía enfrente, pero un grito de mujer y la
visión de Jhan poniéndose de pie, le obligaron a tener que lidiar con el
granjero.
Ghat había cogido a Shine y la había
obligado a sentarse sobre las piernas del viejo, mientras que le sobaba los
pechos.
- - Esta sí que es promeetedora.- murmuraba
Ghat.- Ya verás lo bien que lo vamos a pasar estaaa nocheee gatitaaa.
- - Será mejor que sueltes a mi criada.-
ordenó Thale, que se había levantado ante el poco caso que le había hecho
Alvaras y se había acercado a Ghat.
- - Pero que suerteee tengo, cojoo a un
adorable pichón y vienee otro rápidamente.- las palabras de Ghat salían de
forma atropellada de su boca y sus ojos vidriosos hacía tiempo que no
distinguían a nadie. Si lo hubieran hecho, no le hubieran permitido hacer lo
que hizo.- Tee voy a enseñaar lo quee valgoo.
Ante el estupor de todos los siervos,
guerreros y hombres libres del salón, el viejo Ghat se levantó de su asiento,
liberando a Shine que se cayó al suelo y con una mano agarró el brazo de Thale,
mientras que con la otra le agarró un pecho. Todos los presentes se quedaron
mudos, extendiéndose un silencio sepulcral, solo roto por el ruido de una
bofetada que hizo que el anciano diera un paso hacia atrás, soltando a Thale, y
el de un sillón al salir disparado su ocupante y cayendo hacia atrás.
Alvaras recorrió el espacio que le
separaba de Ghat, pálido de ira, blasfemando de tal forma que Uthel le
recriminaría, hasta que se puso ante el anciano y lo agarró por el cuello.
- - ¿Qué te crees que haces tratando a mi
esposa como una de tus fulanas, perro?- las palabras resonaron por el salón de
festejos, rebotando en las paredes, mientras Alvaras levantaba a Ghat solo
mediante su agarre del cuello.
- - Yo…, yo…
- - Te doy cobijo, te alimento, te doy de mi
bebida, y tu atacas a mis siervas, a mi esposa.- prosiguió Alvaras, mientras el
viejo llevaba las manos a su cuello, ya que la tenaza de Alvaras había empezado
a apretar.
- - Suéltale.- dijo Thale a su espalda.-
Fulkho llévate a Ghat a la herrería, necesita dormir, mañana tiene que pensar…
- - ¡No!- negó con fuerza Alvaras, que lanzó a
Ghat sobre la mesa.- Fulkho, llévale fuera. Que nadie más salga de la casona,
solo tú, Ghat, Uthel y mi padre.
Alvaras se dirigió a paso rápido hacia la
armería, mientras que Thale le seguía, pidiendo clemencia por el granjero. El
resto de comensales permanecían silenciosos o hablaban con voz queda.
- - ¿Qué va a pasar?- le preguntó Jhan a Uthel
que se iba a levantar.
- - Que alguien se va a reencontrar con sus
progenitores.- murmuró Uthel.- Ghat era un estúpido, ya le avise que la bebida
le llevaría a la tumba. Será mejor que vayas a ayudar a tu amada, puede haberse
hecho daño con el golpe.
Jhan se levantó y se dirigió a ayudar a
Shine, en el mismo momento que Fulkho y Alvark tomaban a Ghat y se lo llevaban
fuera, al patio. Al poco, regresó Alvaras de la armería con un par de espadas y
dos escudos redondos. Cruzó el salón, bajo la mirada de los comensales y
seguido de Thale, quien seguía rogándole que parara. Pero cuando Alvaras cruzó
el arco, ella se quedó parada ante él, pues lo había intentado, pero salir
fuera habría sido peor, al final todo era un asunto de respeto y tradición.
Alvark y Fulkho dejaron caer a Ghat en
medio del patio. Pal que se encontraba cerca se acercó, pero Alvark levantó la
mano, indicando que no se acercará. Al momento llegó Alvaras, se acercó a Ghat
y dejó caer uno de los escudos y una espada ante él. Luego se alejó un poco.
Dejó en el suelo el escudo y empezó a cortar el aire con su espada. Alvark se
colocó entre ambos.
- - Ghat hijo de Ghatton, has faltado al
respeto a tu therk, atacando a la esposa de este, hablándola sin los modales
necesarios, ofendiendo a todos.- dijo con fuerza Alvark, mientras Ghat se
levantaba y miraba aterrado la espada y el escudo ante él.- Como hombre libre
tienes el derecho a portar escudo y arma para defenderte de tu crimen.
- - Yo…, yo no sabíaaa quien eraaa...- las
palabras del anciano, aún cargadas de alcohol, pero llenas de terror, no le
salían tan rápidas como antes.- Debéis perdonaarme, mi señor.
- - Toma la espada y el escudo.- ordenó
Alvaras.- Si hubieras sido un siervo te habría cortado el cuello hace rato,
perro. Te permitiré que te reúnas con Ordhin y los tuyos, aunque no te lo
mereces, rata.
Uthel, apareció y se quedó junto a Fulkho,
en silencio, pero recitando algún tipo de oración para él. Ghat tomó el escudo
y luego la espada, preparándose para luchar. Alvaras dio una patada al escudo
que había dejado en el suelo, dando a entender que no lo usaría. Alvark asintió
con la cabeza y se quitó de en medio.
Ghat nunca tuvo ninguna posibilidad. Alzó
su escudo, pero Alvaras avanzó como un rayo, con la punta de la espada mirando
al suelo. Al llegar ante Ghat, utilizó su hombro derecho para mover el escudo,
mientras que con su puño izquierdo desnudo golpeó la espada rival, que se fue
hacia atrás. Entonces al romper la pobre defensa del anciano, elevó su espada.
La punta entró por la ingle de Ghat, rasgando las vestiduras y cortando la
carne. Subió con fuerza haciendo aparecer un surco sanguinolento desde la ingle
al cuello, a lo largo de todo el cuerpo, llegando a cortar la mejilla izquierda
de Ghat y destrozando el ojo. Ghat se dejó caer de espaldas, de donde ya no se
movió.
Alvaras, con la hoja de su espada llena de
sangre, al igual que sus vestiduras, salpicadas se separó del moribundo, siendo
el momento de que Uthel se encargará de ayudar a Ghat a marcharse. Alvaras le
lanzó la espada a Alvark, que la tomó al vuelo.
- - La ofensa ha sido castigada.- afirmó
Alvark, levantando la espada.
Alvaras no se quedó allí, sino que retornó
al gran salón, lo cruzó ante la mirada de todos los asistentes, que podían ver
la sangre fresca. No retornó a su puesto de anfitrión, sino que se dirigió
hacia sus aposentos.
El banquete duró un poco más, pero visto
cómo había acabado, la mayoría decidió volver a sus asuntos. Thale se encargó
de los criados de Ghat, que hasta que alguien se encargará de la granja, serían
responsabilidad del therk. Después de hacer que los siervos se ocuparan de
preparar todo para la noche, Thale se dirigió a ver a su esposo.
Encontró a Alvaras sentado sobre su lecho,
en silencio, con la mirada fija en la pared. Thale no dijo nada, porque al todo
se había debido a una falta de respeto a alguien que le era superior y que
había que respetar. La sociedad en la que vivían era jerarquizada y tenían
normas muy claras. Ghat las había pisoteado y Alvaras si quería mantener su
posición debía ser duro y no mostrar piedad. La tradición lo era todo para
ellos.
Thale se acercó hasta quedarse mirando el
rostro de Alvaras. Tenía manchas de sangre por la cara. Junto al lecho, en una
mesita de madera, tenía una palangana de madera y una jarra con agua. Vertió un
poco de agua en la palangana, tomó un paño, lo mojó y empezó a limpiar el
rostro de su esposo con cuidado. Cuando no parecía que quedará ni una sola
marca de sangre en la cara de Alvaras, dejó el paño sobre la mesa y se sentó
sobre las piernas de su esposo. Tomó el rostro de Alvaras entre las dos manos,
cruzándose sus ojos con los de él, se tiró hacia delante y le besó.
Alvaras volvió a la vida, abriendo poco a
poco los labios, permitiendo que la juguetona lengua de Thale se internase en
su boca, que empezase a bailar con la suya. Las manos de Alvaras se posaron en
los costados de Thale, mientras sus dedos subían y bajaban por ellos. Los ojos
de Alvaras retomaron su vivacidad característica. Thale, sin soltarse de los
labios de Alvaras, dejó caer las manos, que empezaron a recorrer el torso de su
esposo, buscando algo, hasta que dieron con ello, los cordones de cuero que
anudados mantenían el jubón en su sitio. No necesito mucha fuerza para separar
las cintas redondeadas y que la pieza quedase más holgada. Thale ayudó a
deshacerse del jubón a su esposo, pasando después a quitarle la camisa interior
de lino, hasta que el pecho y la espalda de Alvaras quedó al descubierto. Todo
su cuerpo era una serie de músculos bien marcados, los típicos de un hombre
dedicado a la guerra y el ejercicio, cubiertos por una buena mata de pelo
oscuro. Los dedos de Thale se enroscaban en el pelo negro, mientras los
deslizaba por el cuerpo de su esposo.
Alvaras por su parte estaba cada vez más
interesado en imitar a Thale, y ya había conseguido liberar todos y cada uno de
los colmillos de lobo que se introducían en unos ojales hechos en la pieza
superior de la mujer. Thale tuvo que dejar de acariciar a Alvaras, y juntar los
brazos ante su esposo, para que este le pudiera quitar el mandil de cuero, para
poder llegar a las dos capas de lino que había tras ella. Pero estas fueron más
sencillas de retirar, hasta dejar a la vista los pechos de Thale, que
normalmente eran de un tamaño medio, pero ahora habían aumentado debido a la
avanzada etapa del embarazo, algo que quedaba patente ante el curvado abdomen
sobre el que se apoyaban los senos.
Alvaras tomó la delantera, girándose y
depositando a su esposa en el lecho. Tuvo que cesar la larga unión de sus
labios, para separarse de ella, quitarse los calzones de cuero y el taparrabos
de lino, que cayeron ambos sobre el suelo junto a la cama, a la que regresó de
inmediato. Thale, al quedarse sola, se liberó de la poca ropa que le quedaba
tras lo que se tumbó en el lecho, a la espera de la llegada de Alvaras.
Ambos amantes se volvieron a fundir en un
largo beso, mientras se acercaban uno al otro, intentando fundirse en uno solo,
pero en esa posición, el fruto de su amor les impedía el acercamiento. Así, que
empezaron a besarse y acariciarse ahí donde si llegaban. Alvaras se encaprichó
con los senos de Thale, besándolos, mordiendo los pezones, acariciándolos con
delicadeza, mientras Thale gemía, alzando la cabeza y sus manos se perdían en
la zona inguinal de Alvaras, jugando con su pene, preparándolo para hacer
ejercicio.
Cuando Thale creyó que ya era suficiente,
separó a su esposo, empujándole con las dos manos, ante lo que Alvaras
protestó. La mujer se dio la vuelta, dándole la espalda a su esposo, quien
entendió lo que le proponía. Alvaras reptó por la sabana, hasta que su pecho golpeó
la espalda de Thale. Empezó a besar y morder el cuello de su esposa, mientras
que con sus manos descendieron por los costados, hasta llegar al culo y allí
avanzaron hasta la ingle velluda de Thale, buscando la vagina carnosa y cálida
de la mujer. Las manos de ambos se juntaron allí, enlazándose entre ellas y soltándose.
Llegado el momento, cuando Alvaras estaba
cada vez más y más excitado, Thale volvió a buscar el pene de su esposo y lo
guió hasta su entrada, lista para recibir el amor de Alvaras. Y debido a que
como cada vez había menos espacio, las manos de Alvaras debieron buscar otro
sitio donde pudieran dar placer a su amada, reencontrando sus pechos y hasta
acariciando su vientre.
La unión entre ambos se recalcó con el
gemido de Thale y un gruñido de esfuerzo de Alvaras, quien prosiguió
moviéndose, de forma delicada pareo constante, mientras una mano de Thale le
dirigía, informándole de la velocidad que requería. Thale quería que fuera
placentero, pues sabía que en las próximas noches no podría tenerlo para ella,
así que en esta Alvaras sería todo para ella.
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